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General: casos mafiosos
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From: alí-babá (Original message) |
Sent: 11/02/2015 19:40 |
El escándalo Watergate
 Nixon se despide de los funcionarios de la Casa Blanca
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Glosario - Indice general Inicios del siglo XX | Primera Guerra Mundial |Entreguerras 1919-1939 | Segunda Guerra Mundial | La Guerra Fría | El Fin de la Guerra Fría
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Escándalo político (1972-1975) que rodeó la revelación de actividades ilegales por parte de la administración republicana el presidente Richard Nixon durante la campaña electoral de 1972.
El escándalo nació con el arresto en junio de 1972 de cinco hombres que habían penetrado para espiar al Comité Nacional Demócrata en el hotel Watergate en Washington. Después de múltiples peripecias judiciales la implicación de la administración de Nixon se fue haciendo cada vez más evidente. El 30 de abril de 1973, Nixon aceptó parcialmente la responsabilidad del gobierno y destituyó a varios funcionarios implicados.
La existencia de cintas magnetofónicas incriminatorias del presidente y su negativa a ponerlas a disposición de la justicia llevaron a un duro enfrentamiento entre el ejecutivo y el judicial. La opinión pública forzó finalmente a la entrega de esas cintas, pero uno fue alterada y dos desaparecieron.
Crecientes evidencias sobre la culpabilidad de Nixon y de altos funcionarios norteamericanos llevaron a que se iniciaran los procedimientos del "impeachement", juicio al presidente. En agosto de 1974 Nixon tuvo que entregar transcripciones de tres cintas magnetofónicas que claramente le implicaban en el encubrimiento del escándalo. La evidencia hizo que Nixon perdiera sus últimos apoyos en el Congreso. El 8 de agosto comunicó su renuncia al cargo de presidente al verificar que había perdido la "base política" necesaria para gobernar. Su vicepresidente, Gerald Ford, accedió a la presidencia e inmediatamente otorgó un perdón incondicional a Nixon el 8 de septiembre de 1974
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Las presiones de la Mafia anticubana sobre la Casa Blanca (#Cuba #Miami #Washington #EUA)
Por: Arthur González
A partir de la creación de la Fundación Nacional Cubano Americana, FNCA, en 1981 por decisión de la administración del presidente Ronald Reagan, posterior a los acuerdos del conocido “Programa de Santa Fe”, se iniciaron las bases de lo que posteriormente sería el conocido como lobby anticubano en el Congreso Norteamericano, integrado por algunos miembros de la mafia anticubana, conformada por hijos de ex testaferros del régimen tiránico del dictador Fulgencio Batista, quien huyó de Cuba en 1959, ante las victorias del ejército rebelde encabezado por Fidel Castro Ruz. Como se ha puesto de manifiesto a lo largo de estos años, el grupo de mafiosos ha presionado a la Casa Blanca para impedir un mejoramiento de relaciones entre los dos países, debido a que de lograrse perderían protagonismo y parte del presupuesto que aprueba anualmente el gobierno para las actividades subversivas contra Cuba. Ejemplo de esto es el dinero que se asigna para las llamadas TV y Radio Martí, emisoras que se conoce que no pueden ser vistas ni escuchadas en la Isla y sin embargo se les mantiene la asignación millonaria que alimenta el bolsillo de alguno de los miembros de la mafia, familiares y amigos, algo bochornoso para el pueblo norteamericano que sufre recortes presupuestarios en servicios a su favor, mientras se mantienen las tele y radio emisoras fantasmas contra Cuba.
Ahora cuando se versiona que el senador John Kerry puede ser nombrado secretario de Estado, se lanza a rodar la información de que sostuvo una reunión con el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrila, para negociar la liberación de Alan Gross, norteamericano contratado por la USAID para ejecutar acciones subversivas en Cuba, con el fin de lograr el derrocamiento de la revolución, intentando sembrar la semilla de que esas conversaciones discretas pudieras representar un peligro para la seguridad nacional de losEE.UU., vieja estratagema ya empleada en años anteriores con otros políticos.
Al ciudadano Gross lo quieren pintar de inocente, cuando las propias agencias gubernamentales que lo contrataron reconocen que su intensión no era noble ni inocente; sin embargo el gobierno norteamericano presionado por elementos de la mafia anticubana impiden un acuerdo entre las partes, ya que este pudiera contemplar un canje por los cinco cubanos juzgados en Miami, acusados de espionaje, hecho que no pudo ser probado e incluso en una primera vista de apelación el tribunal de Atlanta declaró nulo el juicio por los vicios jurídicos, recibiendo de inmediato fuertes presiones políticas de la mafia anticubana, teniendo que retrotraerse de la decisión, avergonzando a jueces con una amplia trayectoria de decencia y justas decisiones.
Sin embargo, el propio gobierno norteamericano en el año 2010, ante un hecho comprobado de espionaje por parte de una red de agentes ilegales al servicio de la República federal de Rusia, accedió en menos de 72 horas a ejecutar un canje de los 10 espías rusos por algunos presos en Moscú, que a su vez años antes habían sido detenidos por espiar a favor de los EE.UU. Por supuesto en ese intercambio no hubo desacuerdos ni presiones, al no tener participación ni intereses el grupo mafioso anticubano radicado en la Florida, incluso los rusos no fueron ni siquiera juzgados en los Estados Unidos.
Por eso el señor Alan Gross no ha podido ser canjeado gracias a la negativa de esa mafia, la misma que impide que los ciudadanos norteamericanos puedan libremente viajar a Cuba, disfrutar de sus bellezas naturales, su amplia cultura, beneficiarse de sus adelantos biotecnológicos que incluso pudieran salvar la vida de niños, jóvenes y adultos con las vacunas contra la meningitis o la hepatitis B, contra el cáncer de Pulmón o próstata, entre otras.
Esa misma mafia que defiende a toda costa que terroristas como Luis Posada Carriles, autor de la voladura en pleno vuelo de un avión civil cubano donde murieron 76 personas inocentes, no sea juzgado y se le brinde abrigo en Miami, la misma que impide que se investigue y sancione a los autores de la bomba que destruyó recientemente las oficinas de una empresa de vuelos charters a Cuba en pleno corazón de Miami.
De igual forma, integrantes de la mafia anticubana ubicados en el senado norteamericano se opusieron a las medidas tomadas por el presidente Barack Obama, de permitirle a los cubanos radicados en los EE.UU., visitar a su familiares en la Isla; prohibición que estableció el ex presidente G.W. Bush durante su mandato, de acuerdo con los mafiosos, limitando esas visitas a una vez cada tres años.
Se conoce que el senador de origen cubano Robert Bob Menéndez, demócrata por Nueva Jersey, “persuadió”, léase presionó, a la Casa Blanca para que diera marcha atrás a la mayoría de los cambios, de conjunto con sus compañeros de la mafia, Ileana Ros-Lehtinen, Marco Rubio, Albio Siles, Mario y Lincoln Díaz Balart, todos hijos de testaferros del dictador y asesino Fulgencio Batista.
Esperemos lo que traerá el nuevo ciclo presidencial ahora que el señor Barack Obama no tiene compromiso alguno con esa mafia anticubana que votó en su contra y a pesar de eso él pudo ganar los votos en la Florida.
Quizás el señor Gross pueda regresar a casa en un cambio justo por los cinco cubanos, a los que se juzgó bajo la presión y amenazas políticas de los miembros de la Cosa Nostra cubana radicados en la Florida. Tiempo al Tiempo.
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Descubriendo verdades Percy Francisco Alvarado Godoy.
Hoy más que nunca estoy convencido que todo lo sucedido en la vida tiene un por qué capaz de explicarlo o darle una respuesta, no importa si para ello es necesario el transcurrir del tiempo o la sucesión de acontecimientos aparentemente distanciados entre sí a los que un día logra entrelazar. Cuando amanecía aquel 23 de diciembre del 1963 en la dársena de la Siguanea, ubicada en la antigua Isla de Pinos, los moradores del lugar no imaginaban que en breves instantes aquel sería sacudido por dos explosiones, una de menor intensidad, a la que seguiría otra aún más poderosa. La criminal mano de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos había seleccionado cuidadosamente su objetivo: una unidad de la Marina de Guerra Revolucionaria de reciente creación. Todo se desarrolló de manera bien pensada y sin que a los asesinos les preocupara el daño que provocarían. Un equipo de hombres rana de la CIA colocó, de manera subrepticia, dos mortíferas cargas submarinas debajo de la lancha torpedera LT-85, la que se encontraba fondeada al lado de otra de su tipo, la LT-94. La primera, como ya apunté, provocó una pequeña explosión y, cuando decenas de personas se acercaron al lugar de los hechos, sobrevino la segunda, la que provocaría realmente el mayor daño. Y así fue. La poderosa onda expansiva lanzó a cuerpos mutilados y amasijos de hierro hacia todas direcciones. Diecisiete fueron los heridos y perecieron cuatro personas: los marineros Jesús Mendoza Larosa, Fe de la Caridad Hernández Jubán y Andrés Gavilla Soto, así como el alférez de fragata Leonardo Luberta Noy. El criminal atentado llenaría de tristeza a los cubanos precisamente cuando hacían su cercano anuncio las festividades de fin de año. Fue, como justamente señaló Fidel en aquella ocasión, “un ataque criminal, un ataque cobarde… el regalo de la CIA al pueblo cubano”. Poco después se sabrían los detalles de tan criminal acción. Los saboteadores habían zarpado desde el buque madre “Rex”, empleado por la CIA para perpetrar acciones terroristas contra el territorio cubano. Era, sin lugar a dudas, parte de la estrategia de terror implementada por la CIA para acabar con el proceso revolucionario cubano. Se conocería, por ejemplo, que cada una de estas criminales acciones se planificaban y organizaban desde territorio norteamericano, particularmente desde la estación JM/WAVE, ubicada en Miami, y que era la encargada de dirigir las actividades de grupos terroristas contra la Isla. Desde este centro de terror ubicado en terrenos alquilados en las áreas de la Universidad de Miami y bajo la pantalla pertenecer a una firma nombrada Zenith Internacional, un alto oficial de la Agencia, Ted Shackley, dirigía a más de 300 oficiales y 4,000 terroristas de origen cubano, contando con un alto presupuesto superior a los 50 millones de dólares anuales. Todos en Miami conocían, pues, que ese complejo de edificaciones ubicados en un área de 1,571 acres, fortificado y con acceso restringido, era sólo la cabeza de decenas de casas de seguridad dispersas por toda la ciudad, de campos de entrenamiento, marinas y aeródromos, desde los cuales se gestaban planes violentos y partían los que ejecutarían las actividades terroristas en territorio cubano. Además de aeronaves y el más sofisticado armamento de la época, JM/WAVE contaba con una flota de naves encargadas de llevar a cabo agresiones contra objetivos situados en las costas cubanas, infiltrar terroristas y provocadores, así como ejecutar el abastecimiento a las bandas de alzados dispersas en distintos puntos del territorio cubano. Esta flotilla a cargo de la CIA contaba con varios buques madres similares al “REX”, entre los que se encontraban el “Leda”, el “Villaro”, el “Explorer II”, el “Tejana III”, así como los cargueros “Joanne” y “Santa María”, todos dotados indistintamente con cañones de 40 y 20 milímetros, ametralladoras calibre 50 y otros medios. Disponía la CIA, igualmente, de varias naves como el “Dart”, el “Barb”, el USS “Oxford” y el USS “Pccono”, cuya misión era realizar misiones de espionaje electrónico, los dos primeros en las aguas del río Miami y los dos últimos desde aguas internacionales situadas cerca de las costas cubanas. Estaba establecido que cada buque madre se acercaba cerca de las 50 millas de las costas cubanas y de él partían embarcaciones de menor calado y mayor rapidez, conocidas como V-20. Estas lanchas rápidas de cerca de 20 pies contaban con potentes motores Graymarine de 100 HP, capaces de alcanzar los 35 nudos de velocidad. Era común que, tanto el buque madre y las lanchas V-20, estuvieran disfrazadas como buques pesqueros. Para acercarse a la costa, los agentes de la CIA encargados de realizar los ataques, sabotajes o infiltraciones, empleaban los RB-12, pequeños botes de goma dotados de motores eléctricos especiales y capaces de no emitir ruido alguno. El atroz crimen de Siguanea fue ejecutado por agentes de la CIA conducidos hasta la Isla por el buque madre “Rex”, una antigua nave patrullera de la Marina yanqui, de cerca de 174 pies de eslora, de color azul oscuro, y dotado de motores diesel de 3 600 HP que le permitían alcanzar los 20 nudos de velocidad. Ese navío contaba con equipos electrónicos sofisticados y era capaz de transportar varias V-20. Hoy todo indica, como ya señalé, que fue precisamente este navío quien condujo a los hombres rana de la CIA cerca de Isla de Pinos. Trasladados luego por una V-20 y por un B-12, los criminales se acercaron, amparados en la oscuridad, hasta la dársena de Siguanea y ejecutaron la repudiable acción. Toda esta operación fue dirigida nada menos que por Alfredo Domingo Otero, capitán del “Rex” y quien, 30 años después, precisamente en otro diciembre, se vería vinculado con otros criminales planes contra Cuba. Alfredo Domingo Otero, reconocido terrorista de origen cubano y ex oficial de la CIA, fungía en 1993, exactamente tres décadas después, como Jefe de Operaciones del Frente Nacional Cubano, el ala secreta y paramilitar de la Fundación Nacional Cubano Americana. Durante los años que trabajé con él como supuesto terrorista, pude comprobar la esencia criminal de estos enemigos de la Revolución. Tal vez rememorando el logro alcanzado en Siguanea aquel 23 de diciembre de 1963, Otero me encargó la tarea de introducir varios medios explosivos e incendiarios, propaganda y armas, para ejecutar acciones terroristas en esa misma fecha, pero treinta años después. Mi misión, y la de la célula que supuestamente yo dirigía, sería la de atentar contra cuatro instalaciones turísticas de Varadero y Ciudad de la Habana, así como contra ocho teatros y cines de la Capital. Si el crimen perpetrado en aquella unidad de la Marina de Guerra fue atroz y repugnante, la nueva acción criminal dañaría aún más a los cubanos. Por suerte, en este nuevo diciembre no hubo luto en los hogares humildes de Cuba. Allí estaba yo, el agente Fraile, junto a mis compañeros de lucha, para impedir tales hechos, cumpliendo la misma honrosa misión de proteger a Cuba de sus enemigos, tal como lo hicieron René, Gerardo, Tony, Fernando y Ramón, los Cinco Héroes cubanos prisioneros injustamente en cárceles norteamericanas. Años después, en 1997, Otero se vería involucrado en el plan de atentado a Fidel Castro durante la celebración de la VII Cumbre Iberoamericana de Isla Margarita. Tampoco me sorprendió comprobar que un tripulante del buque madre “Explorer”, operado por la CIA en aquellos tiempos, Francisco Secundino Córdova Corona, fuera uno de los potenciales ejecutores de esta planificada acción contra el Comandante en Jefe durante esta Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica, al igual que Ángel Moisés Hernández Rojo, antiguo capitán de otro buque madre de la CIA. Todos ellos, mercenarios al servicio de la Agencia, continuaron, como se evidencia, sus acciones terroristas contra Cuba. Es por ello que pude explicarme el por qué de esta coincidencia. La CIA preparó a estos hombres y alentó su odio desmesurado hacia el proceso revolucionario cubano. Los entrenó para matar y luego, al pasar el tiempo, mantuvieron su obcecado accionar cuando sus amos trataron, en apariencia, de distanciarse de sus actos. Esas es la primera verdad. No cabe duda, por supuesto, que tales individuos como Alfredo Otero, Secundino Córdoba, Ángel Moisés Hernández y muchos otros que se pasean libremente por las calles de Miami, conocidos terroristas y enemigos ideológicos de la Revolución, tratan de mantener, afanosamente, una larga y peligrosa beligerancia contra Cuba, expresada en el más abominable terrorismo. Todos ellos, aupados dentro de la FNCA, contaron con la complicidad de sus antiguos amos y aún cuentan con ella. Esa es otra verdad. Nadie en Estados Unidos les ha reclamado una explicación legal por tanto crimen cometido. Por el contrario, se persigue y aprisiona injustamente a los hombres que tratan de evitar tales barbaries. También esta es otra verdad. Tratarán de repetir actos como el de Siguanea, cuya consecuencia será la de enlutar a los hogares cubanos y de privar de la vida a valiosos jóvenes en la flor de la existencia. Para ellos, a qué negarlo, siempre habrá un diciembre que tratarán de repetir, cargado de muerte y amenazas. Por nuestra parte, nos mantendremos defendiéndonos. Pero la verdad suprema en todo esto es que, luego de cuarenta años de cometido tan horrendo crimen, el dedo acusador de los cuatro mártires de Siguanea, continuará señalando hacia el Norte, al lugar de donde vinieron sus asesinos, reclamando la justicia por la que han esperado durante tanto tiempo. Como puede apreciar, amigo lector, todo tiene en la vida una explicación, aún cuando suceda en diciembre.
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Los trapos sucios más ocultos de la mafia de Miami
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Lincoln Díaz Balart y su trapos sucios |
Hoy, estimados lectores, sin ser chismoso -pues no es ésta mi pretensión-, quiero darles a conocer algunos secretos bien guardados por algunos de los principales miembros del mundillo contrarrevolucionario de Miami, lo que nos hace recordar que en esta república bananera puede suceder de todo. De vez en cuando aparece un sonado escándalo, sazonando la vida pública de algunos políticos con su dósis de estiercol. Otras veces, tal vez la mayoría, se hace referencia a estafas, al uso indebido de los fondos públicos y al empecinado hábito de los más vivos de tratar de tumbar dinero a los incautos en planes imaginarios de derrotar a Castro.
