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General: el psicoanalitico: la secta
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De: alí-babá (Mensaje original) |
Enviado: 07/03/2015 06:05 |
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“Nuestro mundo es un mundo en búsqueda de un lenguaje, no sólo ahora sino constantemente, en parte porque el otro mundo, el del trabajo abstracto, nos va robando el lenguaje todo el tiempo, pero también porque nosotros estamos inventando nuevos haceres y nuevas formas de lucha todo el tiempo. La teoría social, el arte y la poesía son parte de esta búsqueda constante.” |
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“El sectarismo está basado en el pensamiento identitario (es decir capitalista): pone etiquetas, concibe a las personas como parte de una clasificación. Si nuestro punto de partida es la dignidad, esto implica la aceptación que nosotros, como todos, somos contradictorios, auto-antagónicos, que desbordamos cualquier clasificación.” [1] |
Introducción
¿Estaremos también nosotros, psicoanalistas, en búsqueda de un lenguaje?
Creo que, al menos, podemos decir que buscamos revitalizar, recrear un lenguaje. Es así si entendemos por lenguaje un modo de operar, desde lo simbólico sobre lo real que nos concierne: el sufrimiento subjetivo. Asimismo, podemos afirmar que buscamos un lenguaje si pensamos que necesitamos aggiornar herramientas para entender los cambios epocales y los modos en que éstos atraviesan a los sujetos. Desde luego, tenemos un tesoro de recursos, desde Freud en adelante, para servirnos de ellos en esa búsqueda.
Me interesa detenerme en el fenómeno actual de proliferación de las sectas como respuesta posible al malestar en la cultura, tal cual éste se presenta hoy.
Ahondar en los recursos y los modos con los que el Psicoanálisis puede abordar esta problemática sería motivo de otro trabajo. El arte, la poesía, e incluso el humor, estarán en juego en esa apuesta de rescate del sujeto en su singularidad más íntima.
La precariedad
El cambio epocal toca a los sujetos incluso en el punto mismo de su constitución. Baste considerar las transformaciones que la ciencia y el mercado han aportado en lo que se llama capitalismo global. Desde la posibilidad de la clonación hasta la llegada de un sujeto a familias atípicas, pasando por la desestabilización de todas las creencias e instituciones modernas, todo nos lleva a detectar nuevas condiciones para la constitución subjetiva.
En este sentido, cada vez menos la sociedad valida la particularidad, cada vez más impulsa hacia la uniformidad. Los mandatos actuales, en todos sus aspectos -gozar, ser feliz, ser exitoso económicamente, vivir aceleradamente, ser joven y eficiente- determinan, en su exigencia superyoica feroz, que la amenaza de exclusión esté siempre en el horizonte. Es imposible cumplir y, a la vez, se espera que ese ‘imposible’ sea eliminado. El sujeto vive esa trampa como si el fracaso fuera efecto exclusivo de su propia incapacidad.
En paralelo, apreciamos la caída de ideales, de relatos que antes sostenían a los sujetos en el mundo. Ya ni estudiar, ni trabajar, ni nada parece garantizar cierta estabilidad y mucho menos resulta posible sostener la ‘dignidad’ que se le otorgaba a la bohemia, por ejemplo, si estaba al servicio de alguna ‘causa’, política, artística o del tipo que fuese. Todo se ha precarizado, y, en ese camino, los lazos sociales -y este punto debe importarnos especialmente- se han fragmentado, debilitado, han perdido consistencia. La vida misma, en este contexto, parece desprovista de sentido, fugaz, tipo zapping de pesadilla.
Precariedad subjetiva, precariedad en la pertenencia social son las dos caras de un mismo fenómeno, bien descripto por Bauman como lo ‘líquido’.
En lo que nos concierne, la constitución del sujeto, si los ideales no tienen peso, si lo simbólico no contiene ni ordena ya del mismo modo, lo que irrumpe es el despliegue pulsional, el desarreglo del goce más allá del principio del placer, por fuera del marco de la sublimación y al ritmo que marca el mercado y la proliferación de los objetos que distribuye. Autoerotismo, pulsión parcial y aislamiento son los rasgos que predominan, y que dan un color tanático a la civilización actual. Entiendo describir en parte lo que Castoriadis conceptualiza como ‘avance de la insignificancia’; ‘crisis de sentido’ en el ámbito social y ‘crisis de representación’ en cuanto a la constitución subjetiva.
Consumo, objetos que el mercado ofrece a todos por igual, exigencia de satisfacción inmediata son los datos que, en la clínica, verificamos en patologías más ligadas al acto que a la represión. La castración parece ser algo de lo que se podría escapar, al menos es la ilusión que vende el mercado, que la ciencia alienta y que los consumidores esperan ávidamente llegar a obtener. Este punto, el rechazo de la castración como rasgo de época, es crucial para entender la proliferación actual de las sectas.
La respuesta de la segregación
Jaques Lacan, preocupado por el futuro del Psicoanálisis y por el rol de los analistas frente al malestar en la cultura, pudo anticipar efectos sociales devastadores ya en el año 1967. Así, vaticinó el daño subjetivo ocasionado por el discurso capitalista, el mercado y la ciencia. Apuntar a un 'para todos' desconoce lo particular del sujeto. El único refugio subjetivo que propone el mercado es la masificación. ‘Ser es ser como todos’.
Se trata de una paradoja ya que, si lo esencial del sujeto es su ‘diferencia’ -su ‘particularidad’- asimilarlo al conjunto implica su desaparición. Pensemos en el consumo masificado que es visto como índice del valor de un sujeto: las marcas, lo unisex, la uniformización. Se alienta un sujeto ‘lavado’ tanto de su sexo como de su historia, tanto de su ideología como de su proyecto más íntimo. Se apunta al surgimiento de un ‘consumidor’ amable y carente de espíritu crítico. La ciencia acompaña cuando pretende subsumir la subjetividad en lo biológico, cuando ofrece psicofármacos y pretende eliminar con ello el sufrimiento humano. Sufrimiento que, por otro lado, la ciencia pretende atrapar con sus casilleros descriptivos, eliminando así al sujeto.
Lacan hizo un llamado de atención a los psicoanalistas acerca del capitalismo, el malestar en la cultura y sus consecuencias. Previó que la instalación de este ‘para todos’ tiránico produciría efectos segregatorios brutales que llegó a denominar como ‘campo de concentración’:
“Abreviemos diciendo que lo que vimos emerger para nuestro horror, hablando del holocausto, representa la reacción de precursores con relación a lo que se irá desarrollando como consecuencia del reordenamiento de las organizaciones sociales por la ciencia y, principalmente de la universalización que introduce en ellas. Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación.” [2]
Lo que tanto la ciencia como el mercado expulsan, forcluyen, la singularidad subjetiva, reaparece, entonces, en lo real.
Así, algunos jóvenes forman tribus a partir del o de los rasgos que los convierten en descartables para la sociedad: la pandilla, ‘los fraca’, los ‘pibes chorros’, etc. Son muestras de modos horizontales de organización a partir de ’hacer de defecto virtud’. Se trata de respuestas segregativas a la universalización que no permiten, sin embargo, una circulación deseante. La droga, asimismo, puede favorecer otras formas de agrupamiento compensatorio con un modo de satisfacción mortífera.
También podemos apreciar los efectos de segregación centrándonos en los sujetos que desconocidos, negados, por esa masificación buscan hacer emblema de su propio modo de ‘ser’, de gozar. De este modo, vemos surgir los grupos, las colectividades. Son los 'diferentes' que reclaman ser reconocidos por su particularidad: gays, transexuales, travestis, la serie es extensa.
La secta como respuesta posible al malestar
La ‘secta’ es una respuesta segregatoria, y a menudo adictiva, al malestar actual. Se trata de un grupo ‘de riesgo’ que ejerce un control férreo sobre sus miembros, los manipula psicológicamente, y puede llegar incluso a su destrucción física. No interesa tanto el contenido de su ‘doctrina’ pues abarca tanto a grupos religiosos como a ciertas empresas de venta piramidal, tanto a algunos partidos políticos como a pretendidas instituciones gimnásticas, de yoga, de meditación, psicoterapéuticas, etc. Me interesa la estructura de su organización, sobre todo libidinal, la cual determina que sean lugares tan peligrosos y, a la vez, tan atractivos para los sujetos del mundo actual.
Muchos jóvenes, y otros no tan, se ven envueltos en sectas pues aspiran a encontrar allí un lugar en el que se les reconocerá su particularidad más esencial. Es uno de los modos en que se manifiesta la segregación. Es uno de los ‘anzuelos’ que ofrece la secta. En algunos casos, se materializa el aislamiento de los miembros en ashrams, por ejemplo, u otro tipo de comunidades de convivencia cerrada, parecidas hasta en lo fenomenológico al campo de concentración augurado por Lacan.
