Si no fuera porque hay un pastor que deja comer tranquilamente a las
ovejas en este soto, si no fuera porque los milanos que se cruzan tienen
dos alas y no tres, y un solo pico, uno creería que a ocho kilómetros
de Soria se trató de levantar un Chernobyl. Que un día estalló algo inesperado y todo el mundo se fue dejando a medias una ciudad que iba a tener más de 500 hectáreas.
2. CIUDAD DEL MEDIO AMBIENTE DE SORIA
52.000.000
DECLARADA ILEGAL POR EL TC
El complejo se presupuestó en 52 millones de euros. Bloqueado desde
2013, el proyecto permanece abandonado y en franco deterioro. Como un
Chernobyl sin muertos
Los garajes subterráneos vacíos. Las pistas de acceso sin rematar. La
ferralla señalando al cielo como dedos oxidados y acusadores. Las
cúpulas de la energía que ven en la fotografía, como mordidas por un
monstruo.
Un Chernobyl inocuo. Un Chernobyl sin explosión nuclear. Un Chernobyl sin muertos.
O con muchos. Eso depende de cómo se mire y del significado de la palabra muerto.
-¿Y viene mucha gente al pueblo?
Una vecina: 'Monté un negocio por esta mierda. Hoy debo 100.000 euros'
-Hace cinco años apostamos por la mierda ésta. Y montamos este negocio en Garray -cuenta Ana Modrego, dueña de La Posada de Numancia, aspiradora en la mano-. Ahora debo 100.000 euros. Pierdo dinero cada mes. Estoy muerta.
El fantasma de hormigón blanco se yergue a ocho kilómetros de Soria, en el término municipal de Garray (400 habitantes), en medio de un monte calificado de especial interés paisajístico a sólo 300 metros del río Duero y en un enclave con sello propio: por ejemplo, la explanada desde donde salieron los aviones que bombardearon Guernica;
por ejemplo, la mayor concentración de cigüeñas de la provincia; por
ejemplo, el mayor de los escarnios perpetrado con dinero público que se
recuerda en la comarca: 52 millones de euros pulidos en este pelotazo de dimensiones atómicas.
La paradoja es que la hoy espectral Ciudad del Medio Ambiente de Soria -que iba a ser un Silicon Valley
mesetario y audaz, blasón en defensa de la naturaleza- terminó
enclavada en un espacio protegido donde no se había puesto ni un solo
ladrillo. Entre garduñas y flora silvestre, en 2010 se colocó la primera
piedra. Comenzaron luego las termitas de las retroexcavadoras. El resto
ya lo ven.
Con 500 hectáreas, incluía casas de lujo, polígono y hasta un centro de equitación
Aquí -en las 500 hectáreas de terreno que equivalen a 500 campos de
fútbol- iba a haber instalaciones de tecnología punta. Aquí habría
viviendas de lujo con su vitola de renovables. Aquí estaría obligado el
uso del coche eléctrico. Aquí edificarían unos centros deportivos la mar
de integrados. Y cómo no, una escuela nacional de equitación. Y por qué
no, un parque fluvial y lacustre. Por haber habría hasta un polígono
industrial... Todo bajo la mirada de ese ojo de Sauron que eran las cúpulas de la energía. Hoy tuertas, qué se le va a hacer.
"En este lugar hay fresnos que ni cinco personas juntas abarcarían,
bosques de abedules increíbles, cerca de 200 aves distintas
catalogadas...", enumera Carlos González, de la
Asociación Soriana para la Defensa y Estudio de la Naturaleza, que se
llena las botas de barro y abre un plano encima de un promontorio.
("Aquí iban a ir casas", dice apuntando con el índice).
("Y aquí, aparcamientos").
"Pero el daño que le han hecho al soto es irreparable", prosigue. "Han desviado el Arroyo de la Vega
con lo construido, los canales naturales de desbordamiento del Duero se
están desecando, dado que cortaron el paso de forma artificial. El
colmo es que hicieron todo esto en una zona inundable. Y en 2013 el agua
del Duero llegó a medio metro de las cúpulas".
Todas las ambiciones sofisticadas de futuro han apisonado el presente. Como hace el rodillo con la masa del pan.
Paseamos por una pista asfaltada de varios kilómetros en mitad de la
nada. Nos metemos a uno de los tres garajes abandonados de la ciudad,
a modo de gigantescas naves de cemento pulido -con sus ventanales de
lamas giratorias, con sus interruptores de la luz esperando ser
pulsados, con su inexorable vacío-. Y uno imagina que acabará topándose
con aquella escena de El planeta de los simios: la imagen de la Estatua de la Libertad semienterrada en cualquier parte. Como si esto no fuera real ni posible.
El proyecto que la Junta de Castilla y León acometió
con dinero público es hoy un inmenso osario paralizado por el
Constitucional. En la foto fija -atrapados en ella- queda gente como Ana
Modrego. Que sigue con la aspiradora en la mano e insiste: "Los
políticos nos han llevado a esta ruina. Éramos cuatro empleados y ahora
estamos sólo mi marido y yo. Tengo 45 años y me gustaría tener hijos.
Pero quién se atreve".
No se ve ni rastro de las 3.000 o 4.000 personas que iba a albergar
el proyecto, pero en la puerta del restaurante Casa Abel de Garray
hablamos con un vecino de Canredondo, a cuyo pueblo le expropiaron 90 hectáreas para mayor gloria del ogro que ya no tiene dientes.
-¿Y qué hacemos con eso ahora, jefe?
-No las tiremos abajo, no las derribemos -sostiene Juan Antonio, que
apunta con la barbilla hacia donde debe de caer la Ciudad del Medio
Ambiente-. No nos jodamos más. Vamos a darle una utilidad. ¿Vale para un
palomar? Pues hagamos un palomar. ¿Vale para un caseto? Pues hagamos un
caseto. ¿Que hay que meter a 10 a la cárcel? Pues metámoslos.