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General: GABO ( García Márquez ) está en todos sus cuentos .-
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De: Ruben1919 (message original) |
Envoyé: 12/06/2012 11:33 |
Gabo está en todos sus cuentos
Un solo volumen reúne por primera vez toda la narrativa breve del premio Nobel
El libro es el palimpsesto de todo lo que tiene que ver con Macondo
Gabriel García Márquez le dijo a Luis Harss, el autor de Los nuestros, la biblia del boom, que aborrecía sus primeros cuentos, los que escribió para El Espectador de Bogotá. Entonces era 1965, dos años antes de que apareciera Cien años de soledad, el que sería Nobel se alimentaba de hierbas y otras esperanzas, y escribía como un poseso mientras hacía cine, periodismo y cumplía otros ritos para alimentarse, para alimentar a sus hijos y para llevarle a Mercedes Barcha, su joven esposa, la tranquilidad que no tuvo el coronel de El coronel no tiene quien le escriba.
Cuando le dijo eso a Harss, García Márquez no hablaba en serio, y de hecho la historia no se lo ha tomado en serio cada vez que dijo que quería dar un escrito a las llamas. Ahora esos cuentos (incluidos en el volumen Ojos de perro azul, sobre todo), y muchos más, aparecen en un solo volumen por primera vez en la historia editorial del prolífico escritor lento de Aracataca. El libro tiene 509 páginas y ha sido publicado, como toda la obra de Gabo, por Mondadori. Está impreso en Barcelona, donde vivió el escritor (en la calle de Caponata), y donde pasan algunas de estas fábulas que despiertan a un muerto, y que por cierto están llenas de muerte, que es el ramaje en el que se desenvuelve, a grandes rasgos, la narrativa de este enorme cuentista.
Casi 30 años después de haberle dicho a Harss que él quemaría sus primeros cuentos, Gabo vino a Barcelona con un disquito (un disquete), pues ya hacía rato que se había pasado al ordenador. Traía ahí sus últimos escritos, y seguía contando cuentos. Ahí estaban sus Doce cuentos peregrinos, que cierran este volumen con algunas historias que, como el silencio que transmiten, y la sangre con que están escritos, producen escalofríos.
Ahí se advierte, mucho más que en todos los anteriores, hasta qué punto Gabo se ha servido, en la novela pero también en los cuentos y en la vida, de los artilugios que aprendió en el periodismo. Su cuento El rastro de tu sangre en la nieve, con el que se cierra este libro, es la esencia misma de su voluntad de narrar desde la realidad lo peor de los sueños. Una recién casada se hiere en el dedo donde lleva el anillo, pero sigue en un viaje que arranca en la ignorancia y termina... Bueno, tienen que leerlo, pues releer a García Márquez es leerlo por primera vez. Ese cuento en concreto está lleno de sus exageraciones, de sus mentiras, y de los trucos con los que amparó su periodismo. El profesor y novelista Pedro Sorela ha rastreado en el García Márquez periodista algunos hábitos que le sirvieron al narrador: el ritmo a veces requiere ciertos requiebros, así que alimenta datos inocentes con impares que le vienen bien, y que no destrozan la realidad (en la no ficción), y que la embellecen (en la ficción).
El escritor leía e imitaba a Kafka y a Joyce en sus inicios, según Harss
Ese cuento es algo así como la caja negra del libro, donde está el resumen de sus secretos. Dijo en 1991 (cuando fue con su disquito a la casa de Carmen Balcells) que ahora comprendía “por qué los abuelos contaban cuentos”: para oírlos. Y lo que sucede en este cuento es que uno ve el artilugio como si lo contara un abuelo: alguien le diría al pasar que una chica colombiana esposa de un dandi de coches de lujo se había herido en la noche de bodas, y que había hecho el viaje de bodas dejando un rastro de sangre en la nieve. La exageración cobró cuerpo en la mente que concibió Cien años de soledad y el cuento se lee igual que se leían esa novela o los artículos que, para ganar mano, escribió en los ochenta en EL PAÍS.
