EL PAIS › COMO ABUELAS DE PLAZA DE MAYO Y SU CAUSA INFLUYERON EN LA PROTECCION DE LOS DERECHOS HUMANOS
Abuelas del mundo
En dictadura, el reclamo de restitución de los nietos robados fue parte de la protesta internacional. El papel de Nchama. Carter y Vance. El derecho a la identidad en la Convención de Derechos del Niño, con Alfonsín. Kirchner y la Convención sobre desapariciones. Opinan Taiana, Filmus, D’Alotto, Despouy, Tex Harris, Palhares y Di Santo.
Por Martín Granovsky
epigrafe
Un luchador por los derechos humanos fue decisivo en la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo. En 1982, Cruz Melchor Eya Nchama, de Guinea Ecuatorial, prestó su organización para que por primera vez el reclamo por los nietos robados pudiera ser oído en las Naciones Unidas.
Nchama era el líder del Movimiento Internacional para la Unión Fraternal entre las Razas y los Pueblos, reconocido por la ONU.
“Los representantes de la dictadura en Ginebra les prohibían a las Abuelas hablar como tales en la Comisión de Derechos Humanos y el Movimiento les dio un lugar”, recordó el embajador Alberto D’Alotto, actual representante argentino ante los organismos internacionales en Ginebra. D’Alo-tto estaba entonces exiliado en París. Con la democracia recuperada ingresó en la carrera diplomática y llegó a ser vicecanciller con el actual ministro Héctor Timerman.
El 6 de junio último, Nchama fue condecorado con la Orden de Mayo.
“Gracias a su activismo, Cruz Melchor logró llevar la voz de las Abuelas de Plaza de Mayo ante la Comisión de Derechos Humanos, antecesora del actual Consejo de Derechos Humanos”, dijo Timerman en la ceremonia de condecoración. “De esta manera sumó su nombre al de otros que participaron desde el interior mismo de las Naciones Unidas en sus esfuerzos de lucha contra las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en nuestro país.”
Nacido en 1945, Nchama fue siempre tan activo en la denuncia histórica del esclavismo como en la lucha contra la ablación genital de mujeres en Africa.
La relación entre los movimientos antirracistas y otros movimientos es una tradición en la historia de la lucha por los derechos humanos.
En 1957 Martin Luther King formó la Conferencia de Líderes Negros del Sur sobre el Transporte e Integración No Violenta para pelear contra la segregación en el transporte público, y en 1960 la masonería de Atlanta le dio cobijo en el Templo Prince Hall. Desde allí lideró el movimiento hasta que lo asesinaron en 1968.
Antes del acto solidario de Nchama, “el primer precedente es la denuncia de Chicha Mariani a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 1977 por la desaparición de su nieta, Clara Anahí Mariani”, relató a Página/12 el ex canciller y actual legislador Jorge Taiana. “Si bien esta denuncia tuvo gran importancia para el futuro de la búsqueda de los nietos y nietas apropiados, en esa época no alcanzó repercusión externa. Pero al año siguiente, la CIDH se pronunció sobre el caso de Clara Anahí Mariani (Resolución sobre el Caso 2553) y condenó al Estado argentino como responsable por la violación del derecho a la libertad, la seguridad y la integridad, le solicitó la devolución de la niña Clara Anahí a su familia. Este importante precedente dio a la desaparición de nietos una comprobación internacional y una relevancia que incrementó el interés y la difusión.”
Neologismo
Las Abuelas sensibilizaron también a muchas fuerzas políticas de Europa. Donato Di Santo conoció a Estela Carlotto cuando era un militante interesado en América latina dentro del entonces Partido Comunista Italiano, hoy Partido Democrático. “El tema de los chicos robados salió a la luz masivamente en Europa después de la caída de las dictaduras”, dijo desde Roma ante la consulta de Página/12. “Pero yo me enteré del tema antes, por boca de la propia Estela.”
Agregó Di Santo que “los de-saparecidos, en Italia, causaron en los partidos políticos una tremenda impresión, una tremenda angustia, un tremendo rechazo”. Y explicó: “Hasta se crea una suerte de neologismo. En italiano la palabra desaparecido no existe. La traducción literal sería scomparso. Pero, en realidad, todos utilizan el término ‘desaparecidos’. Entró en el idioma italiano”.
Daniel Filmus, ex ministro de Educación, ex senador y actual secretario sobre Malvinas en la Cancillería, recomendó no olvidar la fecha del 22 de octubre de 1977, cuando se creó la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. “Después de iniciar su búsqueda en soledad, porque el miedo instalado en la sociedad condicionaba la actitud hacia las familias directamente afectadas en la etapa más dura de la represión ilegal ejercida por la última dictadura militar, una mujer se apartó de la ronda que realizaban las Madres de Plaza de Mayo y preguntó: ‘¿Quién está buscando a su nieto, o tiene a su hija o nuera embarazada?’. Una a una fueron saliendo. En ese momento, 12 madres comprendieron que debían organizarse para buscar a los hijos de sus hijos secuestrados por la dictadura. En principio se bautizaron como Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos y más tarde adoptaron el nombre con que el periodismo internacional las llamaba: Abuelas de Plaza de Mayo.”
La historia a la que alude Filmus incluye a las dos primeras presidentas de la organización: Licha Zubasnabar de la Cuadra y María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha.
“Las Abuelas se pusieron a preparar un documento con los casos de niños desaparecidos y mujeres embarazadas para entregarle a Cyrus Vance, secretario de Estado de los Estados Unidos, cuya visita a la Argentina estaba prevista para noviembre de 1977”, historió Filmus.
El 20 de enero de ese año había asumido el demócrata James Carter. “La administración de Carter mostraba interés por esclarecer las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la dictadura”, dijo Filmus. “Vance concurrió a un acto y las mujeres lograron atravesar la seguridad y entregarle el documento.”
Los casos de Tex
En Buenos Aires ya era clave el papel del entonces consejero político Tex Harris. Llegó a la Argentina en junio de 1977 a los 38 años para encargarse de tres temas, dos oficiales y uno extraoficial: el Beagle, las Malvinas y los proyectos nucleares secretos de la dictadura. Pero muy pronto se hizo cargo de las denuncias por violaciones a los derechos humanos. Abrió las puertas de la embajada de los Estados Unidos y construyó un fichero con los casos que todos los días le denunciaban los familiares de los secuestrados. Antes de la constitución de Abuelas, ya tenía indicios sobre el robo de chicos pero no pruebas porque la clandestinidad del Estado argentino dificultaba la obtención de datos. Sin embargo, muy pronto, por la información de abuelos y abuelas, supo que había niños robados.
Harris, que aún sigue muy activo y también fue condecorado por el gobierno argentino como Nchama, relaciona a Estela de Carlotto con un hecho importante ocurrido en plena democracia. En el 2000, con el apoyo del entonces canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, la presidenta de Abuelas pidió desclasificar datos de los archivos norteamericanos. Elevó la petición a la entonces secretaria de Estado, la demócrata Madeleine Albright.
“Comparto la angustia por un tema que no puede darse así nomás por terminado”, fue la frase exacta que usó Albright durante una visita a la Argentina. El tema eran los desaparecidos.
“Queremos pedirle que su palabra sirva para que el gobierno argentino ponga esfuerzos para que se esclarezca el genocidio, aunque el jefe del Ejército lo desconozca y pretenda interrumpir los procesos judiciales y el poder político no le ponga freno”, dijo Estela. Fue entonces cuando la secretaria de Estado habló de los desaparecidos y prometió ocuparse de la desclasificación de nuevos documentos para que sean accesibles al público.
“Responderemos al pedido”, dijo mirando a Carlotto y a Carmen Lapacó, de Madres Línea Fundadora. “No sé qué información existe en el Departamento de Estado, pero al volver haré un esfuerzo por contestarles. Por razones humanitarias (recuerden que soy ambas cosas: madre y abuela) entiendo el planteo y quiero resolverlo. Y también se lo voy a contar a Hillary Clinton, de quien soy amiga.”
“Madeleine cumplió y el gobierno empezó una gigantesca desclasificación que ayudó muchísimo a las investigaciones en toda América latina”, dijo Harris.
Cerca del Nobel
En el 2000 las Abuelas ya llevaban más de veinte años viajando y haciendo contactos en todo el mundo. “En la ONU, en Amnistía Internacional, en la OEA”, dijo Filmus. “En todos lados. Nunca se cansaron.”
Para D’Alotto, “la cuestión de los desaparecidos es un triste privilegio argentino que irrumpió como un fenómeno gravísimo de violación a los derechos humanos en la Comisión de Derechos Humanos también en 1980, con la creación del Grupo de Trabajo sobre desapariciones forzadas de Naciones Unidas”. El grupo fue el encargado de investigar los secuestros.
“Ciertamente el delito se había cometido en otros lugares en América latina, pero por la masividad que tuvo en nuestro país tenía una impronta indudablemente argentina”, dijo D’Alotto.
Leandro Despouy, que también estuvo exiliado, luego fue encargado del área Derechos Humanos en tiempos de Alfonsín y hoy preside la Auditoría General de la Nación, dijo que “ya para la campaña contra la dictadura durante el Mundial del ’78 estaba instalada en el exterior la conciencia de que las tétricas desapariciones de personas incluían algo más siniestro todavía, como el robo y apropiación de las criaturas por parte de los propios represores”.
“También lograron repercusión en Brasil, donde el Comité de Defensa de los Derechos Humanos para los Países del Cono Sur (Clamor), dependiente del Arzobispado de San Pablo dirigido por el cardenal Paulo Evaristo Arns, instrumentó acciones concretas frente a la violación de derechos humanos en la región”, recordó Taiana.
El ex canciller 2005-2010 indicó que con ayuda de Amnistía Internacional las Abuelas impulsaron “un petitorio internacional firmado por miles de personas así como por personalidades como Simone de Beauvoir, Costa Gavras y Eugene Ionesco, y tras estas acciones, numerosas organizaciones comenzaron a difundir información sobre la situación de los niños desaparecidos”.
Precisó Taiana que el 31 de julio de 1979, Clamor, con la colaboración de las Abuelas de Plaza de Mayo, identificó a los primeros niños desaparecidos, Anatole y Victoria Julien Grisonas, “quienes habían sido abandonados en una plaza de Valparaíso y adoptados de buena fe por una familia chilena”. Las Abuelas se reunieron con la familia adoptiva “y aceptaron que los niños permanecieran con sus padres adoptivos en estrecho contacto con su familia biológica”.
