El presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien un mes atrás
afirmó que acataría cualquier medida dictada por la CIDH sobre el caso
Petro, optó por mantener en firme la decisión del procurador y notificar
al alcalde bogotano de su remoción del cargo por haber cambiado el
modelo de recolección de basura en esta capital, a finales de 2012, en
perjuicio de poderosos inversionistas privados.
La profesora de ciencias políticas y relaciones internacionales de la
Universidad de Los Andes, Sandra Borda, sostiene que la destitución de
Petro, aún en contravía de la CIDH, demuestra que en Colombia “el
espacio para las propuestas políticas diferentes a los de los partidos
políticos tradicionales es muy pequeño y, además, es un espacio que no
tiene garantías”.
Gustavo Petro, exguerrillero del M-19 que se desmovilizó en 1989 para
hacer política en la legalidad, ganó la alcaldía de Bogotá en reñidas
elecciones en 2011 con una propuesta centrada en el fortalecimiento de
la política social y el desmantelamiento de las “mafias” que controlaban
los contratos de obra pública –a las cuales él mismo denunció cuando
fue senador– y las concesiones de los servicios públicos como el de la
recolección de basura.
Durante toda su carrera política se ha perfilado como un fuerte adversario de los poderes tradicionales.
De acuerdo con el abogado y expresidente de la Corte Constitucional
colombiana, José Gregorio Hernández, desde el comienzo de su gestión
como alcalde, en enero de 2012, Petro “sufrió los ataques de sus
adversarios, en particular de las elites y la clase política
tradicional, que buscaron por todos los medios sacarlo del cargo y
acabar con su carrera política”.
El Ejército de
Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla de Colombia –y la cual
mantiene acercamientos con el gobierno para iniciar negociaciones de
paz– también expresó su rechazo a la destitución del alcalde y en un
comunicado público se preguntó: “¿Qué garantías tienen unos acuerdos
entre la insurgencia y el gobierno (ante) la intolerancia del poder para
aceptar en las instituciones posturas críticas y al servicio de los
excluidos, alcanzados por las vías constitucionales?”.
La destitución de Petro se concretó el pasado 19 de marzo, cuando el
fallo del procurador fue firmado por Santos. Un día antes, la CIDH
solicitó al presidente la suspensión inmediata de la decisión de Ordoñez
a fin de garantizar los derechos políticos del alcalde y permitirle
“cumplir con el periodo para el cual fue elegido (2012-2015)”.
Para Hernández, el procurador Ordoñez –un ultratradicionalista
católico de la secta lefebvrista—“ha venido acumulando un excesivo
poder, un poder contra todos, en parte porque se lo otorga la
Constitución, y en parte por el abuso de las atribuciones existentes
mediante interpretaciones expansivas, como lo demuestran este caso (de
Petro) y el de Piedad Córdoba (exsenadora inhabilitada por 15 años para
ocupar cargos públicos).
El mensaje es claro: funcionario que no comulgue con los criterios
personales del procurador, en materia política, administrativa,
económica, filosófica o religiosa, está perdido”.
De acuerdo con el artículo de 23 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, de la cual Colombia es país suscriptor, los derechos
políticos de los ciudadanos sólo pueden ser suspendidos por “condena,
por juez competente, en proceso penal”, lo cual no aplica en el caso de
la Procuraduría colombiana, que es una institución administrativa.
Sandra Borda, doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de
Minnesota, considera que Petro cometió errores administrativos en el
cambio del modelo de recolección de basura de Bogotá, que pasó de
privado a mixto en diciembre de 2012. Pero quizá el elemento que más
pesó en ese proceso que provocó un caos en la ciudad durante tres días
por las toneladas de desechos que quedaron al aire libre, fue el poderío
de los intereses económicos privados que resultaron afectados con los
cambios decretados por el alcalde.
“Asesinato político”
Gustavo Petro, maestro en Economía de 53 años de edad, asumió su
destitución como una persecución ideológica por parte de las elites que
han dominado históricamente al país y han recurrido “a la eliminación de
sus oponentes, de manera física o política. Yo fui víctima de un
asesinato político”.
De acuerdo con el destituido alcalde, –quien inició una gira por todo
el país en busca de respaldo a una Asamblea Nacional Constituyente para
realizar las reformas estructurales que el país requiere en materia
política y social–, Colombia está dominada “por una extrema derecha que
se acostumbró a gobernar el país, que no quiere la paz, que se ha
enriquecido con la guerra y que le teme a la democracia”.
Las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
que sostienen un diálogo de paz con el gobierno en La Habana, deploraron
la destitución de Petro y señalaron que el procurador y Santos dieron
un “golpe de mano” que empaña esas negociaciones.
La destitución “afecta de manera grave la confianza y nos plantea
muchas dudas e interrogantes en torno a la eficacia de lo acordado
parcialmente (en la mesa de negociaciones, a finales del año pasado) en
torno al tema de participación política (de la guerrilla tras un
eventual pacto de paz)”, dijo el negociador de las FARC, Iván Márquez.
