|
General: El gran error de los comunistas
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: Anti-gusano (Mensaje original) |
Enviado: 10/04/2014 02:25 |
"Los comunistas creen haber descubierto el camino hacia la redención del mal. Según ellos, el hombre sería bueno de todo corazón, abrigaría las mejores intenciones para con el prójimo, pero la institución de la propiedad privada habría corrompido su naturaleza. La posesión privada de bienes concede a unos el poderío, y con ello la tentación de abusar de los otros; los excluidos de la propiedad deben sublevarse hostilmente contra sus opresores. Si se aboliera la propiedad privada, si se hicieran comunes todos los bienes, dejando que todos participaran de su provecho, desaparecería la malquerencia y la hostilidad entre los seres humanos. Dado que todas las necesidades quedarían satisfechas, nadie tendría motivo de ver en el prójimo a un enemigo; todos se plegarían de buen grado a la necesidad del trabajo. No me concierne la crítica económica del sistema comunista; no me es posible investigar si la abolición de la propiedad privada es oportuna y conveniente; pero, en cambio, puedo reconocer como vana ilusión su hipótesis psicológica. Es verdad que al abolir la propiedad privada se sustrae a la agresividad humana uno de sus instrumentos, sin duda uno muy fuerte, pero de ningún modo el más fuerte de todos. Sin embargo, nada se habrá modificado con ello en las diferencias de poderío y de influencia que la agresividad aprovecha para sus propósitos; tampoco se habrá cambiado la esencia de ésta. El instinto agresivo no es una consecuencia de la propiedad, sino que regía casi sin restricciones en épocas primitivas, cuando la propiedad aún era bien poca cosa; ya se manifiesta en el niño, apenas la propiedad ha perdido su primitiva forma anal; constituye el sedimento de todos los vínculos cariñosos y amorosos entre los hombres, quizá con la única excepción del amor que la madre siente por su hijo varón. Si se eliminara el derecho personal a poseer bienes materiales, aún subsistirían los privilegios derivados de las relaciones sexuales, que necesariamente deben convertirse en fuente de la más intensa envidia y de la más violenta hostilidad entre los seres humanos, equiparados en todo lo restante. Si también se aboliera este privilegio, decretando la completa libertad de la vida sexual, suprimiendo, pues, la familia, célula germinal de la cultura, entonces, es verdad, sería imposible predecir qué nuevos caminos seguiría la evolución de ésta; pero cualesquiera que ellos fueren, podemos aceptar que las inagotables tendencias intrínsecas de la naturaleza humana tampoco dejarían de seguirlos. " Sigmund Freud, El Malestar de la cultura (1930)
|
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 09:52 |
Entonces con ese texto pretendes sugerir que es mejor dejar todo como esta porque esta divino no?
vos entendes eso que dice ahi? |
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 09:57 |
Si freud hubiese vivido en este tiempo "globalizado", seguramente hubiera dicho otras cosas, ademas algunos de esos conceptos ya fueron superados por los neo psicoanalistas.
Freud hacia ensayor en teoria social, este fue uno de los pocos que luego fueron continuados por sus seguidores, lee a ulloa, lee a pichon riviere si queres a fromm, pero freud hacia pininos en teoria social. |
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 09:58 |
lee a deleuze a guatari a foucault, a ver que te dicen que son mucho mas actuales. |
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 10:11 |
leete a reich " psicologia de las masas del fachismo" y marcuse si queres. de todos es irreconciliable el marxismo con el psicoanalisis hasta hot. no se decirte si es algo que le falta al marxismo o algo que no encuentra el psicoanalisis, pero es asi, aunque hay buenas aproximaciones. |
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 10:12 |
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 10:15 |
"Marcuse va a tomar dos conceptos fundamentales de Freud e introducirá una lectura que tiende a historizarlos. Se trata de la represión y del "principio de realidad".
Marcuse no está en contra de la idea, planteada por Freud, de que la represión es necesaria para la constitución de la civilización. Pero considera que, para sostener la civilización, sólo hace falta una represión mínima. Por el contrario, en las sociedades post-industriales asistimos a un plus de represión, una represión excedente, que está al servicio de la dominación. En cuanto al principio de realidad, esa limitación del principio de placer, tampoco es discutible, pero sí lo es la forma que ese principio ha tomado en las sociedades contemporáneas: la represión excedente y el principio de realidad se han dirigido centralmente a la represión de las pulsiones parciales con el fin de desexualizar al cuerpo del individuo y convertirlo en una máquina productiva. Es que el individuo está obligado a trabajar horas y horas en algo que no le produce placer, con lo que no puede sentirse identificado ni sentirse bien, porque las sociedades post-industriales hacen de ese individuo una máquina de trabajo continua.
