Un mensaje muy esclarecedor. Saddam Hussein era hasta el 30 de noviembre pasado el presidente de Iraq, porque ese es el caso, ya que no fue su pueblo el que lo sacó del poder, ni el que lo secuestró, después de torturar a centenares de personas cercanas o “sospechadas” de saber donde podía estar. Se sabe-y en Europa lo saben muy bien- cuántas mujeres, y adolescentes de ambos sexos fueron violados en actos de terrorismo estatal por las tropas ocupantes para quebrar a todos aquellos que podían informar sobre Saddam.
Lo actuado por George W. Bush en los últimos días habla a las claras de que el linchamiento público de Hussein era parte de la continuidad de la estrategia, que alborozadamente anunció el presidente de Estados Unidos hace unos dos años. Es decir mostrar una guerra civil, provocada e incluso actuada por los propios ocupantes y extender la provocación y la misma estrategia a toda la región: llámese Palestina, Líbano, Siria, Jordania, Irán o lo que sea, algo que trazan con fina perversión los asesores de inteligencia de Israel.
Para muestra bastan varios botones activados en estos momentos. El mismo estilo, la misma estrategia, las mismas matanzas. “Los bárbaros se matan entre ellos” y eso justifica que los “civilizados permanezcamos allí y usemos racionalmente los recursos, pero ya en nuestras manos”.
El otro reparto del mundo. Esa es la realidad. Lo demás son ambigüedades, falsificaciones, cobardías y subterfugios de la palabra usada para confundir o paralizar. ¿Y los verdugos de Saddam?. Musculosos como los rambos, como los paramilitares, como los hombres de las tropas “especiales” del poder mundial. Varios vestidos con camperas de cuero negro. Su gestualidad no tenía ningún sesgo árabe.
¿Quien investigó sobre estos verdugos encapuchados como los victimarios y sus víctimas en las cárceles sembradas a lo largo y ancho de Iraq y las secretas, muy bien ocultadas por sus cómplices en diversos países o en Guantánamo, la base militar que Estados Unidos ocupa ilegal y colonialmente en la isla de Cuba?.
Los blanquísimos brazos de los verdugos nos están dando una pista. El ejército de Estados Unidos asegura a la prensa que “no tuvo control” sobre estos acontecimientos. El mismo ejército que entregó a Saddam a las supuestas autoridades iraquíes inexistentes como tales mientras permanezca la ocupación. Dicen “no saber” quienes filmaban las escenas en el sitio de mando de sus tropas.
¿A quien pueden engañar? Sería bueno preguntarle a los pulcros británicos, a las tropas especiales de Israel, que lideran la guerra sucia en Iraq sobre lo actuado por los verdugos.
El ejército colonial más grande del mundo no controla su máximo puesto de mando en la increíble fortaleza de la “zona verde”.
El consejero de Seguridad nacional Mowaffaq al-Rubaie dijo a los periodistas acreditados en Iraq que “sea quien sea que haya filtrado este video del ahorcamiento” buscaba perjudicar la reconciliación nacional y generar presión entre chiítas y sunitas. El estaba entre los 20 funcionarios del llamado gobierno iraquí entre otros testigos, como señala una nota de la agencia IPS desde Bagdad. Se dijo también que en el lugar “se infiltraron” extraños “que buscaban encender las tensiones sectarias”.
¿Qué extraños se podrían infiltrar en la sede del comando de las tropas de ocupación con tiempo suficiente para filmar y grabar voces de “chiítas” supuestos o verdaderos burlándose del hombre al que iban a matar o bailando alrededor del cadáver o patéandolo.
Ese video serviría al interior de Iraq no sólo para reverdecer los enfrentamientos sectarios, sino para la serie de atentados preparados por los ocupantes y sus mercenarios-que son en este momento el más grande ejército de asesinos que se haya trasladado a un país ocupado- contra uno u otro grupo para justificar las más grandes matanzas que están por venir. La estrategia de Bush es un plan de continuidad pero de golpe final: es decir redoblar la matanza, en suma genocidio sobre genocidio.
¿Y quien habla del holocausto iraquí?.
Los repetidores de TV dirán al mundo que la muerte de Hussein desató una guerra civil de características monstruosas y todo crimen de los ocupantes será acusado a la “lucha interna”.
Jefes religiosos iraquíes han advertido hace tiempo a sus seguidores que no permitan que el enemigo los use contra sus hermanos. En realidad esa era la estrategia de Bush, la penúltima: provocar, producir atentados contra la población civil, poner bombas en sedes de los grupos religiosos enfrentados y acusarlos a unos y a otros.
