El tablero se mueve. El agotamiento del kirchnerismo y la interna peronista se cruzan con fenómenos internacionales. Todos miran a Brasil, donde la hegemonía del PT se ve amenazada por el avance de los liberales reciclados. Con ese escenario, el gobierno alimenta su relato en una campaña contra "el peligro de la derecha”, pero también la realidad muestra el intento de crear un nuevo consenso derechista, aggionardo a la relación de fuerzas sociales.
Las encuestas dan ganadores a Scioli, Massa o Macri.
En ese marco, los dirigentes de la CGT analizan sus alianzas políticas. Mientras garantizan su eterna permanencia en los sindicatos – esta semana Armando Cavalieri y José Luis Lingieri se aseguraron seguir hasta 2019– se reúnen con los presidenciables. Por las dudas, ponen un huevo en cada canasta. A todos los une una necesidad: para quienes quieren gobernar el país, el interés de contar un aliado para intentar controlar al movimiento obrero; para las cúpulas sindicales, una garantía de que van a poder seguir manteniendo sus prebendas y privilegios.
Esa comunidad de intereses se hizo palabras esta semana. Moyano fue contundente. Escandalosamente contundente. "El próximo gobierno va a tener que producir ajustes muy duros. El movimiento obrero debe acompañar con responsabilidad la futura gestión, cualquiera sea". Con la amenaza de medidas de fuerza y ese discurso, Moyano se cotiza al mejor postor. "Cualquiera sea". Macri ofrece lo suyo: “los voy a ayudar a frenar a los troskos que les están complicando la vida en los sindicatos”.
No se trata de otro de los pésimos chistes del millonario líder del PRO. Hablan en serio.
El coqueteo del Jefe de Gobierno y el líder de la CGT opositora no sorprende (tampoco fue el único, lo imitaron los oficialistas Gerardo Martínez de UOCRA y Andrés Rodríguez de UPCN). No sorprende porque la CGT se ha propuesto como garante de la “paz social” ante cada período de transición política y económica. Hoy, el agotamiento del modelo que ha comandado el kirchnerismo, lleva a los empresarios y los grandes partidos a coincidir en que hay que ajustar al pueblo trabajador. Pero este tiene conquistas y expectativas que no va a resignar fácilmente. Esas fuerzas contrapuestas pueden chocar en el próximo período. Todos lo saben.
En ese panorama la izquierda, que ha emergido en los últimos tiempos como la defensora consecuente de las banderas más sentidas de los trabajadores, y está ligada a los fenómenos más combativos, aparece como una amenaza creciente. Son "los troskos" que han batallado junto a combativos compañeros independientes en Kraft y Pepsico, en Liliana, en docentes, el Subte, en Lear y Donnelley, en Shell, en Zanon y otras cerámicas del Sur. Los que levantaron las causas silenciadas de los petroleros condenados en Las Heras, del despertar de los azucareros norteños, de los presos políticos de Río Gallegos. Los que, no siempre con el mismo resultado pero siempre con la convicción de triunfar, han dejado claro que van a pelear duramente. Los que han utilizado las bancas del Frente de Izquierda para ponerla al servicio de la lucha y organización de obreros y estudiantes.
Macri lo sabe, por eso endulza los oídos de los hombres del “movimiento obrero organizado”. Ellos lo presienten, por eso se prueban la careta para ser el Pignanelli del próximo gobierno ("un trosko e’ un trosko"). Fue el dirigente del SMATA el que inició en mayo una cruzada contra los sectores combativos de su gremio. Si la crisis llegaba a la industria automotriz, había que arrasar con quienes terminarían enfrentando los despidos y suspensiones. Ese era el teorema de Pignanelli, y lo puso en práctica. Pero se encontró con la dureza de las luchas de Gestamp y sobre todo de Lear, que despertaron esa simpatía popular que es motivo de preocupación y estudio para quienes quieren “acompañar con responsabilidad la futura gestión” y “frenar a los troskos”.
A medida que avance la contienda hacia las elecciones del 2015, las reuniones entre empresarios, candidatos y burócratas, se multiplicarán. Uno de los temas se mantendrá presente, irremediablemente: cómo evitar, cuando el peronismo y otras fuerzas políticas quieren imponer una salida por derecha al fin de ciclo, que la izquierda se transforme en una alternativa política de masas en el próximo período.