Desde que alcanzó la primera magistratura en Grecia, en representación de una alianza controlada por una coalición de izquierda, todos los ojos del mundo se posaron sobre él. En medio de la ola hiperortodoxa que encabezan Alemania y la troika (FMI, Banco Central Europeo y la Comisión Económica Europea), el flamante primer ministro Alexis Tsipras prometió en su campaña dejar sin efecto las políticas de "austeridad" que tanto daño le hicieron a los griegos.
La nueva Grecia amenaza con desbaratar la ola neoliberal que se instaló en la Unión Europea a punta de dolorosos ajustes sociales, amenazas y chantajes políticos.
Además, Tsipras creció en las encuestas promoviendo una reestructuración de la deuda que lo enfrenta con los fondos buitre Elliott Associates (de NML Elliott) cuya cabeza visible es el magnate Paul Singer y Dart Management de Kenneth Dart, otro millonario, conocido por la Argentina. Elliot y Dart se erigieron en los principales acreedores individuales de Grecia al poseer unos 3000 millones de euros correspondientes al pasivo que reestructuró este país en el año 2012.
Tsipras fue el primer dirigente europeo que advirtió en serio sobre la posibilidad de revisar los términos en los que se renegoció la deuda bajo presión de la troika, que representaba en 2012 el 177% del PBI de este país. Para tener una idea más clara de la magnitud del endeudamiento de Grecia basta con decir que cuando la Argentina devaluó su moneda y cayó en desgracia en 2002, el pasivo local equivalía al 166% del Producto Bruto.
Sin embargo, la reformulación de la deuda griega, a diferencia de la que hizo la Argentina en 2005 y 2010, se hizo en condiciones dudosas porque terminó perjudicando al propio Estado heleno y a sus habitantes.
Un trabajo de los especialistas Carlos Martínez Nunez y Eduardo Garzón denominado "Cronología de la deuda. La banca siempre gana" explica que Grecia anunció su intención de reestructurar la deuda en 2010, pero que el hecho recién se concretó dos años después, en abril de 2012, para que los bancos privados de Alemania, Francia y Grecia, principales tenedores de esos bonos, se desprendieran de los papeles comprometidos.
"Durante este período de tiempo se fue produciendo lo que en última instancia debían de buscar los gobiernos europeos: trasladar el riesgo de impago griego desde los bancos a los Estados europeos", señala el informe. En definitiva, lo que explican Martínez Nunez y Garzón es que "la troika decidió ganar tiempo para que los bancos europeos pudiesen ir deshaciéndose de los títulos de deuda pública al mismo tiempo que los Estados europeos y el BCE pasaban a ser propietarios de los mismos".
De esta manera, las entidades financieras europeas no perdieron casi nada porque al retrasarse la reestructuración durante dos años la deuda mala recayó sobre los Estados (leáse los ciudadanos).
Según el trabajo esta demora "refuerza la sospecha de que se buscó ganar tiempo para que determinados acreedores se deshicieran del riesgo y no (buscó) la solución más eficiente". Nada nuevo para los argentinos que vieron cómo el polifuncionario Domingo Cavallo también supo estatizar la deuda millonaria de las principales empresas nacionales.
Pero retomando el caso heleno, la reestructuración del pasivo no se hizo en términos que le permitiera a Grecia toma aire y avanzar hacia un proceso de recuperación económica. Al contrario, sólo un año y medio después (2014), recalcan los economistas, el volumen de la deuda "recuperó todo lo que se había cancelado con la negociación" y en 2014 se ubica nuevamente en torno del 180% del PBI.
La situación de Grecia es crítica y la única forma que tiene de sacarse de encima el grillete y retomar la senda de crecimiento es rediscutir los términos de su pasivo como lo hizo la Argentina cuando decidió lanzar el canje de deuda de 2005 con una quita del 75 por ciento.
No obstante, hace exactamente un año, en el Foro de Davos, los buitres Dart y Elliott, de la mano de Paul Singer, amenazaron a Grecia con iniciarle una guerra non sancta.
Según el dueño de Elliott, si Grecia no cumplía con las condiciones pactadas por la troika en 2012, realizaría una presentación para exigir en los tribunales europeos (tal como lo hizo con la Argentina en el juzgado de Thomas Griesa) el pago del 100% de los bonos en su poder. A eso hay que sumarle el otro chantaje de los buitres de que en el hipotético caso de que se produjera un impago de los bonos, ellos activarían los denominados seguros contra default (CDS), pero Tsipras también aclaró que, de hacer efectiva la reestructuración, no reconocería el pago de las primas de los CDS. Los buitres Elliott y Dart compraron títulos de Grecia a muy bajo precio entre 2010 y 2012 por unos 3000 millones de euros. Es decir, los buitres adquirieron parte de los bonos malos que estaban en manos de los bancos privados al 50% de su valor. De esta manera, la troika, los principales bancos privados de Alemania y Francia, y los buitres les hicieron una triple pinza al Estado griego y los de otros países de la Unión Europea.
El FMI recomendaba políticas de ajuste brutales que generaban una situación social insostenible para los helenos, pero paralelamente obligaban a los Estados europeos a asumir la deuda mala y, en simultáneo, los buitres compraban parte de los pasivos en problemas para tratar de reclamar ahora, un año y medio después, que les reintegren la totalidad de la deuda. Grecia repitió, entonces, la misma historia que vivió la Argentina en distintos tramos desde 1980 hasta 2002, marcada por las recetas de ajuste del Fondo Monetario, la estatización de la deuda de los privados gracias a las maniobras de funcionarios desleales como Cavallo o burócratas de la troika y el ataque de rapiña de los buitres como Elliott, que parecen haber entendido perfectamente cómo es el nuevo negocio financiero en el que siempre pierden los pueblos. Tsipras tendrá que decidir si elige el camino de la defensa de los derechos de su nación mediante una reestructuración a la Argentina o acepta estas normas leoninas en las que siempre ganan los mismos.