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General: XXV Aniversario de la caída del muro de Berlín
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De: cubanet201  (Mensagem original) Enviado: 10/11/2014 02:23
XXV ANIVERSARIO
DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN
El pueblo alemán festeja el día «más feliz de su vida», al término de
un siglo marcado por dos guerras mundiales y casi cinco décadas de dictadura comunista

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El Muro de Berlín, invadido por alemanes de uno y otro lado junto a la Puerta de Brandenburgo el 9 de noviembre de 1989
El día en que la Alemania libre ganó la guerra al comunismo 
               Por Hermann Tersch 
Berlín 2014. La Friedrichstrasse que cruza Unter den Linden y el canal del río Spree no es aun hoy lo que fue a principios del siglo XX, la única calle europea que competía con Times Square en tráfico peatonal y rodado. Pero es ya otra vez una gran calle europea de luces, ruidos y bullicio. Hay que tener la mirada muy avisada para descubrir tras la gran estación del mismo nombre, unas escaleras cubiertas que bajan a lo que hoy es, en un gran semisótano, el museo del «Grenzgang», del «paso de fronteras».

Suena allí hoy aquello de «frontera» tan absurdo e irreal como un puente en medio del mar. Y nadie podría adivinar que allí estuvo durante casi tres décadas el nudo sentimental y emocional de Alemania. En aquellas instalaciones paralelas a la estación Friedrichstrasse, con compuertas, pasillos, juegos de espejos y rejas con pinchos, se producían a diario tremendas escenas de drama y desconsuelo entre quienes se iban y quienes se quedaban.

Allí se consumaban rupturas, reencuentros y separaciones unas fugaces, muchas temporales y también definitivas. Allí estuvo durante todos los 28 años de existencia del Muro de Berlín, el túnel vigilado que lo atravesaba, por el que el poder comunista regulaba, con cuentagotas, los contactos humanos entre las dos partes de la Alemania demediada por la Guerra Fría. Dos Alemanias que entonces se separaban rápidamente por un abismo cada vez mayor en desarrollo, bienestar, información y libertad.

Era el escenario y el símbolo a un tiempo del desgarro alemán. El Palacio de las Lágrimas lo llamaban. Estaba cerca del Palacio Admiral en el que se produjo el acto político que iba a consumar una larga tragedia, el del secuestro comunista de las regiones orientales de la Alemania derrotada. En el Admiral se obligó, por orden de Stalin, que los socialdemócratas del SPD en la zona oriental se unieran a los comunistas del KPD en el Partido Socialista Unificado. Que por supuesto fue comunista.

Las quejas no eran recomendables. Se desaparecía. El 22 de abril de 1946 con Berlín aún siendo un mar de escombros. Stalin dejaba ya claro que en la parte de Alemania ocupada por el Ejército Rojo se impondría un régimen obediente a Moscú. Ya no había que simular nada. Dos años más tarde, en 1948, se imponían los comunistas en todos los países que habían sido «liberados» por las fuerzas de Stalin. Tan solo tres años de frágil esperanza de libertad.

La ocupación nazi que había devastado Centroeuropa hacia sitio no a la democracia sino a una ocupación soviética. En Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria se imponían los comunistas obedientes a Moscú. Tan solo en Yugoslavia, un Josip Broz «Tito», envalentonado por su propia leyenda, negaba obediencia a Stalin y protagonizaba la primera ruptura en la hasta entonces marmórea unidad comunista internacional bajo Stalin. Muchas ejecuciones habría de causar la purga estaliniana de «titoistas» reales o inventados, en toda la región.

El puente aéreo
Alemania fue dividida en 1945 en cuatro partes por las potencias vencedoras. Pronto quedó claro que solo había dos, una con los sectores americano, francés y británico y otra la soviética. Y dentro de ese sector soviético de la Alemania dividida, que se habría de convertir en la República Democrática (RDA), en medio del mismo como una isla, la capital Berlín dividida a su vez en cuatro partes y a la postre en dos, la occidental democrática y la comunista. En 1948 cuando la Guerra Fría viene a hacerse oficial, Stalin hace su primer pulso a las potencias occidentales.

