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General: Monseñor Angelelli: 30 años
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Da: Gran Papiyo (Messaggio originale) |
Inviato: 05/08/2006 04:09 |
TESTIMONIO DEL MARTIRIO DEL OBISPO ENRIQUE ANGELELLI El 4 de agosto próximo se cumplen 30 años de la muerte del Obispo de La Rioja ENRIQUE ANGELELLI. Hace 30 años que quiénes lo mataron logran todavía matar su muerte…no obstante el clamor popular que lo proclama ¡¡¡ el Obispo Mártir!!!- Yo también me uno a este clamor. Tengo certeza moral de que fue asesinado por anunciar el Evangelio de Jesús sin mimetismos o retaceos diplomáticos. El 4 de agosto de 1976 encontrándome en el Obispado de Viedma recibí la noticia oficial de la muerte del Obispo Angelelli ocasionada -según comunicaba el cable- por un accidente automovilístico. La noticia de su muerte me golpeó muy hondo. Fue la triste muerte del amigo, confidente y lúcido consejero pastoral. A la luz de la Fe en Jesús Resucitado, cuya presencia, el "Pelado" como lo llamábamos…-irradiaba como anuncio pascual vibrante y claro - el golpe de tristeza se me fue transformando hasta en una sensación de victoria…:¡¡¡el Pelado ha logrado la gracia del martirio cristiano!!!, me dije y comencé a proclamarlo. Y lo que fue una instantánea intuición se ha convertido ahora en una certeza. Con la noticia de la muerte de mi hermano en el episcopado el Padre Obispo Enrique Angelelli se me agolparon los recuerdos de los encuentros personales y reuniones pastorales que mantuve con el amigo y pastor desde que lo conocí como integrante notable de la COEPAL, primero y luego siendo yo obispo de Viedma en charlas personales y las Asambleas Plenarias del Episcopado. Pero una y otra vez, en los diversos recuerdos de su gran riqueza de vivencia evangélica personal como de claras y vigorosas orientaciones pastorales, resaltaba punzante la conversación confidencial que mantuve con él quince días antes del 4 de agosto…Admiraba su contagioso y vigoroso entusiasmo pastoral, su sereno y firme coraje y hasta a veces sonriente anuncio del Evangelio a secas, orientado siempre hacia la construcción de la nueva civilización del Amor y denunciando sin eufemismos la injusticia social y la escalada de violencia y atropellos a la ciudadanía causados principalmente por funcionarios del Estado; pero, día a día me preocupaba su seguridad personal… Por eso, en esa conversación confidencial, decidí aconsejarle que por un tiempo se ocultara, quizá haciendo un viaje al exterior…De inmediato y con firmeza me contestó que NO. De ninguna manera saldría fuera del país. "Mirá -me dijo con serena firmeza- ahora me toca a mí"... " Si me oculto o salgo de La Rioja seguirán matando a mis ovejas…" Corrían días oscuros y tensos cargados de amenazas, detenciones y torturas de dirigentes laicos de pastoral diocesana y el asesinato a mansalva de sus dos sacerdotes Murias y Longueville juntamente con el cruel asesinato del dirigente laico de pastoral rural acribillado ante su esposa e hijos en su propia casa, por un grupo de las Fuerzas Armadas. Con estos antecedentes íntimos personales ¿cómo no iba a estar convencido del asesinato que le quitó la vida a Angelelli a causa del Evangelio y por lo tanto considerarlo y proclamarlo mártir junto a la gran mayoría del pueblo de Dios, libre de ideologías y prejuicios políticos o recelos clericales? Y esta íntima convicción de que Angelelli había sido asesinado para silenciar su mensaje y acción pastoral, en forma providencial se transformó en objetiva persuasión, al momento de leer el documento judicial que me fue enviado desde el Juzgado de Instrucción N-1 en lo Criminal y Correccional de la Ciudad de La Rioja (año 1983). De acuerdo a documentación judicial, la certeza moral del asesinato de Enrique Angelelli ha logrado la certeza judicial a tal punto que la Corte Federal establece en forma indudable circunstancias que no pueden ser materia de controversia y califica jurídicamente el caso Angelelli, en forma definitiva e incontrovertible, homicidio calificado. La patraña criminal del accidente provocado por una falsa maniobra que habría cometido el Obispo Angelelli en ese momento, queda al descubierto ante datos probados y asentados en la documentación de referencia- Queda probado:* que la camioneta fue encerrada por la izquierda al momento que se produce una explosión…* que el cuerpo del Obispo Angelelli quedó ubicado a veinticinco metros del lugar final de la camioneta… con el cuerpo extendido y los pies juntos…mostrando ambos talones pérdida de la piel sin ningún indicio de golpes o contusiones en el resto del cuerpo…por eso, se infiere que fue arrastrado hasta el lugar mencionado por intervención de los autores del hecho.* que la camioneta presentaba una goma desinflada, cuya cámara tenía un corte de trece centímetros, lo que no fue causa del vuelco según pericia mecánica practicada. Por estos datos y otras circunstancias, objetivamente probatorias, queda firme la sentencia judicial que la "muerte de Monseñor Enrique Angel Angelelli no obedeció a un accidente de tránsito, sino a un homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima" reza la resolución del Expediente Nº23.350 del Juzgado de Instrucción en lo Criminal y Correccional N 1 de la Ciudad de La Rioja. A este testimonio judicial se le puede agregar otros elementos de juicio ponderables que confirman hasta la evidencia que nuestro Obispo argentino Angelelli fue asesinado. Estas y otras muchas circunstancias y testimonios dejan la fundada certeza que se quiso borrar hasta la misma muerte del perseguido Pastor riojano porque anunciaba el Evangelio de Jesús a secas en el marco de plena fidelidad al Concilio Vaticano