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General: Negociadora de las Farc es la viuda de Tirofijo"
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De: Ruben1919  (message original) Envoyé: 08/09/2012 14:29

Fue su compañera sentimental por 15 años

Negociadora de las Farc es la viuda de 'Tirofijo'

Por: Gloria Castrillón / Enviada Especial El Espectador- Cromos, La Habana (Cuba) /

Manejaba la seguridad y el cuidado personal del jefe guerrillero. Esta semana, en Cuba, se convirtió en la única mujer a la que la guerrilla ha sentado en una mesa de negociación.

 
Sandra y ‘Marulanda’ durante los diálogos del Caguán, con su mascota, un lobo siberiano llamado ‘Bonie’.  / Gloria Castrillón Sandra y ‘Marulanda’ durante los diálogos del Caguán, con su mascota, un lobo siberiano llamado ‘Bonie’. / Gloria Castrillón

“Murió de un infarto cardíaco, en brazos de su compañera”. Con estas palabras, el hoy jefe máximo de las Farc, Timoleón Jiménez, confirmó al mundo la muerte del fundador y líder histórico de esta guerrilla, Manuel Marulanda Vélez, en un comunicado que leyó el 25 de mayo de 2008. Semejante alusión no era sólo un giro retórico para darle un toque de humanidad y romanticismo a la figura del insurgente más feroz, el más buscado, el más combatido por el Estado durante más de medio siglo. Era también la forma de hacerle un homenaje a Sandra, la mujer que cuidó del anciano durante más de 15 años de su vida en el monte.

Aunque la figura de Sandra salió a relucir durante los diálogos que adelantó el gobierno de Andrés Pastrana en la zona de despeje del Caguán, nunca fue protagonista de las negociaciones. Se la veía siempre al lado del jefe guerrillero, que ya se había convertido en mito por cuenta de las muchas veces que el Estado anunció su muerte en combate. Era ella la que conducía la camioneta 4x4 en la que Marulanda llegaba de repente a la sede de los diálogos, era ella la que tomaba atenta nota de las reuniones y asuntos pendientes. Era ella la última puerta infranqueable, después de la fuerte escolta, para acceder al jefe de la guerrilla más antigua del continente. Era casi su sombra.

Ya en la intimidad, Sandra era más que su asistente. Se convirtió en la única persona que pasaba a su lado las 24 horas del día: lo acompañaba hasta la puerta del baño, le administraba las medicinas para la hipertensión y otras dolencias propias de la edad, se encargaba de su vestimenta, que iba desde una sencilla pinta de paisano — camisa, pantalón y botas pantaneras—, hasta el camuflado y las botas militares de cuero cuando la ocasión ameritaba el traje de fatiga. Le supervisaba la dieta, baja en sal y carbohidratos y abundante en frutas y verduras.

Pero tal vez el rasgo más importante de las funciones que cumplía Sandra como compañera sentimental de Marulanda era la seguridad. Sólo ella conocía el sitio donde acampaba cada noche quien fue por años el hombre más buscado del país. Los demás miembros de la pequeña escolta acogían la decisión que ella tomara, mientras los demás anillos de seguridad se encargaban de resguardar un área general.

Sandra no descuidó este asunto ni siquiera cuando estuvieron en los 42.000 kilómetros cuadrados que el Estado les cedió a las Farc para negociar. Ningún miembro del secretariado conocía la ubicación exacta del campamento. Cada noche cambiaban de refugio y ni el Mono Jojoy ni Joaquín Gómez, jefes de los bloques Oriental y Sur, que prestaban cientos de hombres para los anillos de seguridad de su jefe, conocían la decisión de la mujer.

De ella no se supo mucho. Era reservada, casi misteriosa, sabía guardar prudente distancia sin perder de vista cualquier necesidad de su compañero. Sorprendió la diferencia de edad (posiblemente él la doblaba en años) y la enorme dedicación que ella le prodigaba: le cortaba las uñas y el pelo, le leía libros, correspondencia y documentos, veía películas para comentárselas, estaba actualizada para asegurarse de que él también lo estuviera.

Una de las sorpresas que se llevaron los delegados del presidente Pastrana (incluso el mismo mandatario) durante los primeros encuentros con Manuel Marulanda, fue precisamente que Sandra tomara las fotografías de los momentos más importantes de aquellos contactos preliminares y que guardara con celo los documentos que él debía revisar.

Uno de los momentos que quedó registrado para la prensa y que le dio la vuelta al mundo fue cuando Sandra, vestida como Tirofijo, con impecable uniforme camuflado, se desprendió por un instante de su esposo para cobijar al presidente Andrés Pastrana con un plástico y protegerlo de la lluvia. Era el 8 de febrero de 2001 y el mandatario había ido a San Vicente del Caguán a tratar de salvar el proceso de paz de una de sus infaltables crisis.