Dividir al costo que sea es la premisa en el objetivo de controlar esa región. La única salida para Bush en el pantano en que se ha convertido Iraq es redoblar la apuesta y dejar no sólo tierra arrasada, sino utilizar armas temibles. No es casual que se haya hablado en los últimos días, coincidiendo con esta “nueva estrategia, de la posibilidad de uso de armas nucleares” limitadas, desconocidas “bombas”.
Bush burló la voluntad expresada por el pueblo de Estados Unidos en las últimas elecciones en su país, donde fue derrotado, exigió un final “ya” para esta guerra imperial.
El asesinato de Saddam es una provocación de una perversidad que raya en el espanto. ¿Lo mataron para que callara, como dicen algunos analistas? ¿Qué va a callar si ya todo se sabe?. Es en última instancia un análisis ingenuo. O no tanto.
Lo mataron en pos de la estrategia “salvadora” que el presidente de Estados Unidos George W. Bush anunció en su país, cuando todo comienza a desmoronarse.
La idea es que la muerte de Hussein, que fuera quien fuera murió con ejemplar dignidad, ayudaría a la división de lo que queda de iraquíes, para terminar de “limpiar” ese territorio como es el sueño de los gobiernos fascistas de estos tiempos.
La resistencia iraquí envió a todo el mundo su propia versión sobre los responsables de cientos de atentados contra la población civil. “Nosotros luchamos contra el ocupante no contra nuestro pueblo”. Y ¿ por qué habría de matar la resistencia iraquí al mismo pueblo cuya presencia los ampara en sus acciones contra los ocupantes? Europa sabe con certeza que han sido descubiertos militares británicos y estadounidenses disfrazados de árabes para realizar atentados contra mezquitas, y sedes de uno u otro grupo religioso y con esto alentar la lucha interna. Por eso los silencios no son sólo cómplices sino criminales.
También se sabe que hay escuadrones de la muerte en Iraq, que entran y secuestran al amparo de las tropas de ocupación, a la luz del día a decenas de personas que en algún momento podrían rebelarse o simplemente porque no ha podido el ocupante degradarlas al nivel que necesita para “calmar” a Iraq.
Y así aparecen cadáveres con las manos y los pies atados, cadáveres como aquellos que durante el siglo pasado aparecieron en toda nuestra América Latina.
El ocupante invasor habla como si la “calma” se pudiera hacer sobre montañas de cadáveres, no sólo víctimas de esta guerra colonial, sino de la anterior, la llamada “del Golfo” cuando- entre otras víctimas- casi medio millón de niños perecieron por destrucción de la infraestructura alimenticia y de salud, gracias al bloqueo brutal impuesto por Estados Unidos y acompañado por la mayoría de los países de la “civilizada” Europa.
El mundo acaba de dar otro salto al abismo, al permitir que los asesinos de millones de iraquíes, hayan matado a Saddam Hussein en una farsa de juicio que nunca fue real.
El ajusticiamiento sucedió en un país ocupado por tropas extranjeras después de una invasión que además acabó con toda legalidad internacional. Es la decisión de una justicia colonial, como bien la ha denominado Sara Flounders co-directora de `International Action Center`, quien publicó cinco libros sobre Iraq. Ella tuvo a cargo la coordinación de varias delegaciones encabezadas por Ramsey Clark ex fiscal general de Estados Unidos, presidente de esa organización miembro del equipo de abogados de la Defensa de Sadam Hussein.
Y la verdad es una sola: el colonialismo es uno de los mayores actos de terrorismo contra un país y su supuesta justicia es un acto terrorista más.
En Iraq no existió un tribunal sino un grupo de jueces sometidos por el ocupante colonial, que ordenaban concluir con un ajusticiamiento, algo así como un trofeo necesario para sus objetivos.
Algunos analistas advirtieron en su momento que el juicio a Saddam Hussein era una farsa para desviar la atención mediática “sobre la destrucción de Iraq y la enorme cantidad de crímenes de guerra”.
Ghali Hassan, de Global Research, sostuvo desde un primer momento que el juicio era tan ilegal como la invasión de Iraq, y la actual ocupación. En una nota enviada desde Bélgica por jóvenes estudiantes que investigaron los crímenes de los ocupantes de Iraq, mencionan al profesor Charif Bassiouni, de la universidad DePaul, quien todo estaba dirigido a formar un tribunal controlado, para que ni Estados Unidos ni sus aliados resulten implicados en su desarrollo".