El primero de los chismes se refiere a Luis Posada Carriles, quien se encuentra, al parecer, con un marcado deterioro de salud, provocado por el agresivo cáncer de piel que padece y otras complicaciones en su garganta. Aunque uno por ética, y así somos los revolucionarios, no nos alegramos de las desgracias de nuestros contrincantes, hemos podido conocer que Posada, no del todo bien económicamente, se encuentra, al parecer, recibiendo tratamiento en el Mercy Hospital, cuyos gastos son asumidos por su padrino, Santiago Álvarez Fernández-Magriñá.
Lo cierto es que la enfermedad de Posada se ha cubierto en un manto de secreto y son pocos los que tienen acceso a él por estos días. Como no radica permanentemente en la dirección de su ex esposa, aunque tiene allí sus cosas personales, el afamado terrorista pernocta en casa de varios amigos, entre los que se encuentran el ya mancionado Santiago Álvarez y Enrique Encinosa, entre otros. Uno de los asiduos visitantes del enfermo Posada, es Nelsy Ignacio Castro Matos.
Posada se reune con cierta frecuencia con sus viejos amigos terroristas como Reynol Rodríguez, los Novo Sampoll y otros, con el objetivo de lamentarse entre ellos porque su protagonismo ha pasado de moda y no son muy abundantes los que aún quieren tenderles una mano. Salvo la ayuda de su eterno protector, Santiago Álvarez, el resto de sus viejos socios de correrías parecen haberle dado la espalda. Los otros que lo usaron para planear atentados y magnicidios contra Fidel, hacinados en la FNCA y el Consejo por la Libertad de Cuba, entre los que se destacan José Francisco Hernández Calvo, el Dr. Alberto Hernández, Luis Zúñiga, Horacio García y otros, parecen haberse distanciado de los ahora "menos peligrosos, envejecidos y comprometedores" compinches. Todo es cuestión de mejorar sus deterioradas imágenes.
No quiere decir, empero, que no conspiren, pero saben que Obama apuesta por otras soluciones para Cuba, que no incluyen el tradicional terrorismo de las últimas décadas. Por ello, muchos de sus planes quedan simplemente en eso, en simples planes, por falta de recursos, apoyo, y por el monitoreo que mantienen el DHS, el FBI y la CIA sobre los mismos.
Solo, de aquel antiguo grupo, actúa con cierta libertad Ramón Saúl Sánchez Rizo, con sus cacareadas y cada vez menos efectivas flotillas. La Casa Blanca le da luz verde, pero con mucha vigilancia y reticencia. Esta situación ha colocado a Saulito en una posición económica más privilegiada que sus viejos compinches terroristas, porque algo del reparto de la USAID cae en sus manos, sumado al dinero que tumba a los incautos con sus "paellas" y "caravanas" pro flotilleras. Sin embargo, no navega en la abundancia.
La cuestión esencial es económica y ellos han dejado de ser, al menos abiertamente, los privilegiados de la CIA y de la USAID. Ese papel lo han asumido otras organizaciones, sumadas a las pocas que se han mantenido dentro del reparto. El principal favorito a la hora de la repartición del dinero de la USAID es Orlando Gutiérrez Boronat, jefe del Directorio, y Sylvia Iriondo, en menor escala. Después de ellos, el dinero se reparte en menor cuantía entre Cuba Independiente y Democrática (CID), la FNCA y el Consejo por la Libertad de Cuba (CLC), quienes se encargan de manipular a la reducida contrarrevolución dentro de la Isla. Una fuente me ha comentado que Gutiérrez Boronat favorece a Sylvia Iriondo y a la marimacho de Cary Roque, así como a su amigo Frank Calzón, estafando parte de los dineros que corresponden a otras organizaciones.
Esta situación ha creado serías divisiones entre los grupos contrarrevolucionarios de Miami, pues mientras unos permanecen parados en 1959, otros se han involucrado de lleno en la guerra mediática contra Cuba y la implementación de una matriz subversiva más sofisticada y atemperada a los nuevos tiempos. Los "de la vieja guardia", como Reynol, están casi a punto de convertirse en homeless.
Dentro de los chismes más ocultos se encuentran los tumbes que dan Cary Roque y Sylvia Iriondo a Orlando Gutierrez y a los fondos de la Asamblea de la Resistencia, sobre todo durante los gastos de giras internacionales anticubanas. Por su parte, Iriondo ha comentado con allegados su fe porque gane Romney en las próximas elecciones, pues en esto ve una posibilidad de aumentar sus beneficios personales en el lucrativo negocio de la contrarrevolución.
Comentarios llegados a mí desde Miami, se centran en que todos estos personajes de la actual camada contrarrevolucionarios continúan estafando al gobierno norteamericano, apropiándose casi del 60 % del dinero destinado a los mercenarios en Cuba.
Otro de los trapos sucios llegados a mis oídos es que los desfavorecidos terroristas como Nelsy Ignacio Castro Matos, Reynol Rodríguez, los Novo Sampoll y otros, se han ido acercando a las principales figuras de los escuálidos antichavistas en Miami, para ofrecer sus servicios a cambio de dinero. Actualmente las conversaciones avanzan y algunos de ellos entrenan a ciudadanos latinoamericanos en técnicas de manejo de explosivos, subersión y otros conocimientos, aprendidos en su avatar de trabajo con la CIA. Tal parece que el FBI y la ATF no visitan los Everglades.
Otro de los comentarios de la comidilla de Miami es la formación de un grupo de personajillos dirigidos por Armando Valladares, Carlos Alberto Montaner y algunos encumbrados miembros del staff de Radio Martí, para que intervengan activamente en las redes sociales, particularmente en Facebook y Twitter, manteniendo una activa provocación anticubana a cambio de un salario estable. Dentro de este equipo se encuentran Cary Roque, Nancy Calzadilla, Dionisio de la Torre Jr, Aldo Rosado Tuero, y otros, quienes cobran religiosamente sus cheques por parte de la USAID.
Tal vez el trapo sucio más sonado es el que involucra, indirectamente, a Lincoln Díaz-Balart y a su "renacida" Rosa Blanca con el atentado a Brokers Airline, según uno de los comentarios hechos a entretelones en esa ciudad. No hace mucho, fue el propio Lincoln el que comentó en un marco muy reducido su pretensión de convertir a su organización en una similar a la famosa OAS francesa. Para lograr su participación en actividades de presión, no da la cara. Acude, casi siempre en encuentros compartimentados, a la ayuda de terroristas como Ángel de Fana y Eugenio Llamera, desmarcándose de organizaciones comprometidas por sus actividades violentas como Alpha 66, el CID, PUND, CAMCO, CLC y otras. Lincoln tiene viejas rencillas con la FNCA desde la época de Jorge Mas Canosa y de los hijos piensa que, como su padre, son unos estafadores. Al que acepta, aunque no lo traga totalmente -según sus íntimos comentarios-, es a Huber Matos.
El caso de Lincoln Díaz-Balart es especial, según alguna de mis fuentes. Se sabe, y al menos él lo piensa así, como la opción presidenciable para una Cuba post Castro. Para estos planes cuenta con el apoyo secreto de la ultraderecha norteamericana y de fuertes influencias dentro de los republicanos y el Complejo Militar Industrial. Por ello, Lincoln no se involucra directamente en nada, simplemente espera.
De acuerdo con mis fuentes no participa directamente en el apoyo a la contrarrevolución interna, usando a varios peones para estos sucios servicios. Mientras tanto se encarga de diseñar el futuro, su futura Ministra de Relaciones Exteriores, Ileana Ross-Lehtinen, ya escogida por él, se dedica a mantener la más agresiva guerra mediática contra la Isla.
La cuestión es que Lincoln piensa que, tarde o temprano, los EE UU tendrán que intervenir en Cuba, repitiendo, más o menos, los guiones empleados en Irak y en Libia, contando con el apoyo de la comunidad internacional. O sea, su plan de estrategia no es enviar saboteadores, ni apoyar a una debilitada e irrepresentativa contrarrevolución interna, sino preparar las condiciones para una intervención en Cuba. Es este sueño, compartido por él con algunos pocos, a los que aconseja mantener un perfil bajo mientras llega el tan esperado momento.
Lincoln descarta de su planes a varios de los contrarrevolucionarios que actúan dentro de Cuba, particularmente al desaparecido Payá y a Yoani Sánchez. De esta última no tiene buena opinión, según lo ha comentado a allegados, sugiriendo que sería más provechoso para sus planes que la dejaran salir de Cuba, donde se convertiría en una mas y desaparecería su popularidad.
Lincoln se siente seguro en sus planes, No teme que mercenario alguno pueda robarle el futuro estrellato, así como Montaner o Valladares, a los sobrelleva con cierta reticencia. Incluso no ve a su hermano Mario como uno más de sus futuros colaboradores,Como el propio pues le ha convencido de permanecer dentro de la política en Estados Unidos. Solo a su hermano José lo quiere cerca de él en Cuba, para hacerse cargo de la Radio y la Televisión.
Sin embargo, Lincoln recela fuertemente de la FNCA y de su influencia bipartidista, dadas las altas contribuciones que realizan a políticos de ambos partidos, tanto en La Florida como en otros estados. Otros peligros para Lincoln, creo yo infundados, son los Estefan, Emilio y Gloria, que se han dedicado a formar pachangas anticastristas, logrando cierto nivel de impacto más público que político. Hoy mismo, Emilio declaró a Radio Martí que es "un independiente", aunque es sabido que coquetea tanto con los demócratas como con los republicanos.
Como el propio Lincoln, los grandes empresarios cubano americanos esperan por el cambio de régimen en Cuba. En diferentes encuentros privados han atacado y cuestionado a carlos Saladrigas y a otros que están coqueteando con un acercamiento a la Isla. En general, los millonarios de La Florida se mantienen en posiciones intransigentes y realizan aportes secretos a varias organizaciones anticubanas, pero esperan pacientemente a que llegue tal vez el día ansiado.
Aunque del imperialismo no se puede confiar, parece que Obama no piensa, por el momento, autorizar acciones violentas de grupos irregulares dentro de Cuba, tal como lo está haciendo ahora en Siria, a pesar de las presiones muy fuertes del ala republicana y la extrema derecha anticubana. Por su parte, en estos momentos de elecciones, el ala derechista de los republicanos es sumamente cauta mientras gobiernen los demócratas y no apoyará este tipo de aventura sigilosamente.
Mientras tanto, la contrarrevolución en Miami envejece y se deteriora a sí misma por sus divisiones y pérdida de imagen. Todo es, en realidad, una cuestión sociológica: la Revolución ha ido garantizando su continuidad en las nuevas generaciones, mientras la contrarrevolución solo piensa en cuánto le entrará a sus bolsillos, mientras se van yendo, uno a uno, al cementerio.
Hay otros trapos sucios que sacar, pero por hoy es suficiente.
Percy Francisco Alvarado Godoy.
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La mafia cubano-americana y el terrorismo en Estados Unidos
Salvador Capote
La nación cubana comenzó a gestarse a finales del siglo XVIII y con ella se fue conformando una cultura de arraigados principios éticos. Los ideales de independencia, igualdad y justicia social, se enriquecieron con la prédica de José Martí, forjador de tradiciones antimperialistas, latinoamericanistas y universales.
La nación cubana es el fruto sagrado de una sola revolución que comenzó su dolorosa antesis en La Demajagua, el 10 de octubre de 1868 y continuó, prácticamente sin interrupciones, hasta el triunfo del Ejército Rebelde, comandado por Fidel Castro, el 1o. de enero de 1959. Existe pues, en Cuba, una larga tradición revolucionaria, forjada durante más de cien años por hombres –gigantes en su estatura moral- que nos legaron un proyecto humanista único, defendido por un pueblo tan excepcional, que no sólo es capaz de transitar con dignidad por su pobreza impuesta, sino de extender hacia otros pueblos hermanos su brazo solidario e internacionalista.
Al triunfo de la Revolución no existía en Cuba –y esto es importante para entender las características sociales del ghetto de Miami- una clase compuesta por empresarios y hombres de negocios que pueda presentarse como representante del acervo cultural cubano. La destrucción causada por las guerras de independencia y, sobre todo, la intervención oportunista de Estados Unidos en 1898, al apoderarse de todas las principales riquezas del país, impidió el desarrollo de una clase “alta” portadora de una intención nacionalista. Sólo existía en Cuba, el 1o. de enero, una oligarquía parasitaria y dependiente, que emigró en su totalidad a Estados Unidos. El único proyecto nacionalista que existe actualmente en Cuba es, por consiguiente, el proyecto revolucionario. No existe un proyecto conservador nacionalista porque no existe, ni existió en la republica mediatizada, una burguesía cubana defensora de los verdaderos intereses nacionales.
En rigor, ni siquiera el término burgués es apropiado para esta clase que disfrutaba en Cuba de la riqueza y los privilegios, pues una parte considerable de ella nada tenía que ver con los medios de producción sino que había surgido, de la noche a la mañana, como producto del saqueo del erario público, o disfrutaba de una elevada posición social gracias a su condición de personal “de confianza”, a sueldo de las empresas norteamericanas radicadas en el país. Por otra parte, el poder que detentaba esta clase era un poder tutelado, cuyos grados de libertad eran determinados, con ínfulas de procónsul, por el embajador de Estados Unidos.
Estos antecedentes explican la característica fundamental de la clase dirigente del ghetto miamense: su plattismo. Forman parte de ella, además, los que abandonaron para siempre el escenario nacional huyendo de la justicia revolucionaria y a quienes la administración de Eisenhower les proporcionó seguro y placentero refugio: políticos corruptos, malversadores, mafiosos que lucraban con el juego ilícito, la prostitución y las drogas, y esbirros, todos ellos al servicio de la tiranía de Fulgencio Batista. La presencia batistiana, minoritaria pero dominante en el ghetto, es la fuente principal de otra de las características principales de este: el odio. Los batistianos, categoría ya muy menguada por imperativo biológico, nunca se han arrepentido de sus crímenes, pero han sufrido la vergüenza de su desairada y presurosa fuga hacia Miami, de su ineptitud para defender propiedades mal habidas y poder usurpado; han rumiado durante medio siglo un resentimiento profundo, y han mostrado una actitud fundamentalista, intolerante y maniqueísta, que los incapacita para el razonamiento y el diálogo.
A partir de la mitad de la década del 60, comenzaron a producirse en Estados Unidos importantes transformaciones sociales. El movimiento por los derechos civiles del pueblo negro norteamericano, las manifestaciones contra la guerra en Vietnam y las reivindicaciones de las minorías indígenas e hispanas, fueron tomando cada vez mayor amplitud y vigor. La ultraderecha cubano-americana, radicada principalmente en Miami, con el poder económico y político adquirido, desempeñó constantemente un papel reaccionario en contra de todos los movimientos progresistas de Estados Unidos; y los privilegios que obtuvo de distintas administraciones, han constituido hasta el presente un factor irritante para la comunidad de origen africano y para el resto de las minorías que residen en el país. El tratamiento diferencial y preferente a los cubanos inmigrantes –diseñado para desestabilizar al gobierno revolucionario-, en una época en que los sectores discriminados luchaban por la igualdad de oportunidades, provocó reacciones como la queja formal presentada por los líderes negros del Condado Miami-Dade a la administración Johnson y echó leña al fuego de la violencia desatada en los barrios pobres de Miami. Digamos, sólo para ilustrar este punto, que si la Ley de Ajuste Cubano fuese aplicable a los demás pueblos de América Latina, es muy probable que toda la Guardia Nacional de Estados Unidos no hubiera bastado, ni bastaría actualmente, para cuidar las fronteras del país.
A medida que tenía lugar el ineludible relevo de las generaciones y nuevas oleadas de inmigrantes cubanos llegaban a las costas de la Florida en busca del sueño americano, no sólo se ampliaba el espectro político del exilio sino que el propio término “exilio” iba quedando fuera de contexto y de significado. Sin embargo, atrincherada en su imaginaria torre del homenaje, la ultraderecha de Miami persistía y persiste aún en el absurdo de llamar exilio a una comunidad que no por miles, sino por cientos de miles ha viajado a Cuba desafiando incluso irracionales medidas anti-familiares.
Además, el fracaso de la guerra económica, de las operaciones encubiertas, de los numerosos intentos de asesinar al presidente Fidel Castro, de las campañas de desinformación, y del acoso político y diplomático contra Cuba, por una parte; y las ventajas evidentes que para la economía estadounidense traería la normalización de las relaciones con Cuba, por otra; han llevado a las figuras más desprejuiciadas y no comprometidas políticamente con la ultra-derecha de Miami, del Congreso y de la Administración, durante varios periodos presidenciales, a proponer un cambio de rumbo en la política exterior de Estados Unidos en relación con la Isla.
De este modo, la línea dura del exilio, de rancio tufo batistiano, se ha visto batida por dos corrientes diferentes: una interna, que parte de la propia comunidad cubana, que exige una relación más racional con su lugar de origen; y otra externa que, por razones diferentes, aboga por un relajamiento de las tensiones con Cuba, por la libertad de viajar a ella y por ampliar y consolidar el comercio como primer paso hacia una normalización de las relaciones.
Este camino, que a todas luces representa la evolución natural de los acontecimientos, ha sido interrumpido muchas veces por la violencia desatada por los dueños del ghetto, es decir, por los que controlan sus medios de comunicación y sus actividades económicas y políticas. Estos dinosaurios –con sus relojes detenidos a las 12 de la noche del 31 de diciembre de 1958-, para marchar contra la historia y tratar de detener un proceso que inevitablemente se les va de las manos, se han servido de las acciones terroristas para imponer su punto de vista estrecho, rígido, su apolillado catecismo anti-castrista. Han utilizado la intimidación y la violencia no sólo contra sus oponentes sino también contra aquellos cuyo deseo único es vivir en paz con las realidades del presente.