La prédica de los gurúes, de los maestros de toda clase, religiosos o de otro tipo, ofrece un lugar, explícitamente o no, un refugio, ante alguna agresión calificada como tal según el tipo de rasgo que se tome para agrupar a los adeptos.
Así, existen las sectas religiosas, sincréticas en general, aunque a predomino ideológico oriental, que prometen un ‘renacimiento’, un ‘crecimiento espiritual’, lejos del materialismo del mercado. Otras, más ligadas al narcisismo individualista, ensalzan la ‘vida sana’, cierto tipo de alimentación muy estricta, el retiro de las exigencias ciudadanas e, incluso, el asentamiento en el campo, lo que aseguraría más y mejor vida. La serie de los rasgos que se destacan es extensa.
Las sectas abrevan en la fragilidad del sujeto tal cual la promueve la cultura actual: su intolerancia a la castración. Se nutren del déficit de los ideales, del debilitamiento de los lazos sociales. Todas ellas, explícitamente o no, prometen el triunfo sobre la castración y llegan a montarse, para ello, hasta en la idea de la reencarnación. Se trata del aprovechamiento, por parte de los líderes, de las condiciones de precariedad subjetiva. Se apropian, así, de la economía, libidinal y de la otra, de los miembros. El pensamiento mágico, tan del gusto de los sujetos de la New Age, encuentra un buen lugar en la secta. Asimismo, toques de aseveraciones supuestamente científicas terminan de presentar una oferta de salvación lista para llevar.
En otra época la secta se presentaba como un reducto que sólo ‘atrapaba’ a sujetos psicóticos necesitados de contención extrema, una minoría, caricatura que algunos todavía creen vigente. Hoy la fragilización del sujeto en la civilización permite que la población afectada, grupodependiente, aumente considerablemente.
Las paradojas sectarias
La secta da un lugar de pertenencia, un ‘nosotros’ que, aunque rígido y altamente condicionado al cumplimiento de los preceptos, contrasta con el desamparo de los lazos ‘flojos’ que el sujeto padece a su alrededor. Para ello, le pide aislarse, separarse de sus orígenes, ‘desapegarse’, y concentrarse libidinalmente en el grupo, en los vínculos horizontales, en el ‘todos hermanos’, ‘todos iguales’.
Como consecuencia, las relaciones entre los miembros están afectadas por todos los rasgos del narcisismo, la competencia por el amor del líder, y la rivalidad. Esta circulación libidinal, intensamente descalificada en el interior del grupo, o se desconoce y se oculta o se dirige al ‘afuera’, hacia los ‘otros’ que no entienden, claro está, de qué se trata el ‘amor fraterno’ que une a la comunidad sectaria. Es por ello que los miembros dan muestras, contrastando con el ‘amor’ que suelen proclamar, de intenso despliegue agresivo hacia lo externo al grupo.
Asimismo, los vínculos internos horizontales se tornan necesariamente superficiales para evitar el surgimiento de rivalidades ocultas. El sujeto, tarde o temprano, se encuentra en soledad.
El líder, heredero de los ideales sociales desfallecientes, se convierte en el modelo, el Padre, que amará y protegerá de todos los peligros, a condición -claro está- de que se cumplan sus mandatos. Se escapa de la dictadura del mercado y se cae bajo el autoritarismo de una figura que representa su misma obscenidad, una figura del superyo. Bajo la apariencia de garantizar al sujeto su libertad, la secta lo somete a servidumbre.
Al buscar el reconocimiento de su diferencia, de sus significantes distinguidos o, incluso, al adscribir a los que la secta le ofrece, el sujeto pretende recortarse de una masa y encontrar un lugar. En las sectas cree lograrlo pero sólo para vivir como amenaza de desalojo y desamparo cualquier movimiento crítico o de disidencia que pueda habitarlo.
Hay, entonces, un nuevo encuentro, para el sujeto, con lo que tanto temía, con la amenaza de exclusión. Si no logra cumplir con los mandatos, si no puede seguir los preceptos, si duda, si flaquea enfermará, será expulsado, perderá los lazos con el resto, no alcanzará la sabiduría, la vida eterna, no logrará cambiar el mundo, etc. según sea la promesa sectaria de turno. La secta es la masa en su aspecto más cruel. La secta, como el mercado capitalista, le pide el ‘tener’ y el ‘ser’. El retorno de la angustia, el malestar evitado, puede abrir, entonces, espacio para el encuentro con un analista.
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“Todos somos borderline”. Hace 10 años estas palabras aparecieron en un texto (Clínica psicoanalítica en la crisis: resignación y esperanza), en referencia a cuestiones que se presentaban en la clínica, y que me llevaban a reflexionar además sobre la actualidad de la cultura y de la subjetividad. Apenas volveré sobre parte de lo allí enunciado. La década transcurrida permitió observar la pertinencia de muchas de las hipótesis allí esbozadas.
Avance de la insignificancia: idea-concepto de Cornelius Castoriadis, que hace referencia a un estado de destitución del sentido social, sentido que es a la vez indispensable para la construcción de sentido por parte de la psique. Ese sentido socialmente instituido oficia de cemento que mantiene unida a una sociedad. Es una producción del imaginario social instituyente [1] que crea así un mundo simbólico que será habitado por los sujetos. Si ese cemento es rígido, inestable, débil, si está en desestructuración o ha caído, no dejará de tener efectos sobre la psique en su capacidad de construir su propio cemento, que hace - entre otras cuestiones - a las fronteras intra e intersubjetivas.
Fronteras, bordes: las llamadas patologías de los bordes justamente tienen que ver con fallas en los mismos. André Green sostiene que hay que buscar fallas en el objeto de origen - por su intrusiva presencia o su denodado abandono - para poder entender que frente a dicha falla se ponen en juego diversas defensas: descarga en el cuerpo (psicosomática), pasaje al acto, adicciones, desinvestimiento del mundo. Extiendo esta idea a que para la psique es indispensable la existencia - lo que sostenía arriba - de un mundo social de sentido para poder constituir el propio. Tarea de inmersión en un mundo simbólico que está en manos del otro en el origen de los tiempos del infante, y que luego debe hallar en las diversas instituciones de la sociedad (escuela, trabajo, las significaciones referidas a la moral, la ética, el orden de sexuación, las miras de la sociedad, etc.) su continuación. Sentido que es a su vez tomado por la psique y traducido, recreado, metamorfoseado en un sentido propio. La sociedad al fallar en donarles a los sujetos un sentido investible, puede producir lo que denominé como un estado borderline artificial, que se produce en un más allá del malestar en la cultura, diferenciado del malestar en la cultura debido al ataque que hace al yo de los sujetos.
De allí esta provocadora enunciación: avanza la insignificancia: todos somos borderline. Es decir: si el mundo de sentido no cumple con su función orientadora para la psique, las fronteras de esta se pueden ver afectadas. El mundo de sentido es ese magma de significaciones enlazadas a - ni más ni menos - modelos identificatorios y modos de conducir el mundo pulsional de los sujetos. El sujeto crea su propio sentido en esa zona de entrecruzamiento entre su historia, su imaginación radical, el sentido socialmente instituído y lo actual de su vida (que incluye la vida y acontecimientos sociales, sus lazos con otros, etc.).
Debe entenderse entonces que no utilizaré - como no lo hice entonces - a lo denominado borderline como una entidad clínica, sino como una vía para entender un modo de ser de la psique, para entender su dificultad en establecer fronteras sea al interior de sus estratos, tanto como con el mundo (en el que están los otros). Para avanzar en esta idea, haremos un recorrido histórico, recorrido que - adelanto - pondrá a la discusión lo siguiente: allí donde la neurosis era un modo de estructuración de la psique afín a un modo de ser de la sociedad, encontramos por lo menos formas mixtas donde lo denominado borderline es ilustrativo de nuevas estructuraciones ... o desestructuraciones. Allí donde encontrábamos a eros, hoy nos topamos con tánatos, en una convivencia en la que el segundo podría estar ganando la partida.
Una comparación - odiosa como todas, pero orientadora - entre dos heroínas nos permitirá avanzar en nuestro camino.
Elisabeth, 1900
Elisabeth von R. es en buena medida coautora del método analítico, ya que con ella Freud implementa la asociación libre - y su sintomatología histérica es representativa no solo de su historia y avatares edípicos, pulsionales y deseantes, sino que está finamente anudada a significaciones de su época, que ha pasado a la historia como aquella regida por la moral victoriana. Promotora de una moral sexual cultural que para Freud ayudaba a producir una nerviosidad moderna (Freud, 1908). Elisabeth von R. se encontraba atrapada en un deseo detenido por la represión, cuestión metapsicológica no del todo separable de la represión del ejercicio de la sexualidad que dicha moral propugnaba, ligada a modelos identificatorios y modos de satisfacer/desviar el mundo pulsional. La época mostraba sus marcas en reprimidas, frustradas y frustrantes histéricas y obedientes y eficaces obsesivos que, de paso, reproducían un orden social que los “necesitaba” así. Sin respetar a rajatabla a las distintas clases sociales, un modo de ser mujer y de ser hombre se reproducía atravesándolas, por supuesto que con diversas metamorfosis pero en general respetando determinada manera de conducir el mundo pulsional e identificatorio.