El camino o salida posible que Marcuse visualiza en ese momento, 1953, para el capitalismo avanzado, no pasa tanto por una revolución social que transforme la propiedad de los medios de producción, sino por una revolución que priorice la resexualización del cuerpo. Lo importante es que el cuerpo deje de ser una máquina de trabajo y vuelva a ser un elemento para producir placer. Lo que se impone como desafío es una lucha entre Eros y Tanathos. Eros, dice Marcuse, sólo puede ganar en la medida en que no le de lugar al crecimiento de Tanathos, y esto será por el camino de la liberación de la sexualidad. En la medida en que sigamos reprimiendo la sexualidad y convirtiendo al individuo en una máquina de trabajo, es Tanathos quien gana. Y, si Tanathos gana, el peligro no es sólo la dominación, donde la sexualidad es reprimida a favor de la producción, sino directamente la destrucción de la humanidad. Ubiquémonos: 1953, dos guerras mundiales, el estallido de dos bombas atómicas, genocidios, campos de concentración y de exterminio.
Esa idea de una transformación a través de la resexualización del cuerpo va a cambiar hacia mediados de los años ’60, cuando Marcuse visualiza otras posibilidades de liberación, que ya –supone– no pueden provenir de las sociedades avanzadas. El primer mundo no tiene ya salvación desde adentro: la clase obrera, el proletariado, está absolutamente incorporado al capitalismo, ha perdido su fuerza revolucionaria y toda liberación posible sólo puede provenir de los márgenes, que, para Marcuse, son fundamentalmente los países del Tercer Mundo. Valdría la pena pensar, hoy, en qué lugar ha quedado la posibilidad de pensar de esa manera la liberación." |
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 10:18 |
En textos de psiquiatras como Jorge Thénon o Gregorio Bermann es posible encontrar las primeras referencias al psicoanálisis por parte de figuras de la cultura de izquierda en la Argentina. Por ejemplo, la tesis de medicina de Jorge Thénon abordaba el tema de las neurosis obsesivas, tomando como fuente las categorías freudianas. Ambos autores tuvieron correspondencia con Freud, e incluso Bermann llegó a tener una entrevista con él, en Viena, en la década de 1920. Este acercamiento temprano se corta en la década de 1940, en sintonía con la Unión Soviética, donde el psicoanálisis era condenado por Stalin como una "ciencia burguesa" y una "doctrina norteamericana". Esta condena repercutió, con retraso, en la cultura de izquierda local, muy claramente en el caso del Partido Comunista, donde tomó la forma de un violento rechazo al psicoanálisis. En los casos de Thénon y Bermann, no sólo abandonaron el psicoanálisis, sino que formularon duras críticas contra Freud.
Se proyecta un cambio en este panorama con la publicación, en 1958, de Psicoanálisis y dialéctica materialista, de José Bleger, quien era afiliado al PC, a la vez que miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Bleger, discípulo de Enrique Pichon Rivière, buscaba examinar los "esquemas referenciales" de Freud: las fuentes y los conceptos teóricos que Freud había utilizado para construir el psicoanálisis. Al buscar los referentes conceptuales, los autores, las ideas y teorías que influyeron en Freud, Bleger discierne dos referentes principales: la física mecanicista y el evolucionismo. Pero otra cuestión muy diferente, advierte Bleger, es la práctica del psicoanálisis: allí es donde puede plantearse el acercamiento a una dialéctica en términos marxistas. La operación que lleva a cabo Bleger es, entonces, distinguir entre una teoría psicoanalítica, que está contaminada de mecanicismo y evolucionismo, que no es dialéctica sino dinámica, y, por otro lado, los aspectos del psicoanálisis acordes con la dialéctica materialista, que estarían presentes en la práctica psicoanalítica: lo que denomina la "dramática" y que ejemplifica principalmente a partir de los casos clínicos freudianos.
Para Bleger, habría que llevar a cabo una "superación del psicoanálisis", resolver esa contradicción entre dinámica y dramática mediante una operación que tendería a desechar básicamente la teoría de las pulsiones, la idea de libido –conceptos idealistas que no serían acordes con el materialismo y la dialéctica de su práctica–, y desarrollar la dramática, los aspectos más concretos y dialécticos que tiene el psicoanálisis.
Esas formulaciones de Bleger están inspiradas en la "psicología concreta" propuesta hacia 1930 por Georges Politzer, figura importante en la historia del diálogo entre psicoanálisis y marxismo: fue un intelectual franco-húngaro, hoy bastante olvidado pero que, hasta la década de 1960, fue una figura muy emblemática en la intelectualidad de izquierda y en el campo del psicoanálisis y la psicología.
Psicoanálisis y dialéctica materialista no tuvo ninguna repercusión en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA); ni siquiera salió una reseña del libro en la revista de la entidad, lo cual rompía una tradición de esa institución: cada vez que uno de sus miembros publicaba un libro, se hacía la correspondiente reseña en la Revista Argentina de Psicoanálisis. Hubo un total silencio, y la única reseña del libro realizada por un psicoanalista se publicó en otra revista. Dentro del Partido Comunista Argentino, se generó una polémica bastante fuerte. La Comisión de Asuntos Culturales del PC, con fuerte participación de Thénon y otros psiquiatras comunistas, terminó con el consejo a Bleger de que realizara una militancia más activa en el partido con el fin de corregir sus "desviaciones ideológicas". Poco tiempo después, Bleger fue expulsado.