Sólo en el periodo que va de 1973 a 1980, de acuerdo a un estudio bien documentado de la Universidad de Rutgers (en Camden, New Jersey), terroristas cubanos pertenecientes al Frente de Liberación Nacional de Cuba (FLNC), Comando Cero, Alfa 66, Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), y Movimiento Nacionalista, entre otras, colocaron 116 bombas contra objetivos civiles, con su secuela de muertes y daños materiales. Aunque la mayor parte de los “bombazos” tuvieron lugar en Miami, otras estallaron en diversas ciudades y regiones de Estados Unidos, incluyendo Alaska, donde una bomba colocada contra un oleoducto causó considerables daños materiales.
Víctimas de las organizaciones extremistas cubano-americanas fueron muchos de sus propios miembros, por rencillas internas o porque, a juicio de los dirigentes de línea dura, habían perdido interés en proseguir la lucha. Los asesinatos de Rolando Masferrer y de Jose Elías de la Torriente, se incluyen en este extenso grupo de atentados terroristas.
Pero el blanco preferido de la industria del miedo, son aquellos que se han mostrado partidarios del diálogo con el gobierno cubano, propician los viajes a Cuba o los intercambios de cualquier tipo con la Isla. El 21 de febrero de 1975, Luciano Nieves Mestre fue asesinado en el parqueo del Variety Children Hospital de Miami, con seis disparos de calibre 45. En abril de 1979 fue asesinado en Puerto Rico Carlos Muñiz Varela, un joven de 26 años de edad, miembro de la Brigada Antonio Maceo, que administraba la empresa “Viajes Varadero”, una empresa de viajes a Cuba; la organización terrorista Omega-7 reclamó el crédito por el asesinato. El 25 de noviembre del mismo año, fue asesinado en Unión City, New Jersey, Eulalio Negrín Santos, en presencia de su hijo de 12 años de edad. En los tres casos citados, las víctimas trabajaban por el levantamiento del bloqueo y la reunificación familiar. Bombas fueron colocadas en la Alianza de Trabajadores de la Comunidad Cubana (ATC), en la empresa de viajes Marazul y en otros lugares. Todo intento en Miami de propiciar intercambios culturales con Cuba tuvo como respuesta la violencia terrorista. Por ejemplo, en junio de 1990, una poderosa bomba estalló en el exterior del edificio del Museo de Arte Cubano Contemporáneo, a causa de la exhibición de pinturas de artistas cubanos residentes en la Isla.
De igual modo, la ultraderecha de Miami no ha permitido a los medios de comunicación el menor desvío del estrecho punto de vista que imponen a través de la intimidación y la violencia. En 1975, el comentarista radial Emiliano Milián perdió ambas piernas, destrozadas a causa de una bomba colocada en su automóvil. El 11 de septiembre de 1981, los terroristas provocaron un incendio en los locales de la revista Réplica, y el 18 de febrero de 1982 colocaron una bomba en los locales de esta misma revista, a la cual siguieron otras más hasta completar una docena y hacer imposible que continuara su publicación. Jorge Mas Canosa, presidente entonces de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), organización que dirige y financia acciones terroristas, en abril de 1992 declaró la guerra al Miami Herald por críticas del diario a la Fundación. Mas Canosa convocó a la realización de un boicot contra el diario y hasta en los ómnibus locales colocó anuncios amenazantes. No obstante, existen periodistas y organizaciones en Miami que no aceptan la estrecha agenda impuesta al ghetto y, no sin grave riesgo, mantienen espacios radiales alternativos a través de las ondas de Radio Miami y Radio Progreso, y espacios cibernéticos como Areíto Digital.
Los terroristas de origen cubano han tenido también como objetivos priorizados a las sedes y funcionarios diplomáticos cubanos. El 3 de abril de 1972, asesinaron a Sergio Pérez Castillo mediante una bomba colocada en la Misión Comercial de Cuba en Montreal, Canadá. El 25 de marzo de 1980, intentaron asesinar al Embajador de Cuba ante Naciones Unidas, Dr. Raúl Roa. El 11 de septiembre de 1980, asesinaron con varios disparos a Félix García Rodríguez, funcionario de protocolo en la Misión Cubana ante la ONU, mientras conducía su automóvil, en la esquina de Queens Boulevard y la calle 55, en el barrio de Queens, New York.
Pero la responsabilidad por el terror impuesto en el sur de la Florida y en otras regiones de Estados Unidos, no pertenece solamente a la ultraderecha cubano-americana. Comparte esta responsabilidad el gobierno norteamericano que, a través de la CIA, ha sido el promotor de sus actividades terroristas.
Recordemos que en los primeros años de la década del 60, la CIA entrenó a cientos de cubanos en el manejo de explosivos, demolición, armamento, interrogatorio, espionaje, torturas, y otras materias consideradas de utilidad para sus operaciones encubiertas. Miami fue la sede de “Operación 40” o “40 Asesinos”, escuadrón de la muerte creado originalmente por la CIA para tareas secretas de eliminación física de figuras políticas en Cuba y que terminó convertido en un “pool” de asesinos, utilizado para cumplir misiones inconfesables en Estados Unidos y en diversas partes del mundo.
Theodore Shackley (“el duende rubio”), jefe de la estación JM/WAVE de la CIA en Miami, la mayor del mundo en tiempos de la “Operación Mangosta” contra Cuba, al ser trasladado al sudeste asiático llevó consigo algunos de sus discípulos cubanos. La CIA entrenó y armó a las tribus Hmong con el fin de enfrentarlas al Pathet Lao y luego las abandonó a su suerte. Decenas de miles de tribeños murieron a causa de estas actividades de la CIA, financiadas con el tráfico de opio y heroina. Cuando Shackley, que había ganado ya el sobrenombre de “Carnicero de Laos”, fue trasladado a Vietnam, alli estuvieron también sus bien entrenados cubanos, a tiempo para participar en la “Operación Fénix”, mediante la cual fueron torturados, mutilados y asesinados más de cien mil vietnamitas. Entre estos cubanos estaba Félix Rodríguez Mendigutía, enviado anteriormente a Bolivia para cooperar en el asesinato del Che.
En todos los sucesos infamantes de la historia reciente de Estados Unidos han estado involucrados cubanos formados por la CIA. Son numerosas las declaraciones de testigos acerca de la presencia en Dallas el 22 de noviembre de 1963, el día en que asesinaron en esa ciudad al presidente John F. Kennedy, de Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampoll, y otros. En el escándalo de Watergate, en 1972, participaron Eugenio Martínez, Virgilio González, Bernard Barker, cubano a pesar de su nombre, ex-miembro de la policía secreta de Batista, y Frank Sturgis. Este último nació en Estados Unidos pero en 1956 se trasladó a Cuba siendo ya seguramente un agente de la CIA. En 1960 participó en un fallido intento de asesinar al presidente Fidel Castro, y fue otro de los que estaban presentes en Dallas el día del asesinato de Kennedy.
Con el patrocinio de la CIA, representantes de las organizaciones terroristas cubano-americanas se reunieron en Costa Rica en junio de 1976 y crearon la “Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas” (CORU), en la cual jugaría un papel protagónico Orlando Bosch Avila (“Dr. Death”) con el apoyo en Venezuela de Luis Posada Carriles. Los terroristas de origen cubano, a través de CORU y de su colaboración con la “Operación Cóndor”, lograron la internacionalización del terrorismo. Nuevas olas de violencia y muerte se extendieron por todo el continente americano, incluyendo el territorio de Estados Unidos.
Entre las principales acciones terroristas se cuentan el asesinato el 21 de septiembre de 1976, en Washington D.C., del ex-Canciller chileno Orlando Letelier y de su secretaria, la joven norteamericana Ronni Moffitt, en el que participan cinco asesinos a sueldo de origen cubano: Jose Dionisio Suárez Esquivel, Virgilio Paz, los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampoll, y Alvin Ross Díaz; y el estallido en pleno vuelo de un avión comercial cubano con 73 personas a bordo, el 6 de octubre de ese mismo año, monstruoso acto perpetrado por Luis Posada Carriles y Orlando Bosch como autores principales.
En el escándalo Irán-Contras, uno de los papeles protagónicos le corresponde de nuevo a Félix Rodríguez Mendigutía, operando desde América Central, a mediados de la década del 80. Rodríguez colocó al frente de las tareas de reabastecimiento con base en Ilopango, en El Salvador, al ya famoso terrorista Luis Posada Carriles, recién “fugado” de las prisiones venezolanas con apoyo de la CIA y de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA). Félix y Posada desarrollaron la operación “Coca-Contras” (parte de la “Irán-Contras”) en la cual participaron también destacadamente Rafael Quintero (“Chi-Chi”) y Frank Sturgis. Una estrecha vinculación se manifiesta entre esta operación y la epidemia de crack que azotó a muchas ciudades de Estados Unidos. Los ghettos negros de Los Ángeles y de otras ciudades se inundaron de crack con la consiguiente destrucción de vidas y hogares de miles de jóvenes norteamericanos y contribuyendo a desarticular el movimiento negro estadounidense, al ser arrestados y encarcelados, con el pretexto de la droga, muchos líderes negros.
El surrealismo criminal de la mafia cubano-americana de Miami es tal, que ha logrado imponer su voluntad en las elecciones presidenciales de Estados Unidos a través del fraude en las urnas de la Florida. Ningún grupo humano en la historia ha causado tanto daño a los valores democráticos tradicionales de Estados Unidos como éste que, por ignorancia y fanatismo, ha sido controlado, por más de cuarenta años, por la ultra-derecha cubana de Miami.
Cuando algún día el pueblo norteamericano conozca la verdadera historia del ghetto de Miami, estoy seguro de que Luis Posada Carriles, Orlando Bosch Avila, y un centenar más de terroristas de origen cubano, desplazarán fácilmente, como prototipos de la violencia y el crimen, a personajes como John Dillinger, Al Capone, Lucky Luciano o Santos Traficante. ¿Exagero? –Veamos: para la captura de José Miguel Battle Jr., quien sucedió como “padrino” a su progenitor (del mismo nombre) en la red mafiosa “La Corporación”, que nucleaba alrededor de 2,500 personas, en su mayoría cubanos, fue necesario que el 21 de marzo del 2004 el navío de misiles teledirigidos de la Marina de Guerra de los Estados Unidos “Thomas S. Gates” (CG51) prestase ayuda a los guardacostas para interceptar el yate-crucero en el que se fugaba rumbo a Costa Rica. Un “honor” semejante no lo tuvo nunca ningún capo de las familias mafiosas italianas. Muy recientemente, el 1o. de junio del 2005, las autoridades federales presentaron nuevos cargos (además de los anteriores por juego ilícito, tráfico de drogas, atentados con explosivos, crimen organizado, homicidios, etc.) contra la mafia cubana de “La Corporación”, entre ellos cuatro incendios provocados que causaron la muerte de ocho personas, incluyendo una niña de tres años, y otros cuatro asesinatos. Las autoridades calculan en $1,500 millones de dólares las ganancias ilícitas de La Corporación, con base en Miami, pero con ramificaciones en New Jersey, Puerto Rico, Perú y España, principalmente. En sus tiempos de esbirro de la policía batistiana, o cuando formaba parte del escuadrón de la muerte de la CIA, José Miguel Battle Snr. seguramente no podía soñar que crearía un imperio del crimen –heredado por su hijo- que desplazaría a las antiguas familias mafiosas de Estados Unidos.
La decisión del gobierno de los Estados Unidos, en 1959 y primeros años de la década del 60, de acoger con los brazos abiertos a torturadores y asesinos de los cuerpos represivos del régimen de Fulgencio Batista; el entrenamiento en prácticas encubiertas (léase “guerra sucia”) ofrecido por la CIA a cientos, tal vez a miles de cubanos; y la impunidad y apoyo financiero otorgados a las organizaciones cubanas terroristas y a sus miembros, ha devenido en un sustancial impulso a la expansión de la violencia en el mundo y ha tenido un costo elevadísimo para Cuba y mayor aún para Estados Unidos, porque no sólo ha causado destrucción y muerte en ambos países sino que, en la nación americana, ha socavado los valores espirituales fundacionales, lo cual es mucho más grave y peligroso.
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El analista Carlos Fazio publicó ayer en el diario mexicano La Jornada un artículo en el que denuncia la implicación del ex jefe de la diplomacia norteamericana en Cuba, James Cason, organizaciones contrarrevolucionarias asentadas en Miami, como la Fundación Nacional Cubano Americana y el Directorio Democrático Cubano, y financistas de la guerra sucia contra la isla como la USAID, la NED, Freedom House y el IRI en la conspiración que derrocó al presidente Fernando Lugo en Paraguay.
Esto es lo que dice Fazio al respecto:
En la operítica restauración de la patria financiera por la stronista oligarquía latifundista, los poderes fácticos y la trasnacional Monsanto –que tiene como eje económico un larvado proceso de descampesinización–, jugaron un papel clave los embajadores de Estados Unidos en Asunción, James Cason y Liliana Ayalde. Antiguo jefe de la sección de intereses de Washington en La Habana, Cuba, el conspirador Cason fue el encargado de alimentar los ánimos subversivos del vicepresidente Federico Franco, el ex general golpista Lino Oviedo y el ex presidente Nicanor Duarte Frutos. Su sucesora en el cargo, Liliana Ayalde, completó la tarea. La matanza de Curuguaty, que sirvió de excusa para derrocar a Lugo, tuvo como protagonista al Grupo Especial de Operaciones (GEO), de la Policía Nacional, cuyos miembros de elite fueron entrenados para la lucha contrainsurgente por el Comando Sur en el contexto del Plan Colombia. El ex presidente Álvaro Uribefacilitó, además, la capacitación de los servicios de inteligencia del Paraguay con instructores del temible DAS, la policía política colombiana, cuyos mandos están hoy encarcelados. Según indicios, la muerte en una emboscada del jefe del GEO, comisario Erven Lovera, y de otros cinco agentes, en Curuguaty, que llevó al asesinato de 11 campesinos, sería parte de un sabotaje interno de cuadros de inteligencia de la Policía Nacional, penetrada y controlada por Estados Unidos.
La conformación de un frente anti-Alba y anti Mercosur por Estados Unidos, tiene como bastiones y plataformas injerencistas subregionales a Colombia y nuestro país. Bajo los gobiernos conservadores de Vicente Fox y Felipe Calderón, Washington convirtió aMéxico en una plataforma de la derecha regional para sus acciones subversivas y desestabilizadoras contra Cuba y Venezuela. Mediante la Usaid y su telaraña imperial –integrada entre otras por organizaciones de fachada como el Instituto Republicano Internacional, la Fundación Nacional para la Democracia (NED), la Freedom House y el Instituto Democrático Nacional–, la diplomacia de guerra estadunidense está canalizando millones de dólares para acciones subversivas contra países amigos, que llegan a México con la permisibilidad y sin la supervisión de las autoridades nacionales.
A finales del año pasado se celebraron sendas actividades anticubanas en el hotel Meliá Reforma del Distrito Federal: la presentación de un libro de Gabriel Salvia, de la ONG argentina Centro para el Desarrollo y la Apertura de América Latina (Cadal), financiada por la NED, y el foro Cambios en el proceso cubano , ambos con participación de organizaciones de la extrema derecha de Miami, como la Fundación Nacional Cubano Americana, el Directorio Democrático Cubano (DDC) y la menos conocida O-JEC, y con el copatrocinio financiero de las fundaciones alemanas Konrad Adenauer y Friedrich Naumann. Previo a la visita del papa Benedicto XVI a la isla, el DDC, organización financiada por la CIA, logró reclutar en México jóvenes turistas que regaron volantes en La Habana induciendo acciones de desobediencia civil y fueron expulsados por las autoridades cubanas.
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ALAI, América Latina en Movimiento
2012-05-29
Narcotráfico, instrumento de dominio imperial
Salvador Capote |
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Después de varias décadas de “guerra contra las drogas”, acompañadas de un costo colosal en vidas humanas y recursos materiales, los narcotraficantes son hoy más fuertes que nunca y controlan un territorio más amplio que en cualquier época anterior.
En los últimos seis años, ocurrieron en México más de 47,000 asesinatos relacionados con el tráfico de drogas. De 2,119 en 2006 aumentaron a cerca de 17,000 en 2011. En 2008, el Departamento de Justicia norteamericano advirtió que las DTOs (Organizaciones de Tráfico de Drogas), vinculadas a cárteles mexicanos, se encontraban activas en todas las regiones de Estados Unidos. En la Florida actúan mafias asociadas con el cártel del Golfo, los Zetas y la Federación de Sinaloa. Miami es uno de los principales centros de recepción y distribución de la droga. Además de los mencionados, otros cárteles, como el de Juárez y el de Tijuana, operan en Estados Unidos.
Los cárteles de México cobraron mayor fuerza después que sustituyeron a los colombianos de Cali y Medellín en los años 90 y controlan ahora el 90 % de la cocaína que entra en Estados Unidos. El mayor estímulo al narcotráfico es el alto consumo estadounidense. En 2010, una encuesta nacional del Departamento de Salud reveló que aproximadamente 22 millones de norteamericanos mayores de 12 años consumen algún tipo de drogas.
Estos, que son sólo algunos de los más inquietantes datos estadísticos, permiten cuestionar la eficacia de la llamada “guerra contra las drogas”. Es imposible creer que exista realmente una voluntad política para poner fin a este flagelo universal cuando observamos el papel que ha desempeñado el narcotráfico en la contrainsurgencia, la expansión de las transnacionales y las ambiciones geopolíticas de Estados Unidos y otras potencias.
