La decisión del presidente Obama de decretar la “emergencia nacional con respecto a la amenaza inusual y extraordinaria de la seguridad y política exterior de Estados Unidos planteada por la situación de Venezuela”, confirma e intenta dar marco a la definición de su gobierno de traer la guerra a América del Sur. Pretende hacer en nuestro continente lo mismo que hicieron en Medio Oriente con las invasiones a Libia y Irak y con la guerra contra Siria. Lo mismo que hicieron en Asia central con el golpe de Estado propiciado en Ucrania.
Quienes hemos venido denunciando desde hace tiempo que las acciones políticas de la derecha golpista no respondían a conflictos internos sino al libreto de un imperio extranjero que ha decidido aliviar su crisis asegurando un férreo control de lo que consideran “su patrio trasero” y apoderándose de las mayores reservas de petróleo del mundo, estamos confirmando la peor de las hipótesis. Lo que no pudieron conseguir por vía electoral, por vía de generar grandes tensiones sociales y saqueos, por golpes de Estado, lo van a intentar por acción directa, sin máscaras. El pueblo venezolano los derrotó 18 veces en las urnas y volverá a hacerlo en las elecciones de diciembre, para elegir diputados para la Asamblea Nacional. La oposición tiene el año próximo el recurso constitucional de sacar al Presidente por un Plebiscito Revocatorio, pero no puede apelar a él porque será derrotada. Padeciendo escasez, especulación, subas desproporcionadas de precios, el pueblo venezolano no se plegó a las protestas opositoras. En su última movilización en Caracas no llegó a reunir a más de mil personas. Internamente, la derecha golpista vive el momento de su mayor aislamiento político y desprestigio.
Las Fuerzas Armadas han demostrado una gran coherencia y unidad interna. El último intento golpista apenas involucró a un general y un puñado de oficiales de la aviación y fue desarticulado por la propia inteligencia militar.
Como afirmó anoche el Presidente Maduro en cadena nacional: “Pocos gobiernos del mundo aguantarían las arremetidas de los últimos 16 años (…) arremetida mediática mundial, arremetida mediática nacional” que ha soportado su Gobierno constitucional.
La gran fortaleza de Venezuela radica en su cohesión interna, y en su capacidad de superar la pérdida física de su líder Hugo Chávez, recomponiendo su liderazgo en torno a la figura de Nicolás Maduro, un hombre de enorme compromiso, valores humanistas, capacidad y coraje político.
Scalabrini Ortiz dijo algo así como que “en momentos aciagos la dignidad de un pueblo es llevada sobre la espaldas de pocos hombres”. A principios del siglo XXI ha correspondido a Venezuela llevar esa carga, no solo resistiendo al imperio hegemónico, sino proponiendo un modelo civilizatorio que puede reproducirse (democracia protagónica, defensa de la paz, ecosocialismo, unidad latinoamericana sobre la base de la soberanía, multipolaridad, respeto a los derechos de la mujer, inclusión social, tránsito a un socialismo no estatal).
Estados Unidos sabe perfectamente que, como modelo a imitar, no tiene el mismo valor la resistencia del pueblo venezolano que ha sido capaz de convocar a los mejores pensadores del mundo, a las iniciativas más progresistas y revolucionarias, que la resistencia que pueden ofrecer los religiosos iranies o los talibanes
No se trata entonces solo del petróleo, se trata principalmente del ejemplo. Y la situación de Venezuela puede compararse con la de Paraguay entre 1812 y 1866.
Con la guerra de la Triple Alianza arrasaron el ejemplo de Paraguay asesinando a las 4/5 partes de la población masculina. ¿Permitiremos que esto se repita en Venezuela?.
Esta bisagra histórica nos impone definiciones. No valen las autocriticas o los lamentos después que pasa la tormenta.
Ya hay algunas defecciones, como la protagonizada por Raúl Sendic (hijo), vicepresidente de Uruguay que, avergonzando la memoria de su padre, afirmó que a él no le constaba la “injerencia de Estados Unidos en asuntos de Venezuela”. Están también las declaraciones de algunos líderes de Podemos de España que en nombre de oportunismos electoraleros no han tenido la dignidad suficiente de desmarcarse de la campaña mediática de la derecha española en relación a Venezuela. Seguramente habrá otros desmarques y silencios oportunistas, pero quien confiamos en que vale la pena “Honrar la Vida”, estamos seguros que muchas voces acompañaran a Venezuela en esta hora tan difícil. Y si no fuera así, como ha dicho el Presidente Maduro: Si nos quedáramos solos, igual resistiríamos.