En 1979 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos realizó su visita de inspección a la Argentina, “durante la cual recibió más de cinco mil denuncias sobre violaciones a los derechos humanos perpetradas en el marco de la dictadura militar”. Taiana sostiene que “gracias a la visita de la Comisión y las denuncias, el tema de los nietos y nietas apropiados, adquiere particular relevancia, y luego, en su informe sobre la visita in loco, aprobado y publicado en 1980 la CIDH se pronunció nuevamente sobre el tema”.
Taiana subrayó que “durante el período de transición y retorno a la democracia, el informe de la Conadep y el Juicio a las Juntas marcaron hitos en la comprensión colectiva de la dimensión y el impacto del terrorismo de Estado y la comisión de los crímenes de desaparición forzada y apropiación de menores recién nacidos”. Y agregó: “El informe y el Juicio tuvieron un impacto decisivo, tanto en la Argentina como en América latina y el resto del mundo. La posterior sanción de las leyes y decretos de impunidad impidió la investigación judicial de los crímenes perpetrados, pero la labor de los organismos de derechos humanos continuó y se fortaleció gracias al apoyo social, al desarrollo de los juicios de la verdad y a la utilización de los mecanismos de protección internacional de los derechos humanos, en particular la CIDH y el Grupo de Trabajo sobre De- saparición Forzada de la ONU”.
Para Despouy, “el gran despliegue internacional de las Abuelas se redobló después de 1983, y el tema tuvo un impacto asombroso y creciente, al extremo de que Abuelas es hoy una de las organizaciones de derechos humanos más conocidas en el mundo y quizá con más posibilidades de alcanzar el Nobel de la Paz”.
D’Alotto recordó que “al restablecerse la democracia se inició un proceso de cooperación con los organismos internacionales y específicamente la temática de los niños apropiados impactó profundamente”.
“Por iniciativa de las Abuelas, el gobierno del presidente Raúl Alfonsín impulsó la inclusión del derecho a la identidad en la Convención sobre los Derechos del Niño”, dijo el actual embajador ante los organismos con sede en Ginebra.
El artículo 7 de la Convención indica que “el niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos”.
El artículo 8 expresa que “los Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares”.
“El trabajo de Abuelas ayudó mucho a la democracia naciente”, contó Despouy. “Cuando se elaboraba la Convención de la ONU de Derechos del Niño y propusimos la inclusión del derecho de los niños privados fraudulentamente de su identidad de recuperarla e ir con su familia de sangre, al principio hubo un enorme rechazo. Pero fueron la presencia y el testimonio de las Abuelas los que permitieron la inclusión de ese derecho en el célebre artículo 8 de la Convención. Fue una contribución para el mundo.”
La resistencia
Como la Convención, los instrumentos internacionales fueron ratificándose paso a paso. En 2006 la ONU aprobó la Convención de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas de Personas. D’Alotto la definió como “un antiguo anhelo de los familiares de desaparecidos que pudo concretarse por la acción diplomática del gobierno del presidente Néstor Kirchner con el firme apoyo de Francia, Suiza, Japón y Marruecos entre otros, y que hoy forma parte del conjunto de instrumentos internacionales de derechos humanos de cumplimiento obligatorio”. El Gobierno también impulsó “la consagración internacional del derecho a la verdad para las víctimas de violaciones a los derechos humanos”.
En los últimos días Evo Morales fue uno de los primeros presidentes que saludaron a Estela de Carlotto por su nieto. También en América latina las Abuelas se convirtieron en una referencia. El brasileño Joaquim Palhares, editor de la influyente web Carta Maior, contó que tanto las Madres como las Abuelas “rápidamente hallaron eco en la región, pero no sólo de manera simbólica, sino también de modo práctico, estimulando articulaciones políticas y redes de apoyo y solidaridad”. En opinión de Palhares, el impacto que provocaron Madres y Abuelas “fue muy importante en el proceso de salida de la dictadura y la recuperación gradual de la democracia”.
De ese momento en adelante, Palhares opina que lo más importante fue “la ejemplaridad”. Así lo explicó a Página/12: “Hasta hoy, la movilización argentina en defensa del rescate de la identidad y la memoria es un ejemplo para los demás países de la región que también vivieron experiencias autoritarias. Cada dictadura tuvo sus particularidades, pero todas se destacaron por el rasgo común de violar la democracia y los derechos humanos. En la Argentina ese proceso llegó a límites increíbles y la reacción contra el pasado nos sigue inspirando. Tenemos mucho que aprender de la resistencia argentina. En lo que se refiere exclusivamente a Brasil, existe una enorme diferencia en la forma en que los dos países enfrentaron la cuestión militar. Brasil no hizo una transición y por eso seguimos sufriendo las consecuencias de ese equívoco terrible. La Comisión de la Verdad no tiene fuerza política. Los archivos de la dictadura siguen cerrados y no hay movilización del Partido de los Trabajadores, de la izquierda y de la sociedad brasileña para reclamar el debido respeto a los derechos humanos”.
Agenda global
En 1988, Sting hizo subir a las Madres y las Abuelas al escenario en un estadio de River colmado. En su última gira por la Argentina, en 2012, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina les dedicaron un recital a Estela de Carlotto y a las Abuelas. En la Copa del Mundo de Sudáfrica, Estela viajó y la Selección apoyó la difusión de la causa de Abuelas poniendo el cuerpo, o sea la cara, en un objetivo que no sólo encuentra pocas resistencias sino, al contrario, mucho consenso.
¿Ese consenso sirve para que el tema se consolide como parte de la política exterior del Estado argentino? “Sin duda”, opinó D’Alotto. “La cooperación de las Abuelas y la difusión de su lucha ayuda al objetivo argentino de fortalecer las instituciones internacionales de protección de los derechos humanos.”
Palhares coincide en que el tema es parte de la política mundial. “Lo es desde que la represión tuvo un carácter internacional con la Operación Cóndor, que articuló a los órganos represores de varios países. Es una historia conocida, pero creo que aún queda mucho por investigar y por contar. Y en segundo lugar la lucha de Abuelas sirve de inspiración para construir políticas de derechos humanos en el ámbito del Mercosur y de la Unión de Naciones Suramericanas. Sería una integración para el bien (la Operación Cóndor fue una integración para el mal), dirigida a la protección y promoción de los derechos humanos a nivel regional.”
“El reconocimiento internacional del genocidio cometido en la Argentina, y especialmente en el continente, también aumentó notoriamente luego de que en 1981 las Abuelas participaron de la Asamblea General de la OEA en Washington y asistieron a los congresos de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, de la cual fueron fundadoras, en Costa Rica y en Venezuela en noviembre”, señaló Filmus.
Di Santo, que además de dirigente partidario fue vicencanciller de su país para América latina, no vaciló en nombrar el propio caso italiano al analizar la influencia global de Abuelas. “El hecho de que el gobierno de Italia se haya declarado parte querellante en el juicio por los desaparecidos de origen italiano fue también gracias a la influencia humana e intelectual de ellas. Es importante que tanto el ex ministro de Relaciones Exteriores Massimo D’Alema como la ministra actual, Federica Mogherini, sean amigos personales de Estela.”
Las Abuelas aún no ganaron el Nobel pero sí otros premios. En la Unesco, la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura, la Argentina las presentó como candidatas al Premio Fomento de la Paz Félix Houphouét-Boigny, que ganaron en 2011. Como miembro del Consejo Ejecutivo de la Unesco, Filmus presentó a las Abuelas para el premio junto con el embajador en el organismo, el pianista Miguel Angel Estrella. “El premio tiene por objeto rendir homenaje a las personas, instituciones u organismos que han contribuido significativamente a fomentar, buscar, salvaguardar o mantener la paz según los principios de la Carta de las Naciones Unidas y la Constitución de la Unesco”, dijo Filmus. “Entre los galardonados anteriormente figuran Nelson Mandela; Yitzhak Rabin, Shimon Peres y Yasser Arafat; el presidente de Senegal, Abdoulaye Wade; el ex presidente de Finlandia Martti Ahtisaari; y el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva.”
En abril de 2008, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguró el jardín Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a orillas del río Sena.
“La Argentina también impulsó la adopción de una serie de resoluciones sobre el derecho a la verdad en el marco del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y patrocinó la creación del mandato del Relator Especial de Naciones Unidas para la Promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición, quien comenzó con sus labores en mayo de 2012”, dijo Taiana. También recordó que el país “impulsó instrumentos específicamente relacionados con el derecho a la identidad y la labor de Abuelas de Plaza de Mayo. Concretamente, las Resoluciones adoptadas por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre Genética y Derechos Humanos”. Aún queda pendiente aprobar “un proyecto de manual sobre el empleo de la genética en el esclarecimiento de graves violaciones a los derechos humanos con destino a la comunidad internacional, con base en la experiencia acumulada en el marco de los casos argentinos”. Uno de los ejemplos sería “la alta formación y vasta experiencia del Equipo Argentino de Antropología Forense –fundado hace 30 años para esclarecer la identidad de víctimas desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales–, que participa de numerosas misiones tanto de capacitación como de investigación en todo el mundo”.
“Ya antes de la restitución de la identidad de su nieto, Estela tenía previsto participar en Ginebra en un evento sobre el derecho a la verdad que organiza la Misión Argentina en Ginebra”, informó D’Alotto. “A la luz de lo ocurrido con la reaparición de su nieto adquiere una nueva dimensión y producirá obviamente un fuerte impacto internacional.”
“La lucha de Abuelas fue y es parte de nuestra política exterior porque hace a la credibilidad de nuestro país y de nuestra democracia”, dijo Despouy a Página/12. “Y la recuperación de cada nieto nos fortalece.”
En opinión de Taiana, “la promoción y protección de los derechos humanos a nivel internacional se convirtió en una política de Estado y parte de la identidad de la Argentina como miembro de la comunidad internacional, junto a la defensa de la democracia como forma de gobierno, y la paz y el multilateralismo en las relaciones entre Estados”.
