22 de septiembre de 2013, 10:32Por Wilfredo Alayón*
Matanzas, Cuba, (PL) Tres son los accidentes naturales que identifican a esta tricentenaria ciudad del occidente cubano: Matanzas, con la Cueva de Bellamar, la Loma del Pan y el Valle del río Yumurí o simplemente Valle del Yumurí.
Considerado como uno de los más bellos de la mayor de las Antillas y ubicado a unos 100 kilómetros al este de La Habana, el cañón dispone de una llanura que alcanza las 80 hectáreas en su parte más ancha y elevaciones de hasta 150 metros.
En su conjunto paisajístico con áreas de altos valores florístico, histórico, cultural y endémico, este último representado en el melocactus matanzanus, variedad de cacto que tiene como hábitat en el mundo esta zona de la isla.
El Valle es un área de recursos manejados dentro del sistema provincial de áreas protegidas, que incluye la reserva florística Cuabal de las Tres Ceibas de Clavellinas.
A juicio del historiador de la urbe matancera, Ercilio Vento, uno de los principales valores del desfiladero es la historia geológica que ofrece a los estudiosos.
Dos ríos lo cruzan y los cursos de agua se dirigen hacia la costa norte: el Bacunayagua y el Yumurí, que nace en el Pan de Matanzas y hace un recorrido de 25 kilómetros hasta converger en la bahía, donde a fines del siglo XVII surgió Matanzas, cabecera provincial.
Expertos aseguran que el valle está integrado por sedimentos de animales y plantas de una antigüedad establecida en los 30 millones de años.
Labriegos asentados en los terrenos de esta imponente quebrada aseguran que los suelos, grises oscuros y hasta negros, son muy propicios para la producción agrícola al ser favorecidos por los sedimentos aluviales.
ORIGEN DE UN NOMBRE AUN POR DETERMINA
Existen varias versiones sobre el origen de la palabra yumurí. La presencia en esa región de aborígenes y el contacto con los colonizadores españoles, dieron lugar a una leyenda que con más firmeza ha perdurado en el tiempo.
Cuenta el mito que se trata del grito emitido por los nativos al lanzarse de uno de los elevados riscos, porque preferían suicidarse antes de tolerar los malos tratos que recibían de manos de los conquistadores.
Según la fábula, al pararse en el peñasco proferían la palabra Yumurí o Yo muero, y de esa forma imitaban el castellano que escuchaban para que quedara claro a los enemigos el porqué de estas muertes.
Otra referencia tomada del sitio ecured, evoca a una antigua leyenda de amor en la cual una joven india condenada al infortunio al enamorarse de un galán, provoca la abertura de la tierra y con ella de la creación de sus afluentes.
Sin embargo, un reciente trabajo de la periodista local Idalmis León reseña que acorde con la lexicografía antillana, la palabra yu significa blanco, mientras la terminación ari/uri representa rio.
Esto no quiere decir que la traducción exacta sea rio blanco, pero está cerca, apunta la joven colega.
Al margen de estos apuntes sobre la toponimias, lo real es que el visitante del Valle del Yumurí es cautivado por un paisaje rural de particular atractivo, e ideal para la práctica de actividades y excursiones al aire libre.
Para los imposibilitados a recorrer su planicie, el mirador del Puente de Bacunayagua invita a un alto para contemplar la exuberancia verde del territorio salpicado con buena cantidad de palmas reales.
El viaducto, el más alto de esta nación caribeña, sobresale por su elevación de 110 metros y está considerado por especialistas en la materia como una de las maravillas de la ingeniería civil cubana.
Una pincelada, en épocas diversas operaron en la demarcación el coronel del ejército Libertador Manuel García, quien luchó contra la Colonia ibérica, y el cimarrón (esclavo que huía de su amo) José Dolores, incapturable para los españoles.
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