Maria y la pareja gitana que la cuidaba cuando la encontraron.
El miedo histérico e infundado de gitanos robando bebés se corrió rápido por Irlanda esta semana, lo que llevó a la policía a quitar niños a dos familias rumanas. La policía resultó ser la única robachicos en estos casos, que fueron el resultado de años de un creciente sentimiento antirromaní que en todo momento los políticos —y algunas veces la prensa— han perpetuado en lugar de prevenirlo.
Antes que nada aclaremos la nomenclatura del problema: romaní es la forma políticamente correcta de nombrar a una de las etnias gitanas más grandes de Europa. Como si no fuera suficiente pertenecer a un grupo étnico perseguido durante siglos, una importante población de romaníes vive en Rumania, un estado vilipendiado hasta el cansancio por propios y extraños.
La comunidad romaní ha sido por mucho tiempo la víctima en Europa. Se trata de la minoría más abiertamente atacada por políticos aparentemente respetables. A pesar del oscuro legado de Porajmos, y el exterminio nazi de más de 1.5 millones de rumanos en la segunda guerra mundial, en Europa no se ha vuelto tabú repetir los agravios centenarios contra la cultura de este pueblo.
Esta ronda de odio en particular empezó la semana pasada en Grecia, donde una niña —María— con cabello rubio y ojos azules fue encontrada viviendo con gitanos que no eran sus verdaderos padres. Inmediatamente, los mitos de siglos de antigüedad acerca de secuestros gitanos renació. A los papás de la rubia niña se les ocurrió decir que tenían nuevas esperanzas del caso porque los gitanos podrían haberse llevado a su hija. La idea es tan infundada como las calumnias contra la sangre judía —que usaban niños cristianos en rituales— pero a la gente aún le gusta darle cuerda a la mentira de vez en cuando.
Hoy se confirmó que la niña en Grecia es de hecho romaní, que sus padres son de Bulgaria y que la madre la dejó porque era demasiado pobre para cuidarla. Pero es poco probable que esto detenga la inercia narrativa de un continente antirromaní. La historia salió apenas después de que el presidente François Hollande revelara su lado despreciable al deportar a los padres y hermanos de la niña romaní que había sido tomada de un autobús escolar. Después de las protestas, a la niña se le dio la oportunidad de volver a Francia sin sus padres, que ahora estaban en Serbia siendo atacados violentamente. The Daily Mail nos tuvo a todos muy preocupados al anunciar que seis —sí, seis— indigentes romaníes que habían sido deportados del Reino Unido a Rumania, sólo para fastidiarlos y obligarlos a que sigan viviendo en un parque público.
En Irlanda, con su desafortunada historia de prejuicio contra los viajeros, el pánico sobre los eventos de Grecia dio paso a 24 bastante penosas horas. Dos niños gitanos fueron arrebatados de sus padres romaníes por la policía y mantenidos por una noche para hacerles exámenes de ADN para que las autoridades se aseguraran que, en efecto, eran hijos de esas personas.
El aviso a la policía irlandesa vino del periodista de TV3 Paul Connolly, quien había recibido un mensaje de Facebook de un desconocido que decía: "También hay una niña viviendo en una casa rumana afuera de Tallaght y es rubia y tiene ojos azules", antes de seguir con mitos racistas de la comunidad rumana.
Connolly se formó haciendo reportajes basura de la comunidad romaní. Su investigación frustrada de una hora "Bogus Beggars" falló al intentar hallar una relación entre los gitanos romaníes y las redes de crimen organizado, y fue etiquetado como "una penosa confusión, que apena a TV3". Así que tal vez la policía debió tomar su información con un poco más de cuidado. A pesar de que los padres tenían un pasaporte y un certificado de nacimiento, la policía se llevó a la niña (curiosamente, la casa de la familia tenía circuito cerrado de cámaras y ventanas con protectores transparentes, pero la prensa internacional no fue ahí para preguntar qué ataques podían haber justificado esas medidas de seguridad).
En Athlone, una información de una persona diferente llevó a que un niño, de apenas dos años, fuera tomado y detenido toda la noche para un examen de ADN, también tenía rasgos más claros que su familia.
Una marcha pro romaní en Budapest la semana pasada (Foto cortesía de Redjade).
