El 14 de septiembre,
nueve días después de la destitución de Lumumba, el coronel Joseph
Mobutu Sese Seko, jefe del ejército, se hace con el control político
en la capital, desata una ola de represión contra las organizaciones
políticas y expulsa a los técnicos soviéticos. Auténtico hombre
fuerte del gobierno congoleño, antes de dos meses Mobutu había
devuelto el poder a Kasavubu y se auto designó comandante en jefe de
las fuerzas armadas. Pero Lumumba seguía vivo y, con él, la
esperanza para el pueblo congoleño.
El 6 de octubre
Bélgica se une a los planes asesinos de los estadounidenses y el
ministro de Asuntos Africanos del gobierno, Aspremont Lynden,
siguiendo órdenes del primer ministro, el democristiano Gaston
Eyskens, ordena en un cablegrama a Katanga eliminar definitivamente a
Lumumba.
El
10 de octubre, el ejército y las tropas de la ONU le detienen, pero
Lumumba logra escapar el 17 de noviembre y huir en avión hacia su
principal base de apoyo en Kisangani (entonces llamada Stanleyville)
en donde contaba con mayores apoyos.
Comenzó el tributo de
sangre que reclamaban los imperialistas. El secretario general de la
ONU, Dag Hammarskjold, concertó una reunión con Tshombé que
tendría lugar en la ciudad de Ndola, en Zambia. Cuando el avión de
Hammarskjold se aproximaba al aeropuerto de Ndola perdió el control
y se estrelló. El secretario general pereció en el accidente.
Lumumba
fue detenido de nuevo el 2 de diciembre por el ejército. Siempre con
las órdenes de no intervenir, las tropas de la ONU hicieron la vista
gorda cuando lo torturaron brutalmente. Más tarde se supo que se
mantuvo firme durante las largas sesiones de torturas y con la moral
muy elevada. Lo llevaron primero a Kinshasa, a una prisión del
ejército donde lo exhibieron ante los periodistas y diplomáticos.
Durante el mes siguiente lo fueron pasando de un grupo títere a otro
para que lo golpearan y torturaran.
Al
final lo llevaron a Katanga. Allí, en un descampado en medio de la
oscura sabana, iluminado por las luces de los coches de la policía,
el oficial belga Julien Gat cogió del brazo a Lumumba y lo llevó
hacia un enorme árbol. El dirigente africano apenas podía caminar a
causa de las torturas. Un escuadrón de ejecución formado por cuatro
hombres y provisto de fusiles FAL belgas y revólveres Vigneron
esperan, mientras que 20 soldados, policías, oficiales belgas y
ministros katangueses observaban en silencio. El capitán belga dio
la orden de disparar y una lluvia de balas acribillaron a Lumumba y a
dos de sus antiguos ministros, Maurice Mpolo y Joseph Okito.
Para
encubrir la verdad, un equipo de policías belgas desenterró el
cadáver y lo disolvió en el ácido
sulfúrico que proporcionó una
compañía minera. El comisario belga Gerard Soete, que trabajaba
para el régimen pelele de Katanga, confesó que le ordenaron hacer
desaparecer a los fusilados. Su trabajo no fue fácil, tuvimos que
despedazarlos,
reconoció el verdugo. Su
cuerpo fue espantosamente descuartizado para evitar su
reconocimiento. Los imperialistas no querían dejar ninguna huella
del crimen.
Luego vino la campaña
de intoxicación en la prensa. Inicialmente, los imperialistas
estadounidenses y belgas anunciaron que lo habían asesinado
campesinos airados; más tarde dijeron que lo ejecutaron sus enemigos
congoleños. También contaron que, estando encarcelado en Katanga, a
mediados de febrero, intentó huir siendo mortalmente herido.
Pero el parlamento
belga, 40 años después, admitió su responsabilidad en el asesinato
en una sesión celebrado en noviembre de 2001.
Cuando lo
asesinaron, Lumumba tenía 35 años y apenas había permanecido tres
meses como primer ministro. Su asesinato indignó a millones de
personas de todo el mundo.
Moisés Tshombé tomó
las riendas de un nuevo gobierno títere y se abrió un periodo de
guerra civil de cinco años en la que los imperialistas y sus
sucursales locales trataron de despedazar al Congo. En 1965 lo
reemplazó Mobutu, quien gobernó y saqueó el país sin piedad
durante décadas en beneficio de sus amos de la metrópoli. Los
imperialistas han chupado las riquezas del Congo, y sus tramoyas y
rivalidades dejaron al país, una vez más, arruinado y dividido por
la guerra.
Hoy, cuando el reto de
la revolución y la liberación nacional se le plantea a tantos
pueblos y movimientos, la historia de Patricio Lumumba nos
proporciona una clara lección sobre la crueldad del imperialismo y
el neo-colonialismo. Los soviéticos abrieron en Moscú una
universidad en su memoria para que allí pudieran estudiar los
pueblos del Tercer Mundo. Y es que Lumumba sigue siendo la antorcha
ardiente de todos pueblos africanos.
La
continuación de la lucha revolucionaria en el Congo
Las tropas de la ONU,
los mercenarios imperialistas y el ejército local trabajaron en vano
para tratar de liquidar la guerrilla para siempre. Tras el asesinato
de Lumumba varias fuerzas revolucionarias se agruparon en Kinshasa
bajo la dirección del Viceprimer Ministro Antonio Gizenga. Pierre
Mulele (antiguo ministro de Educación de Lumumba) es enviado a El
Cairo como embajador de la República Popular del Congo.
Pero los
neo-colonialistas consiguen entrar en la capital, detener a Gizenga y
dispersar a las fuerzas de liberación. No quedaba más remedio que
pasar a la clandestinidad, reagruparse e iniciar una guerra
prolongada revolucionaria.
Pierre Mulele se
trasladó a China en marzo de 1962 para estudiar la estrategia de la
guerra popular prolongada, y en julio de 1963, volvió a su Kwilu
natal para organizar la guerrilla en compañía de Teodoro Bengila y
Félix Mukulubundu. Casi al mismo tiempo, Gaston Sumialot y Laurent
Kabila se encargan de impulsar la guerrilla en el este del país.
El 3 de octubre de 1963
Christophe Gbenye, Etienne Mbaya y Benoît Lucouyard Lukunku crean en
Kinshasa el Consejo Nacional de Liberación que impulsa una
insurrección contra el imperialismo y sus agentes locales, con el
objetivo de instaurar en el Congo un gobierno revolucionario,
nacional y popular.
Mulele hace un
llamamiento para crear un partido revolucionario que encabece la
lucha y consigue reclutar un fuerte ejército guerrillero, los
maï-maï. Entre abril de 1964 y junio de 1965, logró controlar todo
el territorio de Kwilu-Kwango, en Bandundu.
Mientras, Laurent
Kabila, que también acababa de recibir formación guerrillera en
China, controlaba el territorio que se extiende desde Kalemie hasta
Moba en el norte de Katanga, y la zona situada entre Uvira y Fizi, en
Kivu.
Ambos lograron
implantar un gobierno revolucionario el 4 de agosto de 1964 en
Kisangani que controlaba las tres cuartas partes del país.
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