Predominaba la represión como uno de los destinos de la pulsión que habita en el deseo, retornando este bajo la forma de síntoma conversivo, que, interrogado, develaría la verdad del deseo. Algo fundamental para lo que aquí desarrollaremos, es recordar que la pulsión - para ingresar a la psique - debe hallar representantes en ésta: ellos son las representaciones y los afectos. Son los que han sido denominados representantes representativos de la pulsión.
Si las significaciones de época deciden sobre el destino de las pulsiones, lo hacen, por lo tanto, sobre sus representantes en la psique: las representaciones y los afectos. Cada época propone caminos posibles para dichos representantes, como un modo social de conseguir un cemento que permita a la sociedad cierta unidad. Podemos decir que las significaciones de época imponen modos de representar, sentir y hacer. O que no hay modo de representar, sentir, hacer que no sean – en su mayor medida- sociales e históricos.
Lisbeth, Millenium
La historia parece estar mostrándonos modos regresivos, degradados y también probablemente nuevos y de porvenir incierto, del mundo afectivo y representacional, debido a los destinos que impone al mundo pulsional. Ya no al modo de la histeria - o incluso, ya no histerias al modo de Elisabeth von R.., o fobias y obsesiones - . sino más bien parece señalar el modo que encarna Lisbeth S.. Lisbeth Salander: protagonista de la película Millenium. Los hombres que no amaban a las mujeres, adaptación del libro del mismo nombre, de Stieg Larsson. Sabemos - porque el mismo autor lo ha dicho - que intenta denunciar el modo de ser de la sociedad sueca – relativo a las significaciones imaginarias presentes en la misma - , y cierto destino que le otorga a las mujeres. Y no nos parece muy alejada esa sociedad de un mundo de significaciones que circula en las sociedades occidentales, con sus particularidades, pero sin perder un sentido que es cada vez más globalizado.
Entre Elisabeth von R. y Lisbeth S. hay notables diferencias y parecidos, más allá de lo que las apariencias dejan ver. A Elisabeth von R. le fue asignado el diagnóstico de histeria, y el análisis de su síntoma llevará a interpretarlo como una defensa contra su deseo edípico hacia el padre - desplazado en un cuñado -. Elisabeth cuidó a su padre abnegadamente durante su enfermedad terminal, y luego padeció la muerte de su madre. Lisbeth S. – en cambio - ha matado (o por lo menos ha intentado hacerlo) a su padre golpeador/abusador - para vengar el maltrato que les proporcionó a ella y ha su madre (inutilizada por este para criar a Lisbeth) -, y ha sido diagnosticada por un psicólogo como personalidad antisocial, asesina potencial, esquizofrénica, y alojada en una institución acorde a tal diagnóstico, se ha prostituido en la adolescencia, está bajo libertad vigilada, y ahora transita como hacker y hace de la venganza de todo hombre que no ame (que maltrate, pervierta, asesine) a las mujeres un objetivo. Solitaria y desconfiada, inexpresiva, y a la vez cargada de odio, ejerce justicia por mano propia, en coincidencia con un mundo en cuyas instituciones los sujetos han dejado de creer. Mientras en épocas de Elisabeth von R. las instituciones (justicia, poder político, medios de comunicación, familia, trabajo, economía, etc.) eran depositarias de credibilidad, o eran combatidas vigorosamente por movimientos que buscaban instituir otro tipo de sociedad – igualitaria - , en la de Lisbeth ya no se espera nada de ellas, y a lo sumo buena parte de los sujetos intentan sobrellevar/sobrevivir el maltrato (muchas veces bajo la forma del abandono/exclusión) al que los somete. Mientras que la oposición a la sociedad parece desarrollarse sobre arenas movedizas, sin que puedan establecerse con claridad las vías para el acceso a otro tipo de sociedad, o inclusive cómo ésta debiera ser.
La hiperpresencia de la realidad
Lisbeth S. parece ignorar la verdad que se oculta detrás de sus actos: o estos están tan ligados a una historia real, que toda justificación que no se ampare en ellos puede resultarle exótica. En el acto está su verdad, y no aparecen formaciones sintomáticas. ¿Sería accesible a un análisis Lisbeth?, ¿lo demandaría?, ¿podría ubicarse en posición de padeciente, dar paso a la angustia? Antes de que dichas preguntas puedan ser siquiera formuladas, es tomada por el sistema carcelario y psiquiatrizada. Se obtura así la posibilidad de interrogar su padecimiento. Sobre qué verdad podría transmitirnos éste, sobre ella y sobre la época. ¿Cuál podría ser su aporte, como lo fue el de Elisabeth más de cien años atrás?
Podemos apreciar en Lisbeth una hiperpresencia de la realidad (histórica y actual en este caso). Es una característica de nuestra época. En nuestras sociedades, la hiperpresencia de la realidad (del cuerpo, del otro, de lo laboral, de acontecimientos sociales, etc.) parece tomar el relevo y al mismo tiempo impedir el advenimiento de la capacidad elaborativa de la psique, del trabajo de entramar y desentramar representaciones y afectos, de la actualidad y de la historia, entretejidos con un mundo deseante en el que pueden apreciarse las marcas edípicas y de los lazos originarios. Esto es una potencial dificultad para los sujetos de tramar su mundo deseante y fantasmático. Y por lo tanto de crear síntomas: en su lugar, depresiones inespecíficas, pasajes al acto, angustia generalizada (que se ha dado en llamar ataque de pánico), adicciones, afecciones psicosomáticas ...
Elisabeth von R. muestra en su sintomatología la identificación con su padre, es más, esta identificación representa un momento crucial del lazo entre ambos. En Lisbeth S. esta posibilidad está ausente. Ha transitado una infancia marcada por la presencia de un padre perverso que ha causado accidentes en el miramiento materno (Fernando Ulloa). Anoréxica, aislada, conectada solamente con el mundo virtual, sin amistades (salvo su amigo hacker, denominado “plaga”), con una sexualidad ad hoc (hétero u homosexual), llena de odio apenas contenido y bordeando el estallido - que cuando se produce replica la violencia a la que fue sometida - , con marcas diversas en el cuerpo (tatuajes, piercings), parece poder entrar y salir de situaciones-límites como quien oprime un switch.
¿La era de Lisbeth S.?
La película muestra reiteradamente cómo el afecto regresiona/degrada a pulsión. Se descarga en el cuerpo, en acto, adicciones ... También cómo el erotismo dejó el paso a una sexualidad desnuda de metáforas y de reconocimiento del otro ligado a la ternura. Mientras en Elisabeth von R. se encuentran reprimidos deseos sexuales, en Lisbeth es al revés: lo que está ausente “reprimido” es la ternura. Amor sin sexo de un lado, sexo sin amor del otro.
Y sin embargo ... Lisbeth se enamora (lo confiesa cuando le dice a la madre que no hay que enamorarse) de un hombre que ama a las mujeres, y que intenta hallar justicia allí donde estas han sido asesinadas por un asesino serial nazi. El lazo con este hombre le permite (¿por primera vez?) transitar por la ternura: visitará así a su madre recluida en un geriátrico (“debí haberlo hecho hace mucho tiempo”, reconoce).
El film plantea una cuestión inquietante: habría que ir más lejos que lo que la subjetividad del hombre amado por Lisbeth lo permite para poder hacer justicia. Ella va más lejos. Una justicia de hombres y mujeres solitarios, apartados de la burocracia estatal y de la ley, apartada de lo colectivo. ¿Es la única alternativa?
Podemos observar la alteración del lazo con el semejante (ya no parece alcanzar la serie enumerada por Freud en Psicología de las masas y análisis del yo), la crisis de la familia (burguesa), el predominio de lo digital sobre lo analógico, la presencia cada vez mayor del mundo virtual, el estar de modo permanente on line (todas cuestiones que hacen a la hiperpresencia de la realidad) la compulsión al consumo, la aceleración de la temporalidad ... Y en medio de todo ello la crisis de la significación paterna, que en la película aparece por un lado en la versión bestial de lo paterno encarnada en el padre de Lisbeth, y por el otro en su compañero, el periodista/protagonista Blomkvist que es descrito por Larsson como portando estereotipos femeninos, mientras que Lisbeth porta los masculinos. Crisis de la significación paterna que no debiera confundirse con la destitución del orden patriarcal. Todas estas son cuestiones que obligan a pensar en otros modos de la subjetividad, por lo tanto del padecimiento, y como consecuencia, de la cura. ¿Donde era Emma Bovary, ha devenido Lisbeth Salander?
