08 de agosto de 2013, 18:38Seúl, 8 ago (PL) Las exóticas fotografías de Gabriel Dávalos son por estos días una novedosa carta de presentación de Cuba para los surcoreanos, que descubren un país heterogéneo y danzante.
Imágenes llenas de movimiento, color y contraste, de bailarinas en escenarios improbables adornan el Yongsan Art Hall durante el primer festival de arte y cultura cubano en esta nación asiática.
Dávalos trajo su ya famosa mirada al ballet cubano junto a otros artistas de renombre en Cuba, como Julio Larramendi y Roberto Chile, y los grupos musicales Buena Fé, Habana Compás y Habana Ensemble.
"Aquí conocen muy poco de Cuba, pero quieren conocer más, vienen y preguntan, y se asombran cuando saben del boom de los culebrones surcoreanos en nuestro país", comentó Dávalos a Prensa Latina.
En los últimos tiempos se ha suscitado aquí un interés por Cuba, reforzado con esta iniciativa que llevó una muestra del arte y la cultura del país caribeño por Seúl y otras provincias surcoreanas.
Charlas teóricas, recitales, exposiciones y hasta un barman que elabora el mítico mojito, son parte del programa, en el que destaca la serie Habana Sensual, con unas 40 fotografías de Dávalos.
"Al público le llama la atención la mezcla del ballet clásico con la cotidianeidad, con la ciudad, con La Habana, que les parece una ciudad mágica, diferente o rara", agrega el también periodista.
Entrevistado por diferentes medios locales, Dávalos consideró muy positiva esta experiencia en lo humano y lo profesional, y entre sus anécdotas se lleva el peculiar diálogo de Buena Fe con su público.
Ocurre que dicha agrupación, integrada por Israel Rojas y Yoel Martínez, posee arreglos musicales de mucho potencial, pero su fuerte son las letras, inteligentes, incisivas y poéticas.
Aunque a priori la comunicación parecía imposible, el dúo logró hacerse entender a través de una presentadora bilingüe, y gracias a que cada programa incluía una reseña de cada canción.
Para acabar, los cubanos cantaron en coreano una popular canción de este país, para acabar de relajar una noche que acercó, al menos culturalmente, a dos estados que comienzan a conocerse poco a poco.
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