En reacción al anuncio de la creación de la República federal, Moscú pone en cuestión el estatus internacional de la ciudad y bloquea todos los accesos y suministros terrestres. Habría sido difícil convencer a la opinión pública norteamericana de que volviera a la guerra, esta vez contra la URSS, para defender la libertad de quienes hasta hacía tres años habían sido su mortal enemigo. Pero el presidente Harry Trumanera consciente de que si Stalin lograba echar a los aliados occidentales de Berlín, toda Alemania caería en manos soviéticas.

La idea de tener a las fuerzas del Ejército Rojo en el Rhin y a horas de París era una pesadilla. Por eso se emprendió una operación sin precedentes. Un fuente aéreo de más de 272,000 vuelos durante 321 días alimentó a toda la ciudad hasta que, admitido el fracaso, Stalin abrió el tráfico a la ciudad sitiada.

El Tercer Reich, ese Imperio que iba a durar mil años según los planes de su fundador Adolf Hitler, apenas superó los doce. Su apoteosis final se consumó no lejos de la Friedrichstrasse. Su paralela, la Wilhelmstrass, tenía algunas de las principales direcciones oficiales del Estado nacionalsocialista. Aparte de ministerios como Exteriores, estaba allí, construido sobre el solar de una razonable cancillería imperial de Otto von Bismarck, el colosal edificio construido por Albert Speer para el Führer, la Reichskanzlei. Era símbolo, lleno de brutal energía, columnas y mármol, del poder emergente y oficialmente eterno aun en 1938. Con su búnquer en los jardines, en el que pasaría los últimos agónicos meses antes de quitarse la vida el 30 de abril de 1945, con los soldados soviéticos ya en calles aledañas.

Estallido de protestas
Esa cancillería como otros muchos edificios del devastado barrio oficial entre la Puerta de Brandenburgo y la estación de ferrocarril Anhalter, que desapareció de la faz de la tierra, habría de quedar a partir de agosto de 1961, en un limbo urbano inalcanzable, no urbanizado hasta el año milagroso de 1989. Porque el muro que atravesaba el centro, aislando las tres zonas de Berlín ocupadas por americanos, franceses y británicos —los sectores occidentales— no era un simple muro. Era una amplia franja de terreno entre dos muros paralelos, en la que había minas, alambradas de espino, fosos, carretera para patrullas, instalaciones de perros, mecanismos de disparo automático y torres de vigilancia. En unas partes de la ciudad la franja tenía dos o tres centenares de metros de ancho y en otras siete u ocho.

La siguiente crisis estalló el 17 de junio de 1953. Los obreros que construían las viviendas de la avenida Stalin en el este de la ciudad se rebelaron aquel día contra nuevas exigencias laborales de las autoridades comunistas. Y lo que empezó como un conflicto laboral muy localizado se convirtió en horas en la mayor manifestación anticomunista desde el final de la guerra. Stalin había muerto el 5 de marzo. Pero quienes pensaron que eso podía cambiar actitudes en Moscú se equivocó. La lógica de Stalin funcionó sin él aún mucho tiempo.

Los tanques soviéticos, cuya presencia en la región era masiva, aplastaron con decenas de muertes aquella protesta obrera convertida en levantamiento nacional. El de Berlín este fue el primera levantamiento anticomunista con eco que se produjo en los países conquistados por Stalin en su guerra contra Hitler. Aunque ese mismo año ya se produjeron en Polonia y muy pronto habría de surgir, de forma muy traumática, el levantamiento de Hungría de octubre de 1956 y sus ecos polacos.