En realidad-dicen los estudiantes- existen muchas más evidencias directas para juzgar a Tony Blair o George Bush que a Saddam Hussein. Para Ghali Hassan, en este juicio, Hussein era utilizado “como un símbolo, para demonizar a árabes y sunníes, y para atemorizar a otros dirigentes” de la región. Jalil Dulaimi, del equipo de abogados del ex presidente iraquí dijo en su momento a Newsweek que "Hussein y millones de iraquíes insisten en que es el legítimo presidente de Iraq (...). Fue depuesto por la fuerza por un ejército extranjero, el cual no basaba su agresión en causa o justificación legal alguna" Saddam Hussein fue juzgado por la muerte de 140 hombres en la ciudad de Duyail, poco después de sufrir un intento de asesinato en 1982. Según Andre Chami, abogado francés del equipo del acusado, las acusaciones "está desprovistas de contenido. En Francia, cualquier juez archivaría el caso. Ni siquiera se llegaría a juicio".
Este es otro ensayo siniestro para evaluar la reacción del mundo frente al asesinato público de un dirigente o jefe de Estado de un país. Nada mejor que el ahorcamiento-con exhibición televisiva- para amenazar por una parte y acostumbrar al mundo al horror de los cowboys y para tratar de calmar los sucesivos escándalos no sólo de genocidio, violación sistemática de los derechos humanos, sino de una corrupción sin límites, que ya no se puede ocultar.
El falso tribunal iraquí utilizó testigos pagados y falsos, cuyas voces se quebraban muchas veces, especialmente cuando se les pedía confirmar algunos de sus dichos y se les olvidaban párrafos. En ese lugar donde todos estaban prisioneros porque era el sitio de mando de los jefes militares de ocupación, responsables de genocidio contra la población iraquí. Con mensajes muy claros como las amenazas y el asesinato de dos abogados defensores de Hussein.
Allí mismo donde funcionó el supuesto “tribunal” se trazan los planes de represión y esos mismos “jueces” sabían que en cada cárcel secreta miles de personas eran torturadas, asesinadas, violadas a la misma hora que ellos ponían en escena el falso juicio contra Saddam y otros. Era más que una señal de terror para la humanidad.
Una concesión del mundo hacia una justicia terrorista destinada a “facilitar” la tarea de muerte que es la única estrategia nueva de Bush.
La estrategia de la estrategia es convencer al mundo que los iraquíes se matan entre sí y por lo tanto nadie podrá cobrar a Washington y sus aliados, los miles y miles de asesinatos que realizarán de ahora en adelante.
¿Puede haber alguien que cree que es inocente que se haya pasado el video de la ejecución, filmado “casualmente” por un testigo con una camarita digital de un celular?.Y como esto no basta hay que mostrar además la cabeza semicercenada de Saddam Hussein, y su cuerpo en la morgue.
Mientras duró el juicio, Washington contó con sus inefables medios “independientes” de comunicación, los amigos periodistas y los publicistas cuyas fortunas aumentan cotidianamente, cómplices de los crímenes cometidos en el mundo. Era necesario remarcar cada día la perversidad de Hussein , colocarlo en el sitial de los dictadores brutales, sin piedad alguna amenazando al mundo. Nadie ignoraba la enemistad profunda del presidente iraquí con Osama Ben Laden, el socio de la familia Bush.
¿Cómo explica Estados Unidos, que Al Qaeda haya entrado precisamente en Iraq, cuando ellos ocuparon ese país? ¿Entonces para qué están en esta guerra si Al Qaeda, que nunca pudo entrar en Iraq, entra con los tanques de este ejército invasor?
No hay explicación posible y si la hay Washington debe declarar que Al Qaeda ha derrotado a los ejércitos coloniales más grandes de la historia. Y por supuesto esa fuerza “del mal” capaz de atravesar invisiblemente el universo está en Irán, en Afganistán, en Somalía - seguramente entre la familia que murió bajo las bombas estadounidenses en estas horas, mientras bailaba de felicidad en una boda.
Y también están en Colombia y en Londres y en la Triple Frontera y en cualquier lugar donde se le ocurra poner el dedo al emperador. ¡Qué capacidad ofensiva para un grupito creado por la CIA y sus amigos entre las duras rocas de Afganistán- tan primitivos ellos- de acuerdo a la historia que nos contaron los escribientes coloniales!.
¿Cómo es posible que la sagacidad civilizada de Europa no vea nada de nada, que ningún político desafíe este disparate informativo que es una fiesta para Goebbels en el infierno en que esté?.