II y su predica evangelizadora molestaba a los proyectos gubernamentales provinciales y nacionales. Uno este hecho, que hace poco tiempo se me ha trasmitido y estimo casi desconocido, sumamente elocuente y que presume participación personal de las Fuerzas Armadas y de Seguridad directa o indirectamente en el asesinato del Obispo Angelelli, es el testimonio de la Religiosa enfermera diplomada que cumplía guardia en la morgue del Hospital de la Ciudad de La Rioja ese día de la muerte del Obispo. Le tocó limpiar el cadáver del Obispo Angelelli y al darlo vuelta en la camilla se sorprendió por un orificio muy hondo en la nuca del cadáver…Ante la exclamación de sorpresa de la Religiosa enfermera, dos Oficiales de las Fuerzas Armadas y Seguridad que se encontraban en custodia…de inmediato la retiraron de lo que era su tarea habitual ordenándole textualmente: "Hermana Ud. no ha visto nada". Ante este hecho y otros como el de pretender allanar el Obispado de La Rioja al conocerse la muerte del Obispo ¿se puede, ni siquiera, dudar que de una u otra manera las Autoridades del Gobierno de facto y las Fuerzas Armadas y de Seguridad tuvieron participación en la muerte de Angelelli a quién no pudieron silenciar en vida? Esto es lo que restaría probar junto con los civiles acusados en el Expediente citado y es competencia de la Cámara Federal de Córdoba, competencia que le fuera otorgada por el Alto Tribunal de la Corte Suprema. Pero esto interesa para llegar a una sentencia condenatoria de los directos o indirectos ejecutores del crimen. A nosotros como Iglesia Católica nos basta, hasta con grado de certeza, de que el Obispo Enrique Angelelli fue asesinado y no murió por un accidente automovilístico. No se comprende cómo las Autoridades Eclesiásticas de ese entonces aceptaron esa interpretación oficial y dejaron en manos de las Fuerzas Armadas y de Seguridad el cadáver del Obispo, sin al menos un testigo del Episcopado para la correspondiente autopsia. Por eso, hoy por hoy contando como contamos con el hecho histórico del asesinato del Obispo Enrique Angelelli, urge esclarecer la verdad de los hechos sin dilación; sin esperar actuaciones tribunalicias para llegar a otras instancias legales condenatorias de los asesinos… que si se realizan, bien venidas en honor a la justicia. Para difundir y confirmar la Fe Cristiana con la mayor fuerza de lo Alto en nuestra Patria, es hora que la Iglesia Católica en la Argentina reconozca en Enrique Angelelli su primer mártir obispo argentino…porque siempre será verdad que "sangre de mártires es semilla de nuevos cristianos" ( Tertuliano). Una vez más, se cumple la afirmación evangélica que sale de lo profundo del corazón de Jesús en plegaria a su Padre Celestial, agradeciéndole la revelación de cosas importantes a gente sencilla (Lc.10,21). El pueblo de Dios de todas las latitudes del país y Latinoamérica no creyó la versión oficial. El pueblo de Dios desde que se conoció la triste noticia de la muerte del obispo riojano Angelelli lo viene aclamando como Mártir de la Fe Cristiana. El 4 de agosto el Pueblo de Dios celebra el triunfo martirial del Obispo de los pobres que dio su vida hasta la muerte para anunciar el Evangelio de Jesús al servicio del pueblo riojano en primer lugar y al mundo que pudo alcanzar. Al cumplirse 30 años de su muerte martirial me uno-una vez más- al clamor del Pueblo de Dios para celebrar su gloriosa muerte a la luz de la Fe Cristiana con la esperanza que pronto podamos celebrar gozosos y agradecidos en la liturgia católica la festividad de Enrique Angelelli Obispo y Mártir, supremo acto evangelizador para gloria de Dios Bendito. MIGUEL ESTEBAN HESAYNE obispo SALUDOS REVOLUCIONARIOS (Gran Papiyo |
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Da: Gran Papiyo |
Inviato: 05/08/2006 10:49 |
EL CARDENAL BERGOGLIO OFICIO LA MISA DE HOMENAJE AL OBISPO ASESINADO ENRIQUE ANGELELLI “Recibía pedradas por predicar el Evangelio” La catedral de La Rioja estaba colmada al cumplirse los treinta años del asesinato del obispo Angelelli. El cardenal Bergoglio dijo que El Pelado era “un hombre de encuentro, de periferias, que pudo vislumbrar el drama de la patria”. Por Cristian Alarcón Desde La Rioja El cardenal Jorge Bergoglio ofició la misa de homenaje al obispo asesinado Enrique Angelelli. La voz de soprano entona un salmo en lo profundo de la catedral, envuelta en el humo del incienso. Diez monaguillos de vestido rojo y enagua blanca. Treinta, cuarenta, sacerdotes en parejas. Desfilan las jerarquías ordenadas de la iglesia ante los fieles que colman la catedral con sus cantos. Los sacerdotes saludan con una inclinación al llegar al atrio. Más atrás van los que llevan una estola en el cuello. Luego los arzobispos con sus brillantes bonetes bordados. Al final, pequeño bajo ese vestido rojísimo, avanza el cardenal Jorge Bergoglio, elegido por el Concejo Episcopal para dar la primera misa en memoria de monseñor Enrique Angelelli en esta, su ciudad, en esta, la iglesia desde la que predicaba por radio para y por los más pobres. Frente a la catedral los organismos de Derechos Humanos, sólo algunos presentes en la misa, esperan a que termine para largar con el fogón con el que anoche festejaban la memoria de Angelelli. “No esperamos demasiado de la iglesia que lo ha ocultado tanto tiempo”, dice una mujer ajena a la ceremonia, desde la plaza. A lo largo del día en que se cumplieron treinta años desde su velada muerte en la ruta de Chamical a La Rioja los recuerdos tienen todos los matices: desde quienes homenajearon también a sus desaparecidos riojanos hasta la memoria de Bergoglio, quien no explicitó que la muerte del pastor pudo haber sido un asesinato de la dictadura, tal como lo