“Recuerdo que era uno de los brillantes atardeceres de La Plata, el sol estaba bajando y era muy crepuscular, fue un momento muy intenso porque pude decirle a Estela: sí, realmente éstos son los huesos de tu hija pero en algún lugar allá afuera tienes un nieto que debería estar vivo. Fue un momento amargamente dulce. Esos huesos encapsulaban una historia: los huesos de Laura nos estaban diciendo ‘busquen a mi hijo’”, así rememoraba Clyde Snow, el fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense frente al periodista Walter Goobar, el momento en que aparecía la primera prueba material de la existencia de ese joven tal vez demasiado canoso para su edad, de nariz fuerte y palabra luminosa, que creció llamándose Ignacio aunque era deseado, esperado, buscado como Guido. Fueron los huesos los que hablaron entonces, el rastro de su paso por el cuerpo de la madre, una mujer que había parido por primera vez cuando ya había sido robada a su comunidad, cuando su existencia estaba en esa zona sin nombre del cautiverio clandestino, ni viva ni muerta, desaparecida. Estela, la madre de Laura, definitivamente abuela del hijo de ésta desde la exhumación de esos huesos testigos, dice que desde ese preciso momento dejó de ocuparse del cementerio, de pensar en placas y ornamentos funerarios: tenía una tarea, la vida la reclamaba, tenía que encontrar a su nieto. Y además su hija tenía un lugar en el mundo aunque fuera entre los muertos, el duelo iba a continuar, pero el luto ya no. En aquel atardecer luminoso de 1985 todavía no se soñaba con que una operación de reactivos, aparatos que despiden números, números que construyen algoritmos, algoritmos que dibujan perfiles, perfiles que coinciden con un nombre y un nombre que se instala en un árbol genealógico, en una comunidad, una familia, serían, 30 años después, un procedimiento corriente. Los estudiantes de antropología y medicina que en torno de Snow formaron el EAAF contaban con lo que veían, con lo que podían hacer sus manos rescatando con cuidado esqueletos que no estaban mudos pero que no podían decir su nombre, excavando de día y llorando de noche porque esos huesos delataban a personas jóvenes, fusilamientos, ensañamiento en la vida y también después de la muerte y porque lo que buscaban no terminaba de aparecer: la humanidad de esos testigos silenciosos no era completa sin nombre, sin identidad.
Se contaba entonces con los testimonios, con la palabra de los sobrevivientes que reconstruyeron el mapa de esa zona liminar de los centros clandestinos, con su descripción de los tormentos, con sus listas de nombres, la mayoría atrapados en la no muerte y la no vida de la desaparición. Palabra sospechada al principio por el solo hecho de estar vivos. Palabra que se escuchó en los primeros juicios y fue conculcada con las leyes de impunidad que no consiguieron el silencio pero la volvieron menos audible sobre todo para quienes de antemano no querían o no queríamos escuchar del todo. Porque también de eso se trata la situación del desaparecido: nadie duda de la muerte y a la vez la muerte no se instala, no ordena, no deja a la vida seguir su curso. La presencia del desaparecido –de la desaparecida– es constante: en torno de ellos no se organiza el duelo, las familias no lloran juntas en el mismo momento, no se despiden. Cada quien siente el aleteo intermitente de la presencia y de la ausencia, una locura que lleva a mirar cada tanto el pasaje de un colectivo con una esperanza vacua; a lo mejor, tal vez, la tortura le quitó el juicio, esa mujer sentada en el fondo por un instante, un mínimo parpadeo de locura capaz de alterar el tiempo, podría ser mi madre. ¿Y acaso es fácil abandonar esa ilusión? ¿Desprenderse de ese milímetro de esperanza aunque sea vana? No es fácil, aunque tampoco es fácil confesar que se la mantiene, que en algún lugar del corazón o de la mente se la alienta como se sopla una brasa tapada de cenizas.
En estos más de treinta años que pasaron desde aquel atardecer luminoso en que un hombre de sombrero texano que venía a decir que se podía hacer hablar a los huesos y que esos huesos, en el caso de la hija de Carlotto, decían que había desaparecidos vivos, la tecnología avanzó y la palabra se jerarquizó. Cayeron las leyes de impunidad, se sentaron algunos culpables en la silla de los condenados y hubo lugar para las apariciones.
El padre de ese niño que dejó un rastro en los huesos de su madre, el padre del joven que hoy conmueve al país entero, también fue un aparecido. Gracias a la perseverancia y a la tecnología sus restos fueron hallados en 2006, su nombre escrito en un epitafio, su perfil genético conservado y ambas cosas, como una cuña en el devenir, ocuparon su espacio entre generaciones, el espacio necesario para que su hijo pudiera aparecer y para que apenas aparecido se reivindicara como una herramienta de una posible cicatrización.
La historia que esta semana nos conmovió con una alegría contagiosa, impertinente, rebelde frente a cualquiera otra noticia, otra amargura, alegría incluso por sobre la evidencia de la pérdida o potenciada por eso mismo, es una historia de apariciones. De apariciones que vienen sucediéndose, de desaparecidos vivos como son los nietos y las nietas que completaron su identidad con las familias que los buscaban. Y también de los desaparecidos y desaparecidas asesinados, masacrados, ocultados de los ritos de pasaje que las familias y la sociedad entera necesitan para seguir adelante, para procesar el legado, para pelearse incluso con ese legado. Cientos de cuerpos –esqueletos, sí, pero también cuerpos– emergieron del anonimato donde habían sido enterrados en los últimos años con la fuerza de la prueba: cuerpos amados, llorados y enterrados y también cuerpos del delito que acusan por sí mismos a los perpetradores.
Aparecidos que ocupan su espacio entre nosotros, entre nosotras y que abren otros nuevos, que dejan que las generaciones se organicen, que permiten llorar la muerte y llorar de alegría. Que volvieron inteligible una historia que nos pertenece y que puede ser contada incluso a los más chicos. Porque está la prueba, porque está el lugar, porque están las voces. Y están también los oídos que escuchan.
Una búsqueda incesante que seguirá. Una conferencia única y a la vez como tantas. La palabra del nieto, todo un hombre. El reencuentro, los abrazos, los cuidados. La identidad y el nombre. Voces y miradas de las víctimas, en un contexto diferente. La lucha exitosa contra la muerte y la derrota.
Por Mario Wainfeld
Image: Guadalupe Lombardo.
Ignacio Hurban, con 36 años cumplidos, decidió averiguar su identidad. Una actitud adulta que lo llevó a saber que nació en cautiverio, hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya, desaparecidos ambos. Pudo conocer la realidad merced a una trama de organizaciones y saberes acumulados: no los construyó él, aunque su propia historia tuvo mucho que ver.
Los nietos recuperados son una tradición que se repite, a fuer de humana ninguna historia es igual a la otra. El joven ya habla de sus “viejos”, se ríe por el parecido con el papá. Tienta parafrasear a Serrat: “A menudo los padres se nos parecen/así nos dan la primera satisfacción”.
El nieto de Estela de Carlotto atraviesa en pocos días experiencias únicas, entre ellas la de encontrarse con dos familias enteras, que son las suyas. Se conoce recién entonces el amor clandestino de los padres. Cuando se devela, el hijo tiene unos cuantos años más que “los viejos” al desaparecer. Los evoca y deberá reconstruir su vínculo con una experiencia vital más prolongada. Es extraño, como tantas otras variables.
En la primera conferencia de prensa Ignacio (Guido) Montoya Carlotto se muestra sereno, cálido, bien intencionado. No se le nota ni pizca de histrionismo ni de agresividad ni de mala onda. Faltan palabras para describirlo... o fallan. “Agradable” suena a jerga diplomática, “encantador” a té con masas secas. En todo caso es un tipo bárbaro: cálido, rezuma franqueza, se explaya con naturalidad sin dejar de medir lo que dice, uno sonríe cuando lo escucha, le cree todo, “de una”.
La pregunta sobre el nombre de pila es de rigor. La contornea de modo sereno y sabio. Está feliz de vivir en la verdad, por ahora prefiere que lo llamen “Ignacio” aunque entiende el afán de los Carlotto por decirle “Guido”.
De nuevo, es un hombre ya hecho y reflexivo quien eligió encontrarse con la verdad. El fue en su búsqueda.
El conocimiento del pasado es un momento deseado, lo que no le resta nada a su faceta trágica. Fue arrebatado a su madre, como parte de uno de los crímenes más atroces del terrorismo de Estado. La revelación, la alegría y el dolor irán desplegándose. El deberá hilarlos, ponerlos en palabras, elaborarlos. Lo deseable es que esos procesos, que son subjetivos y familiares, transcurran fuera de la escena pública, de los focos, las cámaras y los micrófonos. El nombre es un atributo de la identidad, no la identidad misma. “Ignacio” contiene significantes positivos para quien comenta haber atravesado una vida buena y haber recibido amor de la familia de crianza.
El amor bullicioso de la familia Carlotto es noble y contenedor. Las disquisiciones sobre los abrazos y besos con la abuela, tíos y primos emocionan tanto como lo que enseñan. El pariente recuperado tiene otra formación o sensibilidad, esos mimos físicos “le salen menos”. Lo explicitan, ríen. La familia se aviene, con licencias... el amor, la fuerza de la sangre y la buena leche acomodarán las cargas. Todos irán sabiendo, dialogando, armando su relación. Le encontrarán la vuelta.
Un adulto centrado y decidido tiene muchos derechos, entre ellos el de elegir cómo ser nombrado (lo que incluye el de cambiar). Las trayectorias de los nietos recuperados, de vuelta, son variadas. De algunos no se supo el nombre que le pusieron los padres, a diferencia de Guido. Otros sí lo tenían. Las opciones ulteriores también recorren un repertorio amplio: los que conservaron, los que lo cambiaron rápido o dejando transcurrir años. Hablamos de contingencias que rozan el límite de la condición humana, lo que deja huellas aun en momentos en los que priman la felicidad y el reencuentro.
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Los acelerados: La templanza y la calma de Estela de Carlotto y la de su nieto deberían aleccionar. La aceleración puede ser disfuncional para la psiquis y la (re)construcción personal o familiar. La excitación e hiperquinesis de magistrados o comunicadores contradice esos afanes: puede ser un escollo o algo peor. Los medios y los tribunales se activan o excitan, demasiadas veces, con reflejos poco atentos a la humanidad de los protagonistas.