Solamente pueblos aterrorizados por la mentira y la desinformación pueden no razonar con la absoluta sencillez que plantean estos cuestionamientos.
“Cada una de las guerra emprendidas por Estados Unidos contra pueblos y naciones oprimidos ha empezado con una saturación de toda la población civil con propaganda de guerra para demonizar al dirigente de la población que era su objetivo de tal modo que cualquier crimen para conseguirlo era considerado aceptable e incuestionable. Esto ha sido así desde las guerras contra las poblaciones indígenas y la demonización de Toro Sentado, Caballo Loco, Jerónimo y muchos otros dirigentes indígenas hasta los dirigentes de cada lucha progresista o revolucionaria en los últimos 50 años (...). Hoy en día los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Mahmoud Ahmadinejad de Irán son retratados cada vez más como dementes, dictadores y como la encarnación del mal. Desde los días del Imperio Romano la justicia del vencedor ha significado humillación, degradación y situar al dirigente derrotado en el banquillo para establecer un nuevo orden. Esto esconde la brutalidad de la fuerza abrumadora y da legitimidad a los nuevos dirigentes” escribió Sara Flounders.
“El secuestro y juicio del presiente de Yugoslavia Slodoban Milosevic, después de los 78 días de bombardeo del EEUU y de la OTAN sobre Yugoslavia, durante los que murieron cientos de civiles, fue un caso similar de justicia del vencedor” añade la analista y advierte que mientras Estados Unidos demoniza a Husein, hay que recordar que el Pentágono “ha utilizado armas de destrucción masiva no solo en Iraq sino también contra otra muchas poblaciones indefensas, desde Corea y Filipinas a Vietnam, Laos, Camboya, Nicaragua, Granada, Libia, Líbano y Yugoslavia. La maquinaria militar estadounidense debería ser llevada a juicio por haber utilizado las armas más espantosas, desde bombas nucleares a napalm, fósforo blanco, minas anti-persona, lo denominados proyectiles anti-bunker y armas de radiactivo uranio empobrecido. La destrucción civil en Iraq fue fotografiada, calculada y estudiada. Se atacó de manera minuciosa la infraestructura. Tal como lo hizo Israel recientemente en el Líbano. Fueron bombardeados depósitos de agua, plantas sanitarias y de tratamiento de aguas residuales, estaciones de bombeo de agua y de cloración. Se destruyeron las redes eléctricas y de comunicaciones. Se atacó la producción de alimentos, sistemas de irrigación, fertilizantes y pesticidas para procesar, refrigerar y almacenar”.
También recuerda con precisión la cantidad de informes de delegaciones integradas por figuras de derechos humanos mundiales que comprobaron los horrores que dejaron los bombardeos estadounidenses de 1991 en Iraq y luego las sanciones que vergonzosamente impuso Naciones Unidas impidiendo la llegada de alimentos y medicinas contra el pueblo iraquí .
Ramsey Clark no es llamado por los medios masivos para que diga su verdad, lo que vio en todos estos últimos años de horror.
Y Flounders dice las verdades que “buenos periodistas” callan desde sus hoteles en Bagdad. “Los agentes del imperialismo estadounidense han establecido una dictadura brutal y corrupta, y han entrenado y establecido el control militar de un rincón a otro del planeta, desde Indonesia a Chile y Congo. Su problema con Sadam Husein no es que fuera un dictador: era que se negó a entregar la soberanía de Iraq. Se negó a entregar a las empresas estadounidenses el control sobre el petróleo iraquí, nacionalizado desde principios de los años sesenta. Para ellos su peor crimen fue que se negó a doblegarse al Nuevo Orden Mundial. Quienes deberían ser llevados a juicio por Crímenes contra la Humanidad son Bush, Cheney, Rumsfeld y Blair”.
Sara dice su verdad sin temor a ser acusada de nada. Ramsey Clark fue una de las pocas voces que dijo la verdad cuando Estados Unidos invadió un 20 de diciembre de 1989, un país pequeño como Panamá de poco más de dos millones de habitantes y probó las armas nuevas que iba a perfeccionar en la guerra del golfo. Los que silenciaron esa invasión criminal o se encogieron de hombros, tienen tanta responsabilidad en el genocidio de estos días como los que derriban puertas a patadas, matan familias enteras, bombardean pueblos indefensos y luego llegan a arrasar lo que queda casa por casa. Llegó el momento crucial para la humanidad: O dice basta o se arrodilla y hace el camino del holocausto.