investiga la Justicia, pero lo dejó entrever. “Esta es una iglesia que se fue haciendo sangre, en Wenceslao, Carlos, Daniel (N. de R. asesinados antes que Angelelli), y finalmente se hace sangre de su pastor”, dijo Bergoglio para hablar de la muerte del obispo. “Ese día alguno se puso contento –sumó–. Creyó que era su triunfo pero era su fracaso. Sangre de mártires, semilla de cristianos” y abundó en que “recibía pedradas por predecir el Evangelio y derramó su sangre por ello. Era un hombre que pudo vislumbrar el drama de la patria”. Esa rara presencia Hace un mes que el nombre de monseñor es como un rezo murmurado en cada rincón de esta provincia, por unos y por otros: por los reivindicadores de siempre, sus compañeros en las viejas batallas, y los que hasta este brote de verdad habían también ellos participado del silencio de tres décadas. Cuando el jueves este cronista llegó a la ciudad se anunciaban los homenajes en el diario y en las radios. Ya en el vuelo de Aerolíneas, sentado junto a otro sacerdote, en la primera fila de la clase turista, se podía ver, de opaco negro clerical, con pantalones y saco, al cardenal Bergoglio. En este caso el arzobispo de Buenos Aires se excusó ante el periodista decidido a no hablar hasta el momento de la misa en la Catedral: sería una falta de respeto hablar en una diócesis que no es la propia, dijo. Aunque en rigor el acercamiento se daba rumbo a La Rioja, estrictamente en el cielo. En el aeropuerto lo esperaba el nuevo obispo, Roberto Rodríguez, quien llegó aquí hace sólo dos semanas en medio de un pequeño escándalo político: su predecesor lo despidió enrostrándole el tráfico de drogas y la trata de blancas como problemas no resueltos de la provincia, un latigazo para el gobernador Angel Maza, que escuchó la homilía con impertérrita actitud, cuentan. El jueves por la tarde, cuando caía el sol sobre la plaza y las torres de la iglesia, las campanas llamaban a la misa de ocho. Se escuchaban desde el obispado, desde sus enormes habitaciones en soledad. Esos pasadisos altos llevan a la antesala de la nave central y el púlpito, un cuarto frío en el que un chico de unos 12 años mecía el incensario mientras un asistente vestido como un boy scout le acomodaba el vestido rojo cubierto por un delicado delantal de gasa blanco. La misa se dedicó a una inacabable lista de fallecidos llamada “almas del purgatorio”. En frente, en la plaza San Martín, una carpa y un escenario con proyección de fotos de Angelelli y sus palabras sonando como aplausos furiosos frente a la Catedral en la que tantas veces habló por horas para miles de miles de pobres que no alcanzaban a entrar en la iglesia y ocupaban las calles, las veredas, o lo escuchaban desde sus casas, por radio. Por eso hay muchos discursos de Angelelli sonando en la radio, en la ciudad entera, y es rara esa omnipresencia, de súbito, como si una ciudad amordazada de pronto recuperara una voz muy vieja, creída perdida. “Fue una llamarada, que dejó mucha huella, mucha marca, esa marca somos nosotros”, dice Susana Goyechea, hermana de Adela y Luis, desaparecidos en 1977, y colaboradora de Angelelli en esos pasillos del obispado, al frente, donde antes, dice, todo eran críos, y corridas, y gente, que entraba y salía, moviéndose porque monseñor marcaba el ritmo y el ritmo era: “hay que andar para adelante”. Ayer Susana, sus hermanos, su padre de 93 años, convocaron junto a Madres de Plaza de Mayo, Familiares de Detenidos, las Madres del Dolor y varios ex presos políticos a un homenaje a propósito de los treinta años de Angelelli a Adela, Luis y Nélida –su esposa–, riojanos secuestrados en Córdoba y Buenos Aires. Una media luna de gente amiga, unas doscientas personas, paradas a las dos de la tarde frente a la casa paterna, con las ventanas y las puertas de madera noble abiertas. Sobre la vereda, una de las hermanas, recordándolos. Susana, la mujer que veía como monseñor se preparaba una sopa con lo que encontraba cuando regresaba de sus andadas por los pueblos más pequeños del interior riojano, casi escondida tras un árbol, mientras los más chicos, los hijos de los desaparecidos y sus sobrinos, quitan una tela que deja ver las baldosas que han colocado en la vereda. A un costado se puede leer la larga lista de desaparecidos en La Rioja. Más allá, la otra hermana, monja y también cercana a Angelelli, se seca las lágrimas con un pañuelo blanco, junto a al padre, de 93, de gorra y mirada cristalina. Al final alguien canta y Nico, uno de los primeros chicos de H.I.JO.S., toca muy suave una guitarra. Es la canción preferida de Adela, solía cantarla en este mismo lugar, hace treinta años: “Amor, amor, amor de frente, desde la vida hasta la muerte. Amor de cara al sol sin esconderse”. Evangelio, puro evangelio Una extraña mujer perturbó a los fieles más sensibles ayer cuando la misa estaba por empezar. De poncho verde, joven como para ser madre de la plaza, pero con un pañuelo blanco en la cabeza, portaba una bandera blanca que decía en rojo “derechos humanos”. Desde el ala izquierda del atrio, bajo el Corazón de Jesús, San Pedro y San Pablo, entre los más de mil que llenaron los bancos y se apiñaron en los pasillos, rodeado de un buen número de beatas y de hermanas, muchas mujeres y muy pocos hombres, este cronista, como muchos más, no alcanzó jamás a ver las leyendas de unos carteles que insistentemente cargaba y acomodaba sobre el mármol de Carrara y frente a sus eminencias sentadas más allá. Los obispos, dispuestos en dos hileras, con el cardenal de carmesí en el centro, la miraban de costado. Las cámaras de la televisión la filmaban. Ella dejó allí sus carteles y se mezcló con el público cuando tras las lecturas del Evangelio Bergoglio se acercó