Pueblo y masa: el 8N en la distancia
No estoy allá, no tengo las antenas del cuerpo, no tengo el “peso de la cosa” inmediata. Veo imágenes donde miles de personas se reúnen en lugares siempre reconocibles. El número, la cantidad, la presencia multitudinaria parecen evidentes y “hablan por sí mismas”. Pero ésta es la cuestión decisiva, ¿a qué se llama pueblo? Ese término inevitablemente siempre en disputa.
He visto tantas veces a multitudes, masas contabilizadas a gran escala, apoyar aquello que la opinión mediática previamente ha construido, aquello que por razones éticas y políticas nunca apoyaría, que la cuestión del Pueblo merece, en su singularidad, una discusión por mi parte. Reservo el término pueblo para designar la emergencia histórica de una subjetividad política que no hace número, no es contabilizable y que, a diferencia de la masa, inventa y construye su discurso en relación con un legado histórico y emancipatorio.
Pueblo es el sujeto que le da forma a lo que siempre está por venir: la igualdad y la justicia. Masa es lo que apoya lo que ya hay: opinión, medios, consenso mundial dominante. El pueblo es raro, surge cada tanto, es tan excepcional como el artista popular. En cambio, la masa es permanente como la producción del artista de masas, como la circulación de la mercancía. Se trata de una frontera frágil, sutil, que divide a cada uno, pero siempre posible de establecer.
El pueblo transforma a la historia, la masa hace que vuelva lo de siempre. Nunca se sabe de entrada cuándo actúa el pueblo y cuándo actúa la masa, sólo a posteriori, en sus efectos y consecuencias podemos concluir cuál fue el sujeto en cuestión. De esta forma, cuando se ganó aquel día por el 54 por ciento, y cuando designamos con razón nuestra experiencia como popular, siempre recuerdo que se trata de una causa que no es susceptible de contabilidad alguna y que tendría mi apoyo aunque tuviera el uno por ciento de los números.
* Psicoanalista. Consejero cultural de la embajada argentina en España.