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El 14 de abril del año 1959, solo a cuatro meses del triunfo de la Revolución liderada por el Comandante Fidel Castro Ruz, la embajada de Estados Unidos en la Habana redactó un memorando para el Departamento de Estado, en el que evaluaba la situación interna cubana y su temor al avance de los comunistas. ...
En su redacción participó el entonces jefe de la Estación de la CIA James Noel, el consejero político y el secretario de Prensa, lo que puede constatarse en el Foreign Relations of United States, volumen VI, Cuba, 1958-1959, editado en 1991.
Entre las valoraciones que se hacen está la actuación de la iglesia católica cubana, donde se expresa textualmente: Actitud de la Iglesia: “La iglesia católica ha tomado un interés activo en resistir la ampliación del comunismo, pero excepto en lo que concierne a la JOC, Juventud Obrera Católica, no ha estado particularmente efectiva. Esto es debido principalmente a la dificultad de separar las actividades comunistas de las que son genuinamente revolucionarias y la indisposición de importantes elementos en la iglesia, para retar el programa revolucionario. Un programa de la iglesia de instrucción religiosa en varios campamentos del ejército fue terminado recientemente por orden de Raúl Castro”. Es evidente que las presiones del Gobierno norteamericano y de la CIA se hicieron sentir en la jerarquía católica cubana, pues de inmediato se dieron a la tarea de organizar el primer Congreso Católico de Cuba desde que Cristóbal Colón colonizara la isla en 1492, algo que nunca hicieron mientras los tiranos y asesinos como Gerardo Machado o Fulgencio Batista desangraban al pueblo y brindaban con champaña con los gobernantes norteamericanos.
Para lograr un efecto psicológico en el pueblo cubano, el Episcopado de la Iglesia Católica decidió organizar el 28 de noviembre de 1959, el Congreso nacional en la entonces Plaza Cívica, hoy de la Revolución, con una misa, y por primera vez hacer que la Virgen de la Caridad del Cobre recorriera la isla en un maratón de relevos, desde Santiago de Cuba hasta la capital, por miembros de la Juventud Católica.
El objetivo era crear en el pueblo un sentimiento anticomunista, al gritar durante todo el trayecto “Cuba Si, Comunismo No”, lo cual estaba en total concordancia con el documento elaborado el 14 de abril por la misión diplomática y la CIA. La clausura fue en el estadio de béisbol del Cerro, donde los miembros de Acción Católica presentes coreaban constantemente: "Cuba si, comunismo no", unido al discurso provocativo del Obispo de Matanzas, Monseñor Alberto Martín Villaverde.
Enrique Ros, padre de la congresista norteamericana Ileana Ros Lehtinen, afirmó en uno de sus libros que el Congreso fue una actividad organizada para enfrentar a la Revolución.
Después de esto las actividades contrarrevolucionarias se incrementaron. El 17 de marzo de 1960 el Presidente Eisenhower aprobaba el primer Plan de Acciones Encubiertas de la CIA para derrocar a la Revolución, en el cual decide crear una oposición al Gobierno cubano, dirigida por los oficiales de la CIA, así como los grupos de bandidos en la zona montañosa del Escambray.
Dentro de esos grupos de criminales que asesinaron a maestros voluntarios, jóvenes alfabetizadotes y campesinos que apoyaban a Fidel Castro, la jerarquía católica envió como capellán de campaña del jefe de los bandidos, al sacerdote Francisco López Blázquez.
En abril de 1961 se produjo la invasión mercenaria contra Cuba por Bahía de Cochinos, organizada, entrenada y financiada por la CIA.
Como integrantes de esa brigada mercenaria figuraban al menos tres sacerdotes católicos: Fermín Asla Polo, capellán jefe de los servicios eclesiásticos de la orden de los Capuchinos, y como miembros de los batallones aéreo-transportado y blindado, Tomás Macho Castillo, de los Jesuitas y Segundo la Hera Cabo, de los Escolapios.
Al aprobar el Presidente J. F. Kennedy el Plan Magosta, en el mes de enero de 1962, se expresa en el mismo que: “…la CIA continúa explorando sus capacidades (con resultados muy desfavorables hasta el momento) para montar operaciones especiales dentro de Cuba centradas sobre elementos activos de la población, específicamente operaciones a través de la Iglesia para llegar a las mujeres y sus familiares, así como mediante los contactos laborales para alcanzar a los trabajadores. Otros elementos alistados incluyen a las agrupaciones de jóvenes y profesionales”. Como parte de esas acciones, la CIA organizó la tenebrosa Operación “Peter Pan”, con el fin crear conflictos entre las familias cubanas, bajo el falso pretexto de que la Revolución les quitaría la patria potestad a los padres y enviaría a los niños para la URSS. Para esto contó con el apoyo de varios sacerdotes, agentes CIA y del MI-5, como Leopoldina Grau Alsina y la británica Penny Powers, logrando sacar de Cuba hacia Estados Unidos, a más de 14 mil niños sin sus padres.
Por esa época, algunos sacerdotes como los jesuitas Amando Llorente y Fernando Álvarez Arango, ejecutaron y dirigieron actos contrarrevolucionarios con la Agrupación Católica Universitaria, con el apoyo total de Monseñor Eduardo Boza Masvidal, quien actuaba como enlace de la misma con la CIA, el que también organizó junto con Enrique Ros, Monseñor Alberto Villaverde y el sacerdote Ismael Testé, la organización “Juventud Demócrata Cristiana”, a la cual estaba afiliado Jorge Mas Canosa en la región oriental, quien fuera después el presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana en Miami.
La lista es muy larga y cargada de elementos; por eso cuando ahora escuchamos y leemos los artículos del portavoz del Arzobispado habanero que encabeza el cardenal Jaime Ortega Alamino, donde exponen “10 razones para acelerar el proceso de actualización del modelo económico”, y sus críticas constantes a la línea actual de la Revolución, no queda otra alternativa que releer algunos libros de los propios elementos contrarrevolucionarios de la década del 60, para comprender los objetivos que persiguen algunos miembros de la jerarquía católica cubana.
Lo que subyace en las “preocupaciones” de algunos miembros de la institución religiosa, es lo mismo que pretende el Gobierno norteamericano en su deseado Plan para la “Transición pacífica hacia la democracia”, el cual recoge explícitamente el papel de las iglesias para derrocar el sistema socialista cubano.
Lo demás es puro camuflaje lingüístico. La historia así lo reafirma.
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