>> Violencia racial en Ferguson, Missouri, EE.UU.
Por Alejandro Mosquera
El sábado 9 de Agosto Michael Brown y Dorian Johnson caminaban por las calles de Ferguson, suburbio de la Ciudad de San Luis en Missouri, Estados Unidos, cuando fueron interceptados por una patrulla de policía. Según los testigos los muchachos levantaron los brazos en señal de acatar en forma pasiva la intervención policial. El resultado fue el asesinato por parte del oficial de policía Darren Wilson del joven negro Michael Brown de 18 años que estaba desarmado y según la propia fuerza tampoco estaba sospechado de ningún delito.
Durante la primera semana la versión policial buscó difamar y descalificar a la víctima y se negó a dar el nombre del asesino. Las manifestaciones crecieron en esta ciudad donde el 25% vive bajo el nivel de pobreza. La policía local cargó contra los manifestantes, reprimió, detuvo, incluidos periodistas del Washington Post y del portal Huffington Post. Los disturbios se extendieron durante la semana y los manifestantes (ver fotos) con consignas tales como “No disparen”, con las manos levantadas, pidiendo justicia, o jóvenes negros con cartulinas pintadas donde decía “Seré yo el siguiente?”, mostraron el rechazo a la violencia institucional contra los negros. Enfrente, una policía militarizada que viste como las FFAA de EEUU en su acción invasora en distintas partes del mundo.
Las movilizaciones se extendieron a 90 ciudades de 35 estados de EEUU. Entre las principales por los miles de personas que se reunieron, fue la del Times Square de Nueva York, una marcha pacífica que partió de Broadway y en la que hubo algunos arrestos, informaron los medios locales. La explosiva situación en el suburbio de San Luis y las movilizaciones en general, muestran que tras dos mandatos de Obama y el símbolo que significó un presidente negro, el racismo, la desigualdad y la violencia institucionales siguen vigentes, como también la ira que despierta sus manifestaciones más horrorosas. Incluso los portales del mundo publicaron que el Ku Klux Klan, la conocida y repugnante organización racista y homicida, anunció ayer que hará una reunión para recaudar fondos para “el policía que hizo su trabajo contra el criminal negro”.
En declaraciones a los medios de comunicación la madre del joven Michael Brown, Lesley McSpadden, sostuvo: “Recién terminó la secundaria y tenía planes para estudiar en una universidad local. Me quitaron a mi hijo. ¿Tienen idea de lo que me costó que se quedara en la escuela y se graduara? ¿Saben acaso cuántos jóvenes terminan la escuela? No muchos”. Las frases desgranadas además del dolor muestran la desigualdad, cuando dice no muchos se está refiriendo a los pobres y en particular a los negros.
Las policías de mano dura o gatillo fácil de EEUU son similares a las policías argentinas, como la bonaerense con su largo historial de fusilamientos a jóvenes morochos, empobrecidos, de barriadas populares. Son instrumento de lo peor del núcleo autoritario que conlleva el capitalismo, y en particular su versión neoliberal. Los pobres, “los sobrantes” de las ciudades que ya ni siquiera son parte el ejército de desocupados que presiona sobre los obreros para que bajen sus salarios bajo amenaza de no seguir integrados, son las victimas preferidas del sistema penal y policial. Salvando las distancias, aquí, en nuestro país, también se levantan las voces defendiendo los abusos policiales, la violencia institucional, apoyando sin más la versión policial. Apoyan la “limpieza” de niños pobres de los centros urbanos.
El racismo y la desigualdad van juntos, son caras de la misma moneda. Obama reclama una investigación imparcial por parte del FBI del asesinato del joven, sostiene que hay que poner freno al abuso policial, mientras sus soldados y fuerzas armadas disparan y matan en distintas partes del mundo a los “sospechosos” de otro credo, de otra etnia, pobres, tan parecidos al chico negro asesinado en Missouri.