TAULA DE CANVIS
RTVV: Que no haya paz para los malvados
JOAQUIM CLEMENTE. Ayer "Culpar
a los empleados o a la Justicia del cierre de Canal 9 es indecente. El
Consell avaló a los que provocaron la quiebra económica y ética de la
televisión. Ellos son los verdaderos responsables"
Periodista
VALENCIA. La decisión de la Generalitat Valenciana de cerrar
RTVV tras la anulación del ERE por parte de la Justicia desvela tanta
cobardía y tanta indecencia acumulada que resulta imposible abstraerse a
la necesidad de levantar la voz para frenar un ataque ya no solo a la
libertad de información sino al propio autogobierno de los valencianos.
Me da vergüenza, como periodista y como valenciano, que haya alguien
capaz de defender una medida de la trascendencia de la que el Consell
adoptó este martes. Y que alguno de ellos se llame incluso periodista.
Y
me produce ese sonrojo indignado porque como profesionales de la
información tenemos más responsabilidades de las que algunos son capaces
de asumir. Y una de ellas es defender los derechos fundamentales de los
ciudadanos, esos que se quiebran cuando se cierra un servicio público,
como lo es la televisión y la radio de la Comunitat Valenciana. No lo
digo yo. Lo decía la propia Generalitat en su comunicado, al anunciar
que dejaría de prestar un servicio público.
Pero es que más allá
de esa exigencia que tenemos como profesionales de defender la libertad
de información, los periodistas también tenemos que defender la verdad. Y
denunciar cuando alguien trata de ocultarla. Y lo que ha hecho la
Generalitat anunciando el cierre por motivos económicos es una verdad a
medias, lo que, todos lo sabemos, es posiblemente la peor de las
mentiras.
Porque cuando se explica desde el Consell del Partido
Popular valenciano que hay que cerrar Canal 9 porque no se puede pagar
se omite, intencionadamente, que los culpables son precisamente ellos.
Culpables por acción y por omisión. Porque fueron ellos los que
nombraron a unos directivos indecentes que dilapidaron centenares de
millones de euros y cualquier atisbo de credibilidad y de ética, con
consignas seguidas al dictado del Palau de la Generalitat que provocaron
el desapego de la ciudadanía por una televisión indispensable.
Porque
otra mentira es decir que RTVV no sirve para nada. Quizá la que ellos
crearon no sirva, pero sí es necesaria una televisión vertebradora, que
contribuya a crear una sociedad mejor informada y más formada, que
promocione el valenciano -vamos a ser la única autonomía con lengua
propia sin televisión pública en su lengua, volviendo a aquella época en
que había que buscar en los vecinos del norte algo reconocible para los
que hablamos y vivimos en valenciano- y difunda las pequeñas y grandes
noticias que, en una sociedad global, corren el peligro de verse
arrolladas por los intereses de los grandes grupos de comunicación.
Pero
lo que me irrita sobremanera de todo este episodio infame de censura,
manipulación, acoso y derribo de Canal 9 es que los responsables
directos, aquellos directores y miebros de los consejos de
administración que hicieron de palmeros, sigan impunes. No solo ante la
Justicia. Sino especialmente ante la acusación pública.
Así, del
cierre de RTVV no son culpables los 1.600 empleados de la casa. ¿Eran
demasiados? Sí.¿Costaban demasiado? Cierto. ¿Muchos no denunciaron los
desmanes que se cometían? Puede ser. Pero ellos no se autocontrataron,
ni dictaron las consignas políticas que envilecieron Canal 9. Fueron los
Carrascosa, García o Jaraba quienes doblaron la plantilla para
manipular a su interés la redacción. Los mismos que se gastaron dinero
sin vergüenza hasta endeudarla en 1.200 millones de euros.
¿Y
quién les ha reprochado algo? Nadie, al menos desde donde debería: la
Generalitat. Porque a esos directivos los nombró el Consell. Y lo peor
de todo, el gran error (que no admite ni justificación ni disculpa) de
Alberto Fabra fue el de encomendar al reestructuración de RTVV
precisamente a quienes habían arruinado la televisión. Con ello de nada
sirve que el actual Gobierno autonómico trate de escudarse en la
herencia. Ellos la avalaron y justificaron todos los desmanes. Porque
nunca acusaron. Porque callaron. Porque optaron por elegir a los
trabajadores como cabeza de turco.
Que la tele valenciana era
insostenible lo sabíamos todos. Y cuando digo todos incluyo a los
trabajadores de la propia televisión. Si la Generalitat hubiera optado
por, primero, despedir a toda la cúpula de una RTVV manipuladora y
corrupta (supuestamente), nombrado a nuevos directivos después y, con
ellos finalmente, iniciar un proceso de negociación para poner en marcha
una nueva Canal 9 acorde a las circunstancias, posiblemente hubiera
encontrado resistencia (lógica, ningún comité aceptaría el despido del
60% de una plantilla). Pero al menos podrían esgrimir valores.
Hoy
solo pueden esgrimir incapacidad e indecencia. El culpable último del
cierre de RTVV es Alberto Fabra. Y tras él, su Consell. De ellos
dependió hacer las cosas bien o mal. Y optaron por hacerlo peor.
Culpando a los empleados. Avalando a los malvados. Que no haya paz para
ellos.