Repasemos, en síntesis, la historia reciente (1). La administración de Richard Nixon, al iniciar la “guerra contra las drogas” (1971), desarrollaba al mismo tiempo el tráfico de heroína en el Sudeste Asiático con el propósito de financiar sus operaciones militares en esa región. La heroína producida en el Triángulo de Oro (donde se unen las zonas montañosas de Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar) era transportada en aviones de “Air America”, propiedad de la CIA (2)(3). En una conferencia de prensa televisada el primero de junio de 1971, un periodista le preguntó a Nixon: “Señor presidente ¿qué hará usted con las decenas de miles de soldados americanos que regresan adictos a la heroína?” (4)
Las operaciones de “Air America” continuaron hasta la caída de Saigón en 1975. Mientras la CIA traficaba con opio y heroína en el Sudeste Asiático, el tráfico y consumo de estupefacientes en Estados Unidos se convertía en tragedia nacional. El presidente Gerald Ford solicitó al Congreso en 1976 la aprobación de leyes que sustituyesen la libertad condicionada con la prisión, estableciesen condenas mínimas obligatorias y negasen las fianzas para determinados delitos de drogas. El resultado fue un aumento exponencial del número de convictos por delitos relacionados con el tráfico y consumo de drogas y la consiguiente conversión de Estados Unidos en el país con mayor población penal del mundo. El peso principal de esta política punitiva cayó sobre la población negra y otras minorías.
Las administraciones estadounidenses durante los años 80 y 90 apoyaron a gobiernos sudamericanos involucrados directamente en el tráfico de cocaína. Durante la administración Carter, la CIA intervino para evitar que dos de los jefes del cártel de Roberto Suárez (Rey de la Cocaína) fuesen llevados a juicio en Estados Unidos. Al quedar libres, pudieron regresar a Bolivia y jugar papeles protagónicos en el golpe de estado (“Cocaine Coup”) del 17 de Julio de 1980, financiado por los barones de la droga. La sangrienta tiranía del general Luis García Meza fue apoyada por la administración de Ronald Reagan.
La participación más conspicua de la administración Reagan en el narcotráfico fue el escándalo conocido como “Irán-contras” cuyo eje más publicitado fue la obtención de fondos para financiar a la contra nicaragüense mediante la venta ilegal de armas a Irán, pero está bien documentado, además, el apoyo de Reagan, con este mismo propósito, al tráfico de cocaína dentro y fuera de Estados Unidos.
Estas conexiones las explica el periodista William Blum en su libro “Rogue State” (5). En Costa Rica, que servía como Frente Sur de los contras (Honduras era el Frente Norte) operaban varias redes CIA-contras involucradas en el tráfico de drogas. Estas redes estaban asociadas con Jorge Morales, capo colombiano residente en Miami. Los aviones de Morales eran cargados con armas en la Florida, volaban a Centroamérica y regresaban cargados de cocaína. Otra red con base en Costa rica era operada por cubanos anticastristas contratados por la CIA como instructores militares. Esta red utilizaba aviones de los contras y de una compañía de venta de camarones que lavaba dinero para la CIA, en el traslado de la droga a Estados Unidos.
En Honduras, la CIA contrató a Alan Hyde, el principal traficante en ese país (“el padrino de todas las actividades criminales” de acuerdo a informes del gobierno de Estados Unidos), para transportar en sus embarcaciones suministros a los contras. La CIA, a cambio, impediría cualquier acción contra Hyde de agencias antinarcóticos.
Los caminos de la cocaína tenían importantes estaciones, como la base aérea de Ilopango en El Salvador. Un ex oficial de la CIA, Celerino Castillo, describió como los aviones cargados de cocaína volaban hacia el norte, aterrizaban impunemente en varios lugares de Estados Unidos, incluyendo la base de la Fuerza Aérea en Texas, y regresaban con dinero abundante para financiar la guerra. “Todo bajo la sombrilla protectora del gobierno de Estados Unidos”. La operación de Ilopango se realizaba bajo la dirección de Félix Rodríguez (alias Max Gómez) en conexión con el entonces vicepresidente George H. W. Bush y con Oliver North, quien formaba parte del equipo del Consejo de Seguridad Nacional de Reagan.
En 1982, el Director de la CIA, William Casey, negoció un “memorandum de entendimiento” con el Fiscal General, William French Smith, que exoneraba a la CIA de cualquier responsabilidad relacionada con operaciones de tráfico de drogas realizadas por sus agentes. Este acuerdo estuvo en vigor hasta 1995.
Reagan y su sucesor, George H. W. Bush, patrocinaron al “hombre de la CIA en Panamá”, Manuel Noriega, vinculado al cartel de Medellín y al lavado de grandes cantidades de dinero procedentes de la droga. Cuando Noriega dejó de ser útil y se convirtió en estorbo, Estados Unidos invadió Panamá (20 de diciembre de 1989) en un bárbaro acto sin precedentes contra el derecho internacional y la soberanía de un país pequeño.
Michael Ruppert, periodista y ex oficial de narcóticos, presentó en 1997 una larga declaración, acompañada de pruebas documentales, a los comités de inteligencia (“Select Intelligence Committees”) de ambas cámaras del Congreso. En uno de los párrafos se afirma:
“La CIA traficó con drogas no sólo durante la época de Irán-contras; lo ha hecho durante todos los cincuenta años de su historia. Hoy les presentaré evidencias que demostrarán que la CIA, y muchas figuras que se hicieron célebres durante el Irán-contras, como Richard Secord, Ted Shackley, Tom Clines, Félix Rodríguez y George H. W. Bush (6) han estado vendiendo drogas a los americanos desde la época de Vietnam.” (7)
En 1999, la administración de William Clinton bombardeó despiadadamente al pueblo yugoeslavo durante 78 días y noches. De nuevo aquí, aparece el narcotráfico en el trasfondo de las motivaciones. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos y sus homólogos de Alemania y Gran Bretaña utilizaron el tráfico de heroína para financiar la creación y equipamiento del Ejército de Liberación de Kosovo. La heroína proveniente de Turquía y del Asia Central pasaba por el Mar Negro, Bulgaria, Macedonia y Albania (Ruta de los Balcanes) con destino a Italia. Con la destrucción de Servia y el fortalecimiento –deseado o no- de la mafia albanesa, la administración Clinton dejaba expedito el camino de la droga desde Afganistán hasta Europa Occidental (8). De acuerdo con informes de la DEA y del Departamento de Justicia de Estados Unidos, un 80 % de la heroína que se introduce en Europa pasa a través de Kosovo.
Varias administraciones norteamericanas, y en particular la de George W. Bush, han sido cómplices del genocidio en Colombia. La “guerra contra las drogas” sostenida por Estados Unidos con recursos financieros multimillonarios, asistencia técnica y cuantiosa ayuda militar, no ha logrado detener el flujo de cocaína y, por el contrario, ha sido determinante en el surgimiento y desarrollo de los grupos paramilitares al servicio de narcoterratenientes y también como pretexto para mantener el dominio sobre los trabajadores y la población campesina. El Plan Colombia resultó un completo fracaso pero sirvió como pantalla para la injerencia de Estados Unidos en el país y mostró claramente su verdadero objetivo, la contrainsurgencia.
Se olvida a menudo que el narcotráfico es probablemente el negocio más lucrativo de los capitalistas. Con la guerra en Colombia lucran las empresas químicas que producen los herbicidas, la industria aeroespacial que suministra helicópteros y aviones, los fabricantes de armas y, en general, todo el complejo militar-industrial. Los billones de dólares que genera el tráfico ilegal de drogas incrementan el poder financiero de las corporaciones transnacionales y de la oligarquía local.
La reciente declaración del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP (9), con motivo del cuadragésimo octavo aniversario del inicio de la lucha armada rebelde, denuncia este vínculo drogas-capital:
“…los dineros del narcotráfico se convierten en tierras, inundan la banca, las finanzas, las inversiones productivas y especulativas, la hotelería, la construcción y la contratación pública, resultando funcionales y hasta necesarios en el juego de captación y circulación de grandes capitales que caracteriza al capitalismo neoliberal de hoy. Igual pasa en Centroamérica y Méjico.”
El Tratado de Libre Comercio Estados Unidos-México (NAFTA) ha obligado a numerosos campesinos, ante la competencia de productos agrícolas norteamericanos, a cultivar en sus tierras amapola y marihuana. Otros, frente a la alternativa del trabajo esclavo en las maquiladoras, prefieren ingresar en las redes mafiosas de la droga. El gran aumento del tráfico de mercancías a través de la frontera y los controles bancarios para combatir el terrorismo, han desplazado el lavado de dinero de los bancos hacia las corporaciones comerciales. La complejidad y el volumen de las operaciones financieras, y el flujo instantáneo y constante de capitales “on line”, hacen extremadamente difícil seguir el rastro de las transacciones ilícitas.
Una de las consecuencias del NAFTA es la impunidad casi total que acompaña el flujo de narcodólares hacia ambos lados de la frontera. Al igual que en México, el Tratado de Libre Comercio recientemente puesto en vigor en Colombia estimulará la violencia, el narcotráfico y la represión sobre trabajadores y campesinos. La “Iniciativa Mérida”, a su vez, es sólo la versión México-Centroamericana del Plan Colombia.
Debemos meditar sobre el hecho de que en todos los escenarios donde Estados Unidos ha intervenido militarmente, principalmente en aquellos donde ha ocupado a sangre y fuego el territorio, el narcotráfico, lejos de disminuir, como sería de esperar, se ha multiplicado y fortalecido. En Afganistán, el cultivo de amapola se redujo drásticamente durante el gobierno de los talibanes para alcanzar luego, bajo la ocupación norteamericana, un crecimiento acelerado. Afganistán es actualmente el primer productor de opio del mundo pero, además, ya no sólo lo exporta en forma de pasta para su procesamiento en otros países sino que fabrica la heroína y la morfina es su propio territorio.
Si nos atenemos a los hechos históricos, podríamos afirmar que la política de Estados Unidos no ha sido la de “guerra contra las drogas” sino la de “drogas para la guerra”.
Notas:
1) Podría comenzar en fecha muy antigua, por ejemplo en la época de las “Guerras del Opio” del imperio británico para afianzar su dominio sobre China, pero no es necesario para los objetivos de este artículo.
2) Alfred McCoy: “The Politics of Heroin: The Complicity of the CIA in the Global Drug Trade”, New York, Lawrence Hill and Co., 2003.
3) Con anterioridad, “Air America” había ayudado a las fuerzas del Kuomingtan, leales a Chiang Kai-shek, a transportar el opio desde China y Birmania hasta Bangkok en Tailandia. Los servicios de inteligencia franceses utilizaron también el tráfico de heroína para financiar sus operaciones encubiertas en Indochina.
4) Rick Perlstein: “Nixonland”, Scribner, 2008, p. 567.
5) William Blum: “Rogue State”, Common Courage Press, 2005, pp. 294-297.
6) Richard Secord: Mayor General de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, convicto por su participación en el escándalo Irán-contras; exonerado en 1990 por decisión de la Corte Suprema. Ted Shackley: “el fantasma rubio”, jefe de la estación de la CIA en Miami durante la Crisis de Octubre (“Cuban Missile Crisis”) y durante la Operación Mangosta (“Mangoose”) dirigida contra Cuba; Director de la Operación Fénix (“Phoenix Program”) durante la cual fueron asesinados más de cien mil vietnamitas; dirigió otras muchas operaciones encubiertas de la CIA; murió de cáncer en 2002. Tom Clines: una de las figuras principales del escándalo Irán-contras; entre 1961 y 1962 participó en operaciones encubiertas de la CIA contra Cuba; a las órdenes de Ted Shackley estuvo a cargo de la guerra secreta en Laos y participó en la Operación Mangosta; entre otras muchas fechorías estuvo a cargo de la operación de la CIA en Chile que derrocó al presidente Allende. Félix Rodríguez: cubano-americano, fue uno de los jefes de “Operación 40” o “40 Asesinos” y de la invasión mercenaria a Cuba en 1961. Participó en el asesinato del Che en Bolivia. George H. W. Bush: Ex Director de la CIA (1976-1977) y ex Presidente de Estados Unidos (1989-1993).
7) Citado por Daniel Estulin: “Shadow Masters”, Trine Day LLC, 2010.
8) Michael Ruppert: “Crossing the Rubicon”, New Society Publishers, 2004.
9) FARC-EP: “48 años de lucha armada rebelde”. Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP, Montañas de Colombia, 27 de mayo de 2012.
http://alainet.org/active/55204 |
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Capítulo V del libro La guerra secreta. Acción ejecutiva
La mafia de Miami, engendro al servicio del imperio
Trabajdores digital
La alianza con la extrema derecha, el asesinato de John F. Kennedy, los casos Watergate e Irán-contras, el intento de secuestro al niño Elián González, la elección de George W. Bush y otros fraudes, serán los temas a tratar en este capítulo final.
5.1 El asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy
Para los contrarrevolucionarios, Richard Milhous Nixon era un verdadero amigo de la “causa cubana”; Kennedy era lo opuesto. En los círculos más reaccionarios se atacaba a este último y se lo culpaba por la derrota de la brigada mercenaria, a la que, según éstos, Kennedy no había apoyado con aviones y tropas en los momentos en que los invasores de la Operación Pluto eran quienes más los necesitaban. Una prueba adicional de la supuesta actitud traicionera de Kennedy eran sus planes de jubilar de la CIA a aquellos jefes y oficiales que mantenían las mejores relaciones de trabajo e incluso personales con los cabecillas de la contrarrevolución cubana.
Muchos funcionarios y ex-militares, vinculados al gobierno del ex-dictador Fulgencio Batista, estaban resentidos contra Kennedy, ya que tenían conocimiento por sus oficiales de caso norteamericanos de los comentarios desfavorables hechos por el presidente acerca de su utilización y cooperación con los batistianos, a los que consideraba desprestigiados políticamente. A Kennedy se le acusaba de liberal y hasta de poner en peligro con su política el sistema capitalista imperante en los Estados Unidos. Este sentimiento anti-Kennedy se acrecentó después del 27 de septiembre de 1961, fecha en que el presidente de los Estados Unidos obligó al director y fundador de la CIA, Allen Dulles, a renunciar a su cargo.
En febrero de 1962, otro buen amigo de la derecha cubana, Richard Mersin Bissell, fue obligado por Kennedy a renunciar como director-delegado para planes de la CIA. Por la misma época, el presidente expulsaría de la agencia a todos los elementos que tuvieron una participación prominente en la invasión por Bahía de Cochinos: Frank Bender, Howard Hunt, Bernard “Macho” Barker, y otros. Por esas razones, muchos analistas y estudiosos del tema señalan que el asesinato de Kennedy, en noviembre de 1963, no fue, como dictaminara la Comisión Warren, obra de un solo asesino, sino el producto de una conspiración en la que estaban involucrados altos jefes de la CIA expulsados por Kennedy y sus aliados mas confiables de la ultraderecha de origen cubano radicada en La Florida, quienes manifestaban públicamente que “la traición de Kennedy a la causa cubana sólo podía pagarse con la vida”.
La ruptura de Kennedy era también con la Mafia, aliada a la CIA y a la extrema derecha de los grupos contrarrevolucionarios cubanos en los planes de asesinatos contra Fidel Castro y otros jefes de Estado que molestaban a los Estados Unidos. Se había formado una coalición muy peligrosa, que finalmente acabaría con la vida del presidente.219
Algunos de los cubanoamericanos utilizados por Nixon en su trabajo sucio han sido vinculados, además, con el asesinato de Kennedy, en Dallas, el 22 de noviembre de 1963. En una información publicada en el diario The Washington Post se afirmaba que agentes de la CIA radicados en Argel, en 1961, estuvieron preparando un atentado a Kennedy. Iban a asesinarlo en mayo de 1961, cuando éste visitara al presidente francés, general Charles de Gaulle, en París. Un mercenario de origen hispano al servicio del ejército francés en Argelia, José Luis Romero, fue visitado por esos agentes con el fin de obtener su apoyo para el plan de atentado. Más tarde, Romero identificó a Frank Fiorini, “Sturgis”, y a Bernard “Macho” Barker, como miembros del grupo de la CIA que lo visitó. Romero añadió que, por la conversación sostenida con los norteamericanos, entendía que los hombres destinados a disparar contra Kennedy eran, precisamente, Fiorini y Barker.220
En diciembre de 1963, el diario Pompano Beach Times, editado en la ciudad de ese nombre, a unos setenta kilómetros de Miami, publicó una información en la que se manifestaba que Frank Fiorini había sido visto en ese lugar, frecuentemente, en compañía de Lee Harvey Oswald, unas semanas antes del magnicidio de Dallas. Otro cubano, Antonio Veciana Blanch, fue sujeto a investigación, por ser sospechoso de haber participado o conocer detalles sobre el suceso.
Uno de los partidarios de la tesis de la conspiración de la CIA y los contrarrevolucionarios cubanos es Carlos Rivero Collado, hijo del que fuera electo “presidente” en los comicios organizados por Batista en noviembre de 1958, Andrés Rivero Agüero.221 Rivero Collado fue uno de los primeros exiliados que llegó a Miami el primero de enero de 1959, y participó en los planes conspirativos iniciales contra Cuba. Fue miembro de la Brigada de Asalto 2506 que invadió a Cuba en abril de 1961. Fue hecho prisionero y regresó poco tiempo después a los Estados Unidos, donde se involucró en actividades conspirativas de organizaciones derechistas. Según Rivero Collado, considerado como un conocedor profundo de los grupos terroristas radicados en los Estados Unidos, la clave sobre el magnicidio de Dallas radica en una conspiración de oficiales de la CIA y contrarrevolucionarios cubanos resentidos contra Kennedy. Una prueba irrefutable de su tesis la expuso en un libro de su autoría, titulado Los sobrinos del Tío Sam, ya mencionado, cuando afirma que Richard Nixon, en la cinta grabada en que demostró su participación en el caso Watergate y que le costó el cargo de presidente, borró la parte donde se hablaba de la invasión mercenaria y de los contrarrevolucionarios cubanos. Sobre ese hecho, Rivero Collado se pregunta:
¿Qué había en tales cintas que era más importante que lo contenido en la que provocó la caída del presidente Nixon?
