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General: Ángel Santiesteban:Testimonio desde la cárcel en Cuba
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 06/10/2014 15:38
Ángel Santiesteban dice que durante
su evasión de la cárcel fue al cine, al teatro y al Malecón
angel_santiesteban.png (617×342)
'La libertad no se mendiga, máxime si ha sido
arrebatada injustamente, una práctica constante contra la disidencia en Cuba', afirma.
La Habana |  Diario de Cuba
El escritor Ángel Santiesteban confirmó que el pasado 21 de julio abandonó la prisión de baja seguridad donde cumplía su sentencia de cinco años, aprovechando un descuido de los carceleros. Dijo que durante los cinco días que duró su evasión fue al cine, al teatro y pasó horas sentado en el Malecón. Luego decidió entregarse a la Seguridad del Estado.

"La libertad no se mendiga, máxime si ha sido arrebatada injustamente, una práctica constante contra la disidencia en Cuba", dijo Santiesteban en un post titulado "
Danzando con los demonios", publicado en su blog Los hijos que nadie quiso.

Rechazó que su acción haya sido una "fuga". Comentó que en el momento de su salida llevaba acumulados 15 días de pases que el régimen le había negado durante meses, pese a que las condiciones de su sanción los establecían.

En julio pasado, el escritor había advertido que las autoridades planeaban trasladarlo a una unidad de tropas guardafronteras, para mantenerlo "aislado y controlado".

"Y el amanecer del 21 de julio, atribulado de pensamientos bajo las presiones que ejercían sobre mí en los últimos meses, y sabiendo el lugar a donde me trasladarían —una celda dentro de una unidad militar, otra vuelta de rosca a mi constante tortura psicológica— decidí abandonar el asentamiento de Lawton, donde me habían recluido por casi un año, y evadí la férrea custodia, aprovechando la confusión que causa el movimiento de reclusos cuando despiertan", aseguró sin proporcionar más detalles.

"Mi primera incursión fue asistir al cine; luego, en la noche, a una obra de teatro y, a la salida, me senté en el malecón. Me mantuve dos horas mirando pasar a las personas de un lado a otro", relató.

"Así estuve cinco días", indicó el escritor. "En la noche del 26 de julio, me entregué a la Seguridad del Estado. Sentí que había cumplido mi intención de malograrles, de alguna manera, su fiesta política más importante, al desafiar la conmemoración del Asalto al Cuartel Moncada".

Santiesteban dijo que el oficial que lo recibió "se mostró nervioso y amagó con extraer su arma".

"Aconsejé calma mientras me palpaba la cintura para demostrarle que no estaba armado", añadió.

Señaló que, tras entregarse, supo que las autoridades mantenían detenida "a una persona muy cercana" a él, a quien no identificó.

"Les aseguré que era una actitud injusta y arbitraria, porque yo me había asegurado de que nadie estuviera al tanto de mi plan de evasión, para no enlodar a esta persona y que arremetieran contra ella. Pero fue una ingenuidad de mi parte", dijo.

"De inmediato, me enseñaron el vídeo donde esta persona se debatía con su conciencia y sufría profundamente, casi en el delirio; comprobé su danza con los demonios. Entré en una profunda depresión a partir de ese momento, y me declaré en huelga de hambre hasta su liberación", que se habría producido diez días más tarde.

Santiesteban dijo que tras 18 días en el calabozo fue trasladado el 13 de agosto a la unidad de tropas guardafronteras donde se encuentra ahora y cuya ubicación no precisó.

"El calabozo donde estoy confinado hace honor a esa palabra: no puedo abandonarlo; allí recibo los alimentos en las bandejas que trae un oficial y que se mantiene en la puerta veinticuatro horas del día", agregó.

En diciembre de 2012, Santiesteban fue condenado en un juicio sin garantías bajo cargos de "violación de homicidio y lesiones".

En julio último su hijo Eduardo Ángel Santiesteban Rodríguez, de 16 años,  
reveló que fue manipulado y presionado  por la Seguridad del Estado para que declarara contra su padre.