Un año antes se había producido un hecho insólito que hizo disparar las expectativas de muchos. Austria, que había estado dividida igual que Alemania, con Viena a su vez también dividida como Berlín, lograba que las cuatro potencias vencedoras firmaran su Tratado de Estado a cambio de «eterna neutralidad». Y por primera vez en la historia, el Ejército soviético abandonaba un país, Austria, cuya parte oriental había conquistado en guerra contra el nazismo.

Antagonismo ideológico
Pero en Alemania no había neutralidad. La República Federal de Alemania, dirigida por Konrad Adenauer, se había comprometido firmemente con las potencias occidentales e ingresaba en la OTAN. Su democracia liberal no tendría nada que ver con la dictadura comunista del «otro lado». La economía social de mercado, con su elemento socialcristiano, era lo contrario que el dirigismo soviético de los planes quinquenales. Y las dos Alemanias, que se habían puesto a andar al mismo tiempo, se convirtieron así para todo el mundo en un inmenso campo de pruebas en el que verse la competencia de dos sistemas en una misma sociedad desarrollada.

El resultado no tardó en ser evidente. Nada más limpiarse las escombreras en que la guerra había convertido las ciudades alemanas, los alemanes occidentales se dejaron cautivar por un frenesí emprendedor y laborioso que pronto habría de llamarse el Milagro económico. Sobre los efectos de la Reforma Monetaria de Ludwig Erhard en 1948 que había introducido el marco alemán, DM, la década de los años cincuenta registra un espectacular crecimiento de la producción, la economía y del bienestar. Los fondos del Plan Marshallque Estados Unidos lanzó para la recuperación de una decena de países europeos afectados por la guerra, fueron ante todo a Francia y al Reino Unido, pero la parte que llegó a Alemania tuvo también un gran efecto positivo muy visible.

Telón de Acero
Mientras, la parte de Alemania ocupada por los soviéticos apenas se movía. Sus dirigentes que habían fusionado por dictado moscovita a los dos partidos de izquierda SPD y KPD para crear el Partido Socialista Unificado (SED) fueron relevados por Walter Ulbricht, un comunista inflexible entre los fundadores del partido comunista KPD en la República de Weimar que había logrado sobrevivir doce años en la emigración soviética. Lo que habían logrado pocos sin sucumbir a las purgas. Alemania oriental se vio aplastada por regulaciones, ukases y otras órdenes de Moscú volcadas en las grandes industrias y en el control total del enemigo ocupado.

La mayor parte de la industria pesada había sido desmantelada y trasladada a Moscú como reparación de guerra. La frontera a lo largo de las dos Alemanias ya se había fortificado y era impermeable. Como ya había anunciado en su viaje a EE.UU. en 1946 Winston Churchill, un telón de acero había caído sobre Europa desde el Báltico al Adriático. Había una frontera totalmente cerrada a lo largo del frente entre las dos grandes potencias e ideologías.

¿Totalmente? No. El telón de acero tenía un inmenso agujero. En Berlín. Era toda la linea que separaba al sector soviético de los otros tres sectores, de norte a sur. Pese a las trabas administrativas y policiales, la ciudad abierta permitía que muchos trabajaran en un sector en el que no vivían. Trabajo bueno había en el oeste. Y cada vez eran más los que no volvían. Muchos para coger los aviones que comunicaban a diario a la isla de Berlín Oeste con Alemania occidental. Por ese agujero votaban los alemanes orientales a los que habían impuesto la dictadura. Votaban libertad. Votaban bienestar. Y votaban con los pies, como solía decirse. A lo largo de los trece años desde la reforma monetaria, Alemania oriental se desangraba.

El precio de la libertad
El agravio comparativo entre las dos partes de Berlín y comunicado por el boca a boca diario del tráfico humano resultaba demoledor para la Alemania socialista. En 1961 la situación era ya dramática. Y un Nikita Jruschov con problemas propios internos no se podía permitir una RDA en la que pronto no quedaría mano de obra cualificada y amenazaba con el colapso. Ulbricht, agente del Komintern en España, burócrata inmovilista que saboteaba la desestalinización del propio Jruschov, estuvo más que dispuesto. Célebre es su frase un día antes de la construcción el 13 de agosto de 1961 de «nadie tienen intención de construir un muro».