lentamente al púlpito. Llevaba las manos cruzadas y apoyó, no sin cierto aire teatral, los brazos, antes de lanzarse a hablar. “La primera lectura –la carta de Pablo desde Salónica tras ser golpeados y maltratados– nos habla del diálogo de Pablo con la Iglesia. Les dieron una flor de paliza en Filipo, pero Dios les dio la audacia. Un diálogo que necesita: ¡audacia! ¡Coraje! Para seguir a Jesús hace falta coraje y a la vez hace falta aguante para soportar a aquellos enemigos que quieren que se les diga lo que ellos quieren que el Evangelio diga”, lanzó. Cuando todos esperaban que llegara al nudo del homenaje religioso, a los momentos en que Angelelli murió, tras un supuesto ataque en la ruta 38, desnucado por un militar, el cardenal avanzó en desmenuzar la lectura de la Biblia. “La predicación del Evangelio mueve las aguas y provoca esas actitudes que se repiten en la historia –dijo–: el cuestionamiento del predicador”. Bergoglio se refirió a “la desinformación, la difamación y la calumnia que Pablo aguantó” para asegurar que “el santo pueblo de Dios no se equivoca”. “Bueh, dirán, usted está haciendo política”, deslizó. “No. Cuando el diálogo del pastor con el pueblo va por el mismo camino no se puede equivocar. Las ovejas saben quien cuando viene el lobo los defenderá y quién se escapará”, metaforizó. La iglesia llena, cierto calor en el ambiente: las mujeres se quitaban los sacos, se escuchaba el vociferante reportar de los movileros que desde las puertas de la catedral contaban sobre lo dicho por el cardenal porteño. Bergoglio se detuvo por unos cinco minutos en un sólo incidente: las pedradas en Anillaco el 13 de junio de 1973. Entonces una multitud liderada por Amado, César y Manuel Menem, hermanos y sobrinos de Eduardo y Carlos Menem atacaron a Angelelli y sus sacerdotes. Bergoglio contó que al día siguiente el participó de un retiro espiritual en el que monseñor Enrique los introdujo en el discernimiento del espíritu. Luego recordó los diálogos en los que la gente de la provincia le contó el trabajo del obispo a la jerarquía eclesial que avaló entonces lo dispuesto por el Concilio Vaticano II. El cardenal volvió al tema del diálogo entre el pastor y sus ovejas. “El era un hombre de periferias”, dijo. Jamás mencionó a la pobreza ni a los pobres. El cardenal terminó con una especie de rogatoria. “El recuerdo de Wenceslao, Carlos, Daniel y el obispo Enrique no es una memoria encapsulada –dijo–. Nos interpela a que miremos el camino de ellos. Hombres y mujeres libres, así nos quiere la patria. Libres de prejuicios, de componendas, de ideologías. Hombres y mujeres de Evangelio, sólo de Evangelio”, dijo. “Que así sea”, y se retiró a su sillón de oro entre los jerarcas máximos. “Que así sea”, respondió la feligresía. La soprano retomó el Aleluya, todos cantaron. Afuera comenzaba el fogón. SALUDOS REVOLUCIONARIOS (Gran Papiyo) |
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Messaggio 3 di 7 di questo argomento |
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Da: Gran Papiyo |
Inviato: 05/08/2006 17:24 |
“Es una herida triste haberlo dejado tan solo” En una ceremonia mezcla de ritual religioso y acto con discursos políticos, cerca de dos mil personas recordaron a Angelelli en el paraje Punta de Los Llanos, donde lo mataron. Estuvieron sus amigos, hubo jóvenes que hoy lo reivindican y funcionarios. Por C. A. Una peregrinación llegó al paraje donde asesinaron a Angelelli en 1976. La encabezó el gobernador, que no habló. Francisca camina con el paso lento y un bolso que le cuelga como un morral en el que porta una buena dosis de yerba, azúcar, menta y bizcochos de grasa. Viene en uno de los micros que puso la municipalidad de Patquia, ese pueblo de tres mil habitantes, cabeza de departamento, para movilizar a unas 300 personas. El pelo plateado de Francisca, sus ojos achinados, las manos, el andar, son pura experiencia. “Son 64 años bien vividos”, se enorgullece, fiel colaboradora de monseñor en la capilla de Santa Rosa de Lima, la patrona nuestra, dice. Lo que más le admiró, lo que más recuerda, es al Angelelli incansable en los caminos áridos de la provincia. Para los Llanos, para la costa, para la quebrada, por donde nadie iba, allá andaba el Pelado, dicen. Ella lo vio: “El llevó por todas partes al santo. Era cómico arriba de una chata, como le decimos nosotros, tirada por burros, así lo recuerdo”. Francisca sigue como misionera en la parroquia, con su amiga, que la lleva del brazo, con esos otros jóvenes que van adelante, de a caballo. Es el primero de una tropa de diez. Tiene el pelo largo, para la zona, negro, y parece un hombre viejo al frente del grupo aunque tenga sólo 17. Se llama Héctor Vega y dice que lo que sabe del monseñor es que “luchaba por la gente, la defendía de los malos tratos de la humanidad”. Son la Agrupación Gauchos de Santa Rosa. Portan una bandera argentina y una riojana. El viento las sopla y las hace flamear como es debido. Héctor está terminando la escuela. Sueña con seguir estudiando. Lo tiene decidido; va a ser policía. Está en Los Llanos por algo muy sencillo, dice: “Para cumplir con monseñor”. Desensillan, atan los caballos a lo lejos y se paran como antes de cara a la misa, donde los presentes, sentados y callados sobre las ordenadas sillas de plástico que han dispuesto, siguen el hilo de una ceremonia que está entre la misa y el acto. El locutor, conocido para todos, anuncia que en el departamento de Peñaloza hay una norma nueva que sanciona la obligatoriedad de que se enseñe la vida y obra de monseñor. El padre Alberto entra en escena cuando son las 11.50. Un viento rampante hace ingreso por la izquierda de la multitud, levantando un polvo miedoso al que nadie le hace caso. Cita