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General: El hombre nuevo, el fraude y el reggaetón
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De: carlos305  (Mensaje original) Enviado: 24/10/2013 18:26

El hombre nuevo, el fraude y el reggaetón

| Por Camilo Ernesto Olivera Peidro
    
LOS CARTELES DE LA DECREPITUD  - Foto de Camilo Ernesto Olivera

LOS CARTELES DE LA DECREPITUD - Foto de Camilo Ernesto Olivera

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubane.org -Un adolescente, aspirante a “regguetonero de moda”, logra comprar con regularidad su nota de examen en la asignatura de Idioma Español: “En mi secundaria se puede hacer negocios, siempre que estés dispuesto a pagar bien”. El joven, cuyo nombre no fue autorizado para ponerlo aquí, aspira a superar, de la misma forma, los otros grados en la enseñanza media superior. “Mi hermana mayor me mantiene desde que, jineteando, conoció a un Yuma forrao en “baro” y “le puso el lazo”.

Aspira a alcanzar la fama en este género musical, tan popular en Cuba. Porque, según sus palabras, “da tremendo dinero, más rápido que estudiar una carrera o ser técnico medio”. Cuando le pregunto qué va a hacer cuando el reggaetón pase de moda, me mira incrédulo: “Eso no va a pasar”. Luego me observa, con detenimiento, el pelo largo, y añade: “A ustedes, los “frikis”(rockeros según la jerga local), nadie los ve ni en la radio ni en la TV. Pero al reggaetón lo apoya desde el partido comunista hasta el Lucas de la Televisión”.

Lucas, para los no avisados, es un espacio de la TV nacional que transmite videoclips musicales de factura local. A falta de Internet u otros referentes, este programa, dirigido por Orlando Cruzata, es tomado como el termómetro de la popularidad musical en la Isla. Todos en Cuba saben que la floreciente productora PMM es la dueña y señora de este espacio televisivo. Le trato de aclarar este detalle al chico, pero él no se inmuta: “Claro, asere, los que más money tienen en el mundo son los regguetoneros, mira a Daddy Yankee, en el último video que sacó tiene tremendo Lamborghini”.

Luego me explica su punto de vista sobre lo que considera un futuro promisorio: “En cuanto termine el 12 grado, si no me compro el título antes, mi hermana me va a poner el dinero para armar mi elenco y comprar la entrada en una empresa musical”. Después, hago unos temitas que se peguen (se hagan populares) y filmo un videoclip calentón como el de Chacal y Yakarta. Me lo censuran, me hago famoso como Osmani García, y voy para Miami”.

Yo le escucho, y pienso en aquella consigna que como sonsonete repetíamos en la primaria: “Pioneros por el Comunismo…”, o en aquella otra que añadía: “Donde nace un comunista, mueren las dificultades”. A continuación, el “chamaco” se siente en confianza e improvisa lo que, según él, será su primer superéxito en el “Lucasnómetro semanal”.

Estoy en un barrio de la periferia capitalina, Guanabacoa. Es domingo, el día más aburrido y deprimente de la semana. Después de esta instructiva conversación con el “hombre nuevo del siglo XXI.cubiche.cu”,  concluyo que los paleontólogos del futuro tendrán mucha tela por donde cortar.

Salgo a recorrer las calles. Observo los rostros abrumados de los pocos que desafían el sol de este mediodía. Estoy sudando y el olor de los montones de basura acumulados (“en cada cuadra un comité…”) me acompaña todo el trayecto. Veo un cartel que al parecer nadie ha podido borrar. Es bien ofensivo y lo fotografío para ustedes. Luego veo otros con unas faltas ortográficas “espectaculares” y hago lo mismo. Entonces comprendo por qué los dueños de la finca quieren desatar una batalla contra los maestros que repasan en las casas.

Recordemos que en el Medioevo, leer y escribir bien era privilegio de las clases altas. También lo era el acceso a las universidades. Los hijos de la nomenklatura siempre tendrán sus repasadores a domicilio. Hay y habrá, como siempre ha sido, escuelas para el cubano de a pie y escuelas para los hijos del generalato gerencial.

Cuando voy de regreso, tropiezo con el aspirante a “regguetonero superstar”. Le muestro las fotos y le pregunto si ve algo que esté mal. Las observa unos instantes, me devuelve la cámara y me responde: “Asere, ahí todo está en talla”.



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