|
General: Del capitalismo cognitivo a la economía social del conocimiento
إختار ملف آخر للرسائل |
جواب |
رسائل 1 من 1 في الفقرة |
|
من: Quico º (الرسالة الأصلية) |
مبعوث: 18/12/2013 21:14 |
GLOBALES: Del capitalismo cognitivo a la economía social del conocimiento
Esta noticia ha sido leída 49
veces
Telesur
TV / Si en el neoliberalismo la panacea ha sido (y sigue siendo)
construir paraísos fiscales, en el socialismo del buen vivir los
territorios ideales son los paraísos del conocimiento abierto en donde
las personas y las ideas puedan circular libremente y se pueda trabajar
colaborativamente.
"No es capricho que el Gobierno de tanta importancia a la educación y a la investigación científica". (Foto: Archivo)
René Ramírez Gallegos es el actual Secretario de Educación Superior
Ciencia y Tecnología e Innovación de Ecuador. Graduado de Economía y
Finanzas con el reconocimiento académico Magna Cum Laude en la
Universidad San Francisco de Quito. Master en Gobierno y Políticas
Públicas. Ha sido docente en instituciones como la Universidad Pablo de
Olavide en España, FLACSO en Ecuador, Universidad Andina Simón Bolívar,
en Ecuador y Pontifica Universidad Católica del Ecuador.
A continuación, teleSUR transcribe de forma exacta una entrevista con René Ramírez Gallegos
1. ¿Qué implica construir una economía basada en el conocimiento? Una
de las propuestas programáticas centrales de este gobierno constituye
pasar de la economía de los "recursos finitos" a la de los "recursos
infinitos". Es decir, de ser un país primario exportador y secundario
importador a construir una economía basada en el conocimiento y la
creatividad del talento humano de sus ciudadanos y ciudadanas. Los
recursos naturales son finitos y perecibles. Las ideas, la innovación,
la creatividad y la cultura no tienen −a priori− más límites que los
éticos. No es por capricho que el gobierno de tanta importancia a la
educación superior y a la investigación científica: becas, crédito
educativo, fortalecimiento de las universidades y de los institutos
técnicos y tecnológicos, evaluación y acreditación de universidades,
mejora salarial de los docentes/investigadores, inversión de casi 2% del
PIB en educación superior, la edificación y financiamiento de Yachay,
Ikiam, Unae, Uniarte, etc. Este conjunto de reformas procuran crear el
entorno académico e intelectual más propicio para el cultivo de la
investigación, la cultura, la ciencia, la reflexión crítica y el
conocimiento de punta. En este marco, es necesario trabajar en dos
sistemas: el de educación y el de innovación. Este gobierno, en estos
casi 7 años, ha avanzado significativamente en el sistema de educación
(aunque falta mucho por hacer), pero todavía tiene pendiente construir
un sistema de innovación social. 2. ¿Qué componentes tiene este sistema
de innovación social? El modo en que opera la innovación en una sociedad
depende, como siempre, de elecciones políticas fundamentales. En los
países de capitalismo avanzado, la innovación va de la mano de las
necesidades de acumulación de las grandes empresas y trasnacionales. Las
universidades y los científicos se adosan a esa dinámica y terminan por
investigar según intereses particulares (sin negar que en algunos casos
ello puede ayudar a intereses más amplios). En efecto, las actuales
reglas de juego del comercio mundial han producido un perverso fenómeno:
la "tragedia de los anti−comunes". Éste ha involucrado la
hiperprivatización, el sobrepatentamiento y la hiperconcentración del
capital por parte de aquellas instituciones que financian la
investigación e innovación; lo cual ha generado un sub−uso social del
bien conocimiento. Romper con tal tragedia, recuperar el sentido de lo
público y democratizar el acceso y usufructo a este bien es el núcleo
central de la economía social del conocimiento y del sistema de
innovación social. El fin último de la innovación no debe ser la
maximización de utilidades sino generar economía que permita satisfacer
necesidades, garantizar derechos y potenciar capacidades individuales,
colectivas y territoriales. Para conseguir tales objetivos es necesario
desarrollar, como parte del sistema de innovación social, los
subsistemas de: talento humano; investigación; financiamiento e
infraestructura científica y de innovación; y, de gestión de los
derechos de propiedad. Justamente estos cuatro subsistemas plantean una
mirada y tratamiento integral del recorrido que sigue la generación de
saberes y conocimientos hasta su acceso libre y utilización social. 3.