No hay duda de que ella conocía como nadie los secretos del octogenario guerrillero, porque además le manejaba el radio de comunicaciones, le contestaba la correspondencia y estuvo a su lado durante los momentos cruciales de los diálogos de paz. No sorprende verla como protagonista de este nuevo intento, ahora con el gobierno Santos.

Sentarla en la mesa de negociaciones durante esta primera etapa es un homenaje al mito fundador de una guerrilla campesina que sigue venerando la figura del comandante que cursó pocos años de escuela pero puso en jaque la seguridad de los 17 presidentes que lo combatieron sin éxito. Incluso se cree que más allá de darle representación a las mujeres insurgentes, se trata de darle voz y voto a la persona que conoció como nadie a su líder y que seguramente llevará sus puntos de vista a la mesa de diálogos.

Los organismos de seguridad del Estado nunca tuvieron mayor información de Sandra. No estaba reseñada en informes de inteligencia ni tenía proceso penal en contra. Tras la muerte de Marulanda no se tuvo noticia de su paradero y sólo ahora, al verla de civil, ofreciendo una rueda de prensa al lado de curtidos hombres de la diplomacia de las Farc, vuelve a ser noticia.

 
 


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De: Ruben1919 Envoyé: 22/03/2015 12:31

Juntemos todas las rebeldías, unamos todas las manos

Exclusión, invisibilización y exterminio no han acallado un proyecto histórico de cambio democrático. Hoy su renovación es inminente y el camino empieza con las elecciones de octubre.

Palomino-Colombia

Jaime Caycedo Turriago

El presidente Santos designa una Comisión asesora con exclusión del Frente Amplio por la Paz, la Democracia y la Justicia Social que contribuyó decisivamente a su reelección solo en razón de su respaldo a la continuación de los diálogos de La Habana. El gobierno tiene pleno conocimiento de que el Frente hace un aporte efectivo en la veeduría del cese unilateral decretado por las FARC y que participa de la preparación de una amplia cumbre mundial del arte y la cultura y de una gran movilización por la paz el próximo 9 de abril.

Los pasos gubernamentales sobre el proceso son importantes. Pero la paz es asunto de toda la nación y no se puede seguir admitiendo la invisibilización discriminatoria tradicional, que entre varias razones ha sido causa de la guerra. Se hace odiosamente notorio que Santos pretende hacer una paz de espaldas a la inconformidad ciudadana, a la protesta social que pide un plan de desarrollo conectado con los reclamos de la gente del común, de las y los trabajadores, del mundo popular rural que exige del gobierno el cumplimiento de acuerdos nunca ejecutados.

Ese país real que no quiere más ser maltratado por el Esmad ni por el paramilitarismo redivivo que esconde mal la cobertura de complicidad que le tiende la impunidad del sistema. Una paz equitativa y justa, que reconozca como prioridad atender las carencias de las mayorías, que supere las desigualdades más críticas y construya todas las garantías para la no repetición de los exterminios, tiene que ser una construcción colectiva, obra de la movilización popular.

El núcleo de esta construcción es el programa que defiende como bandera la solución de paz, las reformas sociales agraria, laboral, de la salud, de la educación y el techo, el proceso constituyente que refrende acuerdos, formalice la apertura democrática y oriente la solidaridad con los cambios avanzados de América Latina. La única arma de los oprimidos en esta lucha por la justicia social para la paz es su unidad y su movilización organizada y masiva.

El gran movimiento por la paz que impulsa el Frente Amplio recibe su reconocimiento del pueblo, aunque el gobierno lo invisibilice. Sin embargo el proceso de unidad necesita motores que dinamicen su marcha. Ante la despolitización que preconiza el régimen proclamamos la necesidad de ganar en consciencia, en independencia de proyecto y en decisión política. Para un vasto contingente de la inconformidad comprometida con la paz la Unión Patriótica y Marcha Patriótica son motores imprescindibles de la unidad. Después de un siglo de exclusión se reclama el legítimo derecho de la oposición democrática y social colombiana a asumir el reto del poder.

Exclusión, invisibilización y exterminio no han acallado un proyecto histórico de cambio democrático. Hoy su renovación es inminente y el camino empieza con las elecciones de octubre. La propuesta es concreta: con la política de Frente Amplio, con el programa de la paz democrática, con unidad para la movilización y el protagonismo social, convocamos al diálogo para integrar listas unitarias, plataformas comunes, coordinación de acuerdos y aval concertado con la personería de la Unión Patriótica. ¡Por la paz con justicia social juntemos todas las rebeldías, unamos todas las manos!



 
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