Cuando una persona tiene un desorden en su mente,
debido a que trata de retener todo lo que tiene que hacer,
más todo lo que piensa que no debió hacer en el pasado,
se torna muy ineficiente en la vida.
No hay problema que sea tan grande que no pueda resolverse.
Pero se hace difícil la vida cuando éstos se acumulan,
se unen a sentimientos de culpa, a temores y a preocupaciones.
¿Cuántas veces no te ha ocurrido que has estado meses
sufriendo por algo que temes, pensando qué consecuencias
puede traer si ocurre tal o cual acontecimiento?
Y después de vivir semanas o meses de angustia,
te das cuenta que las cosas no fueron tan terribles
como las habías pensado. E incluso, ¡a veces ni siquiera
ocurre lo que tanto temiste! Pero, entretanto, sufriste
y hasta te enfermaste.
Las preocupaciones no sirven. Lo único útil es ocuparse,
no pre-ocuparse. Analiza los hechos de lo que puede ocurrir
y qué harás en cada alternativa. No le sumes tus emociones
y temores. Separa los hechos de las opiniones.
Mejor aún si escribes las opciones que tomarás si llega a suceder.
Y ahora, despreocúpate. Ya llegará el tiempo de ocuparse.