Grecia amaneció exultante. El triunfo del partido de izquierda Syriza en cabeza de su líder visible y actual primer ministro griego, Alexis Tsipras, y su alianza con el partido de derecha populista de Griegos Independientes (ANEL), plantea un revolcón no solo en ese país, sino en una Unión Europea (UE) que hace agua en múltiples frentes.
Desde el punto de vista político, este triunfo es la consecuencia natural del abandono al que los partidos políticos han sometido a la población griega. Un país que ha tenido que sufrir todo tipo de recortes sociales y en el cual su deuda pública en vez de disminuir, aumenta, no iba a someterse al espectáculo de elegir a los mismos partidos de siempre. Lo interesante de la elección es que la elección de Syriza podría generar un efecto dominó en Europa.
España con Pablo Iglesias, quien lidera al partido “Podemos”, tiene un discurso similar. “Juntos Podemos” de Joana Amaral en Portugal juega en el mismo sentido político. La misma amenaza de la canciller alemana, Angela Merkel, semanas antes del proceso electoral de penalizar a Grecia con su expulsión de la UE, impulsó la masiva votación ciudadana por la izquierda.
Los perdedores de esta debacle son los partidos políticos que no han podido gerenciar una Europa en donde los debates de sociedad los están dando los economistas, mientras que los sociólogos, filósofos e historiadores observan a la distancia. Se cree que el problema de Europa es netamente fiscal, desconociendo que ese continente es una idea cultural.
Por el lado económico, debe resaltarse que la política de austeridad a la que se ha sometido a Grecia, España, Portugal, Irlanda e Italia no ha permitido que las personas puedan consumir más, fortaleciendo la demanda. Se ha ajustado a los Estados en sus gastos, impidiendo que puedan vigorizar sus industrias, reducir el desempleo y aumentar los recaudos de impuestos. En síntesis, como señaló el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, es la puesta en práctica de “políticas de la estupidez”.
Grecia mira el porvenir con otros ojos. La austeridad está a prueba. Si Alemania y Francia cometen la torpeza de expulsar a Grecia de la UE o amenazan la democracia griega, este Estado podría abandonar el Euro, volver a su moneda, reinyectar recursos para reactivar la demanda, declarar una moratoria en los pagos de los bonos de deuda, -como Argentina-, y buscar acuerdos con sus vecinos de Oriente. Rusia, Turquía, a pesar de su conflictiva historia, y China estarían listos. Una nueva geopolítica se dibujaría.
Sería curioso que Europa abandone la idea cultural y política que salvó al continente en la posguerra. Una ruptura griega, incluso podría llevarse a Italia, España, Portugal, Irlanda, entre otros. Alemania debería medirse para evitar la existencia real de varias “Europas”. Así las cosas, la frase esgrimida por la Directora del FMI Christine Lagarde “una deuda es una deuda”, no es tan cierta, sobre todo, cuando los acreedores son agiotistas institucionales e insolidarios.
FRANCISCO BARBOSA
@frbarbosa74
Ph D en Derecho Público de la Universidad de Nantes (Francia). Profesor- investigador de la Universidad Externado de Colombia.