el versículo en el que los apóstoles se horrorizan porque algunos andan predicando su palabra sin credenciales por ahí y Jesús les dice: “No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes está con ustedes”. Parece dar lecciones de política en una jornada donde sin mucho ruido se dejó en evidencia que la cosa venía más de Unidad Básica que de comunidad cristiana de base, aunque había fieles como Francisca en los micros del gobernador. El que lo hizo expreso fue el ya conocido asistente de Angelelli, Alilo Ortiz, ex sacerdote. “Caminemos juntos, pobres y ricos, radicales y peronistas, aunque este acto, no vamos a negarlo, tiene bastante más de vertiente política que de vertiente religiosa”, dijo. Pero por suerte el padre Alberto continúa con lo suyo: está por tomar la sangre de Cristo en el cáliz que le regaló al padre Miguel monseñor, dice. Y tiene puesta la estola roja que significa la sangre derramada, explica. “¡Viva San Nicolás, patrono de nuestra provincia, viva la memoria de monseñor Enrique!”. Aplausos. En el horizonte se ven las nubes de polvo y los árboles achaparrados del monte. A los sentados, la mayoría gente de más de treinta y familias con nenes, los bordean unos grupos de pibes que se mueven sin separarse jamás, sin ser nunca menos de diez, doce. Algunos se alejan un poco del acto, de la concentración de gente sentada, y caminan; buzos con capucha, zapatillas, gorros, el uniforme de adolescente cunde también en Los Llanos. “Vinimos porque yo trabajo en la Secretaría de Derechos Humanos”, dice uno. “Nosotros lo acompañamos, somos todos futbolistas”, cuenta otro. Son los muchachos del Club San Francisco, que juega en la primera provincial. No tienen demasiadas explicaciones para hablar de su presencia allí, pero uno arriesga: “Sabemos poco, pero seguro es que lo mataron los militares”, dice Pablo, 21 años, importante cuadro de la defensa. De fondo, un coro de niñas canta sobre una pista con música evangélica: “Poco a poco el corazón va perdiendo la fe, perdiendo la voz. Salvame de la soledad”, dice. En el estrado, frente al gabinete y al gobernador Angel Maza, que vino pero decidió que no hablaría, hace uso de la palabra el francés, Paco, amigo de Angelelli invitado para el homenaje. En gutural español cuenta cuando monseñor recibió en su casa, en Roma, la carta del presbítero de La Rioja. Había estado ya con Pablo VI. Recordaba el encuentro sin dramatismo. Fue la carta la que le avisaba que corría peligro. Quedó desconcertado, dice. No sabía qué hacer. “Paco, vamos a Lourdes”, le pidió. Fueron a la Gruta de Lourdes, la de los milagros. Allí monseñor compró un enorme cirio y rezó. “Aquí está La Rioja, le dijo a la virgen, y se la encendió. En ese momento, en su meditación, decidió que iba por el camino del martirio”, dijo ayer Francisco D’Alteroche, Paco, ex obispo de Ayaviri, en los altos peruanos. ¿Qué piensa de la jerarquía eclesial que calló el asesinato de monseñor Angelelli? “Es una herida triste, el silencio, haber callado lo que era evidente, haberlo dejado tan solo, no solo en su muerte, sino antes. Al mismo tiempo esa no es toda la Iglesia, y la Iglesia con mártires es una Iglesia fuerte.” SALUDOS REVOLUCIONARIOS (Gran Papiyo) |
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Da: Gran Papiyo |
Inviato: 05/08/2006 17:24 |
La sangre sobre el asfalto  Tras las palabras de Francisco, o Paco, el sacerdote francés que acompañó a Enrique Angelelli, más medido, profundo y tierno en su recuerdo del amigo ante el lugar de su asesinato, ayer se impuso el discurso de Alilo Ortiz, mano derecha de monseñor hasta su muerte. De entrada le dio por gastar a los políticos justicialistas presentes, hasta que llegó a opinar sobre lo dicho por el presidente Néstor Kirchner durante el homenaje del miércoles en la Casa Rosada. “Kirchner ha dicho que ha sido tarde, y es cierto, en buena hora lo ha dicho. Porque en el pésame decimos los cristianos, no voy a pecar más. Kirchner y el cardenal dijeron durante treinta años que los riojanos estuvieron jodiendo con Angelelli, ahora prometemos no pecar más. Por eso, nunca es tarde cuando la dicha es buena”. Luego se dirigió a la militancia presente. “El era un militante del Evangelio –dijo–. No voy a explicar lo que es un militante, ustedes saben. Les quiero contar una anécdota”, dijo, y pasó a la vez en que según le contó el propio obispo lo visitó un empresario cordobés “que tenía una empresa pantalla para tapar su negocio con el narcotráfico y la trata de blancas”. “Era una carrada de plata, un cheque por algo así como 500 mil de ahora. El tema es que el hombre le pidió a monseñor que le firmara un recibo, pero por un millón. Favor por favor, dijo”. Pero el Pelado lo mandó nada más que a Córdoba, dijo, y la gente río. “Sí, viene bien para los militantes –ironizó–. No se rían.” Y para terminar les dijo, ya en franca interpelación a los funcionarios: “Escucho mucho decir que van a hacer algo hasta las últimas consecuencias. No macaneen, para Angelelli las últimas consecuencias es la sangre sobre el asfalto”, y arrancó aplausos en Punta de los Llanos. SALUDOS REVOLUCIONARIOS (Gran Papiyo) |
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Lunes, 4 de noviembre de 2013
Memoria, verdad y justicia
Comenzó el juicio por el asesinato de Angelelli
Desde este mediodía, en La Rioja, son juzgados el multicondenado represor Luciano Benjamín Menéndez --quien sigue la audiencia por videoconferencia-- y el comodoro Luis Estrella, ambos acusados de homicidio calificado y asociación ilícita agravada. Por el asesinato del obispo Enrique Angelelli, cometido el 4 de agosto de 1976, estaban acusados otros tres represores, que fallecieron antes del demorado inicio del juicio.