El volumen es el palimpsesto de su obra principal, todo lo que tiene que ver con Macondo. En Los funerales de la Mamá Grande, cuentos que fueron escritos en 1962, el narrador dice, en el inquietante La siesta de los martes: “Todo había empezado el lunes de la semana anterior (...). La señora Rebeca, una viuda solitaria que vivía en una casa llena de cachivaches, sintió a través del rumor de la llovizna que alguien trataba de forzar desde afuera la puerta de la calle. Se levantó, buscó a tientas en el ropero un revólver arcaico que nadie había disparado desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía, y fue a la sala sin encender las luces. Orientándose no tanto por el ruido de la cerradura como por un terror desarrollado en ella por 28 años de soledad, localizó en la imaginación no solo el sitio donde estaba la puerta sino la altura exacta de la cerradura”.
La ambición de los cien años ya estaba descrita. “Macondo interesa no por lo que es, sino por lo que sugiere”, explica Harss después de escucharle hablar a Gabo en México sobre el proyecto que tenía. La crónica de ese proyecto está aquí, en muchos de los cuentos de ese largo capítulo de este volumen total, Los funerales de la Mamá Grande. A mediados de los sesenta, Gabo concedía que se había extralimitado, hasta entonces, con la combinación de sus ancestros literarios, había mezclado a Hemingway con Virginia Woolf y con Kafka, aunque ya se estaba decantando por Faulkner; antes, su amigo Álvaro Mutis le había arrojado Pedro Páramo, de Rulfo, para que se fuera enterando. Pero es cierto que en los cuentos que hubiera quemado (Ojos de perro azul, por ejemplo) esa atmósfera derivada de múltiples mezclas literarias ya hacen adivinar al Gabo que escribió Cien años de soledad. Lean, por ejemplo, La tercera resignación, de 1947: “Estaba pesado y duro aquel ruido. Tan pesado y duro que de haberlo alcanzado y destruido habría tenido la impresión de estar deshojando una flor de plomo”. Estaba dispuesto el joven Gabo, de todos modos, a dejarse provocar por las sensaciones que en literatura parecen la materia sentimental que da gasolina a los dedos. Se lee: “Pero de pronto el miedo le dio una puñalada por la espalda. ¡El miedo! ¡Qué palabra tan honda, tan significativa! Ahora tenía miedo; un miedo físico, verdadero. ¿A qué se debía?”. La vida fue llevándolo por una fábula más rítmica, que tuvo en ese libro, El coronel no tiene quien le escriba, el homenaje que le debía a Hemingway, y en Cien años de soledad el homenaje que le debía a Aracataca.
En aquel entonces leía e imitaba a Kafka y a Joyce (le dijo a Harss); se pasaba el día “truqueándolos”, con resultados negativos, “malabaristas”. La perfección (él es consciente de que la perfección era su objetivo) vino del ritmo, de la música. Muchas veces cita a sus compositores (Brahms, Bach), y se diría que cuando escribe trata de imitarlos. Si ahora se lee el libro combinando los cuentos de una época y de otra, los cuentos de los años cuarenta y aquellos que escribió ya en sazón, y de eso hace 30 años, uno ve que aquel que escuchó los cuentos en la cuna de Aracataca no paró desde entonces hasta hallar el ritmo con que los almacenó en su memoria de fabulador. La experiencia solo le ha dado historias. La música la lleva en las venas.
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García Márquez y 'todos sus cuentos'
El escritor, en marzo, durante su 85 cumpleaños. | Mario Guzmán
La editorial Mondadori reúne por primera vez todos los cuentos del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. El volumen incluye 41 relatos imprescindibles que recorren la trayectoria del autor de 'Cien años de soledad'.
Así, el lector encontrará sus relatos tempranos recogidos bajo el título 'Ojos de perro azul', donde se incluye 'Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo', célebre texto que puso los cimientos del gigantesco edificio, tan imaginario como real, de lo que acabaría siendo el espacio literario más poderoso de las letras universales de nuestro tiempo: Macondo.
Con Macondo se inauguraron los años del 'realismo mágico' y de los personajes inmersos en el mundo denso y frutal del Caribe americano. De esta etapa, en plena madurez del autor, son sus libros de cuentos: 'Los funerales de la Mamá Grande', donde se narran las fastuosas exequias de la auténtica soberana de Macondo, y 'La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada'.
Los relatos más recientes, los de 'Doce cuentos peregrinos', trasladan el escenario a la vieja Europa para hablarnos de la suerte de los latinoamericanos emigrados, de su melancolía y su tenacidad, según informa la editorial Mondadori.