Aquella madrugada hubo un inmenso despliegue policial y militar. Se cerraron las calles, se cegaron las alcantarillas, se prohibió el tráfico. Y un ejército de obreros en camiones llegaron al centro de la ciudad a cerrar herméticamente el sector soviético de los demás. No era tan fácil. Los límites atravesaban edificios y hasta viviendas, los canales y la amplia red de metro y de tren suburbano que distingue a Berlín desde el arranque del siglo XX. Hubo escenas escalofriantes. Tragedias. Muertos por disparos. Por suicidio. Muchos aprovecharon la confusión aquellos días para salir a través de una frontera aún imperfecta. Y durante toda la existencia del Muro hubo intentos logrados o no, de romper y burlar esa frontera.

Cerca de mil muertos dentro de la ciudad son testimonio de ello. A lo largo de los años el muro se sofisticó, se amplió con «la franja de la muerte» como la llamaban. Y hasta el 9 de noviembre de 1989, ese muro fue símbolo de la Guerra Fría pero ante todo del fracaso de un sistema de gobierno basado en la represión y el terror, en el fracaso de la segunda ideología criminal que tras el nacionalsocialismo, había arraigado y sembrado la tragedia en suelo alemán.

Crucé decenas de veces el muro, sobre todo por el «checkpoint charlie» que era para diplomáticos y personas acreditadas ante el gobierno de la RDA. Que era más cómodo que el Palacio de las Lágrimas. Estuve acreditado ante ambas Alemanias y también en Polonia, el país responsable de iniciar con su valentía y calidad moral los cambios que arrastraron al Muro, a sus constructores y a su ideología, al basurero de la historia y a todos los pueblos centroeuropeos a liberarse.

Un cuatro de siglo después, no están por supuesto igual todos los países implicados en aquella maravillosa gesta del siglo XX que fue la revolución democrática de 1989. Pero todos recuperaron entonces su libertad para vivir y equivocarse ellos en democracia. Millones vertimos lágrimas en todo el continente, secuestrado por el crimen nazi y comunista, y ya felizmente recuperado. Muy distintas que las de los lloros del desgarro en la Friedrichstrasse. Marcaron el año en que más felicidad se pudo gozar en todo ese siglo terrible anegado de dolor y sangre. Por la experiencia de la libertad triunfadora sobre la oscuridad y el miedo.
 

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Resposta  Mensagem 2 de 4 no assunto 
De: cubanet201 Enviado: 10/11/2014 03:02
Para la prensa de Cuba el Muro de Berlín sigue ahí
Solamente por Telesur supieron en Cuba de los actos que se
celebran en la capital alemana por el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín.
  
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Varios hombres leen el diario oficial Granma en La Habana (Cuba).
             Cuba Eterna - Gabitos
El diario venezolano El Universal, publica este domingo una nota donde destaca que la prensa oficial cubano omitió en sus páginas el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín, catalizador de la "desaparición del bloque socialista".
Solamente el canal Telesur, dice el diario venezolano, fue "el único medio que tuvieron los cubanos para informarse sobre los actos que se celebran en la capital alemana" y asevera que el enviado por Telesur a Berlín para cubrir los actos al periodista cubano Rolando Segura.
  
Los periódicos cubanos recordaron en sus páginas "el 97 aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre", y el Granma lo calificó de uno de "los grandes acontecimientos del siglo pasado" y las autoridades cubanas depositaron una ofrenda floral en la tumba del Soldado Internacionalista Soviético a las afueras de La Habana, por la fecha.
  
el Castro encabezó los movimientos sociopolíticos tercermundistas y apostó por los focos guerrilleros, algo que incomodó a sus socios soviéticos.
 