La jueza María Romilda Servini de Cubría se va de boca, pese a estar habituada a manejar bien situaciones similares. También se acelera la citación como testigo a Montoya Carlotto. Los expedientes son kafkianos por antonomasia, por la parte baja anidan contradicciones formidables. Las causas duran años pero las citaciones o notificaciones se formulan en plazos perentorios, impostergables. Un litigante puede perder el juicio (stricto sensu) porque su abogado presenta un escrito cinco minutos tarde... o un día, tanto da. Eso sí, los juicios duran años o décadas. Las obligaciones de las partes son acuciantes. Los plazos concedidos a los jueces, vaticanos y magnánimos.
La sinrazón se desborda en esta circunstancia. Servini se atolondra y cita de volea al nieto para la semana que viene. No se está investigando un hecho reciente, cuyas pruebas se pueden escamotear. La premura late solo en el criterio, errado, de la jueza. Página/12 informó ayer que en el caso similar y precedente la nieta Valeria Acuña Gutiérrez dio su testimonio un mes y medio después de ser restituida.
Los abogados de Abuelas recurrieron, la jueza retractó su error, sin fijar una nueva fecha. No faltará ocasión.
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Urgente, alerta, ya mismo: El vértigo y la urgencia, en cambio, son el ecosistema de los medios de comunicación, los audiovisuales y los on line en particular. El dato no es un eximente: la lógica o “necesidad” del emisor no debe ser más relevante que el respeto a las personas o a las instituciones. Se consigna, pues, para describir no para justificar.
Es también real que la ciudadanía informada minuto a minuto por un conjunto muy vasto de medios incide en la lógica de la competencia profesional. El martes a la tarde “todos sabían” nombre, apellido y algunas referencias personales del nieto recuperado 114. ¿Qué debían hacer aquellos que deploraban esa circunstancia y que no la construyeron? ¿Negar del todo lo que “su público” de todos modos sabía? Seguramente lo más sensato, dentro de lo posible era gotear la información, sin buscar más, tratando de preservar el grado de intimidad y reserva que todavía quedaba. Pero esa salida intermedia, amén de no ideal, es compleja para implementar.
Frente a la avidez insaciable de los medios, la tele en mayor grado, no hay recursos de apelación que valgan. En ese aspecto, en el Foro algo se puede frenar. En el ágora mediático todo pasa por la autorregulación o ciertos modos sociales de control, ambos muy tenues.
Lo deseable es que el asedio vaya aminorando y deje margen a los individuos y familias puestos en foco para respirar, manejar sus emociones, reconstruirse, convivir, conversar. La propia lógica de la noticia y la primicia ayudan un poco: según corran los días “hará falta” más novedad, la presión se atenuará... será mejor.
Las exhortaciones a tomar conciencia y hacerse cargo del compromiso social del “servicio de comunicación” son válidas pero dan la impresión de ser vanas o débiles contra el sentido común dominante.
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Miradas y voces: Hace un par de semanas, Ignacio Hurban tenía un recorrido interesante, se había expresado como artista popular y ciudadano. Ahora recuperó su identidad (o, tal vez mejor dicho) la completó y complejizó. Es Montoya Carlotto, hijo del Puño y de Laura.
En estas jornadas febriles, que le costará tramitar íntimamente, no se encontró con vaivenes o sacudones ideológicos: lo que interpretaba, escribía o tuiteaba es armonioso con la prédica de las Abuelas. Pero desde el martes se expresará desde otro lugar, el de las víctimas del terrorismo de Estado.
Esas voces o miradas han proliferado en los años recientes. Películas, libros, canciones, obras de teatro, murales transmiten lecturas, vivencias o emociones. Las hubo desde el inicio, claro. Pero, redondeando algo, es descollante la abundancia y diversidad de la década reciente. La cronología incide en parte: se han sumado los hijos y nietos de los desaparecidos, crecieron. Por otro lado, decantaron los temores y tabúes de los sobrevivientes.
El cronista está convencido de algo difícil de probar: se ha generado un clima socio cultural que habilita a las víctimas de tres generaciones a revisar, expresarse, pensar, rebelarse y revelarse.
Escapa a las pretensiones de esta columna hacer un relevamiento minucioso. Baste consignar que el cine fue dando cabida a la visión de los hijos. La película Los rubios dirigida por Albertina Carri es un ejemplo de abordaje diferente, desde otro lugar. En Infancia clandestina, acaso con diferentes pretensiones, se produce una escena notable del cine argentino: la discusión entre madre e hija (Cristina Banegas y Natalia Oreiro) acerca de qué hacer con el hijo de ésta durante la Contraofensiva.
La decantación de la memoria, un mayor grado de apertura colectiva, la liberación de fantasmas prohijó testimonios no imaginables en otro contexto. Hablamos, solo a título de muestra, de libros como Bettina sin aparecer de Sergio Tarnopolsky, Desaparecido. Memorias de un cautiverio de Mario Villani y Fernando Reati. O de Putas y guerrilleras de Miriam Lewin y Olga Wornat, un texto hondo y doloroso que solo pudo ver la luz en un contorno que cambió.
Hay antecedentes pioneros como Poder y desaparición de Pilar Calveiro, de data anterior. Pero la reconstrucción y la acumulación de percepciones son consecuencia y síntoma de una nueva etapa.
Las voces de las víctimas resonaron firmes por primera vez durante el Juicio a las Juntas. El formato elegido para los testimonios les permitía, las instaba a contar en detalle su calvario, a explayarse. Las leyes de la impunidad dejaron en pausa esa experiencia, sin borrarla del todo. Reabiertos los procesos contra los represores a partir de 2003, la palabra de las víctimas recobró un peso institucional (fueron testigos de cargo, su palabra valió como prueba concluyente) que, puesto de modo muy ligero, se contagió a otras esferas.
Todo confluyó: la saga vital, el crecimiento de quienes eran bebés o pibes, la mayor escucha colectiva. Suele decirse que no hay una visión histórica de las secuelas del terrorismo de Estado.
Ese diagnóstico tal vez parta de la idea de un hipotético, casi abstracto, jurado histórico que sentencia sobre una época. Desde ya, esos veredictos ni pueden ni deben existir. La unanimidad es imposible o indeseable, sobre todo si se alude a hechos recientes y aún en llaga. Claro que hay volúmenes que explican y ordenan ideológicamente la historia, oficial o revisionista. Este escriba no abomina de ellos, a condición de admitir su relativa limitación: son perspectivas, ordenamientos ideológicos en el mejor sentido de la palabra.
Si de pasado cercano se habla, lo que fluye es la torrentosa discusión. La yuxtaposición de posturas o ángulos, las subjetividades o las posturas grupales. Una producción polifónica, por ahí, antes que coral. De eso hay cantidad y calidad en la Argentina, una sociedad viva y polémica. Germina en el humus democrático, es el producto de más de tres décadas, una proeza para nuestras marcas previas.
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Las luchas y las vidas: Fue el reencuentro número 114, las series numéricas si se laburan bien no restan identidad, ayudan a sopesar. Tuvo características únicas, por el predicamento y el prestigio social de Estela. Pero la ceremonia reprodujo modos y estilos de otros. No será la última, porque la búsqueda sigue.
Aún en día de emociones colectivas (esta atravesó a muchas personas “como si fuera de la familia”) vale recordar que quedan alrededor de 400 pibes cuya identidad está pendiente de recuperación.
Ignacio (como él prefiere ser nombrado) o Guido (como lo bautizó la madre que él decidió buscar) transmitió temple, buen humor y ternura. Estela fue la de siempre, tal vez como escribió Marta Dillon en este diario se la vio un poco más despeinada y algo menos producida que de costumbre. La diferencia es mucho menos relevante que la continuidad.
La vida prima sobre la muerte y la abolición de la humanidad. “La derrota –escribió la psicóloga Silvia Bleichmar– es la renuncia definitiva a nuevas batallas. (...) Los derrotados no solo se arrepienten de sus propias acciones sino de lo que los motivó a realizarlas. En esto consiste la derrota porque se puede revisar el camino o los abismos a los que uno se asomó sin por ello renunciar a seguir caminando” (No me hubiera gustado morir en los ’90).
Los organismos de derechos humanos siguen caminando, nadie renunció. La voluntad colectiva no fue quebrada. La lucha prosiguió en otro tiempo, su primer fundamento fue el amor familiar. Sus herramientas, nuevas y propias de la etapa democrática. Sus logros, formidables e incompletos.
La historia sigue, la alegría llorosa que nos sacudió a tantos fue una caricia. A mucha gente de a pie le viene bien, mejora la vida. El cambio cotidiano deberán elaborarlo con tiempo y calma, entre todos, puertas adentro en sus hogares, el nieto tan querible, la gran abuela y los familiares que nunca cejaron.
Di Tullio: "Me da orgullo que los argentinos podamos restituir la identidad"
La presidenta del bloque de diputados del Frente para la Victoria, Juliana Di Tullio, destacó la recuperación del nieto de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo,Estela de Carlotto, y aseguró que lo vivió "con mucha alegría, y eso es algo que también les ocurrió a los legisladores de otras bancadas". La legisladora agregó que como dijo la presidenta: "con Guido somos un país más justo".
En diálogo con Nacional Rock, la diputa también habló sobre la disputa con los fondos buitre y sostuvo que la "Argentina fue colocada en una situación inédita por decisión de un juez (Thomas Griesa) que no habilita el pago a los bonistas, pero ya demostró voluntad de honrar sus deudas". Por eso, la legisladora resaltó que el país "no está en default. Esto es algo que lo han dicho instituciones financieras".
Además, Di Tullio expresó que le produce "miedo pensar en lo qué harían algunos dirigentes opositores si tuvieran que tener que enfrentarse a las presiones de los fondos buitre" y apuntó que "el único que tuvo una postura honesta con este tema fue (Mauricio) Macri, porque dijo de entrada que había que pagar sin chistar y acatar el fallo de Griesa. El resto de los dirigentes opositores no lo dice, pero piensan eso".
Por último, defendió la situación del vicepresidente Amado Boudou, quien el viernes pasado fue procesado por un supuesto caso de falsificación en los documentos de un auto, al sostener que el funcionario es "víctima de una campaña política y mediática".
"Sigo creyendo en la inocencia de Amado (Boudou) y creo que es víctima de una operación mediática, judicial y política contra su figura. No entendí por qué lo procesaron en la causa Ciccone y tampoco en este tema de un auto", señaló.
