25 de septiembre de 2013, 16:12Por Luis Manuel Arce Isaac Panamá, 25 sep (PL) Si Bab Giakwa (Panquiaco), el hijo del cacique dule Comagre, no hubiese sido testigo de una rebatiña por oro entre un grupos de colonialistas, quizás Vasco Núñez de Balboa nunca se hubiera enterado de la existencia del Mar del Sur.
Pero eso no cuenta. Lo real es que Panquiaco llevó al aventurero español por la intricada selva a la orilla sur del océano Pacífico, y a partir de ese acontecimiento empezó a cambiar la historia de Panamá e incluso del mundo. Han pasado desde entonces 500 años.
Si importante fue que un europeo pudiera avistar lo que sería el océano Pacífico desde un punto geográfico jamás imaginado, y que en las condiciones de la época pudiera atravesar una selva virgen de las más peligrosas, tanto o más es que haya reconocido que era un mar diferente, clave para revolucionar el mundo.
El descubrimiento disparó las ambiciones en Europa, que comenzó enseguida a pensar cómo pasar de un océano a otro y ahorrarse miles de millas náuticas en su comercio y en su saqueo a las nuevas tierras conquistadas.
Con las noticias procedentes de Panamá terminó por eliminarse la creencia de que la Tierra era plana y que el almirante Cristóbal Colón tenía razón absoluta en su tesis de que saliendo de un punto podía regresar a este por el lado contrario debido a que esta era redonda.
Esa confirmación cambió los criterios geoestratégicos de las potencias de la época en la expansión de su dominio en América, en especial México y Perú, de donde extraían la mayor cantidad de oro y plata que pasaba por Panamá, el cual se convierte en punto de partida de sus expediciones por Centroamérica.
Pero lo más destacado es la construcción de puertos y astilleros en el Pacífico, mientras que Europa activa su industria naval con barcos cada vez más modernos y de mayor calado y crea nuevas rutas hacia América donde crece el comercio, incluidas las mercancías que sacaban de China y la India.
La expansión de la influencia del Mar del Sur en Europa fue tan rápida que pronto el 80 por ciento de la plata mexicana termina en China, donde se crea la primera economía mundo en 1570, sólo 57 años después del descubrimiento; y el oro peruano casi en su totalidad en España, anota el historiador Omar Jaén.
El descubrimiento en Panamá hace que los países del viejo mundo se reacomodan ante el nuevo panorama comercial y, por primera vez, se pueden combinar rutas marinas desde el Japón, Tailandia e Indochina hacia América y hacia Europa, incluyendo vías por el océano Índico.
La lucha por el dominio de los mares es grande, y empiezan a proliferar corsarios y piratas que lidian con naves imperiales y favorecen la industria de las armas y los astilleros. Comienza a nacer también la industria de la logística.
Las nuevas rutas estimuladas por la actividad en el Pacífico contribuyen al crecimiento económico de Europa como nunca antes, y fortalecen a imperios como el británico con una Armada temible que hace la proclamen como reina de los mares.
El Pacífico es área de conflicto y con su mar todos los países de sus costas se ven amenazados no solamente por piratas y corsarios, sino también por las monarquías imperiales.
El intenso comercio contribuye a la formación de nuevas nacionalidades en América, que empieza a buscar su independencia de España, y la historia del descubrimiento del Mar del Sur es casi olvidada y reemplazada por las ideas de unir los dos océanos por tierra firme.
España pierde sus posiciones y quedó con las ganas de ser ella la que lograra la hazaña de lograr el paso por el istmo, algo que nunca pasó más allá de la hipótesis, pero que Francia sí intento materializarla al iniciar las excavaciones de lo que hoy es el Canal de Panamá, terminado por Estados Unidos en 1914.
Cinco siglos después, cuando poca gente en el mundo conoce de la existencia de Bab Giakwa y los dules aún presentes en el Darién, Panamá casi termina la ampliación del Canal para que puedan atravesar de un océano al otro los barcos más grandes que el hombre sea capaz de construir, sin los peligros que entrañaron cruzar la selva del Darién.
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