En Cuba "existen centros de trabajo, médicos o incluso una playa que tienen el nombre de la RDA o de dirigentes comunistas alemanes comoErnest Thaelmann".  Con la desaparición de la RDA, del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y del Pacto de Varsovia, La Habana perdió sus aliados y llevó  a la economía de la Isla a su peor crisis, llamada "período especial".
 
Las dos páginas de noticias internacionales, de Juventud Rebelde, el único dominical, estaban dedicadas a dos cartas al The New York Times, publicadas el pasado jueves 6 de noviembre, sobre los tres espías cubanos  y la propuesta de intercambio con Alan Gros; artículos sobre los inmigrantes encarcelados en EE UU, la votación en Cataluña, el estado palestino y la UE, y sobre el cementerio de La Plata, en Argentina.
Publicado en Noticias Martí
 
 

Resposta  Mensagem 3 de 4 no assunto 
De: t-maria2 Enviado: 10/11/2014 13:51
 
 
 
 

Resposta  Mensagem 4 de 4 no assunto 
De: t-maria2 Enviado: 10/11/2014 13:52

25 años después otros muros dividen el mundo

En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, jóvenes rompieron el "muro de la vergüenza" | Foto AFP / Archivo

En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989, jóvenes rompieron el "muro de la vergüenza" | Foto AFP / Archivo

Actualmente existen al menos 10 barreras que separan países e incluso ciudades, con diferentes objetivos

Si bien la caída del Muro de Berlín marcó el fin de la Guerra Fría, su destrucción no acabó con la utilización de las paredes de concreto para dividir el mundo. Actualmente existen al menos 10 barreras que separan países e incluso ciudades. Sus objetivos son diferentes: evitar las migraciones, reducir la delincuencia o proteger la existencia de regímenes totalitarios.

“Todos evidencian fracasos. Aunque hayan sido levantados como grandes soluciones, la realidad es que son un molde para contener algo irresuelto. Representan el fracaso de  la negociación, de los acuerdos entre gobiernos o de la convivencia entre grupos sociales”, advierte Elsa Cardozo, internacionalista y doctora en Ciencias Políticas.

La especialista explica que los actuales bloques de división se diferencian por la finalidad que tienen. Algunos fueron erigidos por razones similares a las del Muro de Berlín, otros se levantaron con fines más nobles, como evitar choques entre grupos radicales y dar tiempo para que se alcancen acuerdos de paz.

Uno de los más famosos es el de la franja que separa a Corea del Norte de Corea del Sur. Es una zona desmilitarizada de 4 kilómetros de ancho y 238 kilómetros de longitud. “Este es el caso más similar al de Berlín y quizá el más odioso, pues representa la necesidad de un régimen opresivo de cerrarse para protegerse”, expresa Cardozo.

Entre las barreras levantadas por temas migratorios, destaca la que se empezó a construir en 1994 entre Estados Unidos y México para evitar el flujo de mexicanos de escasos recursos. Existen varios tramos en California, Arizona, Nuevo México y Texas. Todos tienen iluminación de alta intensidad, detectores de movimiento y están custodiados por la policía fronteriza estadounidense.

El caso es un buen ejemplo para demostrar por qué los muros no terminan siendo soluciones, pues estos no evitan que un promedio de 260.000 mexicanos emigren cada año a Estados Unidos. Políticos como Rick Perry, republicano y gobernador de Texas, quieren levantar más barreras, mientras que en Washington no se termina de aprobar la reforma de las leyes migratorias que resuelva el problema y logre consenso entre los estadounidenses.

En otros lugares del mundo hay barreras que tienen estos mismos objetivos. En Ceuta, ciudad española, hay una para evitar el paso de inmigrantes africanos. Israel levantó un muro en Cisjordania para “protegerse” de ataques palestinos y en Irlanda del Norte hay cientos de paredes en Belfast para separar a grupos católicos y protestantes.

