Se conoce que un pequeño grupo de hombres del Regimiento de Caballería Santiago de las Vegas, a cargo del coronel Juan Delgado, rescató los cadáveres de Maceo y Panchito Gómez Toro, el 7 de diciembre de 1896. Y que Pedro Díaz Rivero y sus tres hijos, Romualdo, Leandro y Ramón, los ocultaron en una tumba secreta en la finca El Cacahual.
Pero apenas se sabe que fue el joven capitán José Miguel Hernández Falcón, el primer oficial mambí que llegó en el rescate al lugar exacto donde cayeron en combate.
De esto hablaron en sus obras los generales Carlos Roloff, Miró Argenter, Bernabé Boza, José Rogelio Castillo, el coronel Manuel Piedra Martel, los veteranos mambises de Santiago de Las Vegas y de otras regiones, además de destacados historiadores como Eusebio Leal Spengler, Eduardo Torres Cuevas, Oscar Loyola Vega, entre otros.
Hernández Falcón nació en Calabazar de La Habana, en 1876. Tuvo dos hijos y murió allí con 50 años, en 1926.
Se alzó en armas antes de cumplir los 20 años y al concluir la guerra era jefe del primer escuadrón del mencionado regimiento y teniente coronel, grado y cargo firmados por el Generalísimo.
Diestro en criar, domar y montar caballos, la única arma que tenía cuando fue reclutado por Juan Delgado —además de su corcel criollo— era un machete Collín en su cintura.
La entrevista imaginaria
— ¿Cómo se inició el rescate?
—«Al terminarse el fuego en San Pedro, varios de los que ocupaban el flanco derecho de las distintas fuerzas que allí combatieron, se reunieron y fueron en busca del General Maceo y su ayudante».
— ¿Estaban seguros de sus muertes?
—«Se decía que habían muerto, pero se ignoraban sus paraderos. El coronel Delgado dijo: “¡El que sea cubano y tenga vergüenza y valor, que me siga!”».
— ¿Qué le ordenó a usted?
—«Que cabalgara por el flanco derecho, acompañado de un sargento y de un soldado morenito, ambos de otra fuerza, mandada por el teniente coronel Isidro Acea».
—De los 19 rescatadores, 13 eran del Regimiento Santiago de Las Vegas y el resto de otras unidades. ¿Cómo usted cumplió lo suyo?
—«A poco del reconocimiento del lugar del combate, a unos 150 metros, el soldado me dijo: “¡Capitán, allí hay un muerto!”. Me fijé bien. Me bajé del caballo y reconocí al Lugarteniente General».
— ¿Qué sintió en ese instante?
—«Un gran dolor. Y grité bien alto: “¡Aquí está! Los del flanco izquierdo, ansiosos, preguntaron: “¡¿Quién?!”. Y contesté: “¡Es nuestro Mayor General Maceo!”. Entonces gritaron “¡Viva Cuba Libre!”».
—Hay versiones de saqueo enemigo al Titán… ¿Es cierto?
—« Sí, lo despojaron de la ropa externa. Quedó en camiseta y calzoncillo. Le quitaron el calzado, le dejaron las medias. Se llevaron sus armas, sus prendas, su dinero».
—Panchito Gómez se inmoló a su lado. ¿Lo encontró usted muy separado de Maceo?
—«Su cabeza descansaba sobre los muslos de su jefe, como un hijo junto a su padre».
—¿Yacían boca abajo?
—«Estaban boca arriba».
— ¿En qué parte del cuerpo de Maceo dieron los plomos enemigos?
—«En el lado izquierdo de la boca, y en el estómago».
—¿Quién se ocupó después de cuidarlos?
—«El coronel Juan Delgado».
—¿Qué otra acción realizó el coronel?
—«Ordenó cargar los cadáveres entre todos».
— ¿Considera que sobresalieron otros insurrectos en el rescate?
—«El coronel Dionisio Arencibia, segundo jefe del Regimiento. Este último nacido en Managua, pero residente en Calabazar. Andrés Hernández Aguirre y otros oficiales. Pero también el sargento y, en especial, el soldado que vio a Maceo primero que yo».
—¿Quiere declarar algo más?
—«Que mi información conste para la Historia».
Nota: Este entrevista imaginaria se ha hecho a partir del grueso de un Informe firmado por el propio capitán mambí, reproducido por Loynaz del Castillo en las páginas 414-415 de sus «Memorias de la Guerra», con prólogo de Francisco Pérez Guzmán, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1989.