El autor
Gabriel García Márquez, nacido en Colombia, es una de las figuras más importantes e influyentes de la literatura universal. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982, es además cuentista, ensayista, crítico cinematográfico, autor de guiones y, sobre todo, intelectual comprometido con los grandes problemas de nuestro tiempo, en primer término con los que afectan a su amada Colombia y a Hispanoamérica en general.
Máxima figura del llamado 'realismo mágico', en el que historia e imaginación tejen el tapiz de una literatura viva, que respira por todos sus poros, es en definitiva el 'hacedor' de uno de los mundos narrativos más densos en significado que ha dado la lengua española en el siglo XX.
Entre sus novelas más importantes figuran 'Cien años de soledad', 'El coronel no tiene quien le escriba', 'Crónica de una muerte anunciada', 'La mala hora', 'El general en su laberinto', 'El amor en los tiempos de cólera' y 'Diatriba de amor contra un hombre sentado'. En el año 2002 publicó la primera parte de su autobiografía, 'Vivir para contarla', y en 2010 un compendio de sus discursos más célebres, 'Yo no vengo a decir un discurso'.
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El líder cubano "es un lector atento y minucioso" según el autor de Cien años de soledad.
Gabriel García Márquez recuerda las charlas sobre literatura con su amigo Fidel Castro
La Maga, Nota del 5 del 8 de 1992. LILIANA CHEREN
“Mi amistad con Fidel Castro, que yo considero muy personal y sostenida por un gran afecto, empezó por la literatura. cuenta Gabriel García Márquez. Se habían conocido cuando el escritor trabajaba en la agencia de noticias Prensa Latina, en 1960, y la relación entre ambos fue de respeto y simpatía, pero nada hacía suponer que el vínculo pudiera profundizarse más allá de compartir afinidades políticas. Sin embargo, la pasión de ambos por la literatura obró el milagro.
En la década del 70, cuando García Márquez ya era un escritor famoso y Castro uno de los políticos más conocidos del mundo, tuvieron un encuentro en el que Fidel le hizo un comentario sobre lo fatigante y aburrido que le resultaba la lectura de documentos oficiales. "Yo le sugerí que leyera algunos libros que unían a su valor literario una amenidad buena para aliviar el cansancio de la lectura obligatoria -recuerda García Márquez-. Le cité muchos y descubrí, con sorpresa, que los había leído todos, y con muy buen criterio. Esa noche descubrí lo que muy pocos saben: Fidel Castro es un lector voraz, amante y conocedor muy serio de la buena literatura de todos los tiempos, y, aun en las circunstancias más difíciles, tiene un libro interesante a mano para llenar cualquier vacío."
La relación del líder cubano con la lectura es bastante particular. No sólo se nutre de información sino que, además, “es un lector tan atento y minucioso que encuentra contradicciones y datos falsos donde uno menos se lo imagina", agrega el escritor. Después de leer El relato de un náufrago, Castro fue al hotel de García Márquez y le advirtió que había hallado un error de cálculo en la velocidad del barco que hacía imposible que la hora de llegada coincidiera con la que aparecía en el libro. Tenía razón. Por previsión, antes de publicar Crónica de una muerte anunciada, el escritor le llevó los originales a Fidel antes de entregarlos a la editorial. Nuevamente el ojo crítico encontró su blanco: Castro le señaló una equivocación en las especificaciones del fusil de cacería descripto en la novela.
El mandatario cubano no es el único jefe de Estado amigo de García Márquez, quien argumenta que su vinculación personal con los demás presidentes "es una consecuencia más de las oportunidades de relación casi infinitas que ofrece la celebridad -tanto de ellos como la mía-. Pero la amistad con algunos de ellos es el resultado de afinidades de tipo personal, que no tienen nada que ver con el poder y con la fama". Como ejemplo menciona su relación con el presidente francés François Mitterrand, quien, después de haber escuchado a Pablo Neruda -cuando era embajador de Chile en Francia- elogiar al escritor colombiano, aprovechó un viaje México para invitarlo a desayunar y conocerlo. "Las circunstancias en que nos encontramos siempre, sobre todo después de que (Mitterrand) llegó a la presidencia de la república, nos llevan a hablar casi exclusivamente de política, y casi nunca de literatura. Es todo lo contrario de lo que me ha ocurrido con Fidel", argumenta García Márquez.