En el Medio Oriente, Kuwait construyó un muro en 1991 para resguardarse de las invasiones de Irak, que con Saddam Hussein en la Presidencia tenía objetivos expansionistas en los noventa. Años más tarde, Arabia Saudita también creó una separación de Irak, aunque ahora para protegerse de la crisis política que asola a ese país luego de que Washington derrocó a Saddam en 2003.

En América Latina también hay muros. En Río de Janeiro, Brasil, acorralaron las favelas para que no se sigan expandiendo, mientras que en Lima, Perú, una barrera divide dos distritos con la intención de frenar la delincuencia.

Medida histórica. Los muros divisorios han existido por siglos, primordialmente como una forma de preservar los territorios. La Gran Muralla china, construida en el siglo V antes de Cristo y con una longitud de 21.196 kilómetros, es el más largo que ha existido en la historia.

La participación ciudadana ha desempeñado un papel trascendental en la eliminación de muchas de esas barreras. El mejor ejemplo es el de Berlín, en el que la pared solo se vino abajo cuando los alemanes pidieron un cambio de régimen.

“El de Alemania no fue un proceso nada fácil. Fue clave la acción ciudadana debido a la inconformidad que sentían y el olfato que se tuvo para poder aprovechar la oportunidad”, afirma Cardozo.

Pero si bien los gobiernos frenan a los ciudadanos, a veces son los mismos habitantes los que bloquean cualquier iniciativa de unidad, lo que sugiere que las divisiones también pueden ser ideológicas y mentales.

“De nada sirve una acción política si en la ciudadanía persiste la exclusión, si se le sigue temiendo al otro o se le ve como invasor. Se necesita una redefinición de las relaciones interpersonales, mucho sacrificio y respetar las diferencias”, sostiene la internacionalista.

La caída ocurrió en 6 días

4 de noviembre
Más de medio millón de personas se congregaron en la Alexanderplatz, en Berlín, para protestar contra el régimen de Alemania Oriental y exigir la disolución del gobierno y elecciones libres. Se solicitó que los distintos grupos políticos fueran reconocidos plenamente, que hubiese libertad sindical y se compensara a la víctimas del régimen estalinista. 

Tras la manifestación, Egon Krenz, para entonces jefe de Estado, anunció que cinco miembros del politburó gobernante dejarían sus cargos, y prometió reformas políticas y económicas. Eso no fue suficiente y las protestas continuaron en por lo menos cuatro ciudades del país

 

5 de noviembre
Pese a los anuncios, la gente siguió emigrando a Alemania Occidental utilizando un camino que había sido legalizado a través de Praga, en la República Checa. La Alemania Federal eliminó entonces la necesidad de pedir permiso para entrar a su territorio y anunció que para ello solo se requeriría la cédula. Esto hizo que mucha gente se movilizara a la frontera.

 

6 de noviembre
La República Democrática Alemana autorizó la salida de sus habitantes con el objetivo de paralizar la emigración masiva que se estaba produciendo.

 

7 de noviembre
El gobierno comunista, presidido por el primer ministro Willi Stoph, dimitió de forma colectiva debido a las amplias manifestaciones que seguían registrándose en todo el país.

 

8 de noviembre
El Comité Central del Partido Comunista designa a Hans Modrow, reformista de izquierda, como nuevo jefe de gobierno, lo que no termina de calmar los ánimos

 

9 de noviembre
En la noche del 9 al 10 de noviembre, jóvenes del Este y del Oeste rompen el “muro de la vergüenza” que dividía Berlín desde el 13 de agosto de 1961, lo que tomó de sorpresa a los dirigentes de los dos países. El nuevo gobierno anuncia el fin de la frontera ínteralemana, que marca el fin simbólico de la Guerra Fría. 

Cifra
21.000 kilómetros de largo tiene la Gran Muralla china, el muro más largo del mundo



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