Todos somos borderline
La destitución del mundo simbólico, a manos de la aceleración de la temporalidad y de la preeminencia de la tecnología ligada sobre todo a la imágen - ambos factores solidarios - es una consecuencia de la aceleración de la producción y el consumo que impera en los países capitalistas, consecuencia del siempre más y de la sed de lo nuevo por lo nuevo que anida en la significación del capitalismo. Esto pone en crisis significaciones centrales. Aquellas que estaban fuertemente instituidas en épocas de Elisabeth von R., hoy están por lo menos fragilizadas. Si en época de Freud la represión social del ejercicio de la sexualidad encontraba eco en la represión psíquica exacerbada de retoños de la sexualidad infantil, hoy, la destitución del mundo de sentido va de la mano de una crisis del imaginario social instituyente - aquél que crea el mundo simbólico - y esto encuentra en la psique un correlato en dificultades en el ejercicio de la imaginación radical [2]. Los representantes representativos de la pulsión degradan, o no se producen. Los trastornos (ya no síntomas) que hemos mencionado (pasajes al acto, afecciones psicosomáticas, desinvestimiento del mundo, etc) son prueba de ello.
Si el hacer hablar a las histéricas y obsesivos permitió develar un mundo oculto, no solamente en la psique, sino en la sociedad (tenemos a la vista el cuestionamiento de la moral sexual imperante, de la sacralización de la familia burguesa, el modo de ser de la sociedad moderna, o la iglesia y los ejércitos), lo que lo borderline puede decir tiene la misma importancia, y algo de ello hemos descripto. Pero también - y el personaje de Lisbeth Salander es una muestra de ello - hay algo de positivo - o algo potencialmente positivo - que anida en una subjetividad como la descripta. Nuestra heroína (como lo fue Elisabeth) no solo denuncia un modo de ser del mundo instituido, sino que muestra algunas armas para combatirlo - más allá de su modo individualista y a-social, alejado del mundo político. En los intersticios de una sociedad en la que el miramiento está ausente, podemos hallar puntos de fractura, tal como nuestra heroína del 1900 nos mostraba en los intersticios de la represión de la sexualidad. La sexualidad misma se mostró como arma para instituir - al liberar sus retoños reprimidos, al poder liberar cadenas de significaciones atascadas en la moral que las amordazaba. ¿Hoy qué nos espera? Tal vez no lo sepamos aún. Lo que sí sabemos es que la fragilidad de fronteras es potencial fuente de creación, como lo demuestra la creación artística. En la que no corresponde hablar de fragilidad (que puede obturar la creación) sino de plasticidad, siendo sus productos sometidos a reflexión, a trabajo elaborativo. Lisbeth S. enseña - en medio de su sufrimiento por momentos no sentido como tal - la posibilidad de crear actos instituyentes de una subjetividad no adaptada al padecimiento y al sentido que lo origina, impuestos por una sociedad que mortifica con su cultura.
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Notas
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[1] Para Cornelius Castoriadis, es la posición (en el colectivo anónimo y por éste) de un magma de significaciones imaginarias, y de instituciones que las portan y las transmiten. Es el modo de presentificación de la imaginación radical en el conjunto, produciendo significaciones que la psique no podría producir por sí sola sin el colectivo. Instancia de creación del modo de una sociedad, dado que instituye las significaciones que producen un determinado mundo (griego, romano, incaico, etc.) llevando a la emergencia de representaciones, afectos y acciones propios del mismo. Se debe diferenciar del término "imaginario social" que habitualmente circula, y que es sinónimo de representaciones sociales.
[2] (Castoriadis) Capacidad de la psique de crear un flujo constante de representaciones, deseos y afectos. Es radical, en tanto es fuente de creación. Implica creación, y no solo repetición, o combinaciones sobre una cantidad predeterminada y finita de representaciones. La psique tiende a interrumpir este flujo de imaginación radical, debido a las demandas de socialización; la reflexión a la que se adviene en un tratamiento psicoanalítico, permite liberarla de un modo lúcido. Con esto Castoriadis retoma la propuesta de Freud de la exigencia de figurabilidad, mecanismo previo a la condensación y el desplazamiento. |
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El objetivo de este trabajo es pensar sobre cómo y cuánto es afectada nuestra subjetividad en el contexto social actual.
Pensamos la subjetividad como: sujetos de una historia, produciéndonos en un devenir, con otros, afectados por el entorno, cambiantes, en continuo movimiento, tanto enriquecidos por avances científicos y tecnológicos como empobrecidos con prácticas des-humanizantes.
Tomamos las siguientes variables: la vertiginosidad, el hiperconsumo, la violencia social y la inseguridad para profundizarlas y discutirlas con el objeto de ampliar su comprensión.
La inseguridad y la violencia, tanto real como simbólica nos producen miedo y desconfianza, la falta de ley genera un “vale todo” en nuestra convivencia diaria.
La red vincular, que nos proporciona sostén, se ve amenazada, se debilita, aparece el temor a la pérdida y nos lleva a preguntarnos “¿qué quiere el otro de mí?” [1] (García Reinoso, G. 1995).
En este escenario de labilidad vincular se puede dar una fuerte adhesividad al otro que abre la puerta al sometimiento y al maltrato, como también, puede generar conductas de aislamiento.
El concepto de autonomía está en jaque.
Por otro lado, el sistema político-económico que nos llevó a índices de desocupación sorprendentes, con la consiguiente precarización en el trabajo, sobre-ocupación y dis-ocupación: ¿cómo afectaron y afecta aún a la población?
¿Cómo afecta a los jóvenes en su capacidad de soñar un futuro?, ¿Cómo afecta al interior de las familias y a la relación de pareja esta situación laboral?
En la misma línea de afectación de la subjetividad incluimos a las nuevas tecnologías. No se trata de estar en contra de su existencia, por el contrario, las valoramos en tanto facilitan y enriquecen nuestras habilidades con su uso adecuado, lo que si ponemos en cuestión es su inadecuado y excesivo uso como también los efectos que esto produce.
También observamos cómo el mercado en su insaciable voluntad de convertirnos en consumidores tergiversa mediante la promoción y propaganda las bondades de tal o cual objeto como indispensables para nuestra existencia.
¿Será este consumo compulsivo un intento de dar sentido al sentimiento de “insignificancia” actual, un modo de construir una subjetividad protésica?
A su vez esta lógica capitalista del consumo, promueve una dialéctica de inclusión-exclusión, ya que pertenecen al sistema quienes acceden a las propuestas que el mismo sistema inviste y quedan afuera quienes no pueden acceder a ellas, dando como resultado la marginación y el aislamiento.
Dice Ana Ma. Fernández [2] “Nada de lo social es homogéneo.
Mientras en algunos sectores sociales, el vaciamiento de sentido tiene que ser llenado desde prácticas consumistas, en otros la ferocidad capitalista que los expulsa hacia el hambre y la desocupación, hacen que la pelea cotidiana por la supervivencia constituye un pleno de sentido, el único posible”.
Ejemplo de esto es la crisis del 2001 que ha generado altos índices de desocupación y marginación, haciendo que muchos trabajadores queden excluidos del sistema y con pocas posibilidades de reinserción.
Vertiginosidad
Consiste en un registro particular del tiempo, caracterizado por inmediatez, aceleración, no demora, no capacidad de espera, sin dar lugar a los procesos. Son tiempos de simultaneidad.
Podemos preguntarnos ¿Cómo afecta a la subjetividad esta particular significación del tiempo en el contexto actual?.
Dice Cecilia de 23 años: “tengo una relación tan particular con el tiempo, siento como si todo lo que voy haciendo ya es un recuerdo”.
Esta breve viñeta, habla del tiempo como algo evanescente que ni siquiera permite registrarlo en su aquí y ahora, casi como si el tiempo fuera un consumo más, que se tiene y se esfuma.
Esta vertiginosidad se expresa también, en que todo es efímero y descartable, desde los electrodomésticos hasta las personas y los vínculos.
Dice Eduardo Galeano [3] “Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer”.
No hay tiempo de pensarse ni de tener-se. El tiempo del ocio es un tiempo que nos caracteriza como humanos. "Es un tiempo exento de labor, dedicado a una actividad autotélica sin otra finalidad que ella misma. Es el tiempo recreativo por excelencia, el tiempo de las artes, de la política, el tiempo de la formación y el mejoramiento personal, el de la contemplación y la creatividad." [4](Pujo, M.)
Hoy, la tecnología, borra las fronteras entre el espacio laboral o neg-ocio y el del ocio.
A modo de ejemplo, el Blackberry, mezcla de computadora, agenda electrónica y teléfono celular, puede funcionar como una oficina móvil. Al usarla sin moderación se está a expensas de la demanda laboral a toda hora con el agravante de no preservar horas para el descanso. Se está conectado todo el tiempo.
