La resistencia de un sector «inmobilista» a las reformas emprendidas en Cuba por el presidente Raúl Castro supone una nueva forma de «contrarrevolución» cuyos intereses son contrarios a los de la oposición política clásica, según varios analistas consultados por la agencia France Presse.
Se trata de «burócratas que se oponen a los cambios poniendo barreras a la aplicación de reformas cruzándose de brazos», entiende Rafael Hernández, director de Temas, la única revista oficial que aborda abiertamente temas sociales, políticos o económicos.
«Cualquiera que ataque este proceso de reformas se convierte de hecho e un contrarrevolucionario, un verdadero opositor», añade Esteban Morales, antiguo responsable de la Universidad de La Habana, empleando un término empleado en los primeros años de la revolución de Fidel Castro para referirse a todo adversario político.
«En este sector inmovilista, encontramos burócratas, nuevos ricos o corruptos que se han beneficiado de la incapacidad del régimen para llevar a cabo un verdadero control del modelo centralizado de los años pasados», estima el exdiplomático y universitario Carlos Alzugaray.
Pero también, «aquellos que no están de acuerdo con las reformas por razones ideológicas, que se encuentran hoy en la sociedad civil y que son numerosos», añade. Para él, en todo caso, estos no merecen el calificativo de opositores porque «no cuentan con un proyecto político».
Aquellos que frenan las reformas, afirma Esteban Morales, «se encuentran también en las filas del partido (el PC, el único permitido) y entre ellos hay gente con puestos de responsabilidad importantes».