Tras su evasión, algunas versiones indicaron que el escritor podría ser acusado y procesado nuevamente, pero Santiesteban no hizo comentarios al respecto en su post.

Los sufrimientos "ya no son más que gajes del oficio que he asumido y aprendido", dijo, "los recibo con resignación y rogándole a Dios que acabe con la miseria y la falta de democracia en mi país, pero sobre todo, que no vuelva a suceder otra dictadura en estas pequeñas islas".

La editora del blog Los hijos que nadie quiso, la argentina Elisa Tabakman, no aclaró como recibió el texto del escritor.

Ángel Santiesteban recibió en 2006 el Premio Casa de las Américas por su libro de cuentos Dichosos los que lloran.

Reporteros sin Fronteras lo incluyó en su lista de los "Cien héroes de la información en el mundo" de 2014.


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 06/10/2014 15:40
Danzando con los demonios
Testimonio de Ángel Santiesteban sobre su fuga
“La prosperidad hace amistades, y la adversidad las prueba.”

angel-santiesteban-prision-militar-de-jaimanitas.jpg (639×367)
Dios con nosotros ¿quién contra nosotros?
La libertad no se mendiga, máxime si ha sido arrebatada injustamente, una práctica constante contra la disidencia en Cuba. Y por asumir ese pensamiento, “los desafíe” – según el criterio de oficiales que me atendieron- a partir del post del 20 de julio pasado, donde informaba el traslado que me harían hacia una unidad de tropas guardafronteras, asegurando que la intención era “mantenerme aislado y controlado”.
  
Puedo asegurar que cuando intentan asfixiarte, como instinto de supervivencia, nace ese golpe natural y salvador, justo en los testículos del oponente, lo que significa la oportunidad de tomar un respiro.
 
Y el amanecer del 21 de julio, atribulado de pensamientos bajo las presiones que ejercían sobre mí en los últimos meses, y sabiendo el lugar a donde me trasladarían -una celda dentro de una Unidad Militar, otra vuelta de rosca a mi constante tortura psicológica- decidí abandonar el asentamiento de Lawton, donde me habían recluido por casi un año, y evadí la férrea custodia, aprovechando la confusión que causa el movimiento de reclusos cuando despiertan.
 
Cuando alcancé a introducirme en la ciudad, respiré el aire que me pertenecía por derecho propio y del que no se me debió separar por la soberbia del gobierno cubano debido a mis diferencias políticas; diferencias políticas en las que, estoy convencido, coincido con los demás opositores y con la gran mayoría de los ciudadanos de este país aunque prefieren callar –seguro, más inteligentes que yo-, y de esa manera mantenerse al menos libre físicamente, aunque su espíritu esté oprimido.
 
Pero no es ese mi caso, como tampoco es el caso de muchos de los que hoy alzan sus voces desde la disidencia. A partir del año 2008, luego de crear un blog, comencé a expresar mis desacuerdos contra el totalitarismo imperante en nuestro archipiélago por más de medio siglo; un sistema opresor que ha arrastrado al país a la calamidad, a la más extrema pobreza, y en el cual -a partir de las carencias sociales- delinquir comenzó a ser la práctica más cotidiana de la población, junto a la emigración, sobre todo de su juventud, cuya desesperación por lanzarse al mar ha dejado un saldo de muchas vidas truncadas en el estrecho de la Florida al fracasar en el intento de alcanzar nuevos horizontes para sus agonizantes existencias. Tal es así que en este momento contamos con una población penal de las más altas en el mundo per cápita, en gran mayoría jóvenes que cumplen extensas y exageradas condenas que sobrepasan sus delitos; cerca de cuatro millones de cubanos viven hoy en una trágica diáspora por todo el mundo, y las cifras menos terribles de los estudios sobre cubanos muertos en el mar ascienden a más de 20 mil personas, cifra que por desgracia sigue creciendo cada año.
 
Una vez que alcancé las calles, en el amanecer del 21 de julio, caminé disfrutando los espacios que eran habituales para mí antes de que me encarcelaran. Mi primera incursión fue asistir al cine; luego, en la noche, a una obra de teatro y, a la salida, me senté en el malecón. Me mantuve dos horas mirando pasar a las personas de un lado a otro, escuché a los cantantes que como juglares pululan en la zona intentando ganar propina de los turistas.
 