¿Y… qué puede haber en la historia de Estados Unidos más importante que la renuncia de un presidente?
¿No es acaso la muerte de otro presidente… asesinado por la camarilla que controla secretamente la vida política de Norteamérica y constituye el verdadero poder?
Rivero Collado también se pregunta en su libro el porqué de la actitud mantenida por Richard Nixon a diez años, en aquel entonces, del asesinato de Kennedy de oponerse a que “se levante esa costra que pudiera resucitar TODO lo de Bahía de Cochinos”.
¿Hay algo sobre Bahía de Cochinos tan importante que aún deba ser ocultado a cambio de que un presidente se vea en la obligación de renunciar a su cargo, hecho sin precedentes en toda la historia de la nación americana?
¿Por qué no se dice alto y claro lo que se ha venido comentando en voz baja, casi entre dientes, por los agentes de la CIA —de origen cubano— que fraguaron la invasión de Bahía de Cochinos… en cuanto a que el asesinato de John F. Kennedy es la consecuencia directa del fracaso del imperialismo norteamericano en Playa Girón?
Evidentemente, la actuación de los contrarrevolucionarios cubanos en la política norteamericana ha traído y traerá gravísimas consecuencias a los Estados Unidos, mientras que sus gobiernos mimen, utilicen y manipulen a la emigración cubanoamericana para sus propósitos políticos contra Cuba.
La participación del gobierno de los Estados Unidos y de sus servicios especiales en algunos de los planes criminales, en los que están involucrados los mafiosos cubanos, no puede ser revelada. Una prueba de su alto grado de criminalidad es la decisión por parte de las autoridades del gobierno de ese país de no desclasificar documento alguno sobre la Operación Peter Pan, el sabotaje al vapor francés La Coubre y el asesinato del presidente John F. Kennedy.
El pueblo norteamericano se avergonzaría de esos dirigentes que actuaron de manera tan criminal: “Si los hombres que en 1776 proclamaron la independencia de los Estados Unidos pudieran revivir por una sola vez y conocieran lo que fueron capaces de hacer los gobiernos de ese país, convertido hoy en un imperio más brutal y egoísta que la Roma de los césares, volverían avergonzados a sus tumbas.”
5.2 Watergate
Al fracasar la invasión mercenaria por Playa Girón, las relaciones de los que controlaban la política en el enclave miamense se volcaron enteramente en favor del Partido Republicano y, dentro de éste, con su ala más reaccionaria. Los grupos mafiosos y contrarrevolucionarios de Miami odiaban ciegamente al clan de los Kennedy. Veían en Richard Nixon a un verdadero aliado de la llamada “causa”. Se conocía en todo Miami que Nixon había ocupado, dentro del gobierno de Dwight D. Eisenhower, un lugar importante en el diseño de la política agresiva contra la Revolución Cubana y, concretamente, en el plan de invasión a Cuba.
Nixon tenía como su amigo más íntimo al cubano Charles “Bebé” Rebozo, quien utilizó su influencia con el gobierno norteamericano para la adquisición, a muy bajo precio, de una isla situada cerca del sur de la ciudad de Miami, denominada Fisher’s Island, que después fue comprada por el Estado norteamericano, a instancias de Nixon, a un precio veinticuatro veces mayor, por lo que Rebozo obtuvo ganancias millonarias. Nixon facilitó a su amigo íntimo préstamos millonarios, no sólo a él, sino también a Manuel Artime Buesa y a otros contrarrevolucionarios cubanos. La amistad de Rebozo con Nixon fue tan profunda que al fallecer aquél, dejó en herencia cerca de veinte millones de dólares a Nixon, los que, en medio de un gran escándalo, se disputan las dos hijas del también difunto ex-presidente. Por esas razones, Nixon, ya instalado como presidente de los Estados Unidos, consideró a los contrarrevolucionarios cubanos como aliados seguros y fieles. Sabía que ellos odiaban a los demócratas y, para garantizar la consolidación de la ultraderecha en el poder orientó, en violación de toda ética, colocar micrófonos con vistas a obtener informaciones en la sede nacional del Partido Demócrata, instalada en el edificio Watergate, en Washington. El objetivo buscado por el cabecilla de la ultraderecha republicana era espiar la vida íntima y los secretos de sus adversarios políticos, con el fin de desprestigiarlos públicamente o chantajearlos, para así ser reelegido y perpetuar en el poder su tendencia ultraderechista. Esa práctica enfermiza de Nixon no sólo pretendía espiar a sus enemigos, sino que lo hacía hasta con sus propios amigos y seguidores, cuyas conversaciones eran grabadas secretamente.
Para el éxito de sus planes, Nixon decidió contar, en primer lugar, con un equipo disciplinado de contrarrevolucionarios de origen cubano que, por su abyección al imperialismo y su falta de escrúpulos, constituía un material de primera calidad para efectuar una misión con tales características.
Para esa tarea tan delicada y secreta, Nixon pensó que entre sus amigos cubanos debía escoger a los que tuvieran antecedentes batistianos, fueran anticomunistas a toda prueba y hubieran sido combatientes de Bahía de Cochinos, a los llamados “puros”, que nunca fueron confundidos por las ideas reformistas o revolucionarias. Pidió ayuda a Manuel Artime Buesa y éste proporcionó a los encargados del plan autorizado por el presidente los nombres de Bernard “Macho” Barker, Eugenio R. Martínez, más conocido como “Musculito”, Frank Fiorini, o “Frank Sturgis”, y Virgilio R. González. Los jefes del operativo estudiaron el historial de los cuatro sujetos y les dieron inmediato empleo en una misión que terminó en un fracaso rotundo, que originó uno de los escándalos políticos más sonados en los Estados Unidos y dio al traste con la presidencia de Richard Milhous Nixon.
Las conexiones de la ultraderecha norteamericana con los elementos batistianos pueden comprobarse al analizar el historial de los sujetos escogidos por el presidente. Hacia mediados de 1972 se sabía en los círculos contrarrevolucionarios de Miami que “el amigo de los cubanos anticomunistas”, como se conocía entre los terroristas a Richard Nixon, había logrado estructurar un equipo incondicional sólido, integrado por individuos capaces de realizar las mayores fechorías.
Por ejemplo, Barker, González y Martínez habían pertenecido en Cuba al tenebroso Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), en tiempos de la dictadura de Batista. “Macho” Barker, Frank Fiorini o “Frank Sturgis”, y Manuel Artime habían participado, de un modo u otro, en la invasión mercenaria por Playa Girón.
El jefe de los “plomeros” de Watergate,222 Bernard L. Barker, había nacido en Cuba, de padre estadounidense. Fue ayudante del alcalde del municipio de Marianao en la época de Batista, Francisco “El Cabo” Orúe González. Salió de Cuba en 1959, fue uno de los contactos principales entre la CIA y los contrarrevolucionarios que organizaron la invasión por Bahía de Cochinos y trabajó directamente a las órdenes de Frank Bender y Richard M. Bissell.
Permaneció en Miami cuando la invasión, mientras esperaba el desenlace de la agresión. Después, fue agente de la CIA y miembro del Comité Pro-Nixon, dirigido por John Mitchell. Como jefe del grupo de los asaltantes al edificio Watergate, estaba subordinado a James McCord, quien recibía instrucciones directas de Howard Hunt. Por medio del rastro del dinero entregado a “Macho” Barker en pago por su trabajo y el de sus cómplices, se descubrió la participación del presidente Nixon. Al ser detenido el cuarteto de cubanos, el 17 de junio de 1972, se le ocupó cuarenta mil dólares, producto del pago por sus “servicios”.223
Frank Fiorini, o “Frank Sturgis”, había sido el ayudante del traidor Pedro Luis Díaz Lanz en la Fuerza Aérea Revolucionaria, por encargo de la CIA, y ya en fecha tan temprana como junio de 1960 estaba conspirando con aquél y con Higinio “Nino” Díaz Ané en una organización a la que denominaron Frente Anticomunista Cristiano (FAC).
Además de Manuel Artime Buesa, quien recomendó y puso en contacto a los cuatro “plomeros” con Howard Hunt, “Eduardo”, y que se encargó, por orientaciones recibidas, de la atención a los familiares de éstos mientras estuvieran detenidos, participaron en actividades relacionadas con el operativo los contrarrevolucionarios Miguel Suárez Fernández, Edgardo Buttari Puig, Humberto López, Ángel J. Ferrer, Felipe de Diego y Reinaldo Pico Ramón, este último un conocido militante de la Juventud Obrera Católica (JOC).
La alianza nefasta de ambas ultraderechas, que terminó en fracaso y escándalo, dio inicio a una colaboración permanente entre los grupos mafiosos y terroristas que controlan Miami y la ultraderecha republicana. El ex-presidente Richard M. Nixon pudiera ser considerado como uno de los precursores de esta alianza siniestra entre las ultraderechas cubanoamericana y norteamericana, a pesar de que este pacto, que originó el escándalo Watergate, demostró que la CIA y sus mercenarios eran mucho más aptos para arruinar la presidencia de los Estados Unidos que para derrocar a la Revolución Cubana.
Otros escándalos que ocurrirían después seguirían conduciendo a los gobiernos ultraderechistas del Norte, siempre aferrados a la utilización de la mafia cubanoamericana contra Cuba, a fracasos sonados en la política de hostilidad permanente de los Estados Unidos contra la Revolución Cubana.
5.3 Irán-contras 224
Ronald Reagan no tuvo en cuenta el fracaso de Nixon. Llamó de nuevo a colaborar a elementos con un historial semejante a los “plomeros” de Watergate y, al igual que hiciera su antecesor, pensó en volver a utilizar a hombres de trayectoria firmemente anticomunista y solicitó la colaboración de quien ubicó al frente de la mafia miamense desde su puesto de chairman de la Fundación Nacional Cubano-Americana, al hijo de un oficial del ejército batistiano, Jorge Lincoln Mas Canosa. Éste puso bajo las órdenes del teniente coronel Oliver North a varios cubanos, probados como “luchadores contra el comunismo”: Félix Rodríguez Mendigutía, sobrino de un colaborador connotado y ministro del dictador Batista, avalado además por el hecho de su participación en el asesinato del comandante Ernesto Che Guevara, como operativo de la CIA, y Luis Posada Carriles, el terrorista autor intelectual junto con Orlando Bosch Ávila del derribo en pleno vuelo del avión de la aerolínea Cubana de Aviación en Barbados. Por sus “servicios”, Posada recibió, según confesó en sus memorias Oliver North, la cantidad de ochenta mil dólares.
La misión que les asignó Reagan era formar parte de un operativo, en violación de las leyes norteamericanas y las resoluciones del Congreso, con la misión de introducir armas, obtenidas ilegalmente, para la contrarrevolución en Nicaragua, en apoyo a la guerra sucia contra el gobierno sandinista, legalmente constituido. El escándalo estalló al ser derribado por los sandinistas un avión que había partido de El Salvador para llevar armas a los contrarrevolucionarios. Uno de sus tripulantes, de origen norteamericano, Eugene Hasenfuss, quien fue hecho prisionero por el ejército sandinista, confesó en detalles todo lo que conocía y denunció la presencia del operativo de la CIA dirigido por el teniente coronel Oliver North y sus compinches, Félix Rodríguez Mendigutía y Luis Posada Carriles, establecidos en El Salvador con el objetivo de suministrar armamento a las bandas contrarrevolucionarias alzadas en armas en las montañas de Nicaragua.
Días antes, un pequeño diario de Líbano publicó la noticia de la entrega de armamento a Irán; Estados Unidos e Israel habían participado en el asunto. De esta forma estalló otro gran escándalo que casi le cuesta la presidencia a uno de los personajes más siniestros de la política norteamericana, el presidente Ronald Reagan. Salieron a colación hechos terribles. Uno de los autores intelectuales del sabotaje a un avión civil cubano en pleno vuelo, y quien era, además, prófugo de una cárcel de un país amigo de los Estados Unidos, Luis Posada Carriles, había sido utilizado por la CIA en el operativo, con la autorización del presidente norteamericano.
Junto a tantas inmoralidades, la opinión pública mundial conoció que los aviones militares norteamericanos, a cambio de las armas que dejaban en las montañas de Nicaragua a los grupos de alzados, llevaban de vuelta drogas a los Estados Unidos que eran descargadas en aeropuertos militares y distribuidas posteriormente entre la población negra de California. La droga era obtenida y embarcada desde El Salvador y Costa Rica, donde se utilizaba en este último lugar la finca de un agente de la CIA, el norteamericano John Hull, situada cerca de la frontera con Nicaragua. El que fuera presidente de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos, Armando López Estrada, quien en agosto de 1986 fue expulsado de Costa Rica, alegó que la medida había sido originada por presiones de la CIA, que lo acusó de apoderarse de una gran cantidad de dinero producto del tráfico de drogas y que él debió haber entregado a la contrarrevolución nicaragüense. El trueque de drogas por dinero o armas era un negocio muy común entonces, para abastecer a los contrarrevolucionarios antisandisnistas.
Enviados desde Miami para “ayudar” a la CIA, los mafiosos cubanos facilitaron el tráfico de drogas en Costa Rica. El propio John Hull, conocido como “El finquero de la CIA”, por ser su agente, declaró que había sido apoyado por Felipe Vidal Santiago, alias “Morgan”, René Corvo Lorenzo y Francisco Chanes de Armas. Este último embarcó armas desde La Florida para la finca de Hull. En un operativo realizado en la casa de Chanes en Miami se ocupó tres kilogramos de cocaína valorados en setenta y cinco mil dólares. Hull fue llamado a declarar ante la Asamblea Legislativa de Costa Rica para testimoniar en el proceso que se le seguía por narcotráfico a Fernando Mello Fontanills, otro mafioso cubano.
Las últimas noticias que llegan a conocerse en Miami tratan sobre el nuevo trabajo que la CIA le encomendó a Félix Rodríguez y que consistió en asesorar al candidato a la presidencia de Argentina, Carlos Saúl Menem, “socio carnal de los yanquis”, en la mejor forma de hacerse del poder en ese país. Facilitó al argentino los métodos sucios que la mafia contrarrevolucionaria utilizó en Miami para que George W. Bush ganara las elecciones. “El Gato Félix” no pudo, sin embargo, cumplir su última misión, ya que Menem, quien había prometido aliarse a la política agresiva de los Estados Unidos contra Cuba, renunció a la elección ante la inminente y aplastante derrota electoral que pudiera infligirle el pueblo argentino.
5.4 Elián González
Otro de los fracasos más sonados de la alianza tenebrosa entre la ultraderecha norteamericana y los mafiosos Lincoln Díaz-Balart e Ileana Ross-Lehtinen fue el secuestro del niño Elián González, hecho en el que se volvieron a involucrar todos en una aventura que los llevó a perder el apoyo de la mayoría del pueblo estadounidense, que consideró justo devolver al niño a su padre, lo que dejó evidenciada la entraña inmoral e inhumana de la mafia de Miami y sus aliados de la ultraderecha norteamericana. La desesperación y el odio que se adueñaron de las hordas de fanáticos, pagados para que protagonizaran las escenas de histerismo transmitidas por los canales de la televisión, se reflejaron en los ataques al presidente, William Clinton, y a la fiscal general, Janet Reno, quienes fueron calificados con los epítetos peores.
La comunidad cubana había pasado, principalmente en Miami, por meses de violencia y zozobra, donde un grupo de malhechores había secuestrado públicamente al niño Elián González, de sólo seis años, de edad, desafiado con armas a las autoridades federales, destruido propiedades, caotizado las calles y amenazado con incendiar la ciudad, sin que alguno de sus integrantes hubiera sido llevado jamás ante un tribunal. Estos vándalos habían amenazado con bombas y atacado física y verbalmente a todo aquel que hubiese tenido el valor de opinar de forma diferente a la de quienes controlan ese enclave. Todo eso lo hicieron a la luz del día y ante las cámaras de la televisión, con la bendición de sus “guías espirituales” y el apoyo y aliento de la prensa amarilla. Lo paradójico del asunto fue que los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos por los partidos rivales apoyaron a los vándalos. Incluso Albert Gore y Joseph Lieberman, candidatos de los demócratas, le hicieron un mal servicio al presidente William Clinton, ya que no lo respaldaron en su decisión de devolver a Elián González a Cuba. George W. Bush, como es lógico, comenzó su carrera a la presidencia con el desprecio por todo tipo de leyes nacionales e internacionales y el apoyo fuerte a los secuestradores del niño cubano.
El Partido Demócrata también recibió críticas fuertes por la decisión del gobierno de devolver el niño a su padre y hasta la bandera de las barras y las estrellas fue quemada y pisoteada en público en las calles de Miami ante las cámaras de la televisión. Pronto, la mafia ultraderechista devolvería el golpe a los demócratas y muy especialmente a Janet Reno, quien fue la autoridad que determinó que el niño regresara con su padre a Cuba. Mediante nuevos fraudes, la mafia anticubana logró que no fuera elegida como candidata a gobernadora del estado de La Florida por el Partido Demócrata.
5.5 Fraudes electorales
La oportunidad de vengarse de los demócratas se le presentó a la mafia contrarrevolucionaria al celebrarse las elecciones presidenciales en noviembre. Gracias al fraude electoral llevado a cabo en La Florida, concretamente en los sectores dominados por la maquinaria cubanoamericana y con el apoyo del gobernador de ese estado, Jeb Bush, fue elegido como presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, a pesar de haber obtenido menos votos que el candidato de los demócratas, Albert Gore.
