LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org – El “William Soler”, en la
barriada de Alta Habana, es uno de los hospitales infantiles más importantes de
Cuba.
Allí, Virginia de la Caridad ingresó a su pequeño Pedro Alberto, de seis años, el día 17 de octubre. El niño fue intervenido quirúrgicamente al siguiente día por una criptorquidia: era necesario llevarle un testículo a la bolsa escrotal.
Virginia narró los pormenores de la estancia en ese lugar.
-Nos citaron para las ocho de la mañana; es necesario llegar temprano para ir ocupando las camas que vayan quedando vacías.
-Resuelto lo del ingreso, me indicaron el departamento donde entregan los ventiladores. Para que te entreguen este equipo tienes que dejar en garantía el Carné de Identidad. Pero para obtener la ropa de cama y el pijama, también tienes que entregar el Carné de Identidad (la Ley que dio existencia a ese documento prohíbe solicitarlo en garantía). Como a este tipo de situación casi siempre van los dos padres, o algún otro familiar allegado, por lo regular aparece el otro carné para entregar.
-En la sala hay 30 camas, todas con pacientes. Y como son niños, todos tenían acompañantes. Éramos 60 personas, y sólo hay dos baños.
-No había personal de limpieza. Los papeles usados se echan en una tanqueta plástica que estaba desbordada y había papeles sucios tirados en el piso.
-Algunos padres se ofrecieron para limpiar toda la sala, pero la propuesta no fue aceptada. La cortina donde están las dos duchas, agua fría nada más, es de tela. Es imposible que no te vean si te estás bañando; y no se puede cerrar la puerta porque con tantas personas, sobre todo con tantos niños, en algún momento alguien puede necesitar usar los sanitarios. Tuve que bañarme bien tarde en la noche, cuando supuse que todo el mundo estaba durmiendo.
-Algo que no había dicho: en la sala no hay televisor, y donde hay niños, que lógicamente están estresados, me parece que un televisor es necesario.
-Pero lo peor de todo fue que mi niño, antes de entrar al salón (quirófano) tuvo una crisis de hipoglicemia y hubo que pasarle suero. Llevaba 18 horas en ayunas. Hubo problemas de demora en el salón con otras intervenciones, y entonces él, que debía ser operado en la mañana, fue intervenido sobre las tres de la tarde. En un centro hospitalario se supone que alguien se dé cuenta que un niño no debe estar tantas horas sin ingerir ningún tipo de alimento.
-Pero gracias a Dios, todo salió bien en la operación, y como todo salió bien, el cirujano y otros médicos me dijeron que si no había ninguna complicación podíamos irnos en la mañana. Pero cuando llegó la hora, el jefe de la sala (era un médico extranjero, se nombra Augusto M. Zambrano García) me dijo que no podía darle de alta al niño, que había que esperar, que el jefe ahí en ese momento era él, que si pasaba algo yo no iba a ir a llevarle “la jabita a la prisión”.
-Tuve que decir que me lo llevaba bajo mi responsabilidad, entonces fue que el médico accedió a dar el alta. Estar allí no es nada agradable.
-Y cuando pensamos que ya todas las dificultades habían terminado, surgió otra en el momento de devolver lo que nos habían entregado al llegar. La persona que tenía en custodia el Carné de Identidad de mi esposo, no estaba en el departamento y no fue posible localizarla; devolvimos la ropa de cama y el pijama, pero mi esposo tuvo que ir otra día a buscar su carné. Le agradezco mucho a los médicos que atendieron a mi hijo, pero no quisiera verme en la necesidad de tener que ingresar nuevamente a un hijo mío en ese lugar.
Permanentemente, las autoridades y sus medios de comunicación culpan al “bloqueo” (embargo) de las necesidades existentes en el sector de la salud. ¿Será eso realmente así? Aun dando el beneficio de la duda, no sería posible, por ejemplo, sacar un `poquitico de los presupuestos anuales, que deben ser cuantiosos porque nunca los dan a conocer, de las Fuerzas Armadas y las represivas, el aparato gobernante y el Partido Comunista, para comprar una cortina de baño adecuada y un televisor para esa sala del hospital William Soler, y de paso decirle a ciertos médicos que las madres cubanas merecen ser tratadas con respeto. Seguro que es posible y eso no va a poner para nada en peligro al Estado.