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General: Juan Gelman y Octavio Paz
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جواب  رسائل 1 من 2 في الفقرة 
من: Ruben1919  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 24/01/2014 12:58

Juan Gelman y Octavio Paz

Atilio Boron
Clasificado en:   Cultura: Cultura, |   Política: Politica, |
Disponible en:   Español       
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El día de ayer, 14 de enero, fue un día de luto para todos los luchadores anti-imperialistas: murió el poeta y periodista argentino Juan Gelman. La dictadura de ese país lo obligó a exiliarse en 1975 y luego de vivir en distintos países finalmente se radicó en México, donde su vida se extinguió el día de ayer.
 
Galardonado con los más importantes premios que se otorga a escritores en lengua castellana, Gelman fue un poeta exquisito a la vez que un notable y comprometido analista de la realidad contemporánea. Pero a lo anterior añadió una virtud que no tuvo Octavio Paz, otro de los grandes poetas de nuestra lengua: el mexicano cambió de bando y en medio del combate saltó al otro lado de la barricada. Gelman, en cambio, siempre estuvo donde tenía que estar. Paz, que había sido un ardiente revolucionario en su juventud, terminó sus años convertido en un repugnante apologista del imperialismo y del neoliberalismo.
 
Con el derrumbe de la Unión Soviética Paz dio rienda suelta a un visceral anticomunismo y su figura sirvió como polo de aglutinación a cuanto reaccionario anduviera suelto por el mundo.
 
Con el generoso y caudaloso apoyo del gobierno de Salinas de Gortari y la Casa Blanca organizó un gran evento en México -transmitido en simultáneo por Televisa y la cadena Cablevisión de Estados Unidos- para celebrar la buena nueva y, de paso, promover la organización internacional de los intelectuales de todo el mundo en la creación del nuevo sentido común neoliberal que se abría paso a fuerza de ajustes y represión.
 
En las antípodas de esta decadente trayectoria se yergue la figura de Gelman, que permaneció firme en su puesto mientras arreciaba la tempestad. Las zozobras de la época jamás lo llevaron a exaltar lo que había repudiado a lo largo de toda su vida. Por eso fue un enemigo implacable del imperialismo, mientras Paz se convertía en su bien recompensado publicista.
 
 A la exquisitez de su poesía Gelman añadía su coherencia y la solidez de sus artículos periodísticos publicados en Página/12, donde exponía los crímenes, las maquinaciones y los mecanismos económicos, políticos y culturales del imperialismo. Sus notas fueron a lo largo de muchos años una fuente obligada de consulta para quienes quisieran combatir de verdad, no tan sólo con gestos y palabras vacías, al monstruo que pone en cuestión la sobrevivencia de la humanidad. Por eso podemos decir que ha partido uno de los "imprescindibles", como decía Brecht.
 
Extrañaremos sus incisivas columnas semanales, pero aún así Gelman seguirá siendo fuente de inspiración para legiones de militantes que creen que debemos, y podemos, construir un mundo mejor. Sembró palabras e ideas que germinarán con fuerza en los corazones de millones de militantes de Nuestra América


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من: Ruben1919 مبعوث: 24/01/2014 15:00
Juan Gelman, militante

elena-poniatowska

Por Elena Poniatowska

 El 15 de agosto de 1994, invitados por el subcomandante Marcos, acudimos a la Primera Convención Nacional Zapatista en La Realidad, cerca de San Cristóbal, en las montañas del sureste mexicano, para la cual los zapatistas habían construido, en medio del bosque con troncos de árbol y lonas de gran tamaño, una nave como la de Fitzcarraldo, el personaje de Werner Herzog, absolutamente extraordinaria. De pronto, después de que saludaran desde un presidio improvisado los invitados de honor, Carlos Payán, Alberto Gironella (quien donó una magnífica pintura de Zapata que desapareció con la tempestad), Pablo González Casanova, Luis Villoro, doña Rosario Ibarra de Piedra, Eraclio Zepeda, Antonio García de León, Manuel Tello, el fotógrafo Heriberto Rodríguez y otros, cayó una tempestad que tiró a tierra las velas, es decir, el techo de la enorme tienda de campaña donde se celebraría el primer congreso zapatista. Ya el Sup nos había dicho antes de que cayera el primer aguacero que fue arreciando: No le hagan caso a la televisión, a la radio; no se pasmen, no se vendan, no se rindan, no se dejen, no tengan miedo, no se callen, no se sienten a descansar. Todos nos mojamos, nos enlodamos y absolutamente empapados fuimos a refugiarnos a otra tienda más o menos improvisada en la que mal que bien nos acomodamos para pasar la noche, alineados sobre la tierra mojada como sardinas. Éramos más de 70. Otros no corrieron con la suerte de un techo y pasaron la noche bajo el agua entre Durito, el escarabajo y el viejo Antonio que repetía Ocosingo, Oventic, Altamirano, Las Margaritas, La Independencia, Trinitaria. No te puedes dormir así, te vas a enfermar –me dijo Eugenia León, quien me prestó un pantalón que de tan largo me impedía caminar. Mariana Yampolsky, a quien le quitaron su cámara, la pasó muy mal. No puedo vivir sin mi cámara. Graciela Iturbide tomaba fotos con una pequeña que escondió en su bolsillo. Monsiváis decretó que se había torcido un tobillo y fue a pasar la noche en el único sitio en el que había un catre: la enfermería. Fui a visitarlo: Te pasas de listo. Jesusa Rodríguez encontró una hamaca y ofreció: El que sabe dormir en hamaca, que venga. Margarita González de León se preocupaba por la fosa séptica y el papel del excusado. Alguien dijo que el subcomandante Marcos, su pipa en la boca, se había asomado por una abertura a ver cómo íbamos y eso nos animó a todos. Al físico Manuel Fernández Guasti se le ocurrió sacar una pequeña guitarra y entonar con su jarana una y otra pieza recordándonos a Veracruz. Otros, agotados como Enrique González Rojo, pidieron que se callara y los dejara dormir. La mayoría nos lamentábamos y llorábamos nuestra desventura, cuando de pronto oímos a Juan Gelman que nunca levantaba la voz: Dejen ya de quejarse. Es una vergüenza escucharlos. De pie, enojado, una cobija sobre los hombros, siguió: Si venimos aquí es para ayudar, no para complicar más las cosas. No recuerdo si dijo algo más, pero sí el tono de su voz y la autoridad que emanaba de su figura alta a media tienda de campaña. Todos nos callamos avergonzados. Jesusa me recordó: La dictadura militar de Argentina eliminó a 30 mil, y él es un luchador. A la mañana siguiente fui a abrazarlo y todavía me dijo con la bondad que siempre vi en sus ojos: Córrele, a ver si alcanzas café caliente. Allá, debajo del árbol, lo está repartiendo Moisés.

No sé si los zapatistas tenían una clara conciencia de quién era su ilustre visitante, a lo mejor el poeta que escribió Ahí está la poesía de pie contra la muerte era sólo uno más de quienes admiramos al zapatismo. Lo que sí recuerdo es su entereza y su lealtad que lo hizo ir hasta Chiapas a acompañar a los más pequeños para darles –lo supieran o no – el abrigo de su obra clásica, cálida, sencilla y, por tanto, indestructible.

 Tomado de La Jornada



 
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