"Hay muchos opositores que miden con doble vara, acusan al vicepresidente y protegen a otros legisladores que también están procesados. La Justicia tiene que actuar y punto", concluyó.
Una denuncia radicada en Abuelas constituye el puntapié inicial de la investigación en torno al robo y apropiación del nieto 114. El empresario rural de Olavarría aparece como el último eslabón de una cadena que podría llegar a Ramón Camps. Indicios e interrogantes.
Franco Mizrahi y Gustavo Sarmiento
Comienzo - Tras la presentación en sociedad de Guido se abren los caminos para reconstruir la historia que lo separó de Laura Carlotto en junio de 1978 - Foto: Mariano Martino
Una denuncia radicada en Abuelas de Plaza de Mayo marca el pulso de la incipiente investigación en torno a la apropiación de Guido Montoya Carlotto, nieto de la emblemática Estela Carlotto, nacido en cautiverio en junio de 1978, cuya identidad fue restituida el martes pasado. Como ya informó Tiempo Argentino, los indicios, que la justicia deberá corroborar, conducen al empresario agropecuario oriundo de Olavarría, Carlos "Pancho" Aguilar, sindicado como "el último eslabón de la cadena" en la entrega del bebé robado y a sus vínculos con las Fuerzas Armadas y de seguridad. Su muerte, ocurrida en marzo de este año, parece haber liberado un secreto guardado por casi cuatro décadas, porque, dos meses después, Guido llegaba a Abuelas para despejar las dudas sobre su identidad.
"Era una persona con mucho dinero, dirigente de la Sociedad Rural local, estaba muy vinculado a los militares de esa época y a la jerarquía de la Iglesia", precisaron Guido y Remo Carlotto a este diario.
Según las líneas investigativas recuperadas por Tiempo, la familia Aguilar, dueña de la estancia en la que fue criado Montoya Carlotto, estaría unida por vínculos familiares con un militar fallecido que fuera asesor de Ramón Camps mientras este se desempeñó como jefe de las Policía Bonaerense durante la última dictadura cívico-militar. Se trataría de un ex coronel de caballería mencionado en el informe confeccionado por la Comisión Especial por la Memoria de Olavarría. La esposa de esta figura clave despide a Aguilar, en la necrológica publicada en el diario local El Popular el 27 de marzo pasado, como su "prima" política.
En aquel pueblo bonaerense aseguran que el mundo equino fue un terreno fértil para que "Pancho" Aguilar nutriera sus relaciones castrenses. Los vecinos aseguran que el empresario agropecuario, que fue presidente del Centro de Equitación de Olavarría, no sólo le entregaba caballos de equitación a los militares sino que guardaba los de su propiedad en el regimiento local.
Esta relación se refleja en una entrevista que Jerónimo Aguilar, hijo de "Pancho" y figura de la equitación local le brindó al diario olavarriense El Popular, en abril de 2011. Jerónimo contó allí que tenía 13 años cuando comenzó equitación en "una escuelita en el Club Hípico viejo, a cargo del suboficial Santiago Ponce".
Otro dato que mencionan en el pueblo es que la partida de nacimiento de Guido, cuyo nombre de crianza es Ignacio Hurban, nombre de pila que el nieto recuperado desea mantener, habría sido falseada por un médico local actualmente en actividad. Sobrevivientes de la represión –que pidieron reserva de su nombre (se sabe, en pueblo chico, infierno grande)-, sostuvieron a este diario que vieron al sospechado en Monte Peloni, centro clandestino de detención que funcionó a pocos kilómetros de la ciudad de Olavarría.
No es casualidad que Remo Carlotto, hijo de Estela y presidente de la Comisión de Derechos Humanos en la Cámara Baja, haya pedido que se "investiguen las conexiones de Aguilar" con el mundo castrense. Se trata de un hombre poderoso: fue integrante de la sociedad de la cantera Cerro del Águila, vicepresidente del Club Atlético Estudiantes, titular del Consejo de Promoción Agropecuaria del INTA de Balcarce, dirigente de la Sociedad Rural de Olavarría, además de ex presidente del Centro de Equitación de Olavarría (CEDO). En un periódico local lo definieron como "un reconocido y apreciado vecino olavarriense", cuyo "espíritu inquieto lo llevo a incursionar en política en la década de los noventa".
LA PISTA LA PLATA-OLAVARRÍA. Aún es un gran interrogante dónde dio a luz Laura Carlotto, la madre de Guido, la hija de Estela, secuestrada en el C.C.D La Cacha, ubicado en La Plata. Las opciones que barajan los investigadores son el Hospital Militar Central o el Penal de Olmos. El sitio donde el terrorismo de Estado le arrancó a su hijo no es menor, ya que daría una pista de la ruta que transitó el bebé hasta llegar a Olavarría. Por lo pronto, el informe realizado por la Comisión Especial por la Memoria local, en 2001, da cuenta que el vínculo La Plata-Olavarría era muy estrecho.
La jurisdicción de Olavarría, así como la de otras ciudades bonaerenses como Azul y General Alvear, entre otras, estaba bajo la órbita del Comando de Sub-zona 12, a cargo de del general Alfredo Oscar Saint Jean, hermano menor del militar retirado Ibérico Saint Jean, quien gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1981. Aquel comando castrense estaba instalado en la 1ª Brigada de Caballería Blindada de Tandil y tenía a cargo al menos cinco centros clandestinos como el mentado Monte Peloni. Los órganos de Inteligencia con incidencia en esos CCD fueron el Destacamento de Inteligencia 101, justamente con asiento en La Plata, y el 102. Durante la apropiación de Guido, la primera dependencia estuvo conducida por el entonces coronel Alejandro Agustín Arias Duval (entre 1976 y 1979). No es casual la gran cantidad de olavarrienses secuestrados o asesinados en La Plata.
Las jefaturas de área eran las dependencias que tenían el control directo de las operaciones dentro de la estructura militar que impartió la represión ilegal. El Informe por la Memoria local precisa que Olavarría fue controlada por la Jefatura de Área 124, comandada desde octubre de 1975 por el teniente coronel Aníbal Ignacio Verdura, que permaneció en el puesto hasta fines de 1977, cuando fue ascendido. En diciembre de ese año fue remplazado por el teniente coronel Héctor Alberto González Cremer. Los últimos momentos de la vida de Laura Carlotto transcurrieron en esas fechas: fue secuestrada a fines de 1977 y estuvo cautiva nueve meses, dando a luz a fines de junio de 1978. Tan sólo tuvo a su bebé en brazos entre tres y cinco horas. Desde entonces, la suerte de Guido fue una incógnita. Hasta el 5 de agosto pasado, cuando comenzó a desenredarse un ovillo que encierra 36 años de secretos. «
La defensa de Servini de Cubría
La jueza María Servini de Cubría aseguró, en una entrevista al diario La Nación, que ella no fue quien dio a conocer que Ignacio Hurban era el nombre adoptivo de Guido Montoya Carlotto, nieto recuperado. "Dicen que yo di a conocer el nombre, pero no fue así. ¡Si el nombre yo casi ni lo sabía!", dijo la magistrada. "La noticia yo creo que está desde antes de que yo hablara. De hecho, (el periodista Marcelo) Zlotogwiazda llama porque sabía la noticia. La noticia no la doy yo", dijo. Servini de Cubría aseguró que la información "se filtró antes" de que llegara a sus manos. También defendió no haber seguido el procedimiento habitual de las Abuelas porque "acá hay una causa penal" y hay que averiguar "cómo llega la criatura a manos de esa gente".
CFK: "está, por fin, entre nosotros"
La presidenta Cristina Fernández describió ayer, a través de su cuenta de Twitter y también con imágenes publicadas en la red social Instagram, cómo fue el encuentro que mantuvo el jueves con Guido Montoya Carlotto, nieto recuperado de Estela Barnes de Carlotto, titular de las Abuelas de Plaza de Mayo. "Además de frescura tiene sentido del humor", contó la jefa de Estado.
Cristina explicó que además de Guido, su compañera Celeste y Estela estuvieron los hijos y nuera de la presidenta de Abuelas, "más tres parejas de Olavarría" que los acompañaban; sus propios hijos, Florencia y Máximo Kirchner; los diputados Wado de Pedro y Andrés "Cuervo" Larroque; y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. "La verdad parecemos un batallón. Pero ojo, no vamos a la guerra. Queremos ver de cerca el triunfo del amor y la cara que tiene la felicidad."
La mandataria recordó palabras de Estela acerca de los orígenes de los padres de Guido ("el papá era santacruceño como Néstor" y "Laura era platense como vos"), y el primer contacto físico con el nieto 114: "Nos abrazamos. No sé qué habrá sentido y pensado él. Algún día se lo preguntaré."
"Se puede sentir en el ambiente la buena vibra. Las miradas de amor y todavía de sorpresa", dijo en otro tramo de su relato. También describió a Guido como un joven que tiene "mucha frescura" y advirtió: "Quiere seguir llamándose Ignacio... Estela sentada le dice 'pero por lo menos agregale Guido'. En realidad es Ignacio + Guido + Laura + Puño + Estela + Hortensia..."
"Lo importante de su vida es que tendrá muchas cosas para sumar y no para restar, porque tuvo la suerte de crecer con amor", agregó. Y cerró con citas a dos canciones, una de Silvio Rodríguez y otra del Indio Solari porque "Ignacio-Guido está, por fin, entre nosotros".
El caso reactualiza ciertas preguntas. ¿Con qué parámetros funcionaba en 1978 la conciencia colectiva? ¿Cómo se pensaba en medio del genocidio?
Ricardo Ragendorfer
Imágenes de ayer y hoy - Guido Carlotto se asomó a la vida el 28 de junio de 1978, en medio del fervor mundialista. La tapa del diario Clarín da cuenta de ello - Foto: Soledad Quiroga
Aún hoy se emite cada tanto el añejo tape de un almuerzo con Mirtha Legrand, grabado el 27 de junio de 1978, a poco de concluir el Mundial. En esa oportunidad, la conductora, de pronto, soltaría: "El presidente lloró." El presidente era Videla, y sus lágrimas eran de alegría, ante el triunfo de la Selección. Todos allí, en esa mesa televisiva –el actor Claudio Levrino, el cantante Laureano Brizuela y Susana Giménez–, también estaban emocionados, al punto de que la actual diva de los teléfonos no escatimó la oportunidad para fustigar la llamada "campaña antiargentina en el exterior".