El Presidente de la República señaló que la propuesta presentada implica
un cambio entre el enfoque del capitalismo cognitivo y el que ustedes
han denominado "economía social del conocimiento". ¿Cuáles son las
principales diferencias? El capitalismo, en general, busca privatizar
todo, mercantilizar todo. Si pudiera mercantilizar el aire, lo haría (en
realidad tengo entendido que ya existen cámaras en donde la gente paga
por respirar aire puro). No obstante, cabe sostener que la naturaleza
del conocimiento es su carácter o condición de bien público: no registra
ni la exclusión ni la rivalidad de un bien privado. Es un recurso
infinito que se puede distribuir libremente con mucha facilidad si no
existiesen trabas institucionales. Por ejemplo, un libro o un software
se pueden publicar en el internet para que todos hagamos uso de ellos.
Por más que una persona lo use no habría, inicialmente, impedimentos
para que otros lo hagan. Asimismo, sin barreras ad hoc no habría forma
de excluir a nadie de su disponibilidad y usufructo. Esto es justamente
el punto central que reconoce y, por ende, norma la economía social del
conocimiento. En el caso del capitalismo cognitivo, éste ha construido
regulación mundial que viabiliza la privatización y mercantilización del
bien conocimiento. Esto se ha procesado a través de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), de los Tratados Bilaterales de Inversión o
de los acuerdos bilaterales/multipartes de comercio. Es obvio que los
países industrializados buscan estos sistemas mercantiles del
conocimiento/tecnología dado que ellos son los poseedores de los saberes
de punta. Por su parte a los países del Sur nos queda reservado tan
solo el papel de "ser consumidores" de la ciencia, la creación y la
innovación del Norte. Dado que Ecuador es una nación de desarrollo
tardío y por principio ideológico, la nueva gestión del conocimiento
debe buscar construir una institucionalidad que recupere el sentido de
lo público y común del bien conocimiento. En otras palabras, no sólo
proponemos construir un sistema abierto, libre y público del
conocimiento porque creemos (por convencimiento) sino porque lo
necesitamos en este momento histórico que vive el país. Básicamente nos
referimos a una apuesta soberana para romper las sujeciones
dependentistas históricas y contemporáneas en el campo cognitivo; y,
programáticamente al cambio en la matriz productiva y los procesos de
industrialización asociados a ello. Recordemos que −por ejemplo− EE.UU.
tenía un sistema cuasi−abierto de gestión del conocimiento durante sus
tempranos períodos de industrialización −solo reconocían las patentes
nacionales y no permitían las patentes de empresas extranjeras; así
podían copiar libremente su tecnología−. Otros países que han
desarrollado industria recientemente, como India ni siquiera aceptaron
la regulación internacional de la OMC sino hasta hace pocos años, cuando
−por ejemplo− su industria farmacéutica de medicamentos genéricos ya
había despegado. Los gobernantes de este país sabían que si aceptaban un
régimen privativo de propiedad intelectual no podrían desarrollar esta
industria, poniendo en riesgo no sólo el desarrollo manufacturero de su
país, sino la salud de su población. Rusia es otro ejemplo de país que
recientemente aceptó reglas OMC. Esto implica que tanto los convenios
que hemos firmado a nivel internacional, los acuerdos que firmaremos y
el nuevo código orgánico de economía social del conocimiento busquen
construir un sistema de propiedad intelectual que desarrolle la
actividad creativa y la innovación socio−económica, que facilite la
transferencia tecnológica y el acceso abierto al conocimiento/cultura
(lo/la democratice) para así romper con la dependencia cognitiva que
hasta este momento padecemos. Tenemos clara consciencia de nuestras
limitaciones como país pequeño que no podremos cambiar la división
internacional del trabajo, pero tampoco debemos caer en ese entreguismo
en el cual −como mencionó el Presidente de la República− "no sólo
permitíamos que nos impongan el collar y la campana sino que
agenciosamente hemos puesto la cabeza y el cuello para que nos pongan
más campanas". Es decir, ¡si nos pedían reconocer patentes por 15 años,
ofrecíamos reconocer por 20! Nuestra actual legislación nacional incluso
es más restrictiva que los acuerdos internacionales firmados. Por eso,
estamos elaborando una nueva legislación orientada a democratizar el
conocimiento para que sea un bien accesible a todos y permita el
desarrollo de la industria nacional. Hoy en día, aunque nos den la
opción de mantener vigente el sistema de propiedad intelectual que rige
el uso de semillas, existen países cercanos a Ecuador que han firmado
profundizar todavía más ese régimen de propiedad; de tal forma que no se
permita resembrar las semillas que se compran del exterior si son
patentadas. Nosotros nos alejamos de tal perspectiva. Al contrario,
tenemos que jugar con las flexibilidades que dejan dichos convenios y
obviamente cambiar la legislación nacional de propiedad intelectual.