Un ejemplo que puede mostrar el modus operandi de los politiqueros batistianos, en contubernio con el gobierno republicano de Dwight D. Eisenhower, fue lo acontecido en Cuba en las últimas elecciones “pluripartidistas” del 3 de noviembre de 1958, organizadas por Batista, según órdenes del embajador norteamericano, Earl T. Smith.
Batista había acordado con el procónsul yanqui celebrar esas elecciones y no acceder a la petición de los sectores “más duros” de su gobierno para dirigir la jefatura del Estado Mayor General del Ejército, o presidir una Junta Militar que cerrara el paso al triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro.
Como parte de esos acuerdos, el embajador Smith se había entrevistado con Ramón Grau San Martín y Carlos Márquez Sterling para que participaran en la farsa electoral. El candidato escogido por el embajador fue Carlos Márquez Sterling, del llamado Partido del Pueblo Libre.
Batista, según escribe Smith en sus memorias, no cumplió enteramente con lo acordado. El dictador, por su parte, justificó el fraude y alegó que fue presionado por los militares más comprometidos con el régimen, que proclamaban la necesidad de mantener un gobierno “fuerte”, que a la salida del tirano del poder garantizara la seguridad; por eso, aprobó el escandaloso fraude electoral que eligió como presidente, con sólo el 15,19 % del total de electores, al candidato de su partido, Andrés Rivero Agüero.
Los pormenores de la forma en que se realizó ese tipo de elección aparecen reseñados minuciosamente en las memorias del propio embajador de los Estados Unidos, las del tirano Batista y las de otros de sus colaboradores más íntimos, como Jorge García Montes, quien fuera primer ministro de ese gobierno, y de José Suárez Núñez, secretario de Prensa de la dictadura. Esa forma de proceder puede haber servido de experiencia para el nuevo fraude de Miami.
Gracias al fraude, que indudablemente fue organizado y llevado a cabo por la maquinaria politiquera cubanoamericana, bien entrenada en ese tipo de trabajo, el pueblo de los Estados Unidos permaneció sin conocer los resultados definitivos de la votación por espacio de varios días. Al final, la Corte Suprema Federal, integrada por magistrados de extrema derecha, y por sólo un voto de diferencia, designó a George W. Bush como presidente de los Estados Unidos. Había perdido la elección en el país por miles de votos y ganó en el estado de La Florida por apenas algunos votos de diferencia y de modo fraudulento. Tanto la mafia cubanoamericana como los seguidores de los Bush celebraron la victoria, pero ésta fue pírrica, ya que el daño causado al prestigio y la credibilidad del gobierno norteamericano y su llamado “sistema democrático representativo” fue muy alto.
La situación volvió a repetirse en los comicios para la selección de un candidato demócrata en el cargo de gobernador del estado de La Florida. Esta vez, como ya se manifestó, la cuenta la pagó Janet Reno, quien fue perjudicada en los conteos por los manejos fraudulentos llevados a cabo por sus enemigos de la mafia cubanoamericana.
Al igual que sucedía en Cuba cuando se celebraba elecciones, la mafia cubanoamericana, en cooperación estrecha con sus aliados ultraderechistas del Partido Republicano, actuó mediante el uso de los mismos métodos: compra de votos; robo de urnas; sabotaje en las máquinas que cuantificaban los votos; bloqueo al voto negro y judío, al no permitir el acceso de esas minorías, o por medio del cierre de los colegios electorales, donde los ciudadanos negros eran mayoría y esperaban en largas colas para poder votar antes de la hora establecida. Se llegó incluso, con el apoyo de la Policía, a cerrar carreteras, con el propósito de impedir el paso de nuevos votantes.
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Muchos jóvenes negros con derecho a votar por primera vez no aparecían empadronados. La mafia cubanoamericana colaboró estrechamente con el hermano del nuevo presidente y actual gobernador de La Florida, Jeb Bush Se destacó en el éxito del fraude una señora nombrada Kathleen Harris, quien era a la vez responsable del proceso electoral, subordinada inmediata al gobernador y coordinadora de la campaña del candidato republicano. El escándalo fue de tal magnitud que Jeb Bush se vio obligado a gastar cifras millonarias del presupuesto para adquirir nuevos equipos que garantizaran un conteo mejor de los votos para las elecciones futuras. Estas inversiones millonarias no evitaron que se repitieran en las elecciones primarias para gobernador de La Florida los mismos fallos que en las elecciones presidenciales. Es por eso que, para tratar de garantizar una elección limpia, los colegios electorales y las urnas, como en épocas del batistato y de otros gobiernos que lo antecedieron en la república mediatizada, fueran custodiados por la Policía y certificada la elección por la supervisión de una institución dedicada a esos menesteres, medida a la que se opuso la mafia cubanoamericana, lo que ha hecho que el estado de La Florida, y concretamente Miami, se hayan convertido en algo similar a una republiquilla, al estilo de las que los norteamericanos llaman, con sorna y desprecio, “bananeras”. Como prueba irrefutable de que el fraude que regaló la presidencia a George W. Bush contó con el apoyo de la más alta jefatura republicana, todos los que tuvieron un lugar destacado en este éxito fueron recompensados con cargos elevados en el gobierno por la actual administración.
El gobierno de George W. Bush agradeció a la mafia cubanoamericana mediante el nombramiento, en contra de la opinión del Congreso, de Otto Juan Reich como subsecretario para América Latina en el Departamento de Estado, a pesar de haber mentido reiteradamente al Poder Legislativo sobre su participación en el escándalo Irán-contras, y de Melquíades “Mel” Martínez, socio del anterior en el Departamento de Vivienda, así como los de personajes de la ultraderecha desprestigiados por sus mentiras reiteradas al Congreso y al pueblo norteamericanos, como Elliot Abrams, designado como responsable de Asuntos del Medio Oriente. Al almirante John Poindexter225 lo ubicó al frente del Sistema de Conocimiento Total de la Información (TIA), organismo encargado de espiar a todos los ciudadanos de los Estados Unidos y del mundo, a pesar de la participación del militar en el escándalo Irán-contras y en otros más.
Un socio de Jesse Helms, el cavernícola promotor, junto con Dan Burton, de la ley que lleva sus nombres, nombrado Daniel Fisk, también fue recompensado mediante su nombramiento como subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental. Fisk y John Bolton eran parte fundamental de un equipo de especialistas de la desinformación utilizado para difamar a la Revolución Sandinista en Nicaragua. Se sabe hoy en día que todas las maniobras de Otto Reich en ese país tenían como objetivo principal encubrir las actividades de narcotráfico del operativo de la CIA, Félix Rodríguez, y de su brazo derecho, Luis Posada Carriles. Fisk era subordinado de Reich en la Oficina de Diplomacia Pública durante el gobierno de Ronald Reagan, en el cual se fabricó numerosos planes de desinformación contra los sandinistas y el propio pueblo norteamericano.
Ahora, tanto Otto Reich como John Bolton y Daniel Fisk trabajan arduamente para la mafia cubanoamericana y la ultraderecha norteamericana en la desinformación más ridícula contra Cuba, alegan que el Gobierno Revolucionario no ha contribuido con los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, y que en la Isla se fabrica armas biológicas. Estas mentiras fueron desmentidas oportunamente por las autoridades cubanas, que desenmascararon la falacia de los especialistas de la desinformación procedentes de Heritage Foundation,226 caracterizados por su falta de ética, y que gracias a cuyas protecciones en el aparato judicial Reich y sus hombres nunca fueron acusados ante los tribunales por las ilegalidades que cometieron y aún cometen.227
Todas esas campañas mentirosas y desinformativas contaron con el apoyo de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en Cuba, y fueron desarrolladas con mayor beligerancia y en violación de las leyes internacionales de la diplomacia por Vicky Huddleston,228 quien al haber sido nombrada en un cargo en dicha Sección por el entonces presidente, William Clinton, quiso ganar méritos con la mafia anticubana y la ultraderecha republicana al aumentar su actividad provocadora y subversiva, mediante conferencias e informes de sus actividades ilegales en reuniones de la Fundación Nacional Cubano-Americana y la repartición entre los llamados “disidentes” de centenares de radios de baterías para que pudieran escuchar la mal denominada Radio Martí. Al parecer, la ultraderecha no perdonó su pasado al lado de los demócratas de William Clinton y la envió como embajadora a un país de África, medida que no ha sido de su agrado.
5.6 Condenados por luchar contra el terrorismo
Los contactos estrechos de la mafia miamense con la jefatura del FBI, por medio del agente especial de esa agencia en el sur de La Florida, Héctor Pesquera, quedaron evidenciados plenamente al ser detenidos, el 12 de septiembre de 1998, en esa ciudad, cinco jóvenes cubanos acusados falsamente de espionaje. Las relaciones de Héctor Pesquera con los terroristas de Miami se consolidaron cuando éste, que era jefe del FBI en Puerto Rico, utilizó su influencia para evitar que los involucrados en el plan de atentado contra el presidente de Cuba, Fidel Castro, acción criminal que se realizaría en Isla Margarita, Venezuela, fueran encausados y condenados. Sus servicios incondicionales a la mafia anticubana, que le valieron su traslado a Miami, lo hicieron actuar de forma diferente contra los jóvenes cubanos que luchaban, precisamente, contra el terrorismo que Pesquera tiene el deber de combatir y no lo hace. Junto con éste, la mafia miamense influyó en los fiscales, en el jurado y hasta en la misma jueza, Joan Lenard, y logró condenar a cinco inocentes por medio de un juicio plagado de irregularidades, que puso una vez más en entredicho la justicia en los Estados Unidos. El proceso en que fueron condenados los patriotas cubanos Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo y René González Sehwerert, fue un juicio político donde sólo se puso a disposición el 20 % de las evidencias en conocimiento de los acusados y sus abogados defensores, y en el que la mafia cubanoamericana quiso tomar venganza en hijos verdaderos de la patria de Martí que habían desenmascarado con sus investigaciones la entraña podrida del terrorismo que organiza y dirige la contrarrevolución apátrida en concierto con el actual gobierno de “halcones”, al que ayudó a instalar en la Casa Blanca.
Cuba actuaba en defensa de su pueblo y del pueblo norteamericano. Se acusó a los cinco cubanos de realizar espionaje contra los Estados Unidos y penetrar a organizaciones del exilio e instituciones militares, y a Gerardo Hernández Nordelo, además, de conspirar para asesinar a cuatro pilotos de la organización terrorista llamada Hermanos al Rescate; sin embargo, el gobierno de los Estados Unidos, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, envía a agentes del FBI y de la CIA a todos los países del mundo, con el objetivo de penetrar e investigar a los grupos y las organizaciones que ha calificado como terroristas.
Para complacer a la mafia contrarrevolucionaria, se ha condenado a penas de cadena perpetua a dos de los patriotas, al acusarlos falsamente del derribo de dos de las avionetas que día a día en forma provocativa violaban el espacio aéreo cubano. El presidente George W. Bush, sin embargo, a raíz de los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001, ordenó a sus Fuerzas Armadas derribar a cualquier avión de pasajeros que se desviara de su destino y practicó de esa forma una política de doble rasero.
El juicio amañado se celebró, contrariamente a lo solicitado por los abogados de la defensa, en la propia ciudad de Miami.229 En ese lugar es imposible, para personas asociadas con Cuba, poder ser juzgadas justamente por ciudadanos residentes en la ciudad. Para Bruce D. Nestor, presidente del National Lawyers Guild, que agrupa a más de cincuenta mil letrados en los Estados Unidos, “muchos formadores de opinión, políticos y la prensa, entienden que el sur de La Florida no es parte de los Estados Unidos”.
Otro letrado de la defensa, al ahondar en el tema, afirma que en los Estados Unidos circula una caricatura en la que aparece el “Tío Sam” que corta con una sierra la península de La Florida e insinúa lo provechoso que sería para ese país deshacerse de ésta. Otros analistas consideran que el estado sureño se ha convertido en una especie de Taiwán en relación con Cuba.
Nestor señala que las violaciones cometidas en el juicio son varias, pero considera que una de las más trascendentes es “el ubicar el juicio en el sur de La Florida, un sitio que por sus características la mayoría de las personas en los Estados Unidos entiende que no es una porción de nuestro país. Es sencillamente una entidad aparte controlada por una facción de la denominada comunidad cubana del exilio, que tiene una ideología extremista”.230
Para esta afirmación, se basa en estadísticas recientes que muestran que un grupo mayoritario de residentes en La Florida y Miami son partidarios de que el gobierno norteamericano declare la guerra a Cuba, opinión muy distinta a la que tiene la mayoría del pueblo de los Estados Unidos.231
En una entrevista concedida por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, Fidel Castro, a varios periodistas argentinos del diario Clarín, el 26 de mayo de 2003, el dirigente cubano afirmó que “En La Florida hay un estado semindependiente; se hace allí lo que les da la gana a los mafiosos y amiguitos de Bush, tienen un control total de la policía, autoridades, jueces, fiscales.”
Fueron presentadas numerosas pruebas ante la jueza, Joan Lenard, por los abogados de la defensa para demostrar lo citado anteriormente, pero, precisamente por la situación que se vive en Miami, ésta no tuvo valor para acceder a la petición justa de los abogados. Todos los que residen en Miami están sujetos a una política de terror y amenazas que amordaza toda opinión discrepante o actitud contraria a las posiciones que dicta la mafia contrarrevolucionaria, lo que se facilita por la presencia de sus partidarios en todas las esferas de la administración, ya que el alcalde, el jefe de la Policía, el de los bomberos, los legisladores federales que representan al Estado y la prensa, están en sus manos.232
La conducta del fiscal, Guy Lewis, reiteró la politización del caso, por sus reuniones constantes con los cabecillas de las ultraderechas cubana y norteamericana y, peor aún, por haberles entregado a éstas documentos del sumario, los que fueron usados fuera de contexto en su campaña de propaganda contra los acusados. La televisión recogió las escenas de jolgorio y alegría de numerosos terroristas conocidos por el propio fiscal, una vez obtenidas las sentencias contra los cinco jóvenes.
No sólo se condenó injustamente a estos cinco cubanos, sino que se practica una política de venganza cruel con los prisioneros y sus familiares, que impide que estos últimos los visiten. Esta medida es una de las violaciones más groseras de sus derechos, decisión que no se aplica ni con los asesinos más connotados ni con traficantes internacionales de drogas. Todo esto quedó demostrado ampliamente cuando Fernando González Llort, en su alegato, hizo referencia al caso del terrorista Rodolfo Frómeta Caballero. Afirmó:
Yo pensé que la Fiscalía vendría hoy a esta sala a solicitar para mí una sentencia de un año de probatoria. Después de todo, eso fue lo que le ofreció al señor Frómeta cuando éste le compró a un agente encubierto del gobierno un misil Stinger, explosivo C-4, granadas y otros armamentos. No importa que el señor Frómeta le hubiera confesado al propio agente encubierto sus intenciones terroristas y el uso asesino e inescrupuloso que haría de esos materiales.
El ejemplo citado por González Llort del trato dado al terrorista Frómeta Caballero era demoledor. Éste había sido detenido en Cuba al tratar de infiltrarse en el país para llevar a cabo una serie de actos de terrorismo; fue juzgado y cumplió varios años de prisión. Al ser liberado, viajó a Miami y, según su propia confesión, después de su regreso a los Estados Unidos, hasta el 6 de marzo de 1994, organizó catorce misiones clandestinas a Cuba, entre éstas, la compra del misil Stinger. Fue sorprendido in fraganti, con gran cantidad de armas en su poder, y sólo cumplió cuarenta y un meses de cárcel, gracias a la actitud paternalista del gobierno de los Estados Unidos y del apoyo brindado por los congresistas Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart.
En consideración a todo esto, los abogados de la defensa de los cinco prisioneros presentaron una apelación ante el Onceno Circuito de Atlanta. Este juicio bochornoso de Miami, en el que también está involucrada la mafia cubanoamericana, constituye un nuevo crimen que, como los escándalos de Watergate, Irán-contras y el fraude en las elecciones de La Florida, será calificado por la historia de la misma forma que los anteriores. Los pueblos del mundo entero culparán a los que controlan la política de la República de Miami de todos los crímenes que lleva y llevará a cabo la actual administración norteamericana contra el propio pueblo de su país y todos los pueblos del planeta, ya que, gracias a los mafiosos cubanos, George W. Bush alcanzó la presidencia y con él llegó al poder el grupo más extremista y peligroso de la ultraderecha de los Estados Unidos.
Notas al pie
219 Concretamente, la CIA había recurrido a la Mafia en las personas de John Rosselli y Sam Giancana para asesinar a Fidel Castro, mediante las relaciones que habían dejado en Cuba, vinculadas con la explotación del juego en los casinos, la droga y la prostitución. Estos mafiosos, en coordinación muy estrecha con los contrarrevolucionarios cubanos, prepararon distintos planes de atentados que finalizaron en fracasos rotundos.
220 Carlos Rivero Collado: Op. cit., p. 367.
221 Andrés Rivero Agüero fue primer ministro en el gobierno de Fulgencio Batista Zaldívar y había sido “elegido” por el dictador para sustituirlo en la presidencia de la República, el 24 de febrero de 1959, al ser “electo” en los comicios organizados para el 3 de noviembre de 1958, en medio de la insurrección masiva del pueblo.
222 Nombre dado por el pueblo norteamericano a los cubanos que participaron en el caso Watergate.
223 Carlos Rivero Collado: Op. cit., p. 367.
224 En el escándalo Irán-contras, además del presidente Ronald Reagan, estuvo involucrado su consejero de Seguridad Nacional, el almirante John Poindexter. Consistió en la venta ilegal de armas a Irán a cambio de promesas de liberación de rehenes norteamericanos en Líbano y el desvío de fondos a los rebeldes antisandinistas en Nicaragua, conocidos como “contras”.
