Llama la atención la similitud que guardan las revoluciones organizadas en América Latina, los países árabes y ahora Ucrania. En el programa de RT ‘Golpes exportados’ Jelena Milincic expone pruebas y argumentos sobre la involucración de EE.UU.
“¿Por qué nunca habrá un golpe de Estado en Estados Unidos? Porque en Washington no hay ninguna embajada de EE.UU.”. Este viejo chiste lo repiten a menudo los actuales líderes latinoamericanos, pero en verdad sigue estando muy de actualidad. En las últimas décadas así lo han podido comprobar muchos países: Irán (1953), Guatemala (1954), Vietnam del Sur (1963), Grecia (1967) y Chile (1973) son solo algunos ejemplos. Existen pruebas fundadas de que la embajada de EE.UU. estuvo directamente involucrada en esas revoluciones.
Entre las organizaciones que ayudan a organizar esas revueltas destaca ante todo la USAID, con cuya participación se llevó a cabo, por ejemplo, la preparación del golpe de Estado en Honduras en junio de 2009. Numerosas pruebas relacionan a la USAID con la organización de ‘las revoluciones de color’ y los golpes de estado en los países del Hemisferio Occidental. Principalmente se trata de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Otro grupo que está detrás de numerosas revoluciones es el serbio Otpor (Resistencia) que organizó su primera revolución en Serbia en el año 2000 contra Slobodan Milosevic y luego por todo el mundo.
En Venezuela
Según WikiLeaks, Canvas (el nuevo movimiento Otpor) dedicó muchos esfuerzos a desestabilizar y derribar al régimen de Hugo Chávez en Venezuela. Por otro lado, en ese país las actividades de la USAID no tienen ninguna base legal ya que existe ningún acuerdo intergubernamental. Sin embargo, desde 2002 (tras el fracaso del golpe de Estado de abril) el personal de la agencia se movilizó con el apoyo de la Embajada de EE.UU y se mostró más activo. Los activistas de la oposición recibieron al menos 70 millones de dólares a través de distintas fuentes de financiación destinados al apoyo de los candidatos antichavistas, a la intensificación de la crisis política, la movilización de la sociedad civil y la formación de un nuevo liderazgo democrático.
En Bolivia
La USAID fue la primera organización que invirtió en descentralización y en los partidos opositores en Bolivia con más de 97 millones de dólares, buscando de esa forma fomentar el separatismo, apoyar a los partidos de oposición, así como la infiltración en la comunidad indígena. En octubre de 2006 EE.UU. nombró a su nuevo embajador en el país andino, Philip Goldberg, que había trabajado en el buró del departamento de EE.UU. en Bosnia como mano derecha de Richard Holbruk, que obligó a los serbios a firmar el acuerdo de Dayton.
En 2007 USAID repartió más de 13 millones de dólares a partidos, organizaciones y proyectos en Bolivia para fortalecer gobiernos regionales y desestabilizar de esa forma al gobierno central. En 2008 el alcalde de Santa Cruz invitó al Ejército del país a acabar con Morales. Sin embargo, los militares se mantuvieron leales al Gobierno. En abril de 2009 fue abatido en un hotel de Santa Cruz un grupo de terroristas procedentes de Europa cuyo principal objetivo era asesinar al presidente Evo Morales. Entre los partidarios de los terroristas se encontraban bolivianos que se mantenían en contacto con el personal de la USAID.
En Ecuador
Paralelamente a los acontecimientos en Bolivia, Ecuador era escenario de una lucha entre los autonomistas y el Gobierno. La oposición ecuatoriana recibió gran apoyo desde EE.UU. y de los movimientos derechistas de Europa Occidental y en agosto de 2008 EE.UU. nombró como nueva embajadora en Ecuador a Heather Hodges, que anteriormente estuvo destinada en Moldavia durante la organización de la revolución de colores en el país. Además, la USAID ha financiado la municipalidad opositora de Guayaquil, al igual que la propaganda de la ‘autonomía regional’ en los medios de comunicación. Sin embargo, esos intentos de los opositores de Rafael Correa no tuvieron éxito. En septiembre del 2008 casi el 64% votó por la nueva constitución.
En Ucrania
A la lista de los estados afectados por revoluciones importadas se puede añadir Ucrania. En diciembre de 2013, a su regreso de Maidán, la ayudante del Secretario norteamericano de Estado, Victoria Nuland, declaró en Washington: “Hemos invertido en la revolución de Maidán 5.000 millones de dólares”, de los que 815 millones fueron justificados por el artículo sobre “financiación de la democracia y de los programas de intercambio”. Más tarde trascendió que el Gobierno de Obama había gastado 184 millones de dólares en proyectos supuestamente relacionados con “el desarrollo de la sociedad civil y de los derechos humanos”.
Además, la Agencia de Seguridad de Ucrania puso al descubierto un esquema de flujos financieros y de organización de disturbios en el centro de Kiev y en otras ciudades de Ucrania. Tras llevar a cabo una investigación se llegó a la conclusión de que el dinero se había transferido a la Embajada de EE.UU. en Kiev por vía diplomática. Por su parte, la Embajada de EE.UU. hacía la transferencia a las oficinas centrales de las organizaciones La Libertad y La Madre Patria. La cantidad ascendía a unos 20 millones de dólares a la semana.
En perspectiva
Algunos de los países mencionados se hallan inmersos en periodos postrevolucionarios, mientras que en otros se suceden protestas en la calle en medio de una misma sensación: que todos son vulnerables y que una nueva revuelta puede suceder en cualquier momento.
Cabe notar que en un futuro próximo cambiará el embajador estadounidense en Rusia. La lista de candidatos incluye a tres personas que ya han sido embajadores en Ucrania: John Tefft, Steven Pifer y Carlos Pascual. Otra persona que aspira a ese puesto es Rose Gottemoeller, una de las principales expertas en cuestiones de desarme y de seguridad nuclear.