No hay cierre y apertura de un quehacer a otro.
En referencia a estos aspectos de lo social como la inmediatez, la falta de reflexión en la vida diaria concordamos con lo que dice G. Agamben [5] “El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de sucesos.... sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia. Esa incapacidad para traducirse en experiencia es lo que vuelve hoy insoportable -como nunca antes- la cotidianeidad…”
La palabra “experiencia”, según el diccionario de la Academia Real de la Lengua española es: “la práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo”, o en otra acepción: “es el conocimiento de la vida adquirido por las circunstancias o situaciones vividas”.
El hombre actual vuelve vacío o “vaciado” a su casa.
A este contexto vertiginoso, confuso y caótico, “sin experiencia, sin representación que permita registrar una biografía” (G. Agamben) [5'] podemos asociarlo con lo que Piera Aulagnier denominaría “violencia secundaria” que produce “un ataque al pensamiento” que trasladado a lo social, provocaría que toda la sociedad esté presa de esa alienación.
Pensando en el concepto de “contrato narcisista” formulado por Piera Aulagnier, [6] ¿qué sucede si una de las partes del contrato, la que le incumbe al conjunto social, produce una ruptura del contrato o no da lugar al mismo?.
Si consideramos que toda persona tiene derecho a incluirse en la sociedad ¿qué sucede si desde la realidad histórico social se le transmite a un niño la posición de excluido, de explotado, de víctima?, Piera dice: “si se le niega ese derecho, debe renunciar a no ser otra cosa en su devenir, más que parte de una máquina que no oculta su decisión de explotarlo y excluirlo”.
Hiperconsumo
En cuanto a este aspecto social observamos que la respuesta de los sujetos es muchas veces reactiva al estímulo externo, con poca posibilidad de reflexión y simbolización, siendo el consumo una sobrecompensación de una vivencia de vacío e insignificancia.
Este sujeto con vivencia de vacío, con déficit en sus enunciados identificatorios, que no puede consolidar un proyecto, construye una identidad protésica mediante el consumo de objetos y tecnología buscando, tal vez, una ilusión de solidez en esta cultura líquida.
Crear necesidades es uno de los objetivos del consumo.
En esta cultura de consumos compulsivos, que actúan como supuesto “sostén identificatorio”, aparecen constantemente productos nuevos que no estaban significados y pasan a estarlo por el sólo hecho de que “es lo último que salió” o “lo que tienen todos” o “lo que nadie tiene”, imprimiéndose en el psiquismo como necesarios más allá de que aporten un real beneficio.
La capacidad simbólica de la sociedad está perturbada por el predominio del consumo.
En términos de Castoriadis,”avanza la insignificancia tomada (la sociedad) por la significación imaginaria del capitalismo”.
Dice Galeano [3’]: “Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.”
Así los objetos ligados a la electrónica invaden nuestra cotidianeidad: celulares, palm, Blackberry, Mp3 , Mp4. Ipod ,etc.; además de los ya instalados que acompañan nuestras noches funcionando como luciérnagas que están presentes en nuestra vida diaria.
Podríamos decir, con cierta ironía, que “no estamos solos”: estamos con la luz de contacto de la TV, del DVD, del estabilizador de la PC, de la impresora, del radio reloj con sus números luminosos, del celular y de las alarmas de seguridad de nuestras casas.
Lo que nos parece importante destacar es que “la nueva tecnología favorece aún mas la aceleración de la temporalidad”.
Franco Berardi hace hincapié en los efectos de lo simultáneo y no de lo secuencial, lo cual produce un cambio psíquico, lingüístico y social que no permite dar lugar temporalmente a la reflexión. (Franco, Y. Seminario 2008).
Violencia social
Así, en estos tiempos de capitalismo salvaje, todo el conjunto social aparece las más de las veces, violentado, con vivencias de vacío y de insignificancia, de “sin sentido”, produciendo un sujeto con escasa posibilidad de advenir sujeto autónomo, sin acercamiento a una real comprensión de lo que ocurre en su contexto y del impacto que causa en su subjetividad.
Esta falla en la representación y el pensamiento que describimos, da lugar, cada vez más, al despliegue de impulsividad, conductas adictivas y depositación masiva en el cuerpo de lo que no fue representado por el psiquismo.
Es ingenuo pensar que dicho sistema no intervenga en el campo de la salud mental de la población, es decir en la psicopatología de los sujetos.
Este escenario social violentado también se presenta violento en la exclusión y marginación que produce.
En el 2001 asistimos a un empobrecimiento generalizado de los sectores medios y bajos de la sociedad, muchos de los cuales volvieron a la dependencia de sus padres cuando ya habían alcanzado su autonomía.
También asistimos al deslizamiento progresivo de sectores empobrecidos y desamparados hacia la condición de indigencia.
No se trata solamente de sectores determinados, sino que en estas condiciones la sociedad toda está comprometida, sufre y siente amenazada su subjetividad.
Esto promueve la operatoria defensiva de “no ver”, o “a mí no me va a pasar” y la naturalización de la violencia social que lleva a estados de insensibilidad y no-percepción que finalmente nos desprotege.
Se ejerce violencia cuando se desconoce al “otro” en su singularidad, y se lo convierte en víctima cuando esa violencia real o simbólica es efectiva.
En cuanto al terreno político, predominan los intereses económicos y de poder más allá de las ideologías, la corrupción generalizada, la falta de ley, es una de las múltiples caras de la violencia social.
En la película “El juego del poder”, que cuenta la historia real de un diputado corrupto de los EEUU, dice el protagonista que su mayor mérito consiste en que puede negociar con todos: países de ideologías opuestas y políticos de diferentes partidos, porque todos le deben algún favor y en ese intercambio circulan armas, dinero, votos, mujeres, etc., mostrando de nuevo el todo vale imperante en el capitalismo de mercado.
En nuestros días la realidad supera al discurso.
Un político, hoy, puede fundamentar su campaña electoral con un discurso altamente opositor al gobierno y luego pasarse a las filas del gobierno, estafando la buena fe de millones de votantes.
El no poder confiar en los índices que arroja el INDEC, da como resultado el desconocimiento de varios ítems, entre otros: el índice de pobreza e indigencia que tenemos en nuestro país.
Ese dibujo oculta y desmiente la realidad social, no permitiendo tener acceso a las mediciones reales para poder actuar sobre ellas, si hubiere intención desde el poder político.
Inseguridad
Constituye otra de las caras de la violencia social y la marginación, dando lugar a la desconfianza generalizada, produciendo como resultado un mayor aislamiento social.
Así, en las calles, estamos cuidando quién se nos acerca a nuestro auto, o en las casas, con quien se conectan nuestros hijos por Internet, quién tiene nuestros datos personales, cuando por medio de la tecnología y bases de datos mediante, todos pueden tener fácil acceso a los datos de todos. El otro se convirtió en una amenaza constante de la que debemos defendernos.
Esto condiciona el modo en que vivimos, dónde vivimos, cómo nos desplazamos, con qué recaudos y garantías. A la hora de tener seguridades, ninguna es suficiente ya que los medios de comunicación nos muestran constantemente tragedias en los lugares supuestamente más protegidos que el sistema genera: countries, barrios privados y cerrados; etc.
Esta inseguridad flagrante nos genera una subjetividad en alerta constante, ya que no sabemos dónde y en qué momento se puede producir una situación violenta.
Vivimos con “ansiedad paranoide social” o una “paranoiquización”, como dicen los adolescentes, como fenómeno subjetivo.
La falta de ley y la inseguridad pueden dar como resultado la fantasía de que una mano firme es necesaria para resolver el problema, teniendo sobrado registro en nuestra memoria colectiva de experiencias nefastas sostenidas sobre tal postulado.
Efectos en la subjetividad
En este contexto de velocidad, hiper-consumo, violencia social, vínculos fugaces y lábiles, nos preguntamos que subjetividades se producen, nos preguntamos si las mismas son tan fragmentadas como el escenario social.
La modernidad líquida ( Z. Bauman) [7] impone un modo de morada en el mundo donde el des-compromiso, la evanescencia, la aceleración, lo instantáneo son valores irrenunciables para pertenecer a este mundo globalizado.
El capitalismo líquido, liviano, veloz, fluído, abjura de las instituciones y promueve un veloz movimiento de conquista y descarte del individuo. Conquista y descarte, ambos evanescentes. En este movimiento no cuentan las huellas del pasado y se hacen cada vez más inciertas las metas de realización personal.
Claro está, que en nuestros países latinoamericanos estos valores adquieren características especiales.
¿Qué sucede cuando desde el campo ideológico- socio- económico- cultural predominante no se promueve la inserción activa del conjunto de los sujetos que la integran?