El abogado José Gregorio Hernández considera que “el proceso
irregular y la arbitraria sanción del procurador (contra Petro) envían
un pésimo mensaje a quienes buscan salir del conflicto armado para
acogerse a la democracia”.
Para el senador
del izquierdista Polo Democrático Alternativo (PDA), Jorge Robledo, el
hecho de que el presidente Santos se haya negado a acatar las medidas
cautelares a favor de Petro –las cuales hubieran detenido su
destitución– sienta “un gravísimo precedente en Colombia porque nuestra
misma Corte Constitucional ha establecido que las medidas dictadas por
la CIDH son vinculantes y ese principio debió ser respetado”.
Robledo considera que Santos responde a un “cálculo político” al
estimar que la mayoría de bogotanos apoyará su decisión, lo que
beneficiaría su votación en esta capital en los comicios presidenciales a
realizarse en mayo próximo y en los cuales el mandatario buscará su
reelección.
Intolerancia
El presidente del Concejo de Bogotá, Miguel Uribe Turbay, considera
que Santos actuó “en plena legalidad porque acató las decisiones de la
justicia colombiana y el alcalde tuvo todas las garantías para
defenderse desde que el procurador ordenó su destitución (en diciembre
pasado) hasta que se le agotaron las instancias”.
El concejal del cogobernante Partido Liberal asegura que Petro fue destituido “por inepto, por ineficaz, por mal administrador”.
Su administración, sigue, “se caracterizó básicamente por improvisar,
por no saber ejecutar –la tercera parte del presupuesto de 2013 no fue
ejercida ese año– y por no tener capacidad de gestión”.
Uribe Turbay reconoce que fue “muy severa la sanción” del procurador
contra el destituido alcalde, pues lo condena a quedar inhabilitado
durante 15 años, “pero ese tipo de sanciones se han aplicado a muchos
alcaldes y funcionarios electos en este país, no sólo a Petro. Y si no
nos gusta habría que reformar la Constitución y restarle facultades al
procurador”.
Ordoñez ha destituido y sancionado a 800 alcaldes, 18 gobernadores y
23 congresistas de todos los partidos, desde que asumió el cargo en
2008.
El profesor de la Universidad Nacional, Carlos Mario Perea, afirma
que cuando se revisan con detenimiento esas cifras queda claro que las
sanciones más rigurosas han sido contra funcionarios de izquierda o de
centroizquierda, como el exalcalde de Medellín, Alonso Salazar, a quien
inhabilitó por 12 años en 2012 en una decisión revocada el pasado jueves
27 de marzo por el Consejo de Estado.
“En cambio, el procurador ha sido muy indulgente con los políticos implicados con grupos paramilitares”, dice.
Borda considera que si Ordoñez aplicara los mismos criterios que
aplicó con Petro, como ineptitud, mala administración y atentar contra
la libre competencia, a todos los funcionarios del Estado “nos
quedaríamos sin funcionarios. Además, no hay un solo cargo de corrupción
en contra de Petro. Ahí la cosa sería distinta”.
La profesora de la Universidad de Los Andes manifiesta que la
destitución del alcalde bogotano demuestra lo intolerantes que pueden
llegar a ser las elites colombianas ante opciones políticas distintas,
en particular de izquierda. Expresa también “cómo su paranoia puede ir
tan lejos que no les importa pasarse por las alto el derecho
internacional con tal de mantener el control del país”.
De acuerdo con Petro, el modelo de recolección de basura que objetó
el procurador y que se puso en marcha en diciembre de 2012 le ahorró a
la ciudad 25.3 millones de dólares el año pasado en detrimento de las
utilidades que devengaban los operadores privados que salieron del
negocio o que acotaron su participación con el nuevo esquema.
El exalcalde siempre aseguró que los contratistas perjudicados con el
nuevo modelo de limpia pública estuvieron en forma permanente “detrás
de toda esta campaña y la Fiscalía tiene testimonios, confesiones,
indicios, de cómo fueron la operación, las reuniones, la entrega del
dinero para lograr que el alcalde fuera destituido utilizando al
procurador”.
El abogado Hernández sostiene que a pesar de que en Colombia “hay
quienes afirman que en este país no hay complots, como sucede con las
brujas, de que los hay, los hay. Y muchas veces los complotados logran
sus propósitos”.
Santos designó como alcalde temporal de Bogotá al ministro del
Trabajo, Rafael Pardo, mientras analiza una terna propuesta por el
partido de Petro, los Progresistas. De ahí deberá nombrar a un alcalde
que se hará cargo de la ciudad en tanto la Registraduría Nacional
convoca a nuevas elecciones para que los votantes elijan al sucesor del
exguerrillero del M-19.
Por, Rafael Croda
Proceso (México)