Esta normativa sólo evidencia el servilismo y el sometimiento de las
elites que nos gobernaban, las cuales querían demostrar ser los alumnos
más destacados del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial.
Ojalá en algún momento como Región Latinoamericana, con los países del
Sur del mundo, podamos coincidir en la necesidad de re−negociar
colectiva y mancomunadamente aquellos acuerdos vigentes en el comercio
mundial que son ataduras a la ignorancia y al subdesarrollo. Si no
reducimos las brechas tecnológicas, científicas y/o cognitivas, no
podremos romper la dependencia estructural con el Norte rico del
planeta. Por otra parte, debemos tener claro que la biodiversidad no
puede ser patentada. Se trata de patrimonio y no hay que confundirla con
las invenciones que a partir de ella se generan. Es por eso que en la
economía social del conocimiento, a través de su normativa, buscaremos
que la biodiversidad sea tratada como patrimonio intangible de la nación
y del Estado, tal y como señala la Constitución. De la misma forma,
protegeremos los saberes de los pueblos ancestrales a través de
regímenes especiales, sui generis. Estos lineamientos tienen como
objetivo evitar la biopiratería y que se reconozca, cuando sea el caso,
que dicha información les pertenece a las y los ecuatorianos y/o a los
pueblos ancestrales. No podemos permitir que las transnacionales vengan a
robarnos nuestros conocimientos y luego nos los quieran vender, como ha
sido el caso −por ejemplo− de la Epibatidina, un analgésico derivado de
nuestra rana multicolor, cuya utilidad solo se llegó a conocer gracias a
los conocimientos colectivos y ancestrales de nuestros pueblos y fue
explotado por farmacéuticas internacionales, sin ningún tipo de
beneficios para nuestro país y sin la participación de investigadores
nacionales. De la misma forma, la economía social del conocimiento
considera la pluralidad de propiedades estipuladas en la Constitución. A
diferencia del capitalismo cognitivo que sólo reconoce la propiedad
privada del conocimiento se busca que en el socialismo del buen vivir se
tome en cuenta la propiedad pública, mixta, colectiva, republicana y
−claro está− también la privada (es decir, un abanico de formas de
propiedad intelectual según la naturaleza del bien) y que su modalidad
de producción sea sobre todo colaborativa (en red) con y para la
sociedad y la humanidad. Debemos recordar que en ese marco, se trabajó
el Reglamento de Régimen Académico para las instituciones de educación
superior que fomenta la edificación de millones de redes de
conocimiento; que unan millones de cerebros. Es decir, construir el
intelecto social, el intelecto colectivo, el general intellect. Si
realmente queremos transformar la matriz productiva y emanciparnos
socialmente debemos cambiar la forma en que se ha venido gestionando y
valorando el conocimiento y la tecnología. El proceso de
industrialización que está buscando el proyecto de la Revolución
Ciudadana necesita de legislación y dinámicas de desagregación y
transferencia tecnológica que usualmente son deliberadamente impedidas
por aquellos poseedores de patentes, tecnologías y conocimientos a
través de organismos que garantizan tales derechos de propiedad
intelectual. Ya vendrán voces opositoras a estas propuestas queriendo
confundir a la ciudadanía afirmando que la nueva normativa busca
desincentivar la inversión del sector privado. Todo lo contrario.