Así estuve cinco días. Deseaba continuar apreciando teatro; creo que es lo que más he extrañado en mi cautiverio, pero temía que me reconocieran, a pesar de mi disfraz y de la pérdida de casi cuarenta libras de peso.
 
En la noche del 26 de julio, me entregué a la Seguridad del Estado. Sentí que había cumplido mi intención de malograrles, de alguna manera, su fiesta política más importante, al desafiar la conmemoración del Asalto al Cuartel Moncada un día como ese del año 1953. Lo hice ese día –precisamente- para devolver a mis captores la incomodidad que intentaron provocarme con la práctica de hacer coincidir fechas importantes con momentos claves de mi condena: como fue entregarme en el Tribunal y luego ingresarme en prisión, el 28 de febrero de febrero de 2013, exactamente cuando se cumplían los cinco años de la firma de los Pactos de la ONU por parte del excancilller Felipe Pérez Roque, o como fue trasladarme de la prisión 1580 hacia el asentamiento de Lawton, el 2 de agosto, día de mi cumpleaños.
 
Cuando el agente de la Seguridad del Estado me vio apostado delante de él, me preguntó si yo era Santiesteban, seguro que para cerciorarse, porque –supongo- que en la última semana mi foto era la más vista por ellos, y, al decirle que era yo, el oficial se mostró nervioso y amagó con extraer su arma, a lo que aconsejé calma mientras me palpaba la cintura para demostrarle que no estaba armado. Me pidió que me sentara en lo que avisaba por el celular que yo me había entregado y que me encontraba bajo su custodia. Le hice saber entonces que todavía me debían diez días; no me entendió, y le recordé los debidos pases que -según mi régimen penitenciario- ellos violaban flagrantemente, y que en su totalidad sumaban 15 días. Como mi traslado ya lo tenían preparado antes del 21 de julio, decidí salir con el permiso de pase que me correspondía, que desde hacía diez meses violaban, y que me pertenece con mi condicional de “mínima”, según mi sanción menor a cinco años. Así que tomé el pase escrito que escondía el oficial a cargo, y salí. Por ello, mi salida no puede llamarse fuga o evasión del régimen penitenciario, como informaron en los primeros momentos.
 
Me llevaron para una celda, no sin antes decirme que mi acción era irresponsable, aventurera, desafiante y que no imaginaba todo el operativo desplegado en mi búsqueda.
 
Allí supe que tenían detenida a una persona muy cercana a mí desde el mismo instante en que comprobaron mi supuesta fuga. Les aseguré que era una actitud injusta y arbitraria, porque yo me había asegurado de que nadie estuviera al tanto de mi plan de evasión, para no enlodar a esta persona y que arremetieran contra ella. Pero fue una ingenuidad de mi parte, pues -como se sabe- en Cuba se es culpable siempre hasta que se demuestre lo contrario.
 
De inmediato, me enseñaron el video donde esta persona se debatía con su conciencia y sufría profundamente, casi en el delirio; comprobé su danza con los demonios. Entré en una profunda depresión a partir de ese momento, y me declaré en huelga de hambre hasta su liberación. Me sumergí en ese túnel sin luz donde se araña a tientas la manera de caminar en la total enajenación, se baja a las profundidades con lastre constante, y los colores se vuelven opacos, grises, hasta que te fundes en la oscuridad más intensa. Para ese entonces, todo te da igual. Recuerdo que solo sentí el calor de la mano de mi madre que guiaba la mía, y la mirada de Dios. Y me deje llevar, cubierto de angustia y desasosiego, al saber cautiva a esta persona.
 
A los diez días de mi detención, los oficiales me aseguraron que ya se encontraba en libertad. Para ese entonces, mi organismo estaba débil, y no les creí hasta que lo escuché en boca de mi hija y de su madre cuando vinieron a la visita de diez minutos semanales.
 