225 John Poindexter fue condenado, en 1985, por ser uno de los responsables máximos, junto con el presidente Ronald Reagan, de la Operación Irán-contras y luego fue absuelto, gracias a la inmunidad de la comisión parlamentaria.
226 Heritage Foundation no sólo dirigió la llegada al poder de Ronald Reagan —un autor describió entonces a la organización como un “gobierno invisible”—, sino que también fue involucrada en el escándalo Irán-contras. Muchos creen que Heritage Foundation sigue penetrando activamente al actual gobierno norteamericano, donde aplica sus teorías hegemonistas con sabor a fascismo. Para ampliar, véase: Jean-Guy Allard: “Para calumniar a Cuba, un especialista del engaño”. Granma Internacional, 10 de noviembre de 2002, página última.
227 La designación de personajes de la ultraderecha se amplía con la presencia del cubanoamericano Emilio González como asesor para Cuba en el Consejo Nacional de Seguridad, y del miembro del equipo del ultrarreaccionario senador por el estado de Carolina del Norte, Roger Noriega, primero como embajador de los Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos, y poco después como subsecretario de Estado para América Latina, en sustitución de Otto Reich.
228 La actitud insolente hacia Cuba que mostrara esta “diplomática” durante su desempeño puede constatarse por el nombre de “Habana”, dado a su perro, y el de su gato, al que irrespetuosamente nombró “Martí”.
229 El profesor de la Universidad Internacional de La Florida (FIU), Lisandro Pérez, director de Estudios sobre Cuba en ese centro docente, sociólogo y antropólogo destacado, entregó un dictamen a los abogados defensores donde demuestra la imposibilidad de celebrar un juicio justo en Miami a personas que simpaticen con la Revolución Cubana.
230 Para ampliar, véase la entrevista a Bruce D. Nestor, presidente del National Lawyers Guild, de los Estados Unidos, por la periodista Deisy Francis Medidor, publicada en el periódico Juventud Rebelde, el 21 de diciembre de 2002, p. 4.
231 En su edición de 12 de julio de 1959, ya la revista Bohemia describía la violencia que se ejercía en Miami contra cualquier cubano residente en la Isla que viajara a esa ciudad. Hordas salvajes de elementos batistianos, dirigidas por el asesino Julio Laurent y por elementos masferreristas, atacaron el 4 de julio de ese año en Miami a la Reina del Carnaval Habanero, que visitó el lugar en compañía de una delegación de buena voluntad, con vistas a celebrar la fiesta nacional estadounidense. El grupo estaba encabezado por el comisionado de La Habana, José Llanusa Gobel. En esos actos, similares a los acontecidos recientemente por la devolución del niño Elián González a Cuba, el cónsul cubano en Miami en aquel entonces, Alonso Hidalgo, fue golpeado brutalmente por los esbirros batistianos ante la complicidad de la Policía, que detuvo al cónsul en vez de a los agresores.
232 Para ampliar, véase: Jean-Guy Allard: “Presentan evidencias sobre errores del tribunal de Miami”. Granma Internacional, 24 de noviembre de 2002, pp. 8 y 9.
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ESPECIALES › SUPLEMENTO - DEBATES DE PAGINA/12 - LO QUE DICEN LOS PAPELES DE LA CIA
El terrorismo como política de Estado
La reciente apertura de los archivos de la CIA, que cubre los últimos 25 años, reabre desde otro ángulo el debate sobre el terrorismo. El papel de los Estados Unidos en la generalización del fenómeno
Por Atilio A. Boron
Las recientes revelaciones de la CIA, al abrir sus archivos de los últimos 25 años, permiten apreciar en toda su perversidad la íntima conexión existente entre terrorismo e imperialismo.
Muchas lecciones se desprenden de estas revelaciones. En primer lugar, que contrariamente a lo que sostienen ciertas buenas almas “progresistas” el terrorismo no fue un episodio aislado atribuible a personal subalterno que se “excedió” en la aplicación de las órdenes impartidas. Los documentos desclasificados demuestran inapelablemente que fue y sigue siendo una política de Estado del imperio, un instrumento más de un plan criminal diseñado por el gobierno de los Estados Unidos para aniquilar a sus adversarios. Esto exige, como lo ha probado hasta el cansancio Noam Chomsky, manipular a la opinión pública para controlarla por el temor: antes a la Unión Soviética y los “comunistas”, después a los “terroristas”, mañana vaya uno a saber quién (1). Pero es una política de Estado concebida, planificada, organizada, financiada y ejecutada por la Casa Blanca. Como en la Argentina, tampoco allá hubo “errores o excesos” sino la fría aplicación de un plan criminal.
Se demuestra, en segundo término, que el plan sistemático de exterminio que se aplicó en la Argentina y otros países del Cono Sur –el lúgubre Plan Cóndor– tuvo su origen en Estados Unidos. Allí encontró su fundamentación ideológica, sus protectores, la asistencia financiera necesaria y los recursos humanos y organizacionales requeridos para ejecutarlo. El gobierno de un país que se jacta de ser un supuesto “santuario de todas las libertades” fue quien adiestró a los carniceros que por años asolaron la región, monstruosas criaturas de las sucesivas encarnaciones del Dr. Jekyll que anida con harta frecuencia en la Casa Blanca. Entrenados y aleccionados en la Escuela de las Américas y en las distintas instalaciones del Comando Sur, sus atrocidades fueron estimuladas por sus instructores, cuyos mandantes fueron a su vez los mayores beneficiarios económicos de sus salvajadas.
En tercer lugar, los materiales de la CIA ratifican que a la hora de gestionar los negocios globales del imperio no hay mayores diferencias entre demócratas y republicanos. Sus diferencias, cuando las hay, se restringen a la política doméstica. Ambos partidos expresan los matices del “triángulo de hierro” que controla la vida política, económica y social de los Estados Unidos. Según el distinguido politólogo John Saxe-Fernández, el “triángulo” está constituido así: a) por la Casa Blanca y, especialmente, los departamentos de Defensa, Energía, Tesoro, Estado, la NASA, CIA y los múltiples aparatos de inteligencia ahora integrados en el gigantesco Departamento de Seguridad Nacional; b) las grandes corporaciones, sobre todo vinculadas a la producción para la defensa, la aeroespacial, el petróleo y el gas, incluyendo los grandes laboratorios, instituciones de investigación, las cámaras empresariales y algunos sindicatos; c) los comités clave del Congreso y, especialmente, por los de la Cámara de Representantes y del Senado en Energía y Recursos Naturales, Fuerzas Armadas y los diversos subcomités dedicados a los principales sectores de la vida económica (2). Recordar que la burocracia federal, la clase política y los intereses corporativos se mueven en una especie de “puerta giratoria” que los instalan sucesivamente en las alturas del aparato estatal y, al día siguiente, en el puente de mando de algunas de las más grandes transnacionales norteamericanas. El lubricante que facilita esta perpetua circulación entre los espacios cada vez más indiferenciados de lo público y lo privado son las espléndidas contribuciones que las diversas empresas y lobbies empresariales efectúan para financiar las campañas electorales de los “representantes del pueblo”.
Cuarto, los documentos exhiben la permanente vigencia del doble discurso de Washington: defensa de la libertad y la democracia, de labios para afuera, pero apoyo incondicional a cualquier déspota que se preste a servir a los intereses de los Estados Unidos (3). Y si el tirano no existe se lo inventa. La continuidad de este doble discurso es asombrosa y se remonta a los albores mismos de la república norteamericana, cosa que fue percibida con su habitual lucidez por Simón Bolívar cuando dijera que “los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad” (4).
A principios del siglo veinte, cuando consumada la victoria sobre España –que ya había sido derrotada por los patriotas cubanos en su larga guerra de liberación de 1868-1898–, Washington se lanza a la carrera imperial, la doctrina oficial instituida por Theodore Roosevelt en 1902 (presidente de los Estados Unidos entre 1901 y 1909) fue la política del gran garrote: “habla suavemente pero lleva un gran garrote”. En 1903 el garrote auspicia, financia y apoya el separatismo de Panamá, entonces parte de Colombia: en pocos días reconoce la independencia de los secesionistas y negocia con el nuevo gobierno un tratado que le daría el control de la zona del canal durante 100 años. En ese mismo año Roosevelt invade y ocupa Cuba y establece la base de Guantánamo. A fines de 1904, en su discurso ante el Congreso de la Unión, enuncia el “Corolario Roosevelt”: los Estados Unidos se reservan el derecho de intervenir en cualquier país en la medida en que sus intereses se vean afectados, palabras que resonarían con acordes más lúgubres en el discurso de George W. Bush del 2002 anunciando la “guerra infinita” contra el terrorismo. Menos de dos meses más tarde, en enero de 1905, las tropas norteamericanas invaden la República Dominicana y, en 1906, a Cuba.
Uno de sus sucesores, Woodrow Wilson, el supuesto “idealista”, no le fue en zaga en su celo por defender la libertad y la democracia en esta parte del mundo. Invadió México en 1914 para forzar la dimisión de Victoriano Huerta, y una vez más entre 1916 y 1917 con el pretexto de capturar a Pancho Villa; hizo lo propio en Haití, en 1915, y en República Dominicana, donde sus tropas permanecieron ocho años, entre 1916 y 1924 con el objeto de “restablecer el orden”, la misma excusa que hoy Bush utiliza para continuar con el saqueo de Irak. Episodios semejantes conmovieron a Centroamérica y el Caribe, la “tercera frontera” de los Estados Unidos, especialmente en Nicaragua, donde las fuerzas norteamericanas permanecieron por décadas hasta eliminar a Sandino e instaurar la dictadura de Anastasio Somoza. “Un hijo de puta –decía de él Franklin D. Roosevelt–, pero ‘nuestro’ hijo de puta.”
Es digno de destacarse el desparpajo con que este doble discurso se instala ya sin tapujos durante los años de Ronald Reagan. La encargada de hacerlo fue su embajadora ante las Naciones Unidas, la politóloga Jeanne Kirkpatrick, una implacable crítica de la política de James Carter en materia de derechos humanos. Sus notas fueron luego reunidas en un libro –Dictadura y doble standards– de amplia repercusión internacional(5). Su argumento central es el siguiente: la política exterior de Carter comete un gigantesco error al abandonar a los amigos de los Estados Unidos y favorecer el accionar de sus enemigos. La política de derechos humanos, aplicada universalmente por la Casa Blanca, ha debilitado la posición de los Estados Unidos en el mundo. (Hay que recordar que precisamente en 1979 fueron derrocados dos gendarmes regionales de los Estados Unidos: el Irán del Sha, tumbado por la revolución islámica, y Somoza, derrocado por la lucha de los sandinistas.) La conclusión: Washington debe distinguir entre los regímenes que violan los derechos humanos para defender las perspectivas de la libertad y la democracia y quienes los atropellan para atacar a Washington. La política de la Casa Blanca debería establecer una clara diferenciación entre ambos procurando en el primer caso suavizar los excesos de los aliados en la seguridad de que ellos también son amantes de la libertad y la democracia (sólo que las circunstancias locales les impiden exteriorizar sus bondades) y aplicar un criterio radical e intransigente con sus irrecuperables enemigos.
LA HIPOCRESIA DEL IMPERIO
De lo anterior se desprende claramente la enorme responsabilidad que le cabe a Estados Unidos en la promoción del terrorismo. Y también la futilidad del “combate contra el terrorismo” lanzado por George W. Bush, algo que carece por completo de credibilidad desde el momento en que quien la convoca es la cabeza del estado terrorista más poderoso del mundo, y el que mayores crímenes ha cometido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy. La extensa obra de Noam Chomsky y tantos otros, documentando esta penosa realidad, nos exime de mayores argumentaciones. ¿Qué grado de seriedad y consistencia puede tener una propuesta como la planteada por la Casa Blanca a la vista de los antecedentes históricos y las realidades contemporáneas de la política exterior norteamericana? ¿Cómo ignorar la decisiva responsabilidad de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos en la promoción a escala planetaria del terrorismo? ¿No lo legitimó acaso arrojando sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, masacrando en total a unos 204.000 civiles inocentes y desarmados, casi 70 veces el número de víctimas provocado por el 11-S?
Pero esto no es todo. ¿Qué decir de los innumerables asesinatos políticos, preparados y perpetrados en los cinco continentes desde finales de la Segunda Guerra Mundial por la CIA, con el pretexto de “contener la expansión comunista”? ¿Y de los golpes de Estado contra nacientes democracias en la periferia, o de los planes de exterminio de disidentes y opositores, como el Plan Yakarta, que en pocos meses cobró medio millón de vidas en Indonesia a mediados de los años sesenta?(6) ¿O, más cerca de nosotros, las atrocidades sistemáticas fríamente aplicadas por el Plan Cóndor en el Cono Sur, causantes de torturas, desapariciones y muertes de decenas de miles de personas?(7) Un gobierno que inventa figuras monstruosas como Osama bin Laden y Saddam Hussein (este último convertido en un salvaje verdugo de su propio pueblo y de la minoría kurda con el visto bueno de Washington) y que luego se vuelven en su contra; que incurre en gravísimas violaciones a los derechos humanos en las cárceles de Abu Ghraib o en la base naval de Guantánamo; que humilla y ultraja a sus prisioneros musulmanes y ofende sus íntimas creencias religiosas como ni siquiera el propio régimen nazi se atrevió a hacer; que hace gala de su presunta “superioridad” racial y civilizatoria arrasando países enteros como Afganistán e Irak, acabando con sus tesoros culturales y provocando indecibles “daños colaterales” entre la población civil; que envía en vuelos ilegales a supuestos terroristas a países donde la tortura es legal para ser “eficazmente” interrogados por “expertos” estadounidenses; que mantiene hace medio siglo un inmoral y criminal bloqueo integral (económico, comercial, financiero, político e informático) contra Cuba; que con sus más de setecientas bases y misiones militares dispersas por todo el mundo –cifras oficiales del Pentágono– sostiene a punta de bayoneta un “orden mundial” que, según las Naciones Unidas, produce 100.000 muertes diarias –repito, 100.000 muertes diarias– a causa del hambre y de enfermedades curables; que aloja y protege en su territorio a terroristas confesos y juzgados como Orlando Bosch Avila, Luis Posada Carriles –culpables de la voladura en pleno vuelo, frente a las costas de Barbados, de una aeronave de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo–, ¿puede un gobierno con este record en materia de derechos humanos ser reconocido como un sincero luchador en contra del terrorismo?
¿Por qué extrañarse, entonces, por la proliferación de réplicas terroristas al terrorismo de Estado propiciado por Washington? El terrorismo del sistema tiene un reverso inevitable: la resistencia de sus víctimas, a veces apelando también ellas al terrorismo. Acabar con este flagelo exige comenzar por desahuciar el doble standard moral instituido por la política exterior norteamericana y vergonzosamente aceptado por sus aliados. Esta hipocresía convertida en sistema sostiene que el terrorismo de Estado orquestado por los ricos y poderosos no es tal sino que se trata de “guerras humanitarias”, “lucha contra el terrorismo” o “exportación de democracia”, nobles iniciativas encaminadas a construir un mundo en donde florezcan la libertad y la democracia. En realidad, lo que la prensa imperial denuncia como terrorismo es el rostro invisible y oculto del terrorismo oficial, que se practica a diario con total impunidad y ante el silencio de los grandes medios que procuran incesantemente adormecer nuestras conciencias y fabricar un consenso de irremediable resignación agitando el espantajo del terrorismo.
LA PROTECCION AL TERRORISMO EN LOS ESTADOS UNIDOS
Las revelaciones de los papeles de la CIA sobre la forma en que actúan diversos comandos terroristas en los Estados Unidos corroboran que ese país se ha convertido en un importantísimo –si no el principal– santuario de terroristas de todo el mundo. Recientes libros publicados por la periodista e investigadora argentina Stella Calloni (Los años del lobo y Operación Cóndor: pacto criminal) y el historiador cubano José Luis Méndez (Bajo las alas del Cóndor) aportan una evidencia inobjetable sobre la protección que Washington brinda a los diversos grupos de terroristas cubanos radicados en Miami que, por supuesto, deben ser nítidamente diferenciados de la emigración cubana radicada en esa ciudad y que en su abrumadora mayoría nada tiene que ver con los mafiosos.
Como ya se dijo, el Plan Cóndor fue una de sus manifestaciones: un proyecto sistemático de exterminio pergeñado por Richard Helms, cuando era director de la CIA, y su mano derecha David Atlee Phillips, quien fungía como jefe de la División del Hemisferio Occidental. La “mano de obra” para realizar las tareas sucias del plan fue mayoritaria, aunque no exclusivamente reclutada entre la mafia terrorista de Miami. Las operaciones abarcaban un amplio espectro de actividades: desde golpes de Estado hasta sabotajes, campañas periodísticas, extorsiones, asesinatos, atentados dinamiteros llegando inclusive, como en el caso de la Operación Irán-Contras a organizar una red de narcotráfico y contrabando de armas a cargo de dos asesores de muy alto nivel de la Casa Blanca: el teniente coronel Oliver North y Fawn Hall, una operación que, conviene recordarlo, persistió a lo largo de cinco años, y en la cual se involucraron agentes de la CIA, la mafia terrorista cubano-americana de Miami y narcotraficantes de diferentes países(8). La Operación Irán-Contras no fue la única de ese tipo planificada y ejecutada bajo las órdenes directas de uno de los más poderosos asesores del presidente de los Estados Unidos. En otra muestra de su celo por la lucha antiterrorista el propio North, un hombre de fluidos contactos con Jorge Mas Canosa, por entonces presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, se encargó, por ejemplo, de facilitar la fuga del terrorista de origen cubano Luis Posada Carriles de la cárcel venezolana donde estaba recluido por la voladura del avión de Cubana. No está de más recordar que cuando estalló el escándalo por la venta secreta de armas a Irán el presidente Ronald Reagan calificó a Oliver North como “un nuevo héroe americano”. No hay palabras que califiquen semejante infamia.
