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General: La conversión del Papa Francisco
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De: Quico º  (Mensaje original) Enviado: 29/10/2013 19:32

La política y el Papa Francisco, por Luis Esteban G. Manrique

La conversión del Papa Francisco

Infolatam
Madrid, 14 octubre 2013
Por Luis Esteban G. Manrique

(Especial para Infolatam).- Las extensas –y a veces sorprendentes– declaraciones del papa Francisco a Civilttà Católica y luego a Eugenio Scalfari, del diario La Repubblica de Roma, afirmando entre otras cosas que el clericalismo distorsiona la religión, que la Iglesia debería dejar de estar “obsesionada” con asuntos de moralidad sexual, o que él “nunca fue de derechas”, ha sembrado cierto desconcierto en la prensa europea y norteamericana, que no sabe si definirlo como un reformista radical o como un “tradicionalista radical”, conservador en lo doctrinal pero liberal en las formas.

En el fondo, el Papa argentino, al tratar de restaurar la autoridad moral de la Iglesia denunciando los hábitos cortesanos del Vaticano, recupera las críticas del fundador del cristianismo al moralismo eclesiástico de su época, escrupuloso con las nimiedades pero negligente con lo esencial: la justicia y la misericordia con los más débiles. Cuando una institución se osifica por el legalismo, son los reformistas los que la devuelven a su más auténtica tradición.

Según Lucetta Scaraffia, profesora de Historia de la Universidad de La Sapienza, al defender que la Iglesia debería ser como “un hospital de campaña”, Francisco viene a decir que la misión de la Iglesia no es ganar guerras culturales con el mundo moderno sino curar a los heridos que dejan esas batallas.

Probablemente muchos de esos malentendidos se deban a la compleja historia política de Argentina y a las coordenadas ideológicas del peronismo, casi indescifrables para analistas poco familiarizados con la región. De hecho, requerido por medios de prensa españoles para que aclarara lo que había querido decir el Papa con eso que de que “nunca había sido de derechas”, Antonio Spadaro, director de Civilttá Católica, comentó que esas palabras debían entenderse “dentro del contexto político argentino”.

El problema es que esa precisión tampoco sirve de mucho. “¿Izquierdas, derechas? Yo gobierno con las dos manos”, solía decir con cierta sorna Juan Domingo Perón, que creó un tipo de populismo autoritario que abrazaba ambos extremos del espectro político. Una sola de sus dos caras –la derechista de Carlos Menem o la izquierdista de Néstor Kirchner– no podría jamás abarcar los diversos y heterogéneos elementos que Perón era capaz de coaligar.

“Es dentro de la confusión donde mejor nos manejamos y si no existe hay que crearla. El arte del político no es gobernar el orden, sino el desorden”, dijo una vez Perón, que elevó el ejercicio de la ambigüedad política hasta un extremado refinamiento. Su propia definición del peronismo lo subraya: “Es una colocación ideológica que está en el centro, a la derecha o a la izquierda, según los hechos”.

La conversión de Bergoglio

algo ocurrió que le produjo una extraordinaria transformación, que Vallely no duda en calificar de auténtica “conversión”.

Tras la elección de Francisco, John Allen, corresponsal en Roma del National Catholic Reporter y uno de los vaticanistas más prestigiosos de EE UU, escribió que el Colegio Cardenalicio había ido a buscar al nuevo obispo de Roma “fuera de Occidente”, un comentario curioso tratándose de un hijo de piamonteses nacido en Buenos Aires, la ciudad más “europea” de América Latina.

Pero quizá Allen tenga algo de razón. El encuentro de Francisco con Gustavo Gutiérrez, el sacerdote peruano autor de Teología de la Liberación (1971) y su intercambio epistolar con el brasileño Leonardo Boff, muestran que el Papa argentino quiere introducir en Roma un estilo eclesial latinoamericano, marcado desde los años sesenta por su preocupación con la justicia social y lo que él llama “las periferias del mundo”.

El pasado junio, el cardenal Ludwig Müller, que preside la Congregación para la Doctrina de la Fe, declaró que la teología de la liberación debe ser considerada como “una de las más importantes corrientes de la teología católica del siglo XX”. Es imposible entender a Francisco fuera del contexto social y político en el que se formó su vocación religiosa. Cuando le dice a Spadaro que fue su “estilo autoritario” mientras fue el provincial de los jesuitas en Argentina (1973-79), lo que le dio fama de “ultraconservador”, dice solo una verdad a medias.