Allí también me hicieron saber que esta persona tomaba distancia de mí, sencillamente aterrada por la experiencia vivida y por el sufrimiento que causó a su familia.
 
El dolor de saber alejada a esa persona que tanto quise es inexplicable, pero entiendo su terror, y preferí que fuera así porque -a partir de ahora- ese terror lo acompañará perenne por el resto de sus días, y se hará costumbre en sus pesadillas. Quizá sea lo mejor para los dos, porque este camino que escogí consciente de lo que tendría que vivir, es solo mío y de los que como yo, sienten la necesidad de comunicar al mundo lo que acontece dentro del archipiélago cubano. En muchas ocasiones tuve que rechazar a los amigos, que -con pasión e ingenuidad- quisieron visitarme, pero sabiendo que luego los investigarían, existiendo la posibilidad de que pierdan sus empleos, o simplemente sean agregados a la lista de quienes hay que vigilar como “no confiables”. Es una triste realidad que también tuve que asumir por proteger a los demás. Pocos meses después de entrar a prisión, quizás sin que ella lo supiera, me enteré de que a mi pareja de ese entonces, quien asumió mi encierro con entrega y puntualidad, la dejaron fuera de dos proyectos de trabajo. Entonces, aproveché un viaje que hizo en ese interin en el que me cambiaron de la prisión 1580 al asentamiento de Lawton, y decidí no volverla a recibir, terminando así una relación de más de cinco años. Esa ha sido la actitud inquebrantable por mis ideales, un ínfimo sacrificio comparado con lo que han hecho otros, ofrendando hasta sus vidas.
 
Finalmente, después de dieciocho días en el calabozo, y como continuando los mensajes subliminales con fechas y conmemoraciones, me trasladaron el 13 de agosto (cumpleaños de Fidel Castro) hacia la Unidad de Tropas Guardafronteras donde me encuentro ahora, decisión que habrían retrasado, según me habían pronosticado los que escucharon el comentario de los jefes y que ya conocían el lugar: “un calabozo con televisor”, para reafirmar, según puedo inferir, que sus decisiones son inevitables, y así confirmar que mantienen el poder absoluto sobre nuestras vidas, y que las mueven a su antojo como fichas de ajedrez.
 
El calabozo donde estoy confinado hace honor a esa palabra: no puedo abandonarlo; allí recibo los alimentos en las bandejas que trae un oficial y que se mantiene en la puerta veinticuatro horas del día.
 
Cuando todavía estaba en Lawton, mi familia llevó al asentamiento a una Técnica de Laboratorio para que me extrajera sangre con la intención de hacerme análisis, pero los militares se negaron y mis familiares tuvieron que marcharse sin que se me realizara la extracción. Días después, burlé la vigilancia y saque el brazo a través de las rejas del fondo y me la pudieron realizar. Hoy me han comunicado que mis índices de hemoglobina están cerca de 12 (cuando ingresé en prisión, 17) y estoy con la próstata inflamada. Pero por encima de todo eso, quiero dejar claro que no existe ningún sufrimiento que me obligue a abandonar mi necesidad de expresar mi parecer sobre las circunstancias que me rodean, y sobre lo que pienso que es más adecuado para mi país.
 
El sufrimiento que me provoca toda esta tortura psicológica, y cualquier otra que puedan inventar en el futuro, no es mayor que mi anhelo porque Cuba sea libre. No cumplo más que con mi humilde necesidad de expresarme libremente. Sé que, más temprano que tarde, al gobernante de turno no le quedará otra opción que sentarse con la oposición y llegar a un consenso que evite una guerra civil y los ajustes de cuentas fuera de la ley, que inevitablemente se desatan tras cada estampida social. Esa es mi única preocupación de cara al futuro.
 
Lo demás -los inevitables sufrimientos- ya no son más que gajes del oficio que he asumido y aprendido en esta labor de informar, ser transparente y soportar los temores; los recibo con resignación y rogándole a Dios que acabe con la miseria y la falta de democracia en mi país, pero sobre todo, que no vuelva a suceder otra dictadura en estas pequeñas islas -que aun no conocen la prosperidad económica, política y social- y que de una vez, abrazadas en un futuro verdaderamente próspero y democrático, se adentren en el concierto de las naciones en vías de desarrollo.
 