El tribunal está integrado por José Camilo Quiroga Uriburu como presidente y los jueces de Cámara Subrogantes Carlos Julio Lascano del Tribunal Federal 1 de Córdoba y Juan Carlos Reynaga del Tribunal Federal de Catamarca. Por el Ministerio Público actúan los fiscales generales Michel Horacio Salman y Darío Illanes; los querellantes serán Miguel Angel Morales por la Organización Tiempo Latinoamericano; Pedro Goyochea y Mirta Sánchez por el Obispado de La Rioja y Guillermo Díaz Martínez por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
El asesinato de monseñor Enrique Angelelli ocurrió durante la dictadura militar, cuando el entonces obispo de La Rioja regresaba desde la ciudad de Chamical, donde había participado de una misa en memoria de los sacerdotes asesinados y que pertenecían a su diócesis Carlos Murias y Gabriel Longueville.
Angelelli viajaba en una camioneta Fiat 125 Multicarga junto al sacerdote y amigo personal Arturo Pinto cuando a la altura de Punta de Los Llanos (100 kilómetros al sur de la capital), según testigos y el mismo Pinto, un automóvil de color blanco que supuestamente era un Peugeot 504 se cruzó por delante de la camioneta lo que provocó que la camioneta saliera de la ruta y volcara.
Producto del vuelco, Angelelli salió despedido y falleció prácticamente en el acto, en tanto que Pinto quedó dentro del vehículo inconsciente. El cuerpo del obispo quedó sobre la ruta y es allí donde las versiones indican que los ocupantes del automóvil blanco bajaron y le dispararon en la nuca.
Los dos imputados que llegaron vivos al juicio están acusados por el asesinato de Angelelli y el intento de asesinato del sacerdote Pinto, testigo clave del caso para desbaratar la versión oficial de la dictadura de que la muerte del obispo riojano se produjo en un accidente automovilístico. Esa versión de la dictadura, aceptada durante años por la jerarquía eclesiástica, pretendía que Angelelli y Pinto se accidentaron.
No obstante, Pinto declaró que después del vuelco, tras haber permanecido inconsciente en el lugar, vio el cuerpo de Angelelli a poca distancia con signos de lesiones graves en la nuca. La autopsia confirmó que Angelelli murió a consecuencia de un golpe de elemento contundente en el hueso occipital, además de haber sufrido otras heridas y lesiones, incluida la fractura de varias costillas.
El juicio por el homicidio de Murias y Longueville concluyó en diciembre de 2012 con la condena a prisión perpetua de Menéndez, Estrella y el policía Domingo Benito. Archivada durante la dictadura, la causa por el asesinato de Angelelli fue reabierta en 1986 en La Rioja, pero se frustró a raíz de las leyes de impunidad, derogadas recién en 2005.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS  
(Gran Papiyo) |
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Martes, 5 de noviembre de 2013
El obispo Enrique Angelelli en el diario personal del provicario castrense Victorio Bonamín
Conflicto ideológico y territorial
El conflicto de Angelelli con los jefes militares de Chamical en 1976 y el papel del vicariato castrense en su agudización. Los diarios personales del provicario castrense Victorio Bonamín.
Por Ariel Lede y Lucas Bilbao *
El vicario junto a Videla en la inauguración de la capilla Cristo Rey en la Casa Rosada
El 28 de junio de 1957, el Vaticano y el gobierno dictatorial del general Pedro Eugenio Aramburu firmaron el Acuerdo sobre jurisdicción castrense y asistencia religiosa de las fuerzas armadas, erigiendo en Argentina un vicariato castrense “para atender el cuidado espiritual de los militares de Tierra, Mar y Aire”. La jurisdicción de este vicariato era “personal” y no “territorial”, es decir, su feligresía se extendía a todos los militares, independientemente de la diócesis donde se encontraban. Al mismo tiempo, disponía que en las “zonas militares” esa jurisdicción era “acumulativa con la de los obispos diocesanos”, aunque el vicario y los capellanes militares la ejercían “primaria y principalmente”. Así, la nueva institución generó un doble movimiento respecto de los obispos territoriales: se superpuso y se independizó de ellos. Este ordenamiento territorial se convirtió en uno de los motivos de conflicto entre el vicariato y los obispos diocesanos del ala renovadora. La otra razón era doctrinaria y política. Desde los inicios de la década de 1970 se produjeron conflictos con obispos como De Nevares, Devoto, Marozzi, Ponce de León y Enrique Angelelli, asesinado por los militares en agosto de 1976.
Desde su llegada a La Rioja en 1968, Angelelli sufrió hostigamiento y persecución por parte de las fuerzas armadas a causa de su trabajo pastoral en favor de los campesinos, la promoción del Movimiento Rural Diocesano y su enfrentamiento con la elite terrateniente. Para 1976, la “espiral de violencia” que denunciaba había alcanzado su punto más agudo, ante lo cual escribió al resto de los obispos, el 25 de febrero: “Entiendo que el asunto va más allá de La Rioja, nos incumbe a todos... solicito a mis hermanos obispos, porque urge, una evaluación más profunda... Necesitamos urgentemente clarificar la misión que nos corresponde a las Diócesis y a la Vicaría Castrense... Es hora que abramos los ojos y no dejemos que generales del Ejército usurpen la misión de velar por la Fe Católica... No es casualidad querer contraponer la Iglesia de Pío XII a la de Juan y Pablo... Hoy cae un Vicario General [el 12 de febrero había sido detenido Esteban Inestal por orden del Ejército]; mañana (muy próximo) caerá un Obispo. Por ahí se me cruza por la cabeza el pensamiento de que el Señor anda necesitando la cárcel o la vida de algún Obispo para despertar y vivir más profundamente nuestra colegialidad episcopal”. El provicario castrense Victorio Bonamín, a cargo de más de 200 capellanes militares, registró en su diario personal el 5 de marzo de 1976 una conversación con el vicario Adolfo Tortolo. El tema: “Una carta desorbitada de Angelelli contra los militares de La Rioja por las detenciones”.