Un libro recién publicado en Londres, Pope Francis, untying the knots, de Paul Vallely, periodista británico y profesor de ética pública de la Universidad de Chester, ilumina episodios poco conocidos de su vida. La primera impresión que se obtiene de su lectura es que Bergoglio fue primero una figura muy divisiva en la Iglesia argentina. Y, sin embargo, algo ocurrió que le produjo una extraordinaria transformación, que Vallely no duda en calificar de auténtica “conversión”.

Como todo el clero argentino durante la última dictadura militar (1976-83), el joven jesuita se enfrentó a lacerantes dilemas morales que no logró resolver por completo. Cuando regresó a Buenos Aires en 1992 como obispo auxiliar tras un retiro de estudios en Alemania y luego en Córdoba, estaba marcado por la tormentosa relación que mantuvo con dos jesuitas radicales, Orlando Yorio y Franz Jalics, que fueron detenidos y torturados durante cinco meses en 1976 por los agentes de la dictadura.

Vallely recuerda que ambos habían discutido amargamente con Bergoglio, su superior, por sus actividades pastorales en las “villas miseria” de Buenos Aires. Aunque todos los testimonios que recoge el autor confirman que se desvivió para obtener su liberación, queda flotando la duda de si su actitud hacia ellos, al criticarles públicamente y retirarles el permiso para oficiar misa, fue la que los dejó en una situación muy vulnerable.

¿Un Papa peronista?

Ya como arzobispo de la capital argentina, Bergoglio cuadruplicó el número de sacerdotes en las “villas miseria” y para evitar vínculos financieros inapropiados, vendió todas las acciones que la archidiócesis tenía en bancos. Según Clarín, sus denuncias contra la corrupción movieron al gobierno de Néstor Kirchner a distribuir entre los cardenales que eligieron a su antecesor un dossier con graves acusaciones sobre su conducta durante la dictadura.

Esa actitud con la Casa Rosada se extendía también al Vaticano, criticando que los diferentes departamentos de la Curia romana administraran la Iglesia como feudos medievales bajo la condescendiente mirada del cardenal Tarsicio Bertone, el ya ex secretario de Estado del Vaticano. Cuando era cardenal, nunca ocultó su disgusto por la desconsideración con la que la Congregación para los Obispos trataba sus recomendaciones.

Pero no siempre mantuvo esa rebeldía frente al poder. Aunque su padre provenía de una familia antifascista, desde muy joven Bergoglio se sintió atraído por el peronismo. En una ocasión, fue castigado en el colegio por llevar un emblema peronista en el uniforme.

No es extraño. Las raíces del pensamiento político de Perón estaban arraigadas en la doctrina social de la Iglesia, especialmente en la encíclica Quadragesimo Anno (1931) de Pío XI, que propuso un plan corporativo para reconstruir el orden social. Aunque posteriormente se desarrolló un “peronismo de izquierdas” –de cuya herencia Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, se consideraron depositarios–, Perón nunca ocultó su admiración por Mussolini y terminó exiliándose en la España del general Franco.

En la última fase de su gobierno, Perón, que quiso monopolizar todas las actividades de asistencia social, rompió abiertamente con el episcopado, acusando al clero de ser una “casta de negreros que durante años han tenido a la Argentina en la esclavitud”. Numerosas iglesias fueron incendiadas, dos obispos expulsados del país y decenas de sacerdotes encarcelados. El Vaticano excomulgó a Perón, cada vez más aficionado al espiritismo.

Sin embargo, en los años setenta Bergoglio llegó a ser consejero espiritual de la Guardia de Hierro, una organización peronista muy conservadora a la que en 1974 entregó el control de la Universidad del Salvador, nombrando como rector a Francisco Piñón, uno de sus principales líderes. Pocos años después, la Universidad concedió un título honorífico al almirante Emilio Massera, miembro de la junta militar presidida por Rafael Videla.

Rafael Velasco, actual rector de la Universidad de Córdoba, recuerda que mientras Bergoglio fue el provincial de los jesuitas en Argentina, los libros de la teología de la liberación estuvieron prohibidos en las universidades y seminarios de la Compañía de Jesús.

Ninguna biografía puede capturar la vida interior de una persona. Pero al explorar las relaciones de Bergoglio con el poder político, Valelly revela una personalidad muy compleja, con una sutil comprensión de las realidades del poder. Y la valentía necesaria para reconsiderar sus posiciones y enfrentarse a él.



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