Gracias a las personas que han sufrido, informado, agregado a sus oraciones, junto a mi familia, y que de alguna manera, ya lo son también, pues creo que mi familia son todas aquellas personas honestas y con buenos sentimientos.
Mi agradecimiento eterno.
 
¡Viva Cuba, y que viva libre!
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión unidad de guardafronteras

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 06/10/2014 15:42
Los presos en Cuba
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                                                     Editorial  |
Cuba es una gran cárcel. La frase se ha repetido y probado en innumerables testimonios a lo largo de más de cinco décadas. Pero existe la prisión dentro de la prisión y el régimen cubano a lo largo de toda su dictadura se ha encargado de construir unos 200 centros penitenciarios para encarcelar a los cubanos por las más variadas razones.
 
A sus celdas han ido a parar los cubanos que han cometido delitos comunes y los que simplemente han expresado su desacuerdo con el Gobierno. En épocas no muy lejanas, en las infames cárceles de los hermanos Castro terminaron quienes intentaron salir (huir) por vías no convencionales de la isla y hasta quienes tenían en su posesión dólares.
 
Todos los que han pasado por el sistema penitenciario cubano, sin excepción, podrían dar fe de las deplorables condiciones en que tienen que sobrevivir los reos; las magras raciones de alimentos; el precario estado de las instalaciones penitenciarias; las vejaciones, abusos y golpizas de los carceleros y hasta los maltratos de los que son víctimas los familiares de los detenidos, a quienes a veces no les es permitido ver a sus seres queridos.
 
El régimen cubano tampoco ha desperdiciado la oportunidad de utilizar la mano de obra esclava en las prisiones para su beneficio. Los prisioneros son obligados a trabajar en la confección de muebles, labores agrícolas y hasta en la fabricación de fertilizantes e insecticidas, por sólo citar dos ejemplos, sin la debida protección para su salud. No es de sorprenderse. Los Castro tampoco han mostrado ningún interés por la vida de los millones de "presos" que habitan en la isla.
 

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 06/10/2014 15:43
Cárceles en Cuba: trabajo esclavo y mano de obra barata
En los centros penitenciarios de la isla no solo el maltrato físico se ha hecho
habitual, a eso se le suma las condiciones infrahumanas en que laboran los reclusos

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Según un exfuncionario de prisiones, el 90% de los reclusos en Cuba trabajan con escasa seguridad y cobran salarios miserables
        POR IVÁN GARCÍA
Para Saúl la prisión es como su segunda casa. El cumpleaños 63 lo celebró tras las rejas, fabricando bloques de cemento y gravilla en una empresa estatal cubana llamada Provari, que elabora desde ladrillos, baldosas, colchones y hasta insecticidas para vender en moneda dura. Saúl conoce el mapa penitenciario de la isla como pocos.
  
Desde los 19 años ha estado recluido en las principales prisiones: La Cabaña, Chafarinas, en Guantánamo, Boniato (Santiago de Cuba) y en cárceles edificadas por Fidel Castro como el Combinado del Este, en La Habana, Agüica (Matanzas) y Canaleta (Ciego de Ávila).
  
"En todas, desde que caí preso por primera vez en 1970 por la Ley del Vago, he trabajado cortando caña, en la construcción, haciendo muebles para el turismo o insecticidas sin apenas protección física”, comentó Saúl, quien desde abril es un hombre libre.
 
Escasa seguridad
 
Según un exfuncionario de prisiones, el 90% de los reclusos en Cuba trabajan con escasa seguridad y cobran salarios miserables.
 
“Estoy convencido que el trabajo de los presos es uno de los principales motores productivos del país. Su explotación deja grandes beneficios. Hasta 2006, cuando laboré en una cárcel habanera, se les pagaba 150 pesos o 200 pesos mensuales por trabajar hasta 14 horas [el salario mínimo en Cuba es de 484 pesos] o no se les pagaba ni un centavo. A quienes cobraban, se le descontaban gastos como comida y alojamiento. A la mayoría de los presos comunes cubanos el Gobierno les da un trato degradante”, señaló el exfuncionario.
 