Realmente todo lo contrario a ello. La economía social del conocimiento
busca proteger a la industria nacional para que pueda desarrollarse a
través de la eliminación de costos ligados al no−libre usufructo del
conocimiento. Costos que se constituyen justamente en barreras a su
potencial desarrollo. Quizás el único grupo que podría tener
inconvenientes es el importador. Pero esta agenda es una apuesta
soberana del país. Se prefiere que se genere industria en el Ecuador,
empleo en el Ecuador y valor agregado en el Ecuador. También impedir una
sangría de divisas al exterior. Por tanto, se apoyará a todo empresario
y emprendedor que esté involucrado en esta propuesta de
industrialización. Para ejemplificar y poner en perspectiva, podríamos
resumir señalando que mientras en el capitalismo cognitivo la banca más
importante es la "capitalista", en la economía social del conocimiento
hablamos del "banco de ideas", semillero del sistema de innovación
social. Asimismo, mientras en el primero el fin de cualquier banco es la
acumulación del capital; en el segundo se trata del buen vivir de su
población y del planeta entero. 4. Entonces, ¿cuál es la relación
existente entre el cambio en la matriz productiva y la economía social
del conocimiento? Como mencioné anteriormente, un cambio en la matriz
productiva implica un cambio en la matriz cognitiva. Personalmente creo
que los países del Sur vivimos un segundo neo−dependentismo; mucho más
letal que el primero que se basaba en los bienes industrializados. Esta
nueva dependencia se estructura a través del conocimiento, la
mente−factura. El mercado y su mano visible, en esta nueva etapa del
capitalismo, hace su mayor planificación: programa la obsolescencia y el
deterioro de los bienes del mercado. Cuando compramos −por poner un
ejemplo− un celular, usualmente la transnacional que lo ha fabricado ya
sabe hasta cuándo dicho producto funcionará, cuándo ofertará su nuevo
producto a los consumidores y cuándo quedará obsoleta la tecnología
recién puesta en el mercado. En este momento Ecuador importa centenas de
millones de dólares en tecnología. Por ello, si no queremos ser banana
republic forever debemos firmar convenios internacionales y tener un
marco jurídico que nos permitan hacer transferencia y desagregación
tecnológica de los diferentes productos y servicios. No podemos, por
ejemplo, permitir que nos vendan maquinaria sin siquiera incluir un
manual de reparación, para que siempre estemos supeditados a comprar
servicios de reparación al exterior. Asimismo, el sistema de propiedad
intelectual debe garantizar que el proceso de patentamiento de
transnacionales no imposibilite sistemáticamente el desarrollo de la
industria nacional. No solo que es nodal en la propuesta programática de
este gobierno buscar cambiar la matriz productiva sino que es necesario
hacerlo para que más y mejores empleos se generen en Ecuador; que la
mayor cantidad de valor agregado se quede en el país; que no se fuguen
cerebros; y no se pierdan divisas a través de los procesos de
importación de los diferentes bienes que, con poco esfuerzo, podríamos
haber hecho en el país hace mucho tiempo. A lo mencionado hay que sumar
que el sistema dolarizado obliga a tener esta estrategia de desarrollo.
No hacerlo, en el mediano plazo, podría poner estructuralmente en riesgo
al mismo sistema monetario vigente en el Ecuador. El cambio mencionado
no podrá realizarse sin que el Estado, como acción colectiva del
conjunto de ecuatorianos y ecuatorianas, juegue un rol estratégico para
incentivar la investigación científico−tecnológica y compensar la
inversión en aquellos bienes que resultan de interés público para la
sociedad, como son los alimentos, medicamentos o la tecnología orientada
a fortalecer los procesos educativos. Finalmente, es necesario señalar
que la inversión que está haciendo y continuará haciendo el Ecuador en
temas relacionados con la educación superior, la ciencia, la tecnología y
la innovación juega un rol estratégico en el cambio en la matriz
productiva. El esfuerzo económico en becas, crédito educativo, en
universidades e institutos técnicos y tecnológicos, en Yachay, en Ikiam,
en el programa Prometeo tendría muy poco impacto en la estrategia de
generar un nuevo patrón de acumulación para el país de no transitar de
un sistema mercantil de propiedad intelectual a un sistema que gestione
libremente el acceso al mismo. Si el cambio en la matriz productiva
tiene su horizonte en el sistema de innovación, éste se vería truncado
con el esquema de propiedad vigente o cualquiera que profundice sus
efectos perversos dado los altos costos de entrada e institucionales que
impone el sobrepatentamiento vigente en la economía mundial. En este
caso, la inversión en becas o en Yachay serviría de muy poco al cambio
del esquema productivo. 5. ¿Qué importancia tiene en el socialismo del
buen vivir esta nueva forma de gestionar el conocimiento? Existen
académicos que desde la torre de marfil intentan hacernos creer que se
puede separar el mundo de la razón y las ideas del mundo de lo material y
la economía política que existe a nivel global. Esto no sólo evidencia
la falta de entendimiento de lo que pasa actualmente en nuestro planeta
sino la ausencia de realismo político para buscar una verdadera
transformación social. En el capitalismo cognitivo, al venirse abajo
la división tradicional entre sujeto y objeto, dada la no divisibilidad
entre mente y cuerpo, se vuelve necesario construir un sistema de
sujetos que en la propia producción y reproducción de relaciones
(lenguaje, sentimientos y conocimiento) pueda emancipar a los individuos
y con ello a la sociedad. Esto tiene que ser pensado con mucho
pragmatismo político (¡no se trata de metafísica!) pero sin perder el
horizonte de sentido de un nuevo orden social. El filósofo francés,
Michael Foucault sostenía que el que tiene el conocimiento, tiene el
poder. No habrá posibilidad de trastocar el poder sino disputamos la
forma en cómo se gestiona el conocimiento; y, debe quedar claro, que en
el capitalismo cognitivo existe supremacía del capital frente a la vida.