La edición del diario Clarín de aquel martes reflejaba la euforia generalizada en su título de tapa: "Jubilosos festejos por la conquista del campeonato". Y, junto a una fotografía del dictador ante la multitud que brincaba en la Plaza de Mayo (ver facsímil), resaltaba el siguiente epígrafe: "Nutridos grupos de estudiantes (…) reclamaron con insistencia la presencia del presidente Videla, quien los saludó desde el balcón de la Casa Rosada". Ello ocurrió durante la mañana del día anterior.
En ese mismo instante, en una mazmorra del Ejército, una mujer engrillada y con capucha daba a luz. Tras el parto, le susurró al bebé su nombre: "Guido, como tu abuelo." Luego la adormecieron, antes de arrebatarle el hijo para siempre. Laura Carlotto, de 23 años, quien permanecía secuestrada en el centro clandestino La Cacha desde noviembre de 1977, fue asesinada por sus captores el 24 de agosto del año siguiente.
Ya se sabe que el alumbramiento de quien sería criado bajo el nombre de Ignacio Hurbán fue el punto de partida de una epopeya que culminó el martes pasado, cuando –tras 36 años de búsqueda– la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, pudo por fin abrazar a su nieto. Una victoria más que simbólica sobre el horror de la Historia. Y una ocasión propicia para reflexionar sobre los efectos más ocultos del terrorismo de Estado en la sociedad civil. Una constelación de interrogantes hasta ahora nunca debidamente saldados; entre ellos: ¿Con qué parámetros funcionaba entonces la conciencia colectiva? ¿Y como se pensaba en medio del genocidio?
LA COCOA DE LA MUERTE. En aquella emisión de Almorzando con Mirtha Legrand, la conductora insistía con el llanto de Videla, mientras Susana Giménez hacía lo propio con la "campaña antiargentina en el exterior". ¿Complicidad, sumisión o simple idiotez? Esa es la pregunta.
La dueña de la perra Jazmín evoca ahora esos días con sentimientos cruzados: "No supe sobre las atrocidades que se cometían, pero fui perseguida porque mi noviazgo con Carlos Monzón no era bien visto por las autoridades."
No se trataba de la única estrella de la farándula en apuros. Gerardo Sofovich tuvo un problema similar: "¿Vos creés que si yo hubiera sabido algo de los vuelos de la muerte o lo que pasaba en la ESMA, hubiera trabajado para ellos?", le contestó al periodista Camilo García durante una entrevista realizada en 2010 para el programa de Viviana Canosa, antes de aclarar que, hasta 1977, él también estuvo prohibido. Idénticos impedimentos fueron padecidos por otras luminarias, como Moria Casán y la propia señora Legrand: prohibiciones breves y presuntas cacerías de baja intensidad, mientras ignoraban estar viviendo bajo un régimen cifrado en el exterminio. Esa suma de circunstancias no los convierte, desde luego, en criminales de guerra. Pero sí son un reflejo del espíritu público en su conjunto.
Incomoda, obviamente, que después –incluso, décadas después– de una dictadura afloren el estudio y la discusión sobre la complicidad social, junto con el discernimiento de sus respectivos grados de responsabilidad. Es que –tal como enseñó Hannah Arendt– decir que "todos son culpables es una manera de decir que no hay culpables". Ello lleva el tema hacia otra variación del mismo interrogante: ¿Cómo era la cosmovisión del ciudadano medio y con qué la alimentaba?
Parte de la respuesta de este enigma está en los archivos fílmicos y las hemerotecas; basta ver programas televisivos de la época; sus películas, alguna publicidad y las notas en diarios y revistas. Allí, en cierta manera, quedó registrado lo que mucha gente pensaba o, al menos, tenía que pensar.
En las hemerotecas es posible toparse –por caso– con alguna columna de un tal Carlos Burone, como la que publicó el 12 de julio de 1978 en la revista Siete Días Ilustrados. En ella describe un encuentro entre Videla y los periodistas extranjeros que cubrieron el Mundial, y dice: "Estuve allí y, mientras el Presidente hablaba, reaccioné automáticamente sacando un lápiz para anotar lo que acababa de oír: 'No concibo un periodismo que ejerza su libertad sin ejercer su responsabilidad'. Es un concepto tan preciso, que basta cambiar la palabra 'periodista' por 'ciudadano' o, simplemente, 'hombre', para encerrar en tan pocas palabras una de las mejores aproximaciones a la esencia de la Democracia, con mayúscula."
A renglón seguido arremete contra la "subversión apátrida", denuesta los gobiernos europeos por sus denuncias contra la Junta Militar y se compadece de todos los "soldados y policías que no murieron en la cama". Su texto termina con íntimo desliz: "Es domingo; me encantan los 'vigilantes' con crema pastelera. Además, tomo cocoa, como la que todos los domingos me hacía mi mamá. Además hoy será más divertido, porque corre Reutemann en la Fórmula 1." Genocidio y cocoa. La banalidad del mal en estado puro.
Se cree que en esos mismos días, el niño nacido del vientre de Laura fue llevado a la ciudad bonaerense de Olavarría.
Allí prosperaba el estanciero Carlos "Pocho" Aguilar, quien solía ufanarse de sus excelentes vínculos con los jefes militares de la zona. El tipo supo encabezar la Sociedad Rural de esa localidad, fue vicepresidente de un club de fútbol, integraba la sociedad de la cantera Cerro de Águila y comandaba el Consejo de Promoción Agropecuaria del INTA. Además, era propietario del campo donde trabajaba el matrimonio Hurbán. Existen firmes indicios que esa pareja recibió de sus manos a Guido Carlotto. "Ellos –según los dichos de su tío, el diputado Remo Carlotto– desconocían, al parecer, su origen y habrían actuado de buena fe."
Pocos meses antes, en abril, con la certeza de que su hija estaba embarazada de seis meses, Estela de Carlotto se acercaría por primera vez a la organización Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, tal como se llamó antes de ser rebautizada Abuelas de Plaza de Mayo. Desde entonces, ya nada sería igual.
Hasta ese momento, su historia era la de una madre común de la clase media platense: ama de casa, maestra de escuela primaria, bajo perfil, abocada a su marido y sus cuatro hijos. No imaginaba entonces que, por imperio de las tenebrosas circunstancias del país, se terminaría por convertir en uno de los símbolos más luminosos de la resistencia a la dictadura.
NOCHE Y NIEBLA. Hace unos meses, al cumplirse otro aniversario del golpe militar de 1976, durante una clase especial al respecto en una escuela primaria del barrio de San Cristóbal, un alumno se permitió la siguiente pregunta: "¿En esa época, la gente podía vestirse como quería?" Había sido hecha por un pibito de diez años.
Su inquietud, en apariencia trivial, apuntaba en realidad hacia las normativas impuestas sobre la existencia cotidiana. Unas normativas arbitrarias hasta el absurdo, cuyo alcance medía el sometimiento de la sociedad civil al poder militar. Y sin otro propósito que el de despojar a las personas su condición de sujetos responsables de sus actos y elecciones. En resumidas cuentas, así funcionaba la maquinaria psicológica del terror.
La intuición de ese pibe lo había percibido. La lógica aplastante de los niños tiene eso, y más si se refiere a un asunto como el que se trataba; es decir: una percepción incontaminada de las cosas, y sin la lectura miserable que frente a tales situaciones suelen trazar algunos adultos.
En tal sentido, el escritor Marcos Aguinis encarna un auténtico paradigma. El tipo, en su momento, escribió una biografía del almirante Guillermo Brown como homenaje y donación a la Armada, cuando Massera era su máximo cabecilla. Ya en democracia, Aguinis justificaría el destino de esa obra con la siguiente argumentación: "Lo hice para gestionar el paradero y la libertad de gente desaparecida."
No hay constancia, claro, de ninguna víctima del terrorismo de Estado que haya salvado su pellejo gracias a su monografía. Aun así, en la edición de la revista Noticias del 10 de septiembre de 2010, el autor de La cruz invertida aluniza en la polémica sobre el rol de la sociedad civil durante la dictadura con una columna cuyo título revela su posición al respecto: "Revisionismo berreta". Allí, Aguinis afirma que "las ideologías oscurecen la razón", y que la política actual de derechos humanos pretende "reescribir la historia para eternizar al kirchnerismo".
Carlos "Pocho" Aguilar, el amigo y presunto cómplice de los represores, tuvo el tino simbólico de morirse el 24 de marzo de 2014, no sin llevarse a la tumba sus secretos más preciados. Pero las oleadas del pasado siempre vuelven. Y no son muchos los ocultamientos que resisten el paso del tiempo.
En aquel otoño justamente, el hombre criado como Ignacio Hurbán supo de su adopción. El resto de la historia es conocida. «
Laura Carlotto: esa mujer
Estudiaba Historia en la Universidad de La Plata y militaba en Montoneros. Fruto de su unión con Walmir Omar Montoya –también desaparecido–, nació su hijo, Guido, en cautiverio.
El boletín oficial
La revista Somos, de la Editorial Atlántida, fue el semanario político más leído de la época. En su número del 6 de octubre de 1978, la nota de tapa establece las reglas de juego, fundamentando la proscripción de todos los partidos y sindicatos.
El país del olvido
Esa era la impresión que causaban los medios periodísticos de entonces. La revista Siete Días supo alternar artículos banales con editoriales ideadas desde las usinas propagandísticas del régimen. Esta tapa corresponde a su edición del 6 de julio de 1978.
08.2014 |Fue nombrado por el nieto de Estela de Carlotto como un referente de su generación
"Sirve para pensar cuántos nietos están por la ciudad"
Juan Weisz, hijo de desaparecidos y vecino olavarriense, dice que la recuperación de Guido abre la puerta para identificar otros casos, así como "responsables civiles y de la dictadura".