Como respuesta a las persecuciones por parte de los jefes militares, al rechazo del sacerdote Gabriel Longueville como capellán de la base aérea de Chamical, y a la inacción del Episcopado, Angelelli ensayó un nuevo intento defensivo: declaró la pena de entredicho, un tipo de censura eclesiástica mediante la cual prohibía al clero riojano oficiar misa en el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados (Celpa). Esta resolución dejaba a los militares afuera de la distribución de los “bienes religiosos”, adquiriendo el hecho un significado político. Por esta razón, desde la base aérea recurrieron al provicario castrense, quien el 27 de junio asistió al quince aniversario del Celpa invitado por el Estado Mayor “en vista de la triste situación espiritual de nuestra gente, sobre la cual pesa la pena de ‘entredicho’ –práctico– sancionada por el obispo diocesano”, subrayó en su diario. En la homilía, Bonamín desafió a Angelelli, diciendo a los soldados: “Por deficiencia nuestra, tal vez por deficiencia del Vicariato Castrense que yo represento, carecéis de una asistencia espiritual a la que tenéis derecho y a la que todos deberemos venir en auxilio. [...] El veneno que pueda haber en algunas criaturas no está dispuesto por Dios para el mal del hombre. Todo ello ha entrado por las argucias del demonio, y de quienes están de su parte. Son trabajadores de la muerte y han de sufrir sus consecuencias”.
Además de Bonamín, participaron de la misa el capellán Felipe Pelanda López (denunciado ante la Conadep por colaborar en los interrogatorios y justificar la aplicación de tormentos a los detenidos) y el sacerdote Julio César Goyochea, antiguo opositor de Angelelli a quien el diario riojano presentó amablemente como “ayudante de la vicaría castrense”. Respecto de Goyochea, anotó Bonamín: “posible candidato a Capellán de Celpa, si lo deja el obispo...”. La intención de Angelelli era que la asistencia religiosa en la base aérea estuviera a cargo del párroco de Chamical, Gabriel Longueville, pero Bonamín tejía una estrategia para ubicar allí a un sacerdote ligado ideológicamente al vicariato.
Ese día Bonamín almorzó con los jefes militares Lázaro Antonio Aguirre y Luis Fernando Estrella, este último miembro de Falange de Fe, un desprendimiento del grupo integrista Ciudad Católica que logró cierta adhesión en la Fuerza Aérea. Apenas 21 días después, el 18 de julio, Estrella participaría del homicidio de los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Rogelio Longueville. El tribunal de La Rioja, en la sentencia que lo condenó a prisión perpetua en diciembre de 2012, expuso que estos asesinatos no fueron hechos aislados, “deben interpretarse y comprenderse precisamente en el contexto de un plan sistemático de eliminación de opositores políticos. [...] Murias y Longueville formaban parte de un grupo de la Iglesia, de un sector de la misma, considerados ‘enemigo’ y ‘blanco’ [...], por tanto un elemento subversivo a eliminar” (TOF La Rioja, 7/12/2012). El 4 de agosto asesinaron a Angelelli en un simulado accidente automovilístico. El prelado les había advertido a los obispos que sería “el próximo”. La caracterización de Angelelli como enemigo político, la indiferencia cómplice del Episcopado y la exacerbación de la violencia militar por parte del vicariato castrense son algunos de los elementos que conforman el contexto del asesinato.
La complicidad pasiva y activa de la jerarquía eclesiástica es inocultable. El Episcopado sostuvo desde un comienzo –y hasta la actualidad– la versión oficial del “accidente”, aun cuando L’Osservatore Romano –órgano de prensa del Vaticano– puso en duda las circunstancias de la muerte, publicando que el fallecimiento se produjo “en un misterioso accidente automovilístico”. Sugestivamente, el 18 de agosto se reunió la Comisión Ejecutiva del Episcopado y emitió un comunicado en “fraterna solidaridad” con el obispo Vicente Zazpe, detenido en Ecuador el 12 de agosto en el marco de una reunión de cristianos latinoamericanos. Nada dijo sobre la muerte de Angelelli, ocurrida catorce días antes.
El papel del vicariato castrense fue todavía más activo. Utilizando su influencia sobre los militares, participó en la construcción de una imagen negativa del obispo riojano y socavó la legitimidad de su ministerio episcopal y pastoral. Tanto el aspecto políticoideológico como el jurisdiccional son factores explicativos de un conflicto que derivó en crimen. El vicariato debe ser considerado un actor funcional a la estrategia de los militares de ir cercando y quitando apoyos a Angelelli. Tal afirmación está avalada por las conversaciones, que Bonamín revela en su diario (02/09/1976), posteriores al asesinato: “En reunión de Obispos me involucraban a mí por la homilía de Celpa!”. Se refiere a una de las reuniones que los miembros de la Comisión Ejecutiva del Episcopado (arzobispos Primatesta, Zazpe y Aramburu) mantuvieron con Videla y el nuncio Pío Laghi el 22 de julio de 1976. Allí los arzobispos atribuyeron a Bonamín responsabilidad en la acentuación de la hostilidad de los militares hacia el clero riojano. Fue el mismo Zazpe quien se lo insinuó por carta a Angelelli poco antes de su muerte: “Con respecto a Mons. Bonamín, creo que las cosas pueden tomar un cariz desagradable para él, ya que la actuación en Chamical fue descabelladamente desacertada”.
