Robin Hood tenía razón. Lo que más ansía la humanidad es el compartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano. O sea una verdadera comunión. Mientras tanto la riqueza y el poder, que casi siempre van asociados, ciegan a quienes los poseen, y los vuelve incapaces de colocarse en el lugar del otro, de aquel que sufre o padece la exclusión social.
Y para que la ceguera no sea acusada de indiferencia criminal e inhumana, se inventan teorías económicas e ideologías que justifiquen y legitimen la aberración como algo natural.