En otras palabras, mientras en el capitalismo cognitivo se busca la
maximización de las utilidades derivadas del conocimiento por el agente
que financia la investigación, en el socialismo del buen vivir se busca
maximizar las externalidades positivas (tanto materiales como
inmateriales) del conocimiento en toda la sociedad. Por ejemplo,
mientras para el capitalismo cognitivo un fármaco debe producir la mayor
cantidad de dólares posibles, para la economía social del conocimiento
debe producir el mayor impacto positivo en la salud de la población. En
segundo lugar, si no logramos poner freno a ese poder, la dependencia
cognitiva se perpetuará ad infinutum y, con ello, la imposibilidad de
hacer un cambio real en la matriz productiva del país (con todo lo que
esto implica). Por lo tanto, una transformación más vertiginosa en la
superación de la pobreza estructural y en los niveles de desigualdad
socio−económica serían innimaginables. Finalmente, debemos tener claro
que tanto para las transnacionales como para las elites locales la
estrategia más eficaz para mantener su poder y dominación es buscar que
el pueblo se mantenga en la ignorancia. En el corazón del capitalismo
cognitivo, a través de generar una institucionalidad que hiperprivatiza
la propiedad intelectual, se busca que pocos privilegiados −que pueden
pagar− tengan acceso al conocimiento. En el socialismo del buen vivir se
persigue que el individuo sea autónomo a través del acceso libre y
democrático al conocimiento. Sistemas de propiedad intelectual
mercantiles (cerrados) ayudan a mantener la esclavitud de la
"ignorancia", en tanto que la economía social del conocimiento busca
liberar al individuo y a la sociedad a través de democratizar el acceso y
la apropiación de los saberes generados. En otras palabras, el
conocimiento abierto se constituye en un factor más de producción a ser
distribuido en toda la sociedad. En este sentido, si en el
neoliberalismo la panacea ha sido (y sigue siendo) construir paraísos
fiscales, en el socialismo del buen vivir los territorios ideales son
los paraísos del conocimiento abierto en donde las personas y las ideas
puedan circular libremente, se pueda trabajar colaborativamente para
solucionar problemas que atañen (¡y dejan sin sueño!) a la colectividad,
y disfrutar del arte y de la cultura sin restricción alguna. Debemos
tener claro que, el corazón de la obsolescencia programada del
capitalismo y −por lo tanto− de la dependencia de nuestros países radica
en la poca capacidad de generación de conocimiento (sobre todo de
África y de América Latina). La nueva independencia pasa entonces por
construir un sistema de generación de conocimiento no capitalista y que
esté en función de las necesidades y potencialidades de nuestros pueblos
y de la humanidad entera. En este marco, la construcción de tal sistema
no sólo es un imperativo material sino una vía fundamental hacia la
emancipación. ¡Lo que está juego, entonces, no solo es liberarnos de la
ignorancia sino conquistar la segunda y definitiva independencia!
|
|
|
أول
سابق
بدون إجابة
لاحق
آخر
|
|
|
|
|
©2025 - Gabitos - كل الحقوق محفوظة | |
|
|