Mis padres desaparecieron en el '77 en Buenos Aires. Estaba con ellos cuando desaparecieron. Militaban en la JTP y en la facultad. Son secuestrados y llevados primero al Banco y después al Olimpo. Yo tengo tres meses en ese momento, soy trasladado con ellos, y en un lapso no determinado de días u horas soy llevado del centro clandestino a la casa de mis abuelos maternos, lo que resulta ser una suerte con lo que pasó con otros 500 bebés que en situaciones similares fueron apropiados. En esa lógica macabra me tocó que me devolvieran a mi familia, con el mandato de que en 48 horas debía estar en Las Flores, donde vivía uno de mis tíos de sangre, que es mi papá de crianza, junto con su mujer. Ellos estaban en ENTEL, a los cuatro años, para la época de Malvinas, lo trasladan a Olavarría, y desde los cuatro vivo en esta ciudad." Juan Manuel Weisz cuenta su historia desde el patio de la librería Insurgente, que creó hace casi diez años. Tanto él como su espacio (mucho más que una librería, casi un centro cultural, un centro social y colectivo, independiente, de autogestión) fueron nombrados por Guido Montoya Carlotto (Ignacio Hurban) en la conferencia de prensa, como un referente de su generación a la hora de pensarse como un hijo de desaparecidos en la localidad del centro bonaerense. En diálogo con Tiempo Argentino, Juan expresa: "Como todos los olavarrienses, estoy muy sorprendido y con mucha emoción, porque Ignacio Hurban es un artista muy reconocido y querido, con una trayectoria muy importante. Y de golpe, después de haber compartido con él unas cervezas después de un espectáculo, incluso fue parte de Insurgente siendo profesor antes de ser director de la Escuela de Música, compartir charlas... y de golpe verlo ahí, sabiendo que él antes no manifestó sentir que él era un nieto apropiado... Me llevó inmediatamente a reflexionar esto de la familiaridad. Pensar con cuántos Ignacios nos podemos estar encontrando día a día, compartiendo cosas, y están ahí, y nosotros estamos al lado tal vez y no los vemos, y ellos mismos no se encuentran y no saben."
Juan Manuel no para, habla, desahoga: "Ahí está el sentido de la continuidad de una lucha. Treinta y siete años de lucha tienen que tener un sentido, y a veces cuando uno enfrenta causas 'perdidas', muchas veces flaquea y piensa: para qué sirve esto. Y ahí está, sirve para esto, y a los olavarrienses, que estamos eufóricos, nos sirve para pensar cuántos otros nietos están caminando la ciudad y no saben de su identidad, así como uno también puede pensar cuántos responsables civiles y de la dictadura también están paseando."
Weisz dice que para los olavarrienses es un buen momento "para comenzar a reelaborar esta historia, y pensar la actualidad, en la que Olavarría últimamente vivió varios episodios donde la impunidad es el tema. Hay casos emblemáticos, como el de Esteban Navarro (N.del R.: su cuerpo apareció en un terreno baldío en octubre de 2004, aún sin culpables) donde su madre lleva diez años luchando, por eso una cuestión a reivindicar en el tema de Ignacio es la lucha. Es un ejemplo para los que luchan hoy."
Juan milita en el movimiento nacional antirrepresivo. Ese gran tema nucleador de toda esta historia, la lucha –sostuvo–, guarda lineamientos con otras también actuales: "Acá desde el año pasado acompañamos a la familia Ortega, a Yésica Medina, que fue la compañera de Tito Ortega, un trabajador de 33 años que por distintos motivos se encontraba con una gran depresión anímica, intentaba quitarse la vida, cuando llegó el policía Juan Coria y lo fusiló. Nosotros estamos peleando junto a ella para que Juan Coria vaya preso y por momentos parece que es difícil, porque es una sociedad que hasta ahora se bancó la impunidad. Con la lucha se puede. De a poco se puede. Es ahí donde me parece encontré una de las cuestiones más alentadoras de todo lo sucedido con Ignacio." «
Investigan el rol de un empresario rural en la apropiación de Guido Carlotto
Las hipótesis que surgen tras la recuperación de Guido. Una denuncia radicada en Abuelas constituye el puntapié inicial de la investigación en torno al robo y apropiación del nieto 114. Un ruralista aparece como el último eslabón de una cadena que podría llegar a Ramón Camps. Indicios e interrogantes.
Una denuncia radicada en Abuelas de Plaza de Mayo marca el pulso de la incipiente investigación en torno a la apropiación de Guido Montoya Carlotto, nieto de la emblemática Estela Carlotto, nacido en cautiverio en junio de 1978, cuya identidad fue restituida el martes pasado.
Como ya informó Tiempo Argentino, los indicios, que la justicia deberá corroborar, conducen al empresario agropecuario oriundo de Olavarría, Carlos "Pancho" Aguilar, sindicado como "el último eslabón de la cadena" en la entrega del bebé robado y a sus vínculos con las Fuerzas Armadas y de seguridad. Su muerte, ocurrida en marzo de este año, parece haber liberado un secreto guardado por casi cuatro décadas, porque, dos meses después, Guido llegaba a Abuelas para despejar las dudas sobre su identidad.
"Era una persona con mucho dinero, dirigente de la Sociedad Rural local, estaba muy vinculado a los militares de esa época y a la jerarquía de la Iglesia", precisaron Guido y Remo Carlotto a este diario.
Según las líneas investigativas recuperadas por Tiempo, la familia Aguilar, dueña de la estancia en la que fue criado Montoya Carlotto, estaría unida por vínculos familiares con un militar fallecido que fuera asesor de Ramón Camps mientras este se desempeñó como jefe de las Policía Bonaerense durante la última dictadura cívico-militar. Se trataría de un ex coronel de caballería mencionado en el informe confeccionado por la Comisión Especial por la Memoria de Olavarría. La esposa de esta figura clave despide a Aguilar, en la necrológica publicada en el diario local El Popular el 27 de marzo pasado, como su "prima" política.
Los vecinos aseguran que el empresario agropecuario, que fue presidente del Centro de Equitación de Olavarría, no sólo le entregaba caballos de equitación a los militares sino que guardaba los de su propiedad en el regimiento.
En aquel pueblo bonaerense aseguran que el mundo equino fue un terreno fértil para que "Pancho" Aguilar nutriera sus relaciones castrenses. Los vecinos aseguran que el empresario agropecuario, que fue presidente del Centro de Equitación de Olavarría, no sólo le entregaba caballos de equitación a los militares sino que guardaba los de su propiedad en el regimiento local.
Esta relación se refleja en una entrevista que Jerónimo Aguilar, hijo de "Pancho" y figura de la equitación local le brindó al diario olavarriense El Popular, en abril de 2011. Jerónimo contó allí que tenía 13 años cuando comenzó equitación en "una escuelita en el Club Hípico viejo, a cargo del suboficial Santiago Ponce".
Otro dato que mencionan en el pueblo es que la partida de nacimiento de Guido, cuyo nombre de crianza es Ignacio Hurban, nombre de pila que el nieto recuperado desea mantener, habría sido falseada por un médico local actualmente en actividad. Sobrevivientes de la represión –que pidieron reserva de su nombre (se sabe, en pueblo chico, infierno grande)-, sostuvieron a este diario que vieron al sospechado en Monte Peloni, centro clandestino de detención que funcionó a pocos kilómetros de la ciudad de Olavarría.
No es casualidad que Remo Carlotto, hijo de Estela y presidente de la Comisión de Derechos Humanos en la Cámara Baja, haya pedido que se "investiguen las conexiones de Aguilar" con el mundo castrense. Se trata de un hombre poderoso: fue integrante de la sociedad de la cantera Cerro del Águila, vicepresidente del Club Atlético Estudiantes, titular del Consejo de Promoción Agropecuaria del INTA de Balcarce, dirigente de la Sociedad Rural de Olavarría, además de ex presidente del Centro de Equitación de Olavarría (CEDO). En un periódico local lo definieron como "un reconocido y apreciado vecino olavarriense", cuyo "espíritu inquieto lo llevo a incursionar en política en la década de los noventa".
LA PISTA LA PLATA-OLAVARRÍA. Aún es un gran interrogante dónde dio a luz Laura Carlotto, la madre de Guido, la hija de Estela, secuestrada en el C.C.D La Cacha, ubicado en La Plata. Las opciones que barajan los investigadores son el Hospital Militar Central o el Penal de Olmos. El sitio donde el terrorismo de Estado le arrancó a su hijo no es menor, ya que daría una pista de la ruta que transitó el bebé hasta llegar a Olavarría. Por lo pronto, el informe realizado por la Comisión Especial por la Memoria local, en 2001, da cuenta que el vínculo La Plata-Olavarría era muy estrecho.
La jurisdicción de Olavarría, así como la de otras ciudades bonaerenses como Azul y General Alvear, entre otras, estaba bajo la órbita del Comando de Sub-zona 12, a cargo de del general Alfredo Oscar Saint Jean, hermano menor del militar retirado Ibérico Saint Jean, quien gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1981. Aquel comando castrense estaba instalado en la 1ª Brigada de Caballería Blindada de Tandil y tenía a cargo al menos cinco centros clandestinos como el mentado Monte Peloni. Los órganos de Inteligencia con incidencia en esos CCD fueron el Destacamento de Inteligencia 101, justamente con asiento en La Plata, y el 102. Durante la apropiación de Guido, la primera dependencia estuvo conducida por el entonces coronel Alejandro Agustín Arias Duval (entre 1976 y 1979). No es casual la gran cantidad de olavarrienses secuestrados o asesinados en La Plata.
Las jefaturas de área eran las dependencias que tenían el control directo de las operaciones dentro de la estructura militar que impartió la represión ilegal. El Informe por la Memoria local precisa que Olavarría fue controlada por la Jefatura de Área 124, comandada desde octubre de 1975 por el teniente coronel Aníbal Ignacio Verdura, que permaneció en el puesto hasta fines de 1977, cuando fue ascendido. En diciembre de ese año fue remplazado por el teniente coronel Héctor Alberto González Cremer. Los últimos momentos de la vida de Laura Carlotto transcurrieron en esas fechas: fue secuestrada a fines de 1977 y estuvo cautiva nueve meses, dando a luz a fines de junio de 1978. Tan sólo tuvo a su bebé en brazos entre tres y cinco horas. Desde entonces, la suerte de Guido fue una incógnita. Hasta el 5 de agosto pasado, cuando comenzó a desenredarse un ovillo que encierra 36 años de secretos.