El que los romaníes sean víctimas de una campaña de exterminio nazi no los libra de las críticas, pero el estándar para reportar minorías perseguidas debería ser un poco más alto. El Irish Daily Star llamó a la operación policiaca un "fracaso" en su portada del miércoles —mucho antes de que la policía regresara al niño— pero su hermano en el Reino Unido decía "'Maddie' encontrada en Irlanda".
Desafortunadamente, lo que pasó esta semana en Irlanda no es el peor crimen contra la comunidad romaní ocurrido en los años recientes. Hace apenas dos meses, ultranacionalistas húngaros fueron encarcelados por una campaña de catorce meses de asesinatos raciales contra familias romaníes en sus hogares, una de las víctimas fue un niño de cinco años. En Belfast, los socialistas y los anarquistas montaron guardias afuera de las casas romaníes en el 2009 cuando se pintarrajeaban suásticas en las paredes y los eventos violentos forzaron a más de cien personas a huir de la ciudad para siempre.
Antes de lidiar con los ataques a sus familias por parte de la policía irlandesa, la Garda Siochana, los romaníes defendían sus casas en Hungría de una similar llamada Magyar Garda, vigilantes de extrema derecha que alguna vez me golpearon en la cara por confundirme con un judío. Buenos tipos. En Hungría, los romaníes enfrentan protestas que se llevan a cabo afuera de sus casas porque aparentemente son la causa de todos los problemas de la sociedad. Eso es de acuerdo con Jobbik, un grupo derechista que debería ser detenido por gritar estupideces desde las banquetas pero que de hecho está por convertirse en el segundo partido político más grande de Hungría. Habla con cualquiera de los miembros y te contarán los horribles crímenes que comete la comunidad romaní; investiga un poco más y te dirán: "Bueno, no me pasó a mí, pero a mi amigo...".
Miembros de la Magyar Nemzeti Garda, una milicia nacionalista húngara (Foto por Brian Whelan).
Visité la aldea controlada por los Jobbik, Gyongyospata este año. Ahí, cientos de nacionalistas uniformados protestaban con antorchas en las calles sin pavimento del distrito romaní. Manejaban sus motos y hacían sonar sus motores, y lanzaban golpes cuando los gitanos intentaban defender el área en la que habían vivido por 600 años. Empujados a los márgenes de la sociedad, en la población romaní de Hungría —que llega a un millón— el desempleo es seis veces mayor al promedio nacional. Así que se fueron a España, Canadá o Francia, sabiendo que hay posibilidad de nunca sentirse bienvenidos.
Un activista en Budapest me dijo anoche que los europeos habían perdido el punto: "Los romaníes son europeos. No son gente sin país, son ciudadanos europeos. Punto. Y a menos de que los corran de sus casas, no son nómadas. En serio, el yuppie promedio europeo es más nómada que el romaní promedio. Esta semana deja mucho que ver de Europa, especialmente cómo esos viejos problemas de sangre siguen vivos y muy presentes en los medios mainstream".
He visto dónde terminan los romaníes en Inglaterra. He pasado algún tiempo hablando un inglés roto en un parque central de Londres en donde duermen, viéndolos comer sobrecitos de azúcar tomados de cafeterías para sobrevivir. Esta no es una vida glamorosa. Estas no son pandillas sofisticadas de crimen. Esta es gente desesperada por una vida mejor.
Los gitanos romaníes son ladrones, vienen a tu país a robar beneficios, niños y tu cartera para devolver millones a su país, este tipo de estereotipos flojos es el último lugar seguro del racismo evidente. Nigel Farage puede decir que las pandillas criminales romaníes inundan el Reino Unido, pero nadie lo compara con Enoch Powell. Imagina una familia negra en Grecia que fuera sospechosa de secuestrar a un niño y que la pura sospecha fuera suficiente para hacer rápidas investigaciones policiales a otras familias en Irlanda. Así de absurdo es esto.
Charlie Chaplin vive en una marcha del orgullo romaní en Budapest la semana pasada (Foto cortesía de Redjade).
Charlie Chaplin era romaní, y también dio el más sincero y apasionado grito contra el fascismo que haya escuchado en El Gran Dictador, diciendo de manera desesperanzada: "Déjennos luchar por un mundo de razón, un mundo en donde la ciencia y el progreso lleven a la felicidad de los hombres". Las lecciones de la historia están ahí: continúa marginalizando y deshumanizando a los romaníes y las cosas les seguirán pasando. Proyecta un crimen hacia un grupo étnico y le estás dando una gran vara a los fascistas, y cuando terminen de golpear a los romaníes con ésta, van a venir por ti.