Sinceramente, me sorprendí el miércoles cuando vi por Globovisión la multitudinaria concentración estudiantil en Plaza Venezuela, tan concurrida como la de la plaza OLeary (nunca la hubieran permitido en la IV pidiendo cupos en las universidades). Se desarrollaba pacíficamente, con consignas antigubernamentales; después mostraron la marcha hacia Parque Carabobo, su destino era la Fiscalía, donde iban a entregar un documento; llegaron con esas intenciones y entregaron la lista de quienes los representarían en las conversaciones. Pero alguien se presentó en ese momento y les hizo desistir. Ahora pretendían que saliera a la calle la fiscal Ortega Díaz, quien en tales condiciones no podía hacerlo.
Después, mientras la multitud se disolvía, un grupo, no sé si eran estudiantes, infiltrados o grupos entrenados, comenzaron a lanzar piedras al edificio del Ministerio Público causando considerables daños. A partir de entonces la acción se hizo mucho más agresiva con saldo conocido, incluidos dos muertos en las vecindades.
Dirigentes universitarios se desligaron de esa violencia, así como algunos líderes opositores, que incluso llamaron a los estudiantes a no hacerle el juego a esos provocadores de la violencia. Se hizo evidente lo que se ha observado sobre las divergencias en la oposición en torno a esa línea de conducta.
En algunas ciudades del interior se han producido disturbios, diversos hechos de violencia, cierre de autopistas, ataques a propiedades estatales, incluida Corpoelec, e incendios, particularmente en San Cristóbal, e intentaron repetir las guarimbas.
Es posible que la sincronización de estos hechos violentos, seguramente es lo que un dirigente llamó articular la calle. Las investigaciones que adelanta el Ministerio Público nos permitirá conocer la verdad, no solo de los tres muertos y de los ataques a la propiedad pública, sino de la autoría intelectual. Si, como se sospecha, y parece evidente, esa articulación de episodios en varias ciudades, la agresividad de algunos autores materiales, los objetivos que buscaron, los métodos utilizados, los recursos empleados, no pueden ser producto de la espontaneidad de nadie ni de las estructuras del movimiento estudiantil, que, repito, se han deslindado oportunamente. Hubo fuerzas interesadas, seguramente promovidas desde el exterior, detrás de todo lo ocurrido.
(Y a propósito, bien sesgada la posición de la ONU de pedir una investigación ya iniciada, cuando nunca lo hizo en otras ciudades de América Latina, incluso de Caracas por el golpe de abril, cuando los muertos pasaron de una docena. ¿Por qué ahora? No sorprende que la ONU se guíe por los informes de los servicios noticiosos, orientados a deformarlos y a responsabilizar al Gobierno. El Consejo de Seguridad acusó a la ETA de la explosión en la estación Atocha en Madrid, guiado por el informe de Aznar, poco después se demostró su falsedad y la ONU quedó mal parada).
La verdad histórica
Felipe Larrazábal, en Vida y escritos del Libertador, con motivo de las dificultades de los patriotas el año 14 que recién comenzaba, amenazada como estaba Caracas por las tropas de Boves, escribe que veíanse rodeados por todas partes de enemigos. Era necesario organizar ejércitos, y no había hombres. Caracas estaba agotada por los continuos reclutamientos, y ya había llegado el caso de exigir la autoridad, por bando, que los niños de 12 años se presentaran a tomar las armas.
La situación era tan difícil y llena de peligros que el general Simón Bolívar, ante una imperiosa carta del comandante de La Guaira, Leandro Palacios, con casi 1.000 prisioneros españoles y la guarnición era escasa, le preguntaba qué hacer en momentos de peligro, le respondió el 8 de febrero, Ordeno a ud. que inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna. La orden la ejecutó el coronel Juan Bautista Arismendi.
Aunque no se determinó la fuente, el pasado domingo publicamos una investigación de Laura Weffer donde se afirma que solo fueron 85 estudiantes y seminaristas los que pudo reclutar Ribas para enrolarlos a sus tropas, poco después vencedoras en la famosa Batalla de La Victoria.
Existen dos hechos un tanto inexplicables. ¿Cómo fue posible que en la carta de Bolívar que desde Valencia, al día siguiente del triunfo de Ribas, le escribiera honrándolo por tan extraordinaria victoria y le llamó vencedor de los tiranos de La Victoria, y pese a que se refiere al bravo coronel Rivas-Dávila, Rom y Picón (quienes) serán conservados en los anales de la gloria. Con su sangre compraron el triunfo más brillante: la posteridad recogerá sus nobles cenizas, pero ni una palabra sobre los estudiantes presumiblemente muertos en combate.
Pocos días más tarde, el Concejo Municipal de Caracas aprobó un acuerdo para eternizar la memoria del General Ribas, y le dirigió una elocuente felicitación. Tampoco cuando se supone era mejor conocido el desarrollo de esa batalla, los concejales reservaron un párrafo para estos imberbes reclutas.
Ildefonso Leal, quien por mucho tiempo fue Cronista de la Universidad Central, y más que nadie conocedor de sus archivos, nunca pudo dar con los nombres de los estudiantes de ese año, no obstante sus denodados esfuerzos para escribir su Historia de la UCV. Ni los primeros historiadores, ni los clásicos ni los contemporáneos han podido precisar las fuentes para dar con la verdad histórica de esa recluta.