La defensa de Servini de Cubría
La jueza María Servini de Cubría aseguró, en una entrevista al diario La Nación, que ella no fue quien dio a conocer que Ignacio Hurban era el nombre adoptivo de Guido Montoya Carlotto, nieto recuperado. "Dicen que yo di a conocer el nombre, pero no fue así. ¡Si el nombre yo casi ni lo sabía!", dijo la magistrada.
"La noticia yo creo que está desde antes de que yo hablara. De hecho, (el periodista Marcelo) Zlotogwiazda llama porque sabía la noticia. La noticia no la doy yo", dijo. Servini de Cubría aseguró que la información "se filtró antes" de que llegara a sus manos. También defendió no haber seguido el procedimiento habitual de las Abuelas porque "acá hay una causa penal" y hay que averiguar "cómo llega la criatura a manos de esa gente".
CFK: "está, por fin, entre nosotros"
La presidenta Cristina Fernández describió ayer, a través de su cuenta de Twitter y también con imágenes publicadas en la red social Instagram, cómo fue el encuentro que mantuvo el jueves con Guido Montoya Carlotto, nieto recuperado de Estela Barnes de Carlotto, titular de las Abuelas de Plaza de Mayo. "Además de frescura tiene sentido del humor", contó la jefa de Estado.
Cristina explicó que además de Guido, su compañera Celeste y Estela estuvieron los hijos y nuera de la presidenta de Abuelas, "más tres parejas de Olavarría" que los acompañaban; sus propios hijos, Florencia y Máximo Kirchner; los diputados Wado de Pedro y Andrés "Cuervo" Larroque; y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. "La verdad parecemos un batallón. Pero ojo, no vamos a la guerra. Queremos ver de cerca el triunfo del amor y la cara que tiene la felicidad."
La mandataria recordó palabras de Estela acerca de los orígenes de los padres de Guido ("el papá era santacruceño como Néstor" y "Laura era platense como vos"), y el primer contacto físico con el nieto 114: "Nos abrazamos. No sé qué habrá sentido y pensado él. Algún día se lo preguntaré."
"Se puede sentir en el ambiente la buena vibra. Las miradas de amor y todavía de sorpresa", dijo en otro tramo de su relato. También describió a Guido como un joven que tiene "mucha frescura" y advirtió: "Quiere seguir llamándose Ignacio... Estela sentada le dice 'pero por lo menos agregale Guido'. En realidad es Ignacio + Guido + Laura + Puño + Estela + Hortensia..."
"Lo importante de su vida es que tendrá muchas cosas para sumar y no para restar, porque tuvo la suerte de crecer con amor", agregó. Y cerró con citas a dos canciones, una de Silvio Rodríguez y otra del Indio Solari porque "Ignacio-Guido está, por fin, entre nosotros".
Hay noticias que hacen de este mundo un lugar más luminoso. Anoche, mientras veíamos a Estela anunciando la aparición de Guido, el hijo de Laura y Oscar, en casa no podíamos contener las lágrimas, mientras los más chicos, Agus y Vicky, de 5 y 9 años, nos atoraban a preguntas: "¿Por qué hay que llorar? ¿Dónde estuvo Guido todos estos años? ¿Los militares que se lo llevaron están presos, no? ¿Y cómo sabemos que no van a volver a secuestrar nietos? ¿Y los 400 que faltan, por qué no aparecen? ¿Todavía los tienen secuestrados los militares?"
Hay noticias que hacen de este mundo un lugar más luminoso. Anoche, mientras veíamos a Estela anunciando la aparición de Guido, el hijo de Laura y Oscar, en casa no podíamos contener las lágrimas, mientras los más chicos, Agus y Vicky, de 5 y 9 años, nos atoraban a preguntas: "¿Por qué hay que llorar? ¿Dónde estuvo Guido todos estos años? ¿Los militares que se lo llevaron están presos, no? ¿Y cómo sabemos que no van a volver a secuestrar nietos? ¿Y los 400 que faltan, por qué no aparecen? ¿Todavía los tienen secuestrados los militares?" Me gusta la tenacidad que ponen los hijos para encontrar respuestas adultas que los tranquilicen. Me gusta menos tener que responder con certezas que, a veces, creo no tener para rescatarlos de la angustia. Ya sé que a los hijos no se les miente, pero mi primer acto instintivo es querer evitarles la incomodidad de ciertas verdades. Hasta que ocurre la vida, así como es, tumultuosa, llegando desde el televisor. Cuando la escuchaba a Estela hablando de las elecciones de Laura, su hija adorada, me estremecí. La rescató como una militante montonera que sabía que podía morir por su proyecto de país. Lo dijo con una placidez amorosa, y creo que ahí me puse a llorar. Porque los hijos que amamos también son las elecciones que ellos hacen. Supongo que aceptar eso es ser padres de verdad. Saber que uno da vida para que esa vida, en el futuro, crezca por fuera de nuestras débiles protecciones. Entonces esos hijos se transforman en los hijos de la historia que deciden vivir. Seguro Laura no quería morir, quería luchar, ver crecer a Guido, comer las pastas de Estela, abrazarse a su familia. Pero el país de entonces era una máquina de asesinar sueños y personas. Ni a ella, ni a toda una generación que fue secuestrada, torturada y asesinada por la dictadura cívico-militar, se les permitió ser como querían ser. A cada una de sus preguntas, a cada una de sus inquietudes, a cada impulso vital, se les respondió con el camastro, la picana, el homicidio clandestino y la impunidad institucionalizada durante, al menos, dos décadas. Era el país donde el lugar común era la muerte. Estela sabe que la realidad de hoy es otra. Ella ayudó a construir un país donde el Estado no tiene por vocación el secuestro, ni la tortura, ni el genocidio. Y que los responsables de esos delitos aberrantes, van presos a una cárcel común. De su boca, como buena maestra, aprendimos también que no es lo mismo justicia que venganza y que el amor vence al odio. Gracias infinitas por enseñarnos el camino. Gracias por las respuestas que hoy tenemos para darles a nuestros hijos. Y gracias Guido querido por "prestarnos" a tu abuela para construir el país que hoy tenemos, donde el lugar común, es la vida.
El conjunto rosarino fue más durante los 90 minutos y justificó la victoria en La Bombonera. El equipo de Bianchi mostró poco. Sobre el final, los hinchas se acordaron de Riquelme y Angelici.
Ignacio/Guido Montoya Carlotto, el nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, difundió ayer, a través de su cuenta de la red social Twitter (@IgnacioHurban), una foto junto a su abuela paterna, Hortensia Ardura, con quien se encontró por primera vez el viernes último. “La abuela Tenchi... Todo felicidad. Gracias!”, escribió junto a la foto, en la que se los puede ver sonrientes, abrazados, ella en un sillón y él sentado a su lado en una silla y tomándola de los hombros. Hortensia es la madre de Walmir Montoya, pareja de Laura Carlotto, ambos asesinados durante la última dictadura.
Francisco Aguilar fue candidato de Unión-PRO en 2007. Ninguno de los integrantes de lo que fue ese espacio se hace cargo.
Por Werner Pertot
El presunto entregador de Ignacio/Guido Montoya Carlotto, Francisco Aguilar, fue candidato suplente a concejal por la lista de Unión-PRO en 2007, cuando Mauricio Macri y Francisco de Narváez eran aliados. ¿Cómo llegó a formar parte de esa lista? Desde los partidos que integraron esa alianza se pasaron la pelota: nadie se quiso hacer cargo de la presencia del presunto entregador. “La séptima sección electoral (Olavarría) la armó De Narváez”, lanzaron desde el PRO bonaerense. Desde otro sector, indicaron que los integrantes de la lista eran cercanos a la diputada macrista Gladys González, quien dice que no tuvo nada que ver. Página/12 conversó con quien encabezó esa lista como candidato a intendente, el empresario rural Julián Abad, quien dijo que lo conocía de la Sociedad Rural local. “Se acercó como un vecino más”, intentó minimizar.
Aguilar es una de las figuras clave de una de las líneas de investigación por las que se intenta determinar cómo llegó a Olavarría el nieto de Estela de Carlotto. El empresario rural sería dueño del campo donde se crió Ignacio/Guido, tenía un lazo muy cercano con las Fuerzas Armadas, fue presidente de la Sociedad Rural local, del club Estudiantes y del Centro de Equitación de Olavarría. Su incursión en la política partidaria fue en 2007, bajo la escudería de la alianza Unión-PRO. Falleció en marzo de este año y poco después el nieto recuperado se enteró de que no era el hijo biológico de los peones rurales que lo criaron.
En 2007, Aguilar entró a la sede de Unión-PRO, que habían inaugurado frente al municipio, junto con el resto de los candidatos. “Nos sentimos identificados con estos empresarios que deciden saltar a la política. Nosotros estamos haciendo lo mismo”, dijo Abad, candidato a intendente por esa lista en 2007. Tanto él como Aguilar eran empresarios rurales.
Conocidos los antecedentes de Aguilar en el caso Carlotto, entre Unión Celeste y Blanco y el PRO comenzaron a pasarse la responsabilidad por el armado de aquella lista como si fuera una papa caliente. “En la séptima, las listas las armó De Narváez”, fueron tajantes en el macrismo bonaerense. La pelota pasó al lado de De Narváez. En el espacio del Colorado no quisieron sumarse al mismo juego. Pero una fuente del peronismo de Olavarría destacó que aquella lista fue armada por la diputada macrista. La pelota volvió al lado del PRO.
“Esa lista fue armada para que entrara como concejala Carola Patané, la amiga de Gladys González. Los que la integraron eran gente de confianza de ellos”, sostuvieron desde el peronismo local. “No participé del armado en la provincia. Era directora del Banco Ciudad en 2007”, contestó González a la consulta de este diario. Sí confirmó su relación con Patané.
“Luego de que ganó Patané, Abad quiso ser candidato a diputado en 2009 y no lo dejaron. Le agradecieron por los servicios prestados y lo borraron de un plumazo. Terminó siendo funcionario del intendente José Eseverri”, indicó el dirigente del peronismo local. Eseverri actualmente forma parte del Frente Renovador. En diálogo con este diario, el ex candidato Julián Abad recordó que Macri no fue a Olavarría a apoyarlo, pero sí De Narváez. Sobre la participación de Aguilar, consideró que “se sumó como un vecino más. Venía de la Sociedad Rural. Nos conocíamos de ese ámbito. Fue una participación en la política local”.