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General: Ladrones de la fama
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 11/11/2013 15:00
Ladrones de la fama

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Se presta la última película de Sofía Coppola para hablar de la "cultura de las celebridades", que desde hace mucho tiempo cautiva los sentidos de millones de personas que en el mundo gozan con saber del último escándalo de Paris Hilton, o del diseño del más reciente traje de cualquier princesa salida no precisamente del universo Disney.

La actriz Emma Watson en Ladrones de la fama. El filme se proyecta en la Sala 2 del Multicine Infanta.

Viejo asunto de alimentar el embeleso hacia "el famoso" y el imperio de las marcas (vestuarios, autos, relojes, zapatos y espejuelos) que en los días que corren, gracias a Internet, alcanza la cúspide de una demencia comercial ávida en remarcar la superioridad del objeto sobre el espíritu.

El culto a la celebridad se ha convertido en uno de los mareos más inquietantes de la sociedad moderna y por ahí enrumba Sofía Coppola en Ladrones de la fama (2013), una historia basada en hechos verídicos que leyó en un reportaje de Vanity Fair donde se daba cuenta de un grupo de jóvenes, pertenecientes a la clase media, que dedicaban su tiempo a bailar en elegantes clubs, drogarse "medianamente" y entrar a robar (no por necesidad, sino por aburrimiento), en las mansiones de celebridades, principalmente del cine, donde enloquecían ante el desmande de marcas utilizadas por los famosos.

Pura adrenalina para unos muchachos inmersos en una vida sin sentido.

Pero si bien la historia de la Coppola se presta para que el espectador reflexione en un tema universal impregnado de una ideología tan frívola como escapista, la directora narra desde un distanciamiento emotivo que desperdicia sustancias de primer orden, y convierte a sus jóvenes delincuentes en seres demasiado inanimados.

Puede que sea un estilo, aunque comparado con otros filmes suyos —Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokío—, en los cuales los misterios de las interrelaciones humanas marcaban la esencia de los conflictos, ahora pareciera como si Ladrones de la fama se contentara con no rebasar el mundo de superficialidades en que se inserta, sin demasiado aliento creativo.

Cabe alegar que así son esos muchachos obsesionados con la riqueza y la fama de los otros, pero tanto la riqueza del tema como el saldo del filme nos traen la imagen de un buen pájaro en mano dejado ir con excesiva facilidad, creyendo quizá Sofía Coppola (tan buena directora como es) que solo con su crónica de los hechos bastaba para tratar un asunto —las celebridades y sus bagatelas— que en el siglo XXI se sigue ex-tendiendo como una epidemia.

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Se presta la última película de Sofía Coppola para hablar de la "cultura de las celebridades", que desde hace mucho tiempo cautiva los sentidos de millones de personas que en el mundo gozan con saber del último escándalo de Paris Hilton, o del diseño del más reciente traje de cualquier princesa salida no precisamente del universo Disney.

La actriz Emma Watson en Ladrones de la fama. El filme se proyecta en la Sala 2 del Multicine Infanta.

Viejo asunto de alimentar el embeleso hacia "el famoso" y el imperio de las marcas (vestuarios, autos, relojes, zapatos y espejuelos) que en los días que corren, gracias a Internet, alcanza la cúspide de una demencia comercial ávida en remarcar la superioridad del objeto sobre el espíritu.

El culto a la celebridad se ha convertido en uno de los mareos más inquietantes de la sociedad moderna y por ahí enrumba Sofía Coppola en Ladrones de la fama (2013), una historia basada en hechos verídicos que leyó en un reportaje de Vanity Fair donde se daba cuenta de un grupo de jóvenes, pertenecientes a la clase media, que dedicaban su tiempo a bailar en elegantes clubs, drogarse "medianamente" y entrar a robar (no por necesidad, sino por aburrimiento), en las mansiones de celebridades, principalmente del cine, donde enloquecían ante el desmande de marcas utilizadas por los famosos.

Pura adrenalina para unos muchachos inmersos en una vida sin sentido.

Pero si bien la historia de la Coppola se presta para que el espectador reflexione en un tema universal impregnado de una ideología tan frívola como escapista, la directora narra desde un distanciamiento emotivo que desperdicia sustancias de primer orden, y convierte a sus jóvenes delincuentes en seres demasiado inanimados.

Puede que sea un estilo, aunque comparado con otros filmes suyos —Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokío—, en los cuales los misterios de las interrelaciones humanas marcaban la esencia de los conflictos, ahora pareciera como si Ladrones de la fama se contentara con no rebasar el mundo de superficialidades en que se inserta, sin demasiado aliento creativo.

Cabe alegar que así son esos muchachos obsesionados con la riqueza y la fama de los otros, pero tanto la riqueza del tema como el saldo del filme nos traen la imagen de un buen pájaro en mano dejado ir con excesiva facilidad, creyendo quizá Sofía Coppola (tan buena directora como es) que solo con su crónica de los hechos bastaba para tratar un asunto —las celebridades y sus bagatelas— que en el siglo XXI se sigue ex-tendiendo como una epidemia.



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