Se calcula que existen más de 200 prisiones a lo largo del verde caimán.
 
Cuba es la sexta nación del planeta tomando en cuenta su población. En 2013, el régimen reconoció que la población penal ronda los 57.000 reclusos. La disidencia interna afirma que la cifra puede acercarse a los 100.000.
 
Las cárceles cubanas son rigurosas. El maltrato corporal y los abusos de los guardias penitenciarios resultan habituales. Los suicidios, mutilaciones y vejaciones dentro de los penales es una estadística secreta que el Gobierno maneja con pinzas.
 
Mano de obra barata
 
En la década de 1980, Ciro estuvo preso cinco años por intento de salida ilegal del país. En su peregrinaje por centros de reclusión, laboró en un almacén de piezas de transporte del Ministerio del Interior, en la barriada de Lawton, a 30 minutos del centro de La Habana.
 
“El MININT es el principal beneficiado de la mano de obra barata de los presos. En el Taller Uno trabajé sin apenas protección en una línea de montaje de autos con carrocerías plásticas y motores alemanes VW.
 
También laboré en una tapicería donde se le daba barniz a muebles finos. Años después, supe que eran de la compañía Ikea. Nunca me pagaron un centavo”, relató Ciro.
 
En la construcción de hospitales, escuelas, viviendas, producción de alimentos y los trabajos más peligrosos participan miles de reclusos. “Hacemos lo que nadie quiere hacer. Limpiar calles, fosas y cortar marabú”, afirmó Evelio, quien cumple una sanción de dos años fregando ómnibus urbanos.
 
El Estado a la cabeza
 
Empresas militares o estatales como Provari están a la cabeza en la explotación laboral y trabajo cautivo.
 
En un folleto editado en 2001, la firma Provari decía tener 150 instalaciones productivas en la isla. En la prisión Combinado del Este, en las afueras de La Habana, Provari elabora insecticidas.
 
Un informe publicado en el diario oficial Guerrillero en 2013 señaló que la sucursal de Provari en Pinar del Río tuvo ventas por valor de 200,000 dólares en 2010.
 
De acuerdo con ese informe, la producción de la sucursal pinareña incluye cloro y ácido muriático, sillas de playa, cunas infantiles, bloques de construcción de concreto y arcilla, pinturas, brochas, tubos plásticos y plantas ornamentales.
 
En un taller de la prisión de mujeres de La Habana, se confeccionan jeans de distintas marcas para la exportación, así como uniformes para la policía, las fuerzas armadas y las propias prisiones.
 
Provari también produce el insecticida Lomaté, antibacteriales contra piojos y garrapatas, así como otros productos destinados a la higiene.
 
La firma planeaba construir un calentador solar de agua de 170 litros, según medios oficiales.
 
En ese folleto de 2001, entre otras actividades de Provari, se mencionaban la carpintería con maderas preciosas, venta de textiles bajo las marcas Oeste y Hércules y tapicería de muebles de oficina de la marca Ofimax.
 
“Lo más preocupante es que se trabaja sin uniformes especiales y adecuados para elaborar sustancias químicas. Los presos no tenemos opciones ni un representante legal donde poder quejarnos y demandar al Gobierno”, comentó el exrecluso Saúl.
 
Añadió que casi todos los presos trabajan de manera voluntaria. “Es una forma de coger aire, comer mejor y escapar de los abusos de los carceleros”.
 
Mientras a los corresponsales y diplomáticos occidentales acreditados en Cuba, la autocracia castrista les prepara "tours" de las prisiones modelos como La Lima, en Guanabacoa, municipio en el suroeste de la capital, miles de reos laboran en condiciones precarias y sin la remuneración requerida.
 
Lo insólito es que empresas estatales al estilo de Provari, con todos los indicios de participar en la explotación del trabajo esclavo, aguardan por un socio extranjero para ampliar sus negocios.
 


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