Con Omar Torrijos, el desaparecido presidente panameño, el escritor mantuvo largas tertulias de "verdadera complicidad caribe" y forjó una amistad que, si bien surgió de un pleito, se transformó en entrañable. Pero hablaban poco de libros. "Torrijos no tenía el hábito de la lectura -comenta el Gabo-, era demasiado inquieto e impaciente para leer de un modo sistemático, pero se mantenía al corriente de los libros que estaban en primer plano." A modo de comparación consigna que "al contrario de Fidel Castro, que habla sin descanso sobre una idea que le da vueltas en la cabeza hasta que consigue redondearla de tanto hablar de ella, Torrijos se encerraba en un hermetismo absoluto".
“Uno siente que a Fidel le gusta el mundo de la literatura, que se halla muy cómodo dentro de él y se complace en cuidar la forma literaria de sus discursos escritos", acota García Márquez, y concluye: "En una ocasión, no sin cierto aire de melancolía, me dijo: En mi próxima reencarnación yo quiero ser escritor”.
"El que no tenga Dios, que tenga supersticiones" "Las supersticiones -o lo que llaman supersticiones- pueden corresponder a facultades naturales que un pensamiento racionalista, como el que domina en Occidente, ha resuelto repudiar", afirma Gabriel García Márquez. Por ello alguna vez sentenció: "El que no tenga Dios, que tenga supersticiones".
Entre los hechos y objetos que el escritor colombiano considera “pavosos" (que traen mala suerte) se hallan las flores de plástico, los pavos reales, los mantones de Manila, el smoking, hacer el amor con los calcetines puestos, andar desnudo y con zapatos, palabras como "nivel", "parámetro", "contexto", "simbiosis", algunas personas que es mejor no nombrar, y, sobre todo el oro". “Para mí el oro está identificado con la mierda -explica García Márquez-. Es en mi caso un rechazo a la mierda, según me dijo un psicoanalista. Desde niño." Incluso esta aversión al oro se refleja en Cien años de soledad: "Cuando José Arcadio Buendía descubre la fórmula para transmutar los metales en oro y muestra a su hijo el resultado de su experimento, éste dice: parece mierda de perro", recuerda.
Sin embargo, hay elementos que el escritor considera imprescindibles para tener buena fortuna. En su escritorio siempre hay un ramo de flores amarillas, su color de la suerte. Para aclarar cuál es la tonalidad exacta del amarillo, que obviamente dista mucho del color oro, lo ha precisado con la siguiente descripción: "El amarillo del mar Caribe a las tres de la tarde, visto desde Jamaica".
Encontrado en: http://www.lamaga.com.ar/www/area2/pg_nota.asp?id_nota=3488 |
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En 1927
Un día como hoy nace el grande de la literatura, Gabriel García Márquez
A los 28 años escribió su primera novela, pero tardó siete años en encontrar una editorial que la publicara. Ganó el Premio Nobel en 1982 por su libro “Cien Años de Soledad”, el cual ha vendido más de 20 millones de copias y ha sido traducido a más de 30 idiomas
Gabriel García Márquez, el escritor colombiano y ganador del premio Nobel de la Literatura que por años ejerció como periodista y promovió la excelencia en la profesión, nació un día como hoy en Aracataca, Colombia.
Conocido afectuosamente como “Gabo”, nació el 6 de marzo de 1927. Fue un pionero literario considerado uno de los grandes maestros del siglo XX de la narrativa en español y uno de los principales exponentes del realismo mágico.
Fue a los 28 años que escribió su primera novela, pero tardó siete años en encontrar una editorial que la publicara. Ganó el Premio Nobel en 1982 por su libro “Cien Años de Soledad”, el cual ha vendido más de 20 millones de copias y ha sido traducido a más de 30 idiomas.
En 1994, creó en Colombia la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) con el propósito de fomentar la ética y las buenas prácticas en la profesión.
Precisamente, la fundación realizó un especial donde muestra la vida y obra de García Márquez, cuenta además, con remembranzas, discursos, citas, fotografías y videos.
Fuente/RPP Noticias
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