Objeto preferente de atención del terrorismo de Estado promovido por la Casa Blanca con la complicidad de amplios sectores del Congreso, el Poder Judicial y la “prensa libre” de los Estados Unidos ha sido la Revolución Cubana. La larga historia de las operaciones terroristas perpetradas en contra del pueblo cubano cuenta en su apoyo con una documentación tan impresionante como inapelable en la identificación de las fuentes oficiales que promovieron (o, en su defecto, consintieron) la ejecución de las mismas. Su sola enumeración ocuparía un espacio similar al de este suplemento. Iniciada no bien se produjo el triunfo de la Revolución, la campaña terrorista en contra de Cuba no ha tenido un momento de sosiego y prosigue hasta nuestros días. Pero hay dos hitos importantísimos en fechas recientes que hablan con elocuencia de la persistencia de esta política de criminal agresión contra ese pueblo. Uno: la detención y confinamiento, en condiciones absolutamente inhumanas y vejatorias, de los cinco jóvenes cubanos que se infiltraron en las filas de los grupos de terroristas cubano-americanos para recoger información de inteligencia que permitiese desbaratar sus siniestros planes. Al ser descubiertos, el gobierno norteamericano se colocó inequívocamente del lado de los terroristas, procesó a quienes luchaban contra ellos acusándolos de “terroristas” y mediante juicios viciados de insanable nulidad, que son un verdadero escupitajo en el rostro del autoproclamado “imperio del derecho” del que se enorgullece la sociedad norteamericana, los luchadores en contra del terrorismo fueron recluidos en cárceles dispersas por todo el país y privados inclusive de recibir las visitas de sus madres, esposas e hijos, un derecho que no se le quita ni siquiera al más feroz de los criminales a la espera de su ejecución. El ensañamiento con “los cinco”, como popularmente se los conoce y admira en el mundo entero, es una prueba irrefutable que demuestra de qué lado se encuentra realmente Washington en la “guerra contra el terrorismo”.
Por si lo anterior no fuera suficiente la protección oficial brindada desde las más altas esferas al terrorista confeso y juzgado, y luego escapado de prisión, Luis Posada Carriles, es otro indicio irrebatible que desnuda el “doble discurso” de Washington en su supuesta cruzada antiterrorista y la bajeza moral de una parte de la dirigencia política latinoamericana que consiente tales políticas. Este personaje participó en las principales operaciones terroristas de esa organización en América latina, entre ellas el Plan Cóndor(9). En 1985 se fuga de la cárcel venezolana en donde, desde 1976, estaba cumpliendo su condena (recuérdese que había adoptado la ciudadanía venezolana y que bajo el pseudónimo de Comisario Basilio se incorporó a los servicios de inteligencia venezolanos de la época, participando en múltiples secuestros y torturas, razón por la cual Caracas también solicita su extradición) junto con otro connotado terrorista: Orlando Bosch Avila, por el atentado contra el avión de Cubana(10). Se instala en El Salvador para colaborar activamente con el asesor presidencial de Reagan Oliver North (quien había arreglado todo lo necesario para facilitar su fuga) en la Operación Irán-Contras. Tiempo después, contrata mercenarios que colocan bombas en Cuba en los años 1997 y 1998. A comienzos del 2000 se dirige a Panamá junto con otros malhechores con el objeto de consumar el asesinato de Fidel Castro, invitado a participar en la Xº Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que se reuniría en ese país el 17 y 18 de noviembre de 2000. Pero no bien el presidente cubano hubo llegado a Panamá convocó a una inesperada conferencia de prensa en donde denunció la conspiración que Posada Carriles y otros tres terroristas habían fraguado para hacer saltar por los aires el Paraninfo de la Universidad de Panamá el día en que Fidel había sido invitado a dialogar con los estudiantes y profesores. La minuciosa denuncia identificaba a los terroristas, sus contactos, sus escondrijos y los explosivos a ser utilizados. Simultáneamente, la policía panameña era informada de todo esto, lo que condujo a la inmediata detención de Posada Carriles y sus cómplices.
Los terroristas fueron sentenciados a una exigua condena por la Justicia panameña. Sin embargo, a mediados del 2004 mientras se sustanciaba un recurso ante la Corte de Apelaciones, Posadas Carriles y sus tres compinches: Gaspar Jiménez, Pedro Remón y Guillermo Novo Sampol, fueron favorecidos por un sorpresivo indulto decretado por la presidenta Mireya Moscoso a pocos días de finalizar su mandato. Sorpresivo para todos, menos para el embajador de los Estados Unidos en Panamá dado que la decisión le fue comunicada con la debida antelación y recibida con singular beneplácito por el representante del imperio. En la actualidad varios funcionarios de su gobierno están sujetos a indagación judicial por irregularidades cometidas en la liberación de los terroristas indultados. La señora Moscoso residió varios años en Miami –acompañando el exilio de su marido, el ex presidente Arnulfo Arias Madrid– y cultivó estrechas relaciones con algunos miembros de la mafia cubano-americana. No extraña que su “gesto humanitario” de indultar a los cuatro gangsters fuese generosamente recompensado por sus “amigos” de Miami: entre otras cosas le obsequiaron un automóvil de lujo Lincoln, modelo Town Crown 2005, valorado en 125.000 dólares.
Con la ayuda de la CIA y la mafia cubano-americana (en realidad ambas organizaciones han llegado a fusionarse a tal punto que en los hechos se convierten en una), Posadas decide regresar de inmediato a su seguro refugio en Miami. Lo hace vía Honduras y México, país desde el cual aborda en Isla Mujeres un barco camaronero, el “Santrina”, que lo hace ingresar clandestinamente, pero con protección oficial, a los Estados Unidos a los pocos meses de haber abandonado Panamá. No es ocioso recordar que el “Santrina” es propiedad de uno de los más connotados anticastristas de Florida. La maniobra es detectada por la inteligencia cubana y desde ese mismo momento La Habana comienza a exigirle a Washington que diga dónde está Posada Carriles, cuándo y cómo fue que llegó al país, qué medios utilizó para llegar, quién lo recibió y con qué documentación. La respuesta durante casi un año fue el silencio, pero a mediados del 2005 las reiteradas denuncias de La Habana condujeron a la detención del terrorista. Lo notable del caso es que el gobierno de Estados Unidos no lo acusó por ninguno de los aberrantes crímenes impunes de este prófugo de la justicia internacional, sino por una escandalosa nimiedad: haber entrado ilegalmente al país, cometiendo una “infracción a las leyes migratorias de los Estados Unidos”. La farsa pseudoprocesal que luego se montó finalizó ignominiosamente cuando el fiscal levantó todos sus cargos y, para eterno deshonor del sistema judicial estadounidense, el terrorista recuperó plenamente su libertad. Un verdadero escándalo, equivalente al que habría estallado si un país del Tercer Mundo hubiese capturado a Osama bin Laden y el gobierno en cuestión lo hubiera detenido unas pocas semanas acusándolo de haber ingresado ilegalmente al país y, al poco tiempo, retirado todos los cargos concediéndosele asilo, protección y ciudadanía. ¿Cómo hubiera reaccionado Washington?
La conclusión no puede sino ser ésta: la Casa Blanca es hoy por hoy la sede de una tenebrosa organización terrorista de alcance mundial. Sus tentáculos se extienden por los cinco continentes y cuenta con inmensos recursos para financiar sus tropelías: desde detener a “sospechosos” sin prueba alguna y privarlos del derecho a una asistencia legal, como ocurre en Guantánamo y Abu Ghraib hasta proteger a un terrorista probado y confeso como Posada Carriles y a toda la mafia cubano-norteamericana enquistada en Miami que aporta la mano de obra para las tareas más atroces y aberrantes que exige la dominación imperialista. En el medio quedan los secuestros y asesinatos selectivos de opositores: el traslado de prisioneros a países que legalizaron la tortura; el suministro de armas a grupos terroristas; las campañas desestabilizadoras de gobiernos democráticos y populares, cosa que hoy estamos viendo en Venezuela, Bolivia y Ecuador; la organización de golpes de Estado, como el perpetrado en el 2002 en Venezuela y, sin que esta enumeración sea completa, su involucramiento con el negocio de la droga y el tráfico de armas.
Por lo tanto, su proclamada “guerra contra el terrorismo” no es sino la ominosa encarnación del perverso Ministerio de la Verdad –concebido por George Orwell en su novela 1984– y en el cual la mentira, el engaño y el doble discurso eran convenientemente fabricados para manipular a la ciudadanía. Las contrapartes actuales del Ministerio de la Verdad: la Casa Blanca, el Departamento de Estado, el Pentágono o la CIA presentan a la “guerra infinita o preventiva” como la paz; la violación de los derechos humanos y la legalidad internacional como su más enérgica exaltación y el terrorismo de Estado como “guerra contra el terrorismo”. Bajo estas condiciones, lo único que se puede predecir a ciencia cierta es que tendremos terrorismo para rato.
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Notas
(1) El papel del miedo, como una pasión humana que adecuadamente exacerbada suele favorecer la formación del consenso político, ha sido examinado por Noam Chomsky y Edward S. Herman en Los Guardianes de la Libertad (Barcelona, Crítica, 1990). El tema lo reexamina el lingüista del MIT en su más reciente Hegemonía o Supervivencia. La estrategia imperialista de Estados Unidos (Barcelona, Byblos, 2005).
(2) En su libro Terror e Imperio (México, Arena Abierta, 2006 ), pp. 121-149.
(3) Esto no implica negar que, excepcionalmente, pueda producirse alguna discontinuidad en ese doble discurso. Por ejemplo, la presidencia de James Carter (1977-1981) intentó sinceramente promover una política internacional basada en la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, careció del respaldo suficiente en el establishment diplomático de Washington y las clases dominantes del imperio que lo atacaron sin desmayo.
(4) Carta a Patricio Cambpell, 5 de agosto de 1829.
(5) Publicado en Buenos Aires por Editorial Sudamericana, 1982. Antes había dado a conocer un trabajo con ese mismo título en una de las principales revistas del neoconservadurismo norteamericano: Commentary, noviembre de 1979. Al año siguiente publicaría “The Hobbes problem: order, authority and legitimacy in Central America”, un informe redactado a solicitud de una de las más reaccionarias “usinas de pensamiento” estadounidense: el American Enterprise Institute.
(6) Quienes piensen que las anteriores aseveraciones son exageradas pueden consultar dos magníficos libros que aportan una evidencia apabullante. Uno, de William Blum, ex funcionario del Departamento de Estado que renunció a su puesto en 1967 al oponerse a la guerra de Vietnam promovida por Lyndon Johnson: Killing hope. US military and CIA interventions since World War II (Monroe: Common Courage Press, 2004). Dos, el de Luis Suárez Salazar: Madre América: un siglo de violencia y dolor, 1898-1998 (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2005)
(7) Ver el memorando S/S 7621263, del 8 de octubre de 1976, dirigido a Henry Kissinger por Harry Shlaudeman, secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, titulado “Operación Cóndor”. En este documento, al igual que muchos otros, se reconoce formalmente la activa participación del gobierno de Estados Unidos en esta iniciativa y el papel crucial de la dictadura chilena en su coordinación regional. En junio de 1976 Kissinger recibió en su despacho al ministro de Relaciones Exteriores de la Junta Militar argentina, almirante César A. Guzzetti, a quien le dijo: “Si hay cosas que tienen que hacerse, háganlas rápido y regresen lo antes posible a los procedimientos normales”. Dicha declaración fue (correctamente) interpretada como una luz verde para aniquilar a quienes resistían, y cuanto antes mejor. La documentación se encuentra en el National Security Archive Electronic Briefing Book Nº 133, en donde se transcriben las 13 páginas de las minutas extraídas de esa conversación.
(8) El reconocimiento oficial de la operación Irán-Contras, y el tráfico de cocaína que ella implicaba, queda certificado en el Informe “Drugs, Law Enforcement and Foreign Policy” del Subcomité sobre Terrorismo, Narcotráfico y Operaciones Internacionales del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos (Washington: 1988).
(9) Según el documento del National Security Archive, NSAEBB153/19660600.pdf Posada Carriles se integra formalmente a la CIA en febrero de 1961 y se lo entrena para convertirlo en un experto en demoliciones y, posteriormente, en entrenamiento de fuerzas paramilitares y escuadrones de la muerte. Salvo unos pocos meses, permaneció oficialmente en esa agencia hasta junio de 1976, apenas tres meses antes de la voladura del avión de Cubana.
(10) Cartas del director del FBI Clarence M. Kelly al secretario de Estado Henry Kissinger, fechas 20 de octubre y 5 de noviembre de 1976.
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al capone un angelito realmente... EN TODAS PARTES SE CUECEN HABAS... |
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SIP, cartel de los oligarcas de la prensa, arremete contra la América progresista
Jean Guy Allard. Para Kaos en la Red. | 7 octubre de 2008
A los jefes de la SIP, el cartel de los grandes propietarios de medios de comunicaciones del continente, no les dio pena encargar de calumniar a Cuba, al diario de Miami que no solo actúa de portavoz de la mafia terrorista cubano-americana sino también que engaña a todo el continente a través de Internet por cuenta del Departamento de Estado y de los distintos servicios norteamericanos de inteligencia. Colmo de la indecencia, para dirigirse a los oligarcas de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Humberto Castelló, director del Nuevo Herald, filial hispana del Miami Herald, se jactó de ser el "vocero" de los llamados "periodistas independientes" que contratan de informantes y de espía los agentes del Departamento de Estado radicados en La Habana. Castello se hizo acompañar en Madrid por un periodista de su confianza que tuvo que admitir en el 2006 que recibía pagos del Office of Cuba Broadcasting (OCB), el organismo federal de propaganda bajo control de la CIA encargado de manejar a Radio Martí. Al atacar a la prensa cubana, el patrón del Nuevo Herald omitió hablar de su cobertura complaciente de la actividad en Miami de personeros y grupos vinculados a acciones terroristas tanto contra Cuba como Venezuela. Se olvidó de analizar el trabajo de su redacción en cuanto a la corrupción entre los congresistas mafiosos; al escándalo de desfalco provocado por organizaciones anticubanas cuyos dueños conoce demasiado bien; y a su política de propagar de manera sistemática las falsedades generadas por Washington acerca de los países progresistas de América Latina, No pensó ni un segundo en explicar porque su periódico sigue calificando de "militante anticastrista" al agente CIA Luis Posada Carriles, torturador, asesino y terrorista. Ni le vino a la mente justificar su trato de las injusticias infligidas a cinco cubanos condenados en Miami por espionaje cuando infiltraban a grupos cuyos capos frecuenta. Socio del terrorista profugo Carlos Alberto Montaner – que también la CIA mantiene en su plantilla – Castello trabajo en el Diario Las Américas (cueva CIA por excelencia) antes de pasar al Herald, un periódico de a penas unos 80 000 ejemplares de tirada que la cadena McClatchy mantiene artificialmente para sostener los titubeantes números de circulación del Miami Herald. Contra Venezuela, el pitiyanqui Natera La SIP que pretende falsamente representar a la libertad de prensa en América, no es otra cosa que el cartel de los grandes propietarios de medios de comunicaciones del continente, creado en Nueva York en 1950 por el agente CIA Jules Dubois, en una operación de la inteligencia yanqui. Radica en Miami en un edificio que lleva el nombre de su fundador. No satisfecha de acoger en sus coquetéeles en Miami a los Patricia Poleo y Nelson Mezerhane, reclamados en Caracas por complicidad con terroristas, la SIP encargo dedenigrar a Venezuela al editor golpista David Natera, capo pitiyanqui del llamado Bloque de Prensa Venezolano (BPV) y dueño del diario Correo del Caroní. Con su habitual frenesí antichavista, Natera fue hasta proponer que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas investigara "la situación que viven tanto las empresas dedicadas a la información" en Venezuela. No juzgó importante presentarse como cómplice del golpe de abril de 2002 con el cual los socios de la SIP llevaron al poder al empresario fascista Pedro Carmona Estanca. "La función" de los medios "es cada vez más difícil' en Venezuela, expresó Natera cuyo negocio desarrolló con dinero encontrado a través de la conexión CIA del ex gobernante Carlos Andrés Pérez. Natera fue sostenido en su show por el presidente de Globovisión, Alberto Federico Ravell, y el sueño de 1BC, Marcel Granier, que no necesitan presentación. Cobertura integral y remunerada Ecuador, Nicaragua y Bolivia también tuvieron derecho a su lote de calumnias de parte de los jefes de la SIP, con una cobertura integral de las distintas agencias internacionales de prensa, cuyos presupuestos dependen en mayor parte de su clientela oligárquica. Lindo caso de conflicto de interés. Confrontados durante cinco días en abril, en Caracas, al Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo mediático, los directivos de la SIP escogieron a Madrid como teatro de esta nueva operación de propaganda. En la capital española, pudieron contar con el apoyo de los círculos falangistas regularmente asociados a los ataques contra los países de América Latina que no se pliegan a los órdenes de Washington. El comité anfitrión de la asamblea está presidido por el editor Ignacio de Polanco e integrado por el Grupo Prisa y la agencia EFE. El oligarca de la prensa colombiana Enrique Santos Calderón, Juan Manuel Santos, firmemente vinculado al actual gobierno colombiano, será "elegido" como nuevo presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Según un estudio realizado por el respetado investigador y colega chileno Ernesto Carmona, el editor Santos Calderón era el único latinoamericano en la directiva de la SIP.
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