Hacia fines de la década de 1960, la recepción y difusión de las ideas de Louis Althusser –y, a través de Althusser, también las ideas de Lacan– planteó otra lectura diferente de la relación o el diálogo entre psicoanálisis y marxismo. También los efímeros grupos Documento y Plataforma –de psicoanalistas que se retiraron de la APA– se plantearon explícitamente teorizar alguna forma, por cierto ecléctica, de marxismo y psicoanálisis, pero tuvieron sus propios problemas internos que los llevaron a disolverse. Durante algunos años, y particularmente durante el corto gobierno de Perón en la década de 1970, la polémica sobre marxismo y el psicoanálisis continuó vigente en Argentina. Ya en 1975, y sin duda en 1976, con la última dictadura militar, el debate entre marxismo y psicoanálisis fue directamente clausurado.
* Docente a cargo del seminario Psicoanálisis y Marxismo en la Facultad de Psicología de la UBA. Ponencia en el panel "Psicoanálisis y marxismo. Un diálogo inconcluso"; versión completa en la revista Cuestionando desde el marxismo Nº 3.
|
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 10:19 |
Fernando Ulloa explica la articulación entre salud mental, psicoanálisis y política
"La ética del deseo debe balancearse con la ética del compromiso"
A los 83 años, Fernando Ulloa no es sólo una gloria del psicoanálisis argentino. Es un psicoanalista en un momento pleno de su práctica y producción teórica: la salud mental en el espacio público político. Aquí, da cuenta de esa experiencia, la de examinar a la sociedad e incidir sobre ella.
Por Pedro Lipcovich
En la biblioteca del consultorio de Fernando Ulloa se destacan los libros de crítica: Harold Bloom, gran parte de la obra de George Steiner. Si Freud distinguió a los poetas, los escritores, como fuente de sabiduría para el psicoanálisis, Ulloa vino a hacer algo parecido con los críticos; la generación de un "pensamiento crítico" es el eje de su trabajo con lo que denomina la "numerosidad social".
–Una institución, supongamos un hospital o un equipo de salud, me llama porque tiene conflictos serios o no le salen bien las cosas o enfrenta nuevos desafíos. En esa situación, que llamo de numerosidad social, se suscita un "acto de habla mirado": el término viene del derecho romano; eran palabras habladas ante testigos que acreditaban su valor de compromiso. En esa escena formada por 20, 40, 200 personas, el peso de las palabras se multiplica, pero también aparecen ocurrencias, inventivas. Yo fui un chico campesino, nací en Pigüé: en las casas, recuerdo, se contaban sucedidos; todos escuchaban en ronda pero siempre, en alguna pausa del relato, otro intervenía: "A propósito de lo que usted está diciendo...". Este es el que llamo efecto per. Se trata de algo que Freud mencionó como "memoria perlaborativa". El prefijo remite a aquello que se extiende en el tiempo: perdura, pervive. Es una memoria que estaba perdida hasta que algo la vuelve a hacer presente, "a propósito de...". En la numerosidad social, el efecto per estimula a que lo reprimido, en forma de ocurrencia, surja, y entonces empieza el pensamiento crítico: empiezan a debatirse esas cosas que todos veían cada día sin advertirlo.
La visión macartista del psicoanálisis desde la derecha peronista. Artículo de la revista El Caudillo Nº 2 del 23/11/73. La publicación, financiada por López Rega, funcionaba como vocero informal de la Triple A. Clic para descargar la revista completa.
|
–¿Podríamos ver esto en un ejemplo?
–Uno de mis actuales bancos de prueba, como los llamo, es una residencia interdisciplinaria de médicos, trabajadores sociales y psicólogos, que trabajan en un barrio muy carenciado cerca de La Plata. Una chiquita de seis años fue llevada a consulta con flujo maloliente y escoriaciones en la vulva. Dos médicas la revisaron y diagnosticaron falta de higiene. Dos o tres meses después, la nena volvió con el mismo cuadro. Se la envió a un dispensario en La Plata que atiende casos de abuso sexual, y allí ratificaron: falta de higiene. La nena no volvió a la consulta. Pasaron tres años hasta que una abuela de la nena se dio cuenta de lo que pasaba: el segundo marido de la madre abusaba de la nena. El diagnóstico no podía haberse logrado desde la medicina porque no había lesiones importantes, sólo manoseos. Pero faltó un buen seguimiento desde los trabajadores sociales.
–Revelado y hecho cesar el abuso, la nena empezó a ser tratada por una psicóloga de la institución.
–Pero no respondía al tratamiento –cuenta Ulloa–. Hasta que un día le propuse a la psicóloga que empezara a trabajar con el cuerpo, y todo cambió. Es que tanto en una niña resignada ante el abuso como en una comunidad resignada ante la miseria, el cuerpo se desadueña. Yo denomino "síndrome de padecimiento" lo que sucede cuando un sujeto o una comunidad se resignan frente al sufrimiento. Lo primero que se pierde es el coraje: la nena no podía decirle a la madre lo que le estaba haciendo ese hombre. Pierden valentía la comunidad resignada a la indigencia o el profesional que, en el manicomio, se resigna a la indigencia intelectual. Y pierden lucidez. Los hechos que padecen se naturalizan: los sujetos reniegan de las condiciones adversas en que viven, y esto lleva a una amputación del aparato perceptual: el sujeto ya no sabe a qué atenerse, y se atiene a las consecuencias. Y el cuerpo se desadueña: ya sólo responde a movimientos reflejos, defensivos, no elige movimientos nuevos. El cuerpo desadueñado pierde su contentamiento. Pero de pronto surge algo nuevo, el piquete: esos mismos cuerpos trazan nuevos movimientos, cortan la ruta. Cuando el cuerpo recupera su contentamiento, se recupera el coraje.
–Así, a partir del caso de la niña abusada, Ulloa avanza hacia lo que llama una clínica de la salud mental.
Un referente indiscutible
Por Pedro Lipcovich
"Yo fui a entrevistar a una gloria del psicoanálisis argentino, pero me encontré con un hombre en un momento pleno, complejo y polémico de su práctica y su producción teórica sobre un tema de excepcional interés: la articulación entre salud mental, psicoanálisis y política." Con esta frase, enviada por mail a Fernando Ulloa, el periodista encabezaba la solicitud de la segunda de las entrevistas que fueron necesarias para completar este reportaje. La gloria de Ulloa es haber llegado a ocupar, en el psicoanálisis y el ámbito intelectual de la Argentina, un lugar de referencia indiscutido, desde las más diversas corrientes, que sólo Enrique Pichon-Rivière mereció en su momento. Por ejemplo, Pensando Ulloa se llama el libro escrito hace ya un par de años, en el que un grupo de destacados profesionales "psi" se reunió para escribir un libro a partir de la enseñanza del maestro. Por ejemplo, sin ser Ulloa lacaniano, una institución de esa línea le reconoció el pase, condición reservada a los (muy pocos) psicoanalistas que han llegado a finalizar realmente su propio análisis.
Pero este reportaje se centra en algo más importante y actual. La producción teórica de Fernando Ulloa –quien está finalizando un libro sobre la salud mental en el espacio público político– y su práctica clínica con lo que él llama la numerosidad social ofrecen el desarrollo más lúcido y avanzado de una vocación que recorre la historia del psicoanálisis argentino: la de examinar la sociedad e incidir sobre ella. A los 83 años, Ulloa da cuenta de esa experiencia, no porque la atesore en recuerdos sino porque su práctica actual la contiene y le da forma. |
–Un paradigma del síndrome de padecimiento es la cultura de mortificación, que abarca a grandes sectores, donde la queja no se eleva a protesta y las infracciones sustituyen a las transgresiones. La transgresión, que se juega a cara o cruz, puede fundar una teoría revulsiva o revolucionaria, o una ruptura epistemológica. Y funda la fiesta. En la cultura de mortificación, bajo el padecimiento colectivo, no hay más que infracciones. En estos términos bosquejo una clínica de la salud mental: cómo lograr que alguien salga de la resignación, que genera padecimiento, para pasar a la pasión de la lucha. "Pasión" es una palabra de la misma familia pero donde la "c" de "padecer" cambió por una "s", que es de "sufrimiento" pero también de "sujeto". Bueno, yo me dedico a la producción de salud mental en equipos de salud.
–En aquella institución, ¿cómo se concretó su trabajo con el equipo, con la "numerosidad social"?
–El caso de la chiquita fue un "analizador": un punto de discusión suficientemente abarcativo para concitar el interés de todos y suficientemente acotado para que el pensamiento crítico no se pierda en generalidades. Cuando el analizador se va agotando suele aparecer otro, y así se va creando una estructura de pensamiento. El caso de la chiquita, como analizador, conduce a la cuestión de cómo responder en términos comunitarios a la frecuencia de abusos sexuales, incrementados por la miseria, la convivencia promiscua, la sobrevivencia. A menudo los profesionales se limitan a hacer la denuncia policial y esto no resuelve la cuestión: hay miles de denuncias cajoneadas. A partir de este caso, fueron las trabajadoras sociales quienes advirtieron que, en barrios como ése, los abusos no son "delitos privados": son frecuentes, públicos, y la organización atenta de la comunidad es lo que puede ponerles límite.
Ante los grupos, Ulloa no se presenta para enseñar, sino para discernir lo que los sujetos ya saben pero desestiman.
–Mi trabajo con la numerosidad social es producir los que llamo "notables": gente que tiene algo que decir. Yo los identifico en las primeras reuniones. No son los que más hablan, tienen una actitud distante. Me escuchan en silencio, con cierto fastidio, como pensando: "Yo dije mil veces lo que éste que viene de afuera dice ahora, pero no me escucharon". Y tienen razón. No hablan porque se han llamado a silencio. Son distintos: notables. Son los que se cansaron de predicar en el desierto. Siempre existen, siempre los encuentro. En cambio los portavoces, los que enuncian por qué he sido convocado, no dicen más que lo ya reconocido, esas quejas. Entonces yo hago intervenir a uno de los notables: "¿Vos qué pensás de esto que están diciendo?". Y él, con su experiencia allí, que es mucho mayor que la mía, va a decir algo que romperá la situación.
–¿Esta intervención logra modificar las instituciones? Ulloa tardó años en encontrar su respuesta.
–Sucedió que, al pasar el tiempo, me encontraba con gente que me decía: "Yo estuve cuando vos hiciste un trabajo en tal institución...". "Ah, sí, fue un desastre", contestaba yo. "Pero no: la institución no cambió pero varios de nosotros nos organizamos, nos capacitamos y logramos cambios en nuestro sector"; o bien: "Vimos que la institución era refractaria a todo cambio y nos fuimos, fundamos otra institución distinta". El trabajo había tenido efectos, no siempre en las políticas institucionales pero sí en las subjetividades. La numerosidad social es, en última instancia, una fábrica de notables.
–Hace unos momentos usted mencionó un posible incremento de abusos sexuales en relación con la miseria y "la sobrevivencia": esto podría referirse a una de las formas que usted ha discernido en su estudio de la crueldad, la "crueldad del sobreviviente".
–Sí, hay una crueldad del sobreviviente de la destrucción social: él va matando, a la busca de su propia muerte. Personas que habían optado por la delincuencia, al resultar heridas, llegaban a pedir que no se llamara a la ambulancia: "Quiero morir en la calle". El sabe que se juega la vida. Claro, mejor no llegar a toparse con él porque puede ser muy violento: su ética de sobreviviente es la violencia y él sabe que lo espera la cárcel, el hospicio o, si tiene suerte, el cementerio. Hay un concepto psicoanalítico que dice que, en el final de nuestras vidas, nos espera el real de nuestro cadáver: él cotidianamente anuncia cómo su cuerpo ha de ser cadáver.
–En este marco, Ulloa menciona otro de sus "bancos de prueba".
–Una de mis experiencias actuales es el trabajo con Barriletes en Bandada, que organizó la psicóloga Marta Basile en Neuquén. En un lugar que le presta un colegio público, trabaja con unos 60 chicos de seis a once años que todavía no saben leer; viven en condiciones de gran adversidad social, de altísimo riesgo; la escuela común no encuentra la forma de ocuparse de ellos. En Barriletes, además de dárseles el almuerzo, lo cual es esencial, se les propone contar cuentos. Como no saben escribir, Marta los escribe. Los relatos traducen la violencia, los abusos. Ella les explica: "No se puede hacer público un cuento así porque te podría traer problemas con tus padres: entonces, vamos a darle una forma que se llama literaria, que no oculte los hechos pero no te ponga en riesgo". Así, para escribir sus pequeños cuentos tristes, los chicos aprenden a leer y escribir, y muy rápido. Pero no es sólo eso. Esos chicos no tenían noción de propiedad personalizada. Entonces, les ofrecieron ser dueños, cada uno, de un objeto cotidiano, por ejemplo un cubierto: "¡El cuchillo!". No, cuchillo no. Pero sí la cuchara. "¡Mi mamá siempre dice que ella, en la familia, no puede meter cuchara!", dice una nena.
Fernando Ulloa
Fernando Ulloa fue partícipe de la difusión del psicoanálisis en Argentina, nos ha legado experiencias clínicas e institucionales, escritos y avatares disímiles que ha transmitido de maneras diversas y por medio del transcurrir por diferentes ámbitos. Inquieto, comprometido con la política del psicoanálisis, y con la no-relación entre psicoanálisis y política. Trabajó junto a Marie Langer, entre otros colegas contemporáneos –José Bleger, Emilio Rodrigué, Arminda Aberastury-, en los primeros tiempos de difusión de la obra y de la práctica analítica. Asimismo intervino en el movimiento psicoanalítico activamente en sus reformas, y en la creación de nuevos grupos. Había nacido en Pigüé, provincia de Buenos Aires, el 1º de marzo de 1924: murió en Buenos Aires el 30 de mayo de 2008.
|
–Quizá la difícil juntura entre psicoanálisis y salud mental pueda leerse en el apólogo de la nena que, a diferencia de su madre, podrá meter cuchara, porque alguien se la otorgó.
–A partir de esa propiedad personalizada –continúa Ulloa–, los chicos empiezan a cuidar la propiedad pública. Por ejemplo, unos chicos de Barrilete ven que, en el colegio donde se reúnen, un alumno está arruinando algo, un banco con una navaja: se acercan, le dicen que no, que ese banco es de todos. Y llegan a romper ese tabú de las mafias y de los chicos, no denunciar: hay una maestra a quien pueden avisarle para que las autoridades detengan el acto de vandalismo pero bajo el compromiso de que el alumno infractor no sea sancionado. Así se van consolidando pautas culturales distintas, mediante formas de trabajo que excluyen la violencia.
–Tratándose de crueldades, ésa del sobreviviente no es por cierto la peor.
–Hay distintas formas de crueldad. Una es simplemente la del "malo", como lo designa el habla habitual: malo es el que se apodera de la capacidad de decisión del otro. Todos podemos llegar a ser malos. Pero existe también lo que llamo la vera crueldad: la del maligno. Alguna vez me preguntaron por qué no trabajo con torturadores. Un maligno puede pedir análisis, si perdió su confianza o autoestima, o la estima de sus cómplices. Pero mal puede permanecer en un análisis el maligno, que se caga en toda ley, incluso en las normas que presiden un análisis.
–Sin embargo, Frantz Fanon (psiquiatra y militante del FLN en la guerra de liberación de Argelia), en Los condenados de la tierra, refiere haber tratado a torturadores e incluye casos clínicos. La hipótesis del torturador como sujeto no tratable, "maligno", ¿no conlleva el riesgo de dejar en segundo plano la función política de la tortura?
–No corresponde montar una exculpación del torturador; lo que le corresponde son los estrados de la Justicia. Yo empecé a trabajar la cuestión de la crueldad a partir de un peritaje para Abuelas de Plaza de Mayo, en un caso judicial. La pregunta que se nos formulaba a los peritos era: ¿qué consecuencias sufre un bebé cuya madre fue torturada con picana eléctrica cuando él estaba en su vientre, mantenida con vida hasta el parto y luego asesinada? Esa pregunta trazaba el paradigma de todas las crueldades. En rigor, la vera crueldad, la de estos personajes malignos, en realidad es una mentira, porque es mentira el saber cruel: el saber cruel es el que rechaza lo que aparezca como contrario a la propia ideología o pensamiento sobre cómo debe ser el otro; rechaza lo distinto, lo odia, lo discrimina o lisa y llanamente lo elimina. Entonces, podría simplemente decir que tengo demasiado trabajo con las víctimas como para ocuparme del victimario. Podría aducir, y es verdad, mi repugnancia. Pero además, insisto, mal puede un torturador aceptar las leyes que muestran cómo fueron los hechos.
–Otra área de su práctica es la atención de pacientes privados, y algunos de éstos empresarios, incluso importantes, que pertenecen a un sector social al cual sirvieron aquellos torturadores. En estos tratamientos, ¿se hace presente lo político? Y si es así, ¿de qué manera?
–Para que haya psicoanálisis, debe haber un deseo de escuchar a alguien y también es necesario que alguien demande ser escuchado por ese psicoanalista. El psicoanalista pone en juego la ética del deseo, balanceada por la ética del compromiso: si sólo pone en juego la ética del deseo, va al muere, termina frito como Edipo; pero si sólo trabaja por la ética del compromiso, si no hay deseo, se muere por aburrimiento. Uno de mis pacientes era un empresario bastante exitoso, buena persona, dedicado a causas gremiales en su área, que era amigo de un sindicalista en ascenso. El empresario me pagaba un honorario respetable, el más alto que yo cobraba en ese momento. Yo tengo un honorario que llamo "del Conicet": si viene un becario del Conicet, paga 60 pesos, aunque yo puedo cobrar cuatro veces más. Bueno, me vino a ver ese sindicalista. Al terminar la entrevista, le digo: "Bueno, hablemos de los honorarios...". Y él: "... Pero yo sé cuáles son sus honorarios: a mí me manda Fulano, yo sé lo que él paga". Ingenuamente exclamé: "Pero usted es sindicalista". "Me cagó", contestó el tipo. Nos despedimos y nunca más volvió. Fue como si yo, inesperadamente, hubiera planteado cuál era su problema: no todo era santo en él.
–Desde principios de los ’60, Ulloa estuvo ligado a la Carrera de Psicología de la UBA.
–Cuando me propusieron dar un seminario sobre grupos operativos, la carrera todavía funcionaba en el rectorado de la UBA. Se anotaron 80 personas. Teníamos reuniones plenarias y yo promovía que, en determinados momentos, nos quedáramos en silencio, pensando en algo que había sido particularmente interesante. En una situación así, entra Risieri Frondizi, el rector de la Universidad: nos ve, todos callados; no había hojas en los pupitres, no estaban dando examen escrito: "¿Qué está haciendo, profesor?". "Estamos pensando", le contesto. El, al irse, irónicamente dice: "¿...En la universidad?". Después me ofrecieron la cátedra de Clínica de Adultos. Renuncié en 1966, después de la Noche de los Bastones Largos, y volví a principios de los ’70. Advertí que había muchos diversos pequeños fraudes por parte de los alumnos: gente que se presentaba con el documento de otro para dar examen, esas cosas. Y decidí hacer asambleas clínicas: no quería una actitud policial, sino un debate público sobre qué quiere decir, en una carrera universitaria como Psicología, el fraude. En esas asambleas, además de enfrentarse la cuestión del fraude, se empezó a poner a punto lo que hoy llamo la numerosidad social. Eran centenares de alumnos, en el Aula Mayor, desde las dos de la tarde hasta la noche. Aprendían clínica de adultos porque ellos mismos eran objeto de la clínica; se observaban como comunidad. Yo les decía: "Vengo del hospital, para preparar gente que le interese trabajar en instituciones públicas". De allí salieron muchos que fueron a trabajar a hospitales, venían familiares, era casi una fiesta.
–Pero si las fiestas se fundan en la transgresión, las de esa época estaban bajo vigilancia.
–En la asamblea clínica había un tipo, el marido de una alumna, que tenía algo raro: "¿Dónde trabajás?", le pregunté. "Soy funcionario público." Estábamos en 1972. Vi que la mujer le hacía un gesto. Al terminar la reunión, él se acercó. "Soy cana", confesó. Lo mandaban para observar lo que hacíamos. "Pero nunca dije nada en contra suyo..." Yo le agradecí su franqueza pero le dije que iba a plantear en la asamblea clínica lo que me había contado. No volvió más. Después vino la dictadura, yo me exilié en Brasil, volvió la democracia, volví del exilio y un día, frente a una embajada, escucho: "¡Tordo! ¡Tordo!, ¿se acuerda de mí?". "¿Qué hacés acá?" "Mi mujer me dejó y yo salí de la cana, ahora trabajo como custodio." "Estás en la misma..." "Es que me hice alcohólico. Tiene que darme una mano para salir de esto." "Sí, claro." Después de varias entrevistas lo encaminé a un grupo de Alcohólicos Anónimos. Superó el alcohol y cambió de trabajo: se hizo taxista. Cada tanto me ve por la calle y me saluda: "¡Tordo, tordo...!"
Fuente: Página/12, 23/04/07
|
|
|
|
De: albi |
Enviado: 10/04/2014 10:21 |
Nueva propuesta de articulación entre psicoanálisis y marxismo
"Lo imposible no cesa"
"Marx no discriminó quiénes son los ricos y quiénes son los amos. Lacan sí los diferenció, y la diferencia es muy importante", sostiene el autor de esta nota, que procura reencauzar la articulación entre psicoanálisis y marxismo a partir de una pregunta: "¿Cuál es mi valor para el otro?".
Por Sergio Rodríguez *
El capital, de Karl Marx, es el mejor análisis existente de la lógica capitalista. Lo fundamentó en su teoría del valor. Jacques Lacan, por lo menos a partir del seminario El revés del psicoanálisis, hizo explícitamente suyas las aseveraciones de Marx sobre el valor. Creo que también hizo suyos los criterios marxistas sobre las condiciones objetivas para las crisis sociales: el conflicto entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Y creo que por eso dijo Lacan (en "Radiofonía y televisión"), que Marx fue el primero que discernió el síntoma. En cambio, Lacan fue irónico sobre la creencia en la revolución, diciendo que era una vuelta de 360 grados, que volvía al punto inicial.
Desde muy temprano, Lacan planteó que una pregunta funda al hablante ser en el lazo social: la pregunta por el reconocimiento del otro. ¿Qué quiere el Otro de mí? ¿Qué me quiere? ¿Qué soy para el Otro? ¿Qué soy en el Otro? Es una pregunta clave. Uno se la hace todas las mañanas, todas las noches, todos los días. Es realmente nodal por una razón muy sencilla: el ser parlante no puede funcionar de una manera relativamente pasable si no es en vínculos sociales. Por lo tanto, siempre tiene que estar preguntándose qué quiere el otro de él y qué es él para el otro. Esas preguntas las reduzco a una: ¿Cuál es mi valor para el otro? E, invertido el mensaje: ¿Cuál es el valor del otro para mí? Las parejas se sostienen o se separan en función de esa pregunta. Si el otro vale para mí lo suficiente, voy a hacer todo lo posible para que no se vaya de mi lado. Si yo valgo para la otra lo suficiente, ella también tratará de hacer lo posible para que no me vaya de su lado. En el momento que ese valor cae, se acabó la pareja. Claro que las cosas no son tan sencillas. Un concepto fundamental de Freud es el de sobredeterminación. El síntoma tiene múltiples determinaciones, y no somos otra cosa que productos sintomales. Pero la estructura del lenguaje instala aquella pregunta como clave para subjetivarse, aunque no llegue a enunciarse en la conciencia.
Esa pregunta por el valor se refiere a los deseos y a los límites de los goces. De ahí que, también, sea pregunta clave en la economía política. Subtiende el esfuerzo para que el ser parlante funcione en lazos sociales, en relación con sus deseos y sus goces. Por eso éste lógicamente es un homo eroticus. Como consecuencia: mercator, faber, sapiens. En castellano: a partir de su erogeinización y juegos en la primera infancia, será luego, con mayor o menor grado de sublimación, mercader o fabricante; lo cual le exigirá buscar saber. Pero con punto de partida en el deseo de comerciar. No puede vivir por fuera de comerciar lo que producen otros y él mismo, sea como vendedor o como comprador. Aunque imaginariamente esto aparezca invertido, no se comercia para vender lo fabricado, sino que se fabrica a partir de las exigencias de comerciar. Por las faltas, por las carencias, por los plus. Podemos suponer al homo erectus prehistórico, intercambiando en los núcleos familiares: desde el amamantamiento y la sonrisa entre madres y cachorros, hasta utensilios, frutos recolectados, los productos de la pesca y de la caza. Gozamos canjeándolos, usándolos, haciéndolos.
Entonces, el sector llamado secundario de la economía, comercio y servicios, es por lo menos tan importante como el primario, la producción. Creo que Marx subestimó y en cierta manera despreció el comercio, lo cual generó condiciones para que los socialismos reales se fundamentaran en una organización piramidal planificada y centralizada del intercambio. Consecuencia: arrasamiento de deseos y goces de los sujetos. Resultado: se inutilizaron sus economías y volvieron al capitalismo.
Ricos, amos y parásitos
Goce, en la nomenclatura propuesta por Lacan, no quiere decir placer; tampoco, sufrir; sino sentir el cuerpo, sea por el placer o por el sufrimiento. Y Marx decía: "A lo largo del proceso de trabajo, éste se trueca constantemente de inquietud en ser, de movimiento en materialidad" (El capital, T. 1, cap. V). Si hay alguien que siente el cuerpo es el trabajador. Como sostenía Marx, los amos se quedan con una plusvalía que produce el trabajador. Pero a Marx –muy enlazados aún sus ideales con los de la Revolución Francesa– le quedó afuera una función. No discriminó amos de ricos. Lacan sí los diferenció, en El revés del psicoanálisis, y la diferencia es muy importante. No siempre el amo es rico, no siempre el rico es amo. Se puede ser rico y no ser amo: se puede ser parásito, vivir de rentas heredadas. El amo, en cambio, arriesga su capital. Hay unos más aventurados que otros, pero se desloman para que su empresa salga adelante en el mercado. No idealizo a los amos. Alguien que, como suele decirse, viene de abajo y que trabaja cerca de la cúspide de una de las corporaciones más importantes de la Argentina, recordaba cuando, en su infancia, la principal preocupación en su familia era cómo llegar a fin de mes con dinero para comer. Lo recordaba después de haber participado en discusiones de la plana mayor de la corporación, sobre cómo harían ese mes para tener dos puntos más de ganancia que la principal competidora. El tema no era ni siquiera tener más plata para reinvertir, sino, ese fin de mes, quién la tendría más larga... quién se llevaría el valor fálico como trofeo. Pero la mayoría de los trabajadores no se proponen ser amos. Prefieren vivir tranquilos bajo la protección del patrón. Ilusión poco afortunada, como lo mostró el 2001 en la Argentina, cuando muchos se encontraron de golpe sin patrones, sin paraguas...
La renegación de la función del agente en tanto amo lo llevó, como a los anarquistas y al resto de los socialistas, a suponer que podían funcionar sociedades sin amos. Apostaron a educar la conciencia de los trabajadores, se ilusionaron con que los obreros pasarían de ser una clase "en sí" a una clase "para sí". El descubrimiento, por Freud, de la función del inconsciente, y, por Lacan, del ser hablante atrapado como objeto, desnuca esa ilusión. Los anarquistas no llegaron a instituir nunca alguna sociedad trascendente que funcionara con mínimos niveles de eficacia. A los comunistas los amos les volvieron rápidamente desde lo real de sus propias burocracias.
El deseo de Marx
Marx planteó en los comienzos de su obra mayor: "La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos. Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción" (El capital, T. 1, cap. I). Esta definición coloca a la mercancía en el cruce entre deseo y goce. El valor de uso de una mercancía depende del servicio que preste a quienes la adquieran. Servicio no sólo práctico, sino también por el lugar que ocupe en las fantasías, más allá y más acá de sus necesidades. Probablemente ésta de Marx fue, antes de Freud, la descripción más aproximada de deseo y goce y de su soporte en fantasías. Marx llegó a ella definiendo mercancía y valor de uso.
Actualmente se venden obras de arte por muchos millones de dólares. ¿Por qué llegan a ese precio? ¿Por el trabajo socialmente acumulado, como diría Marx? Sí, si incluimos el deseo del Otro. Deseo que se despierta en quien, causado por él, demanda y, teniendo condiciones de posibilidad, paga por el original. Entonces, incluyo en la facturación no sólo al agente actual y sus trabajadores, sino también al deseo, el goce y las condiciones de posibilidad del demandante. En los ’90, los economistas reconocieron que la demanda podía ser sugerida por la oferta. Invirtieron la suposición imaginaria habitual de que algo se demanda porque es necesario. Promovieron ofertas elaboradas a través de estudios cuanticualitativos de mercado para imponerlas a través de la publicidad. Recordemos cuántos aparatos, con enorme cantidad de funciones que no usamos nunca, hay en nuestras casas. Esos señores tuvieron razón. Supieron engendrarnos la demanda, llevándonos a renegar de la castración a través del goce de poseer algo que no usaremos pero que nos hace suponer completos.
Q Extractado del trabajo "Herramientas del psicoanálisis, para la cultura y las políticas", parte de un libro en preparación que su autor dedica a la memoria de, entre otros, "Adolfo Rotblat, Carlos Mugica, Atilio López, Roberto López, Lucho Aguirre, Enriquito Grinberg, el Negro Quieto, Marcos Osatinsky, Eduardito Marino, Sergio Schneider, Huguito Goldman, Marcelo Kurlat, Marina Malamud, el Gallego Fernández Palmeiro, René Salamanca, Jorge Julio López y tantos otros miles, asesinados por tratar de lograr una sociedad mejor".
el ortiba |
|
|
Primer
Anterior
2 a 10 de 25
Siguiente
Último
|
|
|
|
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|