Bonamín estaba en Europa el día del asesinato, pero el 2 de septiembre, a pocos días de su regreso al país, anotó en su diario: “Mons. Angelelli: ¿un tiro en la cabeza?”. El interrogante de Bonamín es contundente al confirmar que Angelelli era uno de los “asesinables” y fortalece la hipótesis del homicidio, si pensamos que se trata de un funcionario religioso que ocupaba una importante posición en el entramado castrense, con acceso al tráfico y circulación de información confidencial (hecho que queda confirmado con la lectura de sus diarios personales). Y, lo que es más sugerente, guarda relación con los resultados de la necropsia practicada por los peritos forenses de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2009: “La causa del fallecimiento está en relación directa a fracturas múltiples de cráneo...”. Si bien no murió por disparo de arma de fuego, “existe hundimiento de zona occipital con desprendimiento de sustancia ósea que se encuentra desplazada hacia el interior del cráneo”.
En 2001, pasados veinticinco años del asesinato, los obispos argentinos se vieron obligados a hablar de Angelelli, aunque cuidándose de no mencionar la palabra “asesinato”. Según concluyeron después de largas meditaciones, al obispo riojano “la muerte lo encontró”. El recurso metafísico en declaraciones sobre hechos notoriamente concretos es una constante entre los prelados argentinos. En realidad, la muerte “lo encontró” porque contaba con servicios de inteligencia, planificación, sicarios y bendición episcopal.
Testigos directos de una época y de una complicidad institucional, los diarios de Bonamín esperan en la estantería a ser llamados a declarar. En la memoria colectiva parece estar cada vez más clara la idea de que la última dictadura fue cívico-militar-religiosa. Resta aún que sea citada por los tribunales.
 El diario de Bonamín.
* Autores de la investigación sobre los diarios personales de Bonamín (1975-1976).
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Martes, 5 de noviembre de 2013
Empezó el juicio oral por el asesinato del obispo Enrique Angelelli
“Bajo el amparo de la jerarquía”
Los acusados son el ex comodoro Luis Fernando Estrella y el ex general Luciano Benjamín Menéndez.
El obispo Enrique Angelelli fue asesinado el 4 de agosto de 1976.
“En esta causa queda particularmente demostrado que el terrorismo de Estado actuó criminalmente bajo el amparo de la jerarquía de la Iglesia Católica en Argentina”, se escuchó ayer durante la primera audiencia del juicio oral por el asesinato, en agosto de 1976, del obispo de La Rioja Enrique Angelelli. Los acusados son el ex comodoro Luis Fernando Estrella y el ex general Luciano Benjamín Menéndez.
El juicio comenzó ayer al mediodía, después de que se pudieran solucionar algunos problemas técnicos. La jornada consistió en la lectura de la elevación a juicio realizada por la fiscalía. Los jueces José Camilo Quiroga Uriburu (presidente), Carlos Julio Lascano (del Tribunal Federal Nº 1 de Córdoba) y Juan Carlos Reynaga (del Tribunal Federal de Catamarca) serán los encargados de dictar sentencia. Mario Garzón (del Juzgado Federal de San Francisco, Córdoba) fue nombrado magistrado suplente. Junto con los dos represores que serán juzgados, habían sido acusados también por este caso el ex ministro de Interior Albano Harguindeguy, el dictador Jorge Rafael Videla y Juan Carlos Romero, quien estuvo a cargo del Departamento de Informaciones (D2) de La Rioja, pero los tres fallecieron antes de que se inicie el proceso judicial.
Además de los fiscales generales Michel Horacio Salman y Darío Illanes, serán parte acusadora Miguel Angel Morales –por la Organización Tiempo Latinoamericano– y María Elena Coseano, sobrina del obispo. Pedro Goyochea y Mirta Sánchez representarán al Obispado de La Rioja y Guillermo Díaz Martínez y Bernardo Lobo Bugeau a las secretarías de Derechos Humanos de la Nación y de la provincia.
El 4 de agosto de 1976, el entonces obispo de La Rioja regresaba desde la ciudad de Chamical a la capital provincial, tras participar de una misa en memoria de los sacerdotes asesinados que pertenecían a su diócesis, los padres Carlos Murias y Gabriel Longueville. Angelelli viajaba en una camioneta Fiat 125 Multicarga junto al ex sacerdote y amigo personal Arturo Pinto cuando, según testigos y el mismo Pinto, un automóvil de color blanco se cruzó por delante de la camioneta provocando su vuelco. Producto de los tumbos dados por el vehículo, Angelelli salió despedido y murió en el acto, en tanto que Pinto quedó dentro de la camioneta con diversas heridas.
En términos de prueba, el juicio revisará documentos, actas y sobre todo testimonios que desde el primer día dan cuenta del atentado, tal como señaló la elevación: “Podemos afirmar con seguridad que la colisión automovilística donde monseñor Enrique Angelelli perdió la vida fue provocada de forma deliberada por otro vehículo que venía siguiéndolos” a él y al sacerdote Arturo Pinto, que salvó su vida milagrosamente. Pero también, las querellas –a excepción probablemente del Obispado– evaluarán en dos direcciones el rol de la Iglesia. Por un lado, trabajarán sobre las pruebas del desamparo en el que la jerarquía dejó al obispo a sabiendas de que estaba amenazado y en peligro. Y por otro lado, se volverá sobre la insistencia de la Iglesia en calificar este hecho desde siempre bajo la hipótesis del accidente.
Luis Baronetto, querellante por Tiempo Latinoamericano, recuerda que “el obispo llevaba oculta tras el asiento de su camioneta la carpeta con la información reunida sobre el asesinato de los dos sacerdotes de Chamical. Una fotocopia de esa carpeta fue vista por el policía federal Peregrino Fernández en el escritorio de Albano Harguindeguy, entonces ministro del Interior. Así consta en el expediente judicial. Fue el motivo inmediato del crimen, que en realidad se preparó desde mucho antes con el ataque a la pastoral diocesana”.
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