Una encuesta de la Universidad de Belgrano nos muestra que hay 400.000 jóvenes, entre 15 y 24 años, que no estudian ni trabajan.
Esta impronta social da lugar a que vastos sectores de la población se vean impedidos en la consolidación de un proyecto de realización personal produciendo, de este modo, frustración, desánimo y marginación social.
No se trata de “un Malestar de la Cultura” freudiano, provocado por el disciplinamiento dentro de las instituciones sociales, se trata del capitalismo salvaje que descarta a grupos sociales por considerarlos superfluos, sin que se vislumbre una alternativa social integradora.
“La falta de inserción social del grupo familiar, o de uno de sus miembros preeminentes incrementa en el joven la violencia en el momento del pasaje del código endogámico al exogámico, violentando de este modo la capacidad de autonomía” (H. Rotemberg)[8]
“La falta de reconocimiento del otro, la inestabilidad en el ámbito laboral recae en el seno familiar al exigirle, a su pareja, por ejemplo, el reconocimiento del que carece en el ámbito laboral” (Aguiar, E. 2003)
“El vaciado de lugares en el trabajo hace emerger vivencias de vacío y minusvalía, lo que se liga a ansiedades primitivas de desamparo y abandono que se reactualizan en los vínculos de la pareja y familia”. (Aguiar, E. 2008)
La desesperanzada vivencia de inestabilidad, desconfianza, acompañada de sentimientos de orfandad desestiman y anulan las capacidades propias de las personas. Se vive el hoy y en eso se resume la vida, el “vale todo” y “el todo ya” son tributarios de ese vivir el “ahora”, anulando la capacidad de demora y de proyecto que tenemos como humanos.
La sociedad de consumo, con artilugios cada vez más sofisticados de propaganda promueven artículos cada vez más evanescentes tentando al consumidor a comprar cada vez más compulsivamente como modo de tapar su vacío existencial, efecto evanescente también.
Un participante de un grupo de desocupados decía: “Con la permanente actualización y cambio de la tecnología se apropian de lo propio inutilizándolo y te obligan a un nuevo consumo para estar actualizado”.
Así la capacidad simbólica de la sociedad está perturbada por el predominio del consumo y por la violencia simbólica.
Se banaliza el malestar, se insensibiliza frente al sufrimiento, no hay reconocimiento del “otro”, se lo invisibiliza mediante diferentes estrategias defensivas: disociación, a mí no me va a tocar, se desmiente el registro de la percepción, se tolera por demás y se genera un mecanismo de sobreadaptación para vivir.
Desde el Psicodrama y el Sociodrama
El psicodrama es una herramienta que permite investigar por medio de escenas, las situaciones vinculares y su inscripción en el mundo interno de cada protagonista.
Al dramatizar se objetiva en un espacio protegido la trama vincular en juego, desplegándose en escenas e involucrando el cuerpo de los que intervienen en la ella. Muchas veces un gesto o un microgesto pueden develar también un conflicto latente.
El sociodrama, a su vez, nos permite trabajar con grupos tomando al mismo grupo como foco de abordaje más allá de las individualidades, pudiendo trabajar los aspectos que resultan de la compleja interrelación entre lo social y lo subjetivo.
En un grupo de desocupados que coordinamos, ante la sensación de desánimo y de falta de reconocimiento que presentaban sus integrantes, decidimos trabajar con los recursos que cada uno tenía para ofrecer. Trabajamos poniendo dos sillas en el centro del grupo, una con un yo auxiliar en el rol del posible empleador y en la otra iban pasando cada uno de ellos, con la consigna de decir: yo ofrezco esto, quedando al descubierto que al inicio del ejercicio sociodramático tenían el convencimiento de que no tenían nada para ofrecer, encarnando así la humillación y desvalorización que la situación de desocupación les produce.
En un segundo momento, con ayuda de diferentes consignas y con la colaboración de sus compañeros de grupo, se reconectaron con recursos que creían perdidos u olvidados, pudiendo decir: yo ofrezco mi capacidad organizativa, mi experiencia, mi habilidad para las relaciones interpersonales, etc. según cada caso, generando en todo el grupo una sensación de alivio al ir recuperando su autovaloración.
El abordaje sociodramático es un método eficiente a partir del cual pequeños y medianos grupos pueden conectarse con necesidades, deseos, conflictos y frustraciones, concientizarlos, revisarlos, darles un espacio de elaboración “con otros” y de ser posible, vehiculizar propuestas que apunten a producir cambios.
Una de las funciones o posibilidades que brindan el psicodrama y el sociodrama es cambiar en el “aquí y ahora” la disociación, la amenaza y lo extraño en lo coherente, amigable y familiar.
Es útil para explorar nuestro entorno y comprender nuestra inserción en ese medio.
Su aplicación es eminentemente grupal, con ello queremos decir que necesitamos de otros, con sus diferencias, para lograr una tarea creativa y potente. Desde el pensamiento en acción, vamos dejando fluir escenas para luego traducir ese material simbólico, producto del grupo, en lecturas de la realidad.
Bajo ciertas leyes del encuadre, teoría y técnica psicodramáticas todo puede ser representado. Las escenas hablan por sí mismas, detienen el tiempo, ya sea de la historia, del futuro o del presente, en múltiples escenarios que van cambiando como caleidoscopios, impregnados siempre por múltiples atravesamientos.
“Cuando se logra que un grupo desbloquee su creatividad”, (Martínez Bouquet, C. 2006) [9], aparece lo novedoso y junto con ello se produce en el protagonista y en el grupo todo, sentimientos de expansión, de vitalidad.
El psicodrama expande la conciencia, opera en el preconciente y produce nuevas significaciones, nuevos sentidos, promoviendo la reflexión.
La escena tiene tiempos propios, detiene la aceleración en que vivimos y nos transporta a un sinnúmero de momentos significativos. En la dramatización los cuerpos hablan un lenguaje que en discordia con lo discursivo, dan lugar a la aparición de escenas impensadas que se hallaban ocultas en los pliegues del discurso. Discurso empobrecido- destruído en su significación, (Franco, Y. 2008) [10].
Desde los argumentos de las escenas manifiestas nos aproximamos, con todo el grupo, a la lectura de otras escenas, latentes, es decir que múltiples lecturas de los participantes del grupo permiten coagular en el sharing o comentarios lo que fue sucediendo en un plano latente grupal durante las dramatizaciones.
Su producto es puesto en palabra y sometido a la reflexión.
El psicodrama es una metáfora de la realidad, ya que la simboliza y amplifica mediante las diferentes escenas o por medio de la multiplicación dramática, donde un mismo hecho puede tener diversos desarrollos con la posibilidad de darle diferentes sentidos.
En nuestra realidad reciente, hay métodos de expresión social espontáneos, como los cacerolazos, bocinazos, abstención en el consumo de teléfono, las fábricas recuperadas, entre otros, que son modos sociodramáticos de resistencia al poder que se halle en juego.
Si pensamos en estas manifestaciones sociales espontáneas, podemos considerar a un piquete como una expresión sociodramática primera de un conflicto que sale a lo social, sería como el argumento o la escena manifiesta social, que es pura expresión y favorece la catarsis.
Esta escena primera sería sólo el comienzo del trabajo sociodramático, donde profundizando a partir de diferentes abordajes técnicos pudiera llegarse a comprender el conflicto y las vías de resolución posibles.
Para lograr esto se requiere previamente salir del campo tenso y crear un espacio de trabajo con seguridad psicológica que permita la reflexión y la producción de pensamiento en escenas que acerque las posiciones antagónicas y facilite los procedimientos necesarios para llegar a acuerdos.
Un ejemplo posible es que luego de trabajar con producción de escenas, a partir de técnicas psico y sociodramáticas podríamos proponer que ellos redacten y concreticen mediante una escultura (lenguaje psicodramático), la carta que indicaría la solución más aceptable al conflicto planteado.
Lo privilegiado de este abordaje es que nos salimos del paradigma de este contexto histórico social de aceleración, vertiginosidad e invisibilidad del otro y de perentoriedad en la obtención de resultados.
Un ejemplo de esta posibilidad es lo que se llamó “Escenas de los pueblos” un socio- psicodrama que se realizó en el año 2002 en dos oportunidades en simultaneidad en plazas de todo el país y en otros países como Brasil, México, España e Inglaterra.
A modo de ejemplo en la plaza de Jean Jaurès y Paraguay (ciudad de Buenos Aires) dos escenas representativas fueron la de un hombre sin techo, que vivía en la plaza y la cuidaba por propia iniciativa, cuyo pedido era que la plaza la cuidemos entre todos y la de un chico de once años que expresó que su mayor deseo era tener una casa donde vivir con su familia, ya que vivían muchas familias en una casa tomada.
Ambas escenas muestran la ausencia de un estado protector y la situación de indefensión y abandono que padecen muchas personas.
