Los tiempos que corren son tiempos de juventud porque son tiempos de revolución. Mantener el vigor de un proyecto social que anda los caminos de la justicia y que milita al lado de los más humildes, es sin dudas, un imperativo joven y revolucionario.
Y no me refiero a la juventud solo del cuerpo, sino a la descontaminación de las ideas, al divorcio del inmovilismo que, a veces, nos sorprende y nos hace conformistas y vagos, no solo desde la acción, sino desde el pensamiento también.
Hombres y mujeres en la plenitud de sus vidas, muchos desde la prematuridad y el ímpetu de los 20, dieron cauce a una Revolución que barrió los males neocoloniales de la Cuba de Martí. Y eso costó sudor y sangre, y neuronas, además.
La sociedad cubana, activa en opiniones, en plena actualización y transformaciones dentro del camino por nosotros elegido, tiene la riqueza de la variedad de criterios, pero debe tener la capacidad de reinventarse cada día, de hacer con lo que se forjó, un constante ejercicio de creatividad y de participación de todos y para todos.
De un eterno revolucionario salieron estas palabras: “La revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario”. Y así lo hizo, y así vivió el Che, en el calor del debate, de la militancia y el compromiso auténtico, real…
A las puertas del X Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, es válido, no solo sacar de la gaveta el acuerdo abordado o conformarnos con la cifra que supuestamente indica lo alcanzado, sino evaluar cuánto se ha hecho y cuánto no, y el precio que tiene hoy para la organización y para su papel dentro de la sociedad, lo que se dejó en el camino.
El seno de la organización debe ser el escenario para comentar eso que con calor se discute y se defiende en otros espacios, porque los jóvenes sí tienen inquietudes, sí evalúan las posibles soluciones, sí pueden y tienen para aportar y crear en los nuevos escenarios que vive el país.
Y más de uno se enfrenta a esta realidad desde el aula, la consulta médica, el trabajo por cuenta propia o la fábrica, o tras un microscopio o el teclado de una computadora.
Para eso no hacen falta organizaciones nuevas, hace falta transformar a las que tenemos en el espacio de diