Aunque fue restaurada recientemente, ninguna otra calle habanera logra mostrar mejor la debacle de más de medio siglo.
Denominada oficialmente Avenida de Italia desde 1917, todos la conocen como la calle Galiano. Debe su nombre a don Martín Galiano, ministro interventor en las obras de fortificación de la ciudad.
Fue la primera gran calzada transversal que sustituyó un camino que unía, a través de puentes y alcantarillas, el viejo Camino del Arcabuco (San Lázaro) con el de San Luis Gonzaga (Reina). En el lugar donde comienza, existieron unas canteras que aseguraron las piedras para construir las primeras edificaciones de La Habana.
En 1860 era ya la más hermosa calle de la ciudad por sus edificios de buena construcción, muchos de dos pisos, con amplios portales de columnas, donde las familias en las tardes se sentaban a conversar. Junto a la iglesia de Nuestra Señora de Monserrate, se encontraba la residencia de los condes de Buenavista, ocupada después por el periódico El País, hasta su traslado al edificio propio que se construyó en la Calzada de Reina. Sobre la calle Zanja existieron un baño público y el Puente de Galiano.
Pronto se transformó en una calle eminentemente comercial, siendo durante la época republicana la más importante y elegante de todas, con las mejores tiendas por departamentos, joyerías, locerías, etcétera.
Comienza en el Malecón, con el edificio del Hotel Deauville, construido en los años 50 con un 50% de inversión canadiense, y cuyos equipos del salón de juegos fueran lanzados a la calle y destruidos en algunos actos vandálicos del primer día del año 1959. Después de nacionalizado comenzó a depauperarse, y últimamente ha sido remozado para obtener divisas del turismo.
Cruzando San Lázaro existían algunos comercios para la venta de mascotas, preferentemente aves, hoy desaparecidos. En Galiano y Lagunas funcionaba el café Las Villas, y en la esquina de la calle Virtudes, en el número 164, el hotel Lincoln, un establecimiento tranquilo que se hizo famoso porque en él se produjo en 1957 el secuestro del as del volante argentino Juan Manuel Fangio, noticia que en ese momento recorrió el mundo.
A continuación, por esa misma acera, se alzan edificaciones venidas a menos, incluyendo la que perteneciera a los condes de Buenavista y la iglesia de Nuestra Señora de Monserrate, que aparece como una isla en medio de un entorno decadente. Enfrente, los locales que pertenecieron a la tienda de ropa deportiva Cancha, en el número 205, y a Miralda, en el número 213, un comercio dedicado a la venta de equipos electrónicos y de discos con grabaciones musicales.
Más adelante, el local de la famosa cafetería El Camagüey, donde se ofertaban exquisitos batidos de frutas naturales. Viene después la cuadra de Galiano entre Concordia y Neptuno, donde en 1880 estuvo la Sociedad de Recreo de la Colonia Catalana en Cuba. Un edificio que tuvo muchas vidas sucesivas: se convirtió en la Sociedad Gallega Aires de Miña Terra; en 1899 en el Teatro Cuba, que ofrecía piezas del género vernáculo; en 1908 en El Molino Rojo, con piezas del género picaresco, zarzuelas y cortos del cine mudo; fue en 1923 el Teatro Cubano, que presentaba obras cubanas; en 1927 el Teatro Regina, que también proyectaba algunos cortos y películas mudas entre sus variedades (allí estrenó Rita Montaner la zarzuela Niña Rita con la canción "Mamá Inés"); fue cerrado en 1930 y, a partir de 1936, abrió allí sus puertas Radio Cine con 2.600 capacidades.
Por último, en ese lugar tradicionalmente dedicado a la farándula, en 1941 se construyó, respetando el local del Radio Cine e integrándolo a la nueva edificación, el imponente edificio América, de 10 pisos y con más de 70 apartamentos, que en realidad se llama edificio Rodríguez Vázquez, en honor al padre de su propietario. El hermoso cine-teatro América construido en los bajos, de 1.770 capacidades y elegante diseño Art Déco, tuvo como primera proyección cinematográfica El cielo y tú, interpretado por Bette Davis y Charles Boyer, y un primer show donde se presentó Pedro Vargas. Allí fue estrenado el filme Casablanca, y actuaron figuras como Lola Flores, Libertad Lamarque, Tito Guízar, el trío Los Panchos y, en 1950, Josephine Baker. Hoy está dedicado a ofrecer variedades musicales.
El local de Radio Cine, absurdamente bautizado después Jigüe, fue transformado en 2002 como la actual Casa de la Música Habana. En los bajos del mismo edificio se encuentra la cafetería América, en su tiempo magnífica y regenteada por chinos, y hoy decadente, como todos los comercios estatales. En la acera de enfrente, la original edificación forrada de celosías que, cuando se construyó en los 50, todos llamaron "La Colmena", dedicada a un parqueo vertical y, en su planta baja, a joyería y cafetería, hoy convertido en un taller de mecánica automotriz, utilizando su rampa de acceso al piso superior y, continuando, en el número 307 la tienda La Isla y una pequeña sala de teatro en un segundo piso, hoy desaparecida.
En la esquina de Neptuno, la importante tienda por departamentos La Época, donde cada año los clientes "hacían su agosto", inaugurada en 1927 y, después, totalmente modernizada. Tapiadas hoy sus vidrieras centrales con puertas metálicas de corredera ante el temor a los robos en una zona de elevada marginalidad, actualmente la tienda más grande de Galiano pervive sin sus escaleras rodantes, teniendo que utilizar los clientes una estrecha escalera lateral para subir y bajar, y con servicios sanitarios fáciles de ubicar por el mal olor que despiden.
A continuación, se alza una edificación en estado crítico donde antes hubo un hotel y el terreno donde se encontraba la también tienda por departamentos La Ópera, "la esquina del ahorro", construida en 1877, desaparecida desde hace años por derrumbe. Enfrente, queda una antigua locería convertida en una tienda de venta de productos industriales y artesanales en moneda nacional, oscura, sucia y desabastecida, de la que fuera la hermosa peletería California "a los pies de usted". Y están las ruinas del bar Encanto, en la esquina de San Miguel, antes con sus puertas abiertas las veinticuatro horas del día y su espacio demarcado con jardineras de arecas con anuncios de la cerveza Cristal. Allí se disfrutaba de buenos sándwiches y de uno de los cafés con leche y pan de flauta con mantequilla mejor preparados de La Habana. Y en las mesas de mármol y las sillas vienesas ocurrían tertulias políticas y culturales en las noches habaneras, tanto en verano como en invierno.
Lo que queda de El Encanto (y de otras tiendas)
Cruzando San Miguel, aparece el parque construido donde se encontraba la tienda por departamentos El Encanto, establecida en Guanabacoa en 1888 y luego trasladada a Compostela y Sol, hasta ubicarse en esta manzana con un magnífico edificio, donde "don julio" hacía ventas fabulosas cada año. Era la tienda más lujosa de La Habana, lugar preferido de las personas pudientes para hacer sus compras, destruida por un incendio en 1961.
Enfrente, en el número 352, El Bazar Inglés era otra tienda por departamentos, de corte antiguo, con vidrieras con marcos de madera y mesas rústicas para cortar las telas, hoy devenida un oscuro comercio de telas, generalmente desabastecido. A continuación, en el número 358, la Casa Quintana, una importante tienda de regalos y joyería convertida en un despojo, y el Ten Cents, ubicado en 1924 en San Rafael y Amistad y, a partir de 1937 en este emplazamiento, donde primero estuvo El Boulevard y después La Casa Grande.
Era, sin dudas, el más visitado de los comercios de su tipo en La Habana. Y quizás lo más memorable del lugar era su magnífica cancha, que ofertaba exquisitos club sándwiches, pies de limón y de fresa y otras especialidades. Una cancha siempre congestionada, donde había que esperar, situándose detrás de ella, a que se vaciara una banqueta, para ocuparla y ser atendido. Hoy el local, después de dejarlo destruir, ha sido reconstruido y convertido en una tétrica tienda con fachada de mármoles negros, sin vidrieras, que más bien parece un mausoleo, donde usted es observado continuamente por cámaras y empleados si se decide a entrar, además tener precios elevadísimos. Y lleva este nombre: Trasval.
Después de San Rafael, una de las esquinas de más movimiento en La Habana, la peletería donde se vendía el calzado de la marca Florshein y, a continuación, la otra gran tienda por departamentos que competía con El Encanto: Fin de Siglo. Esta tienda, establecida en 1897, construyó en este lugar un magnífico edificio de varios pisos con entradas y salidas por Galiano, San Rafael y Águila. Una vez intervenida, comenzó a decaer hasta convertirse en un comercio de venta de artículos en desuso en su primera planta, y las dos restantes transformadas en albergues para damnificados por derrumbes de sus viviendas. La situación se mantiene hasta nuestros días.
En el lugar en que se encontraba la tienda de regalos exclusivos Le Trianon en el número 405, después de su derrumbe y demolición —donde desaparecieron todos los mosaicos de Talavera que cubrían su fachada— hoy, con el mismo nombre irónicamente forjado en cabillas, venden sus creaciones algunos artesanos. Más adelante, ya en la esquina de la calle Barcelona, el local de la colchonería Komfort, donde se vendían los colchones Beauty Rest de Simmons, y que fue transformado en una barbería colectiva, donde usted llegaba, solicitaba un turno, pagaba, le entregaban un ticket y lo atendía el barbero que le cayera en suerte, sin tener en cuenta su preferencia.
En la acera de enfrente, a partir de San Rafael, estuvo el café La Isla, famoso por sus helados; en el número 402, Flogar, una moderna tienda por departamentos, hoy totalmente venida a menos; la peletería Picanes en el número 416; y la importante Joyería Riviera en el número 456, representante en Cuba de los relojes Rolex y Patek Phillipe, hoy triste sombra de lo que un día fue. Venían a continuación una armería y cuchillería que ya no existe, y la cafetería al llegar a la calle Zanja, en los bajos de un viejo edificio.
Enfrente, comercios que fueron demolidos y actualmente una aglomeración de kioscos en el espacio que estos ocuparon, donde se venden diferentes tipos de artículos, algunos relacionados con la cultura china, teniendo en cuenta que se encuentra dentro del perímetro del llamado Barrio Chino de La Habana.
Después de Zanja, algunos comercios, lo que fue la tienda Albión, ya en Dragones, y el parqueo donde estuvo la Plaza del Vapor, un mercado público que desde 1818 abastecía con productos del agro a esta parte de la ciudad, y que fue reconstruido en 1836 como un gran edificio con arcadas de sillería, altas bóvedas, bellos antepechos y una fachada monumental hacia la calle Galiano, recibiendo entonces el nombre de Mercado de Tacón, en honor al entonces Capitán General, aunque los habaneros continuaron denominándolo Plaza del Vapor, por el cuadro del vapor Neptuno existente en la fonda que daba para este lado.
En 1918 dejó de ser mercado de abasto y consumo y fue ocupado por pequeños comercios de frutas, mariscos, zapatos, sombreros y venta de billetes de la lotería en su planta baja, mientras los pisos altos se dedicaron a viviendas En la otra acera, en el número 502, estaba la locería La Vajilla, hoy dedicada a la compraventa de muebles antiguos; la tienda El Arte, especializada en materiales para artistas plásticos, hoy clausurada; al igual que La Borla, una tienda de artículos de costura. Y le siguen otros comercios y viviendas: la famosa dulcería y panadería El Bombero, actualmente un depauperado Sylvain; un Foto Service y la peletería La Defensa, que en su tiempo fue importante.
Una calle a la espera
Durante los años 50, la calle Galiano era la arteria comercial más elegante de la ciudad, compitiendo con ella solamente la vecina calle de San Rafael, luego de que sus aceras fueran fundidas en granito blanco con dos franjas sinuosas de color verde, que se extendían desde Galiano hasta el Paseo del Prado, demolidas en los años del socialismo, para convertir el tramo en un sucio boulevard, grasiento por la venta de comida rápida o chatarra que, en nuestro caso, sería mejor llamarla metralla.
Durante el horario de ventas, de 8 am a 12 am, y de 2 pm a 6 pm, el movimiento de personas era continuo y masivo en Galiano. Por las noches, sus vidrieras engalanadas e iluminadas atraían las visitas de las familias habaneras. En época navideña, toda la calle se adornaba con profusión de motivos alegóricos, guirnaldas y luces de colores. Muchos de estos adornos, verdaderas obras de arte, se guardaban en los almacenes de los comercios para ser utilizados nuevamente.
En uno de los muchos raptos de extremismo de las autoridades, cuando se pretendió borrar las navidades de la tradición cubana, esos adornos fueron enviados en camiones al basurero municipal de Cayo Cruz y destruidos, pasándoles por encima un buldózer.
Se escuchaban también villancicos en Galiano, emitidos por los altoparlantes colocados en los postes y dentro de los comercios, y se respiraba el olor a resina de los pinos recién cortados, traídos de Estados Unidos y Canadá, para adornar los comercios y los hogares, así como el olor de las castañas que se asaban en las esquinas, y el de las manzanas acarameladas que se ofertaban en el portal del Ten Cents.
Hoy todo eso es pasado. Recientemente han reparado sus sistemas de electricidad, teléfono, gas, acueducto y alcantarillado, con las deficiencias propias de los trabajos que ejecutan las empresas estatales. Han maquillado sus fachadas con mucho colorete, y colocado luminarias del alumbrado imitando a las antiguas, pero todo se encuentra a años luz de la calle que fue.
Sin los importantes comercios que la caracterizaban, convertidos algunos de sus locales en albergues provisionales y muchos en precarias viviendas, hoy con ventas particulares a la puerta o a la ventana, y sobreviviendo sus inquilinos entre ilegalidades, hace tiempo que Galiano dejó de ser la calle más elegante, e incluso la más comercial. Como otras muchas calles, parece encontrarse en espera de la inversión y la iniciativa privadas, que le aseguren tiempos mucho mejores que los sufridos bajo este socialismo.