El objetivo de este sociodrama, tal como fue su idea original en San Pablo, Brasil fue trabajar escenas de lo social en los barrios: deseos, necesidades, problemas y propuestas posibles, apuntando a que ese mínimo espacio de resistencia produzca otro espacio de producción de pensamiento y de apertura.
El sociodrama pionero que mencionamos, partió de un proyecto grupal que se llamó “Ética es Ciudadanía” que el 21 de marzo de 2001 realizó un “Sociodrama de la ciudad” en 153 puntos simultánemante, con la participación de unas ocho mil personas. “En este caso la alcaldesa de la ciudad, Marta Sulpicy, Psicóloga, fue quien convocó a psicodramatistas y coordinadores de grupo para hacer un especie diagnóstico inédito sobre el humor social de la ciudad de San Pablo. Alrededor de 700 profesionales respondieron al llamado y organizaron un gran psicodrama colectivo para poner en escena los problemas cotidianos de los ciudadanos” [11]
Los temas fueron muchos: la violencia doméstica, el alcoholismo, el desempleo, el abuso policial, la desprotección de la niñez, etc., culminando en la creación de un Movimiento de Ética y Ciudadanía, como una forma nueva de hacer política ciudadana y promover cambios que generen políticas públicas.
Mediante el sociodrama abrimos una cuña en el escenario social y creamos un tiempo diferente, cambiamos vertiginosidad por espacio de pensamiento, impulsividad y violencia por posibilidad de diálogo,
construyendo en el escenario sociodramático, otro contexto donde se pueda estar en contacto con los otros en diversidad de posiciones, pudiendo dar lugar a que se produzca un nuevo espacio que permita acercarnos creativamente a la resolución de conflictos.
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Notas
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[1] García Reinoso, G., Revista Topía, Bs. As. 1995.
[2] Fernández, Ana María, “Lógicas colectivas, subjetividad y política”, Ed. Biblos, Bs.As., 2007.
[3] y [3’] Galeano, E. “¿Lo tiro o lo guardo?”, artículo.
[4] Pujo, Mario, “La oficina movil y la caída del ocio”, Página 12, 14/02/08.
[5] y [5’] Agamben, Giorgio “Infancia e historia: Ensayo sobre la destrucción de la experiencia ” Ed. A. Hidalgo, Bs.As. 2007.
[6] Aulagnier, P. “La violencia de la interpretación”, Amorrortu, Bs. As. 2001.
[7] Bauman, Z. “La modernidad líquida”, F. C. E., 2006.
[8] Rotemberg, H. “Estructuración de la subjetividad”, Ed. Del signo, Bs. As.2007.
[9] Martínez Bouquet, C. “La ruta de la creación”, Ed. Aluminé, Bs. As. 2006.
[10] Franco, Yago. Seminario: “Avance de la insignificancia, subjetividad y clínica Psicoanalítica”. (2008)
[11] Bello, M. C., compiladora “Primer sociodrama público y simultáneo de América Latina. Escenas de los pueblos”, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM, Méjico 2004. |
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Medio-medio
La palabra medio es elocuente en su transparencia. Se refiere a algo a lo que le falta la mitad. “Medio palo verde” es la mitad de un millón de dólares. Ese millón, claro, es el fin para el cual al medio le falta la mitad. Se trata de una medida de la insatisfacción. Dime que medio tienes y te diré que mitad te falta. Todo medio tiene como fin, entonces, acceder a la mitad que le falta. Es la sed del vaso medio vacío que no puede beber del vaso medio lleno. La frase maquiavélica de que el fin justifica los medios es muy clara. La única política posible es la de llenar el vaso por cualquier medio. Es lo que la historia política de la humanidad muestra. De cómo cada quién lucho por acceder a la mitad que le faltó. Imperios, países, clases, poderes, caudillos, etc. El medio entonces aspira al fin. Ese fin está en su propia esencia. Fin es la parte del medio que el medio no tiene. Y que lo mueve. La diferencia entre medios buenos y malos es irrelevante e ingenua. Una mitad es una mitad. Y el fin es el doble de esa mitad.
También hay una definición espacial, geométrica de “medio”: lo que equidista de sus extremos. Lo que está en el centro evitando el peligro de los extremos. Hay toda una teoría política que teme los extremos (que se tocan, claro) y adoran la moderación del centro.
De centro-izquierda sería alguien que teniendo la sensibilidad de la izquierda evita sus excesos revoltosos. De centro-derecha sería alguien que respeta la conservación del orden pero prefiere que se haga sin demasiada violencia. Ese estar en el medio daría garantías de moderación. Pero la historia política de nuestro país y del mundo muestra que más allá de algunas dictaduras de extrema derecha, los peores horrores han sido cometidos por el extremo centro (Johnson el demócrata extendió la pesadilla de Vietnam, y Nixon el republicano la detuvo).
Un medio de comunicación intenta hacer creer que está ubicado entre la verdad de los hechos y el público receptor. Es el que se entera de lo que sucede y lo comunica. Un medio de comunicación hace creer que está ubicado en el medio neutro entre la verdad y la gente. “Salió en el diario”, “lo pasaron por televisión” funciona como garantía de verdad. Casi todos los medios de comunicación dicen ser medios neutros y moderados, equidistantes de los extremos y al servicio de la comunicación de la gente.
Un presidente de una gran compañía de televisión norteamericana contestó así a la pregunta de cuál es el negocio de la televisión: “le vendemos gente a las compañías anunciantes”. Su brutal verdad muestra lo oculto. Lo que se vende es gente, lectores, audiencias. Clarín y La Nación le venden lectores a Frávega y Carrefour. Somos la mercadería. Y pagamos por serlo. Son las audiencias (nosotros) las que están en el medio entre los medios y sus empresas anunciantes.
De la mano de McLuhan
Pero quiero abordar el tema de los medios desde un autor al que sigo hace años, Marshal McLuhan. Me declaro un mcluhanista del siglo XXI para afirmar de entrada que ningún estudio serio acerca de los medios se puede hacer sin sus aportes. Muerto en 1980, este canadiense doctorado en Cambridge con una tesis sobre poesía isabelina, desplegó en la década de lo sesenta una de las formas más rigurosas y creativas de estudiar los “media” y su influencia en la percepción e inteligencia humana.
McLuhan es conocido sobre todo por su provocativa tesis según la cual el aspecto más importante de los medios no debe buscarse en cuestiones relacionadas con el contenido intelectual, sino en el medio técnico de comunicación: “El medio es el masaje”. Atender a la construcción ideológica o semiótica de un artículo aparecido en el diario de hoy, es no dar en el punto central. McLuhan insiste en que las formas técnicas de los medios configuran la percepción humana, y averiguar el modo en que esto se produce es la cuestión teórica más importante que los estudios de los medios tienen hoy ante sí. Para él somos lo que vemos, y además formamos nuestras herramientas y luego estas nos forman. Los medios tecnológicos son prolongaciones de nuestros cuerpos, el libro del ojo, la rueda del pie, la electricidad del sistema nervioso.
McLuhan advierte que las sociedades analfabetas no pueden entender películas o ver fotografías sin gran entrenamiento previo. Algo que nos parece absolutamente natural como ver una película requiere de un adiestramiento tecnológico que surge de tecnologías anteriores. Nosotros damos por supuesto que este es el modo normal de visión y que no se necesita entrenamiento previo para ver fotografías o películas. Pero los pueblos analfabetos no pueden ver en tres dimensiones o en perspectiva. McLuhan para demostrar que la lectura fonética es el origen de nuevos modos de percepción, cuenta el trabajo de John Wilson del Instituto Africano de la Universidad de Londres, cuando trató de emplear películas para enseñar a leer a los nativos. Se filmó una película de un modo muy lento para enseñar una técnica de evacuación de agua estancada en una aldea africana primitiva. Se proyectó esa película ante un grupo de indígenas y se les preguntó qué habían visto. Respondieron que habían visto un gallo. Wilson dice que no sabían ni él ni los técnicos que filmaron la película de que hubiese gallo alguno. Revisaron todos los fotogramas uno por uno y descubrieron que por un segundo un gallo pasó volando por una esquina del encuadre. Alguien lo había asustado y el ave huyó asustada. Eso es todo lo que habían visto. Es decir que los africanos no vieron todo lo que se suponía que debieran ver, y vieron algo que los que filmaron no habían visto. Mcluhan explica que el conocimiento del alfabeto da a las personas el poder enfocar la mirada un poco por delante de cualquier imagen de modo que la captan en su totalidad a un golpe de vista. La gente analfabeta no adquiere esa habilidad y no miran los objetos a nuestro modo. El ojo no es usado por ellos en perspectiva sino “táctilmente”, como explorando los objetos y las imágenes. Pero McLuhan agrega que de haber podido disponer de la TV, Wilson se hubiera asombrado al descubrir cuánto más y más rápido se aficionan a ella que al cine los africanos. La explicación es la determinación material: en el cine el espectador es la cámara y el hombre analfabeto no puede usar sus ojos como cámara. En cambio con la TV el espectador es la pantalla sobre la que se proyectan los rayos catódicos.
La imprenta y la invención de la tipografía constituyeron la primera producción en masa y el primer producto uniformemente repetible. La invención de la imprenta marca la línea divisoria entre las tecnologías medieval y moderna. Fue la primera reducción de un oficio, el de los escribas, a términos mecánicos. Lo impreso fue lo primero que se produjo en masa. Dio lugar a la “Galaxia Gutenberg”. La homogenización de hombres y materiales llegará a ser el programa de la era Gutenberg. Con la imprenta aparecen al mismo tiempo los autores y los públicos, pues los autores no eran los que escribían sino los que publicaban. Europa con la imprenta experimentó su primera fase de consumo, porque la imprenta no es sólo un medio, sino que enseñó a los hombres a organizar todas las demás actividades sobre una base sistemática lineal. Cómo crear mercados y ejércitos nacionales. Allí surgieron el individualismo y el nacionalismo.
Pero el contenido de lo impreso en los dos primeros siglos de imprenta hasta fines del siglo XVII fue de origen medieval. En los siglos XVI y XVII no hubo nuevos escritores porque todavía no había público para ellos. Desde el punto de vista del contenido la imprenta en sus primeros siglos aportó muy poco. La Biblia y sus textos anexos, los romances medievales de caballería y los almanaques fueron los de mayor público. Es que toda tecnología inventada tiene el poder de entumecer la conciencia humana durante el período de su primera interiorización. Los medios, entonces, no son neutros portadores de contenidos. Cualquier estudio de medios que no se fije en su determinación material y se restrinja a los contenidos fracasará. Se trata de estudiar a los medios en cuánto máquinas, en una zoología artificial.
En la genealogía de los medios y la relación con los sentidos, McLuhan destaca que en la sociedad pre-alfabética, oír era creer. El alfabeto fonético obligó al mágico mundo del oído a rendirse al mundo neutral del ojo. Hasta que se inventó la escritura el hombre vivió en el espacio acústico, sin límites, horizontes. La pluma de ganso acabó con la conversación. Dio arquitectura y ciudades, caminos y ejércitos, trajo la burocracia. Y agrega que en su actualidad (los sesenta) la TV defrauda y se la critica porque sus críticos no saben verla como una tecnología totalmente nueva que exige repuestas sensoriales distintas. La consideran una forma degradada de la tecnología de la imprenta. No comprenden que las películas que elogian como las de Richard Lester El snack y como lograrlo o Yeah, yeah, yeah, serían inaceptables para el público si no lo hubiesen condicionado previamente los avisos de la TV, que lo acostumbraron a repentinos zig zags, al montaje elíptico, a los cortes abruptos, a la falta de continuidad narrativa. Es decir que el núcleo central de las ideas de McLuhan consiste en dejar de ver a los medios de comunicación como meros vehículos de contenidos, y estudiarlos desde su determinación material y su relación con el cuerpo humano.
McLuhan hoy
Imaginemos un estudio actual sobre las nuevas tecnologías desde sus ideas. Las computadoras y los celulares han resucitado una técnica en extinción que sólo se seguía enseñando en las Academias Pitman, la escritura a máquina (de escribir). Hoy no hay niño o adolescente que no sea más ducho que un adulto en esa técnica. McLuhan estudiaría la relación con los dedos y esos medios como sus prolongaciones. Todos saben escribir a máquina justo cuando desaparecieron las máquinas de escribir. Son más bien máquinas de teclear.
¿Teclear es escribir? No es una pregunta obvia. ¿Un mensaje de texto enviado en segundos resulta del mismo proceso que llamamos escribir?; ¿No es más un producto de los dedos mismos y del teclado tecnológico que del procedimiento clásico de la escritura? ¿No es increíble el desfasaje que hay entre tan sofisticada tecnología y la pobreza banal de los mensajes que se envían? La mayor parte de los mensajes de texto son redundantes: “Hola”, “ya voy”, “estoy llegando”, “te estoy esperando”. Es más para usar el medio que para dar el mensaje. Las nuevas tecnologías están enseñando ellas mismas a los hombres a usarlas. Como decía McLuhan: conciencias entumecidas aprendiendo a teclear más allá de lo tecleado. Interiorizando una nueva técnica que cambia el cuerpo. Hablar con los dedos, prolonga el cuerpo de modo incierto. El ser humano del siglo XXI está tecleando.
Es llamativo también el cambio de tecnologías de los jóvenes que encerrados con sus computadoras le han dado la espalda a la TV. Ven en sus “compus” hasta programas de TV que bajan por Internet. Han salido de la pasividad catódica para ejercer una actividad cada vez más especializada a partir de sus dedos. Son sus propios editores, programadores y mensajeros. Usan todos los sentidos al mismo tiempo: ven, oyen, tocan mientras comen y beben al lado de la computadora. McLuhan hablaba del poder de la hipnosis cuando hay predominio de un solo sentido. Con lo cual habría que pensar ciertas adicciones a la computadora como lo contrario de la hipnosis, o como una reacción a ella. Ya el zapping, que el control remoto propició en las generaciones anteriores, le había dado más autonomía al receptor. Cambiaba el modo de recibir lo que se ve. Fue un nuevo modo de ver, que especializó la técnica del vistazo. Decidir en segundos si a esa imagen fugaz la dejo o la elimino. Chatear es un raro modo de escribir y leer simultáneo con otro o con varios otros. Junto con el mail pusieron en desuso la tecnología de la carta manuscrita, de siglos anteriores. Enviar una carta llevaba su tiempo. Primero un tiempo de escritura, después el tiempo que tardaba en llegar. Y después el tiempo que demoraba la respuesta. La carta era un dispositivo de escritura que tomaba en cuenta la demora y la distancia. El mail apuró el tiempo y acercó la distancia. El chat anuló tiempo y distancia. Veinte dedos moviéndose vertiginosamente al mismo tiempo.
Se volvió famosa la frase de George Washington: “este año no hemos tenido noticias de Benjamin Franklin, que está en Paris. Tendríamos que escribirle una carta”. Es notable el modo en que esta frase enseña el modo de percibir el tiempo y el espacio en esa época. Paris estaba mucho más lejos y un año no pasaba tan rápido. La leve preocupación de George Washington enunciada hoy sería pensada como una desaparición.
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Bibliografía
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McLuhan, Marshall. La galaxia Gutenberg, Planeta-Agostini, Barcelona, 1985 McLuhan, Marshall. El medio es el masaje, Editorial Paidós, Argentina, 1967 Stevenson Nick.Culturas mediáticas, Amorrortu Editores, Argentina, 1998
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El peronismo que no fue |
La (otra) otra historia |
De Gerardo Bavio / Mario Hernández |
Editorial Metrópolis. Bs. As., 2014. 284 pp. |
Por Jaime Dri
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En diálogo con Mario Hernández, Gerardo Bavio relata una historia de la izquierda peronista que comienza el 17 de octubre de 1945 y concluye en nuestros días.
El 17 de octubre de 1945, la caída de Perón, la Resistencia Peronista, su viaje a Cuba donde trabaja junto al Che, la amistad con John W. Cooke, la formación de Montoneros, el “Luche y vuelve”, la intendencia de Salta, Ezeiza, el 1º de mayo de 1974, la dictadura, la clandestinidad, la ruptura con Montoneros, son algunos de los temas de este libro que se mezclan con una historia de vida militante dedicada a la lucha por la transformación social de nuestro país que llega hasta nuestros días. Un actor y testigo de la historia argentina desde mediados del siglo XX hasta nuestros días pone en esta obra sus vivencias, sus pesares, sus convicciones, su tenacidad y consecuencia en la interpretación de la historia y su militancia junto a los hombres y mujeres ignorados y olvidados de nuestra Patria.
En pinceladas que a lo largo de diferentes entrevistas va desgranando año en año y hasta el día a día los avatares de una vida entregada en pos de alcanzar la transformación de una sociedad profundamente injusta, en otra donde todos los hijos de nuestra tierra tengan un lugar bajo el sol, nos muestra y demuestra la vida de un militante comprometido con la historia de su pueblo.
Nuestro pueblo a través de los tiempos dio y da generosamente miles y miles de jóvenes dispuestos a tomar y levantar las banderas de libertad, justicia y soberanía empuñadas por cada generación que como la de Gerardo ofrendó todo lo que tenía para impedir el vasallaje y el sometimiento. Hoy nuevamente otra generación está de pie y dispuesta a continuar y lograr la segunda independencia social y nacional junto a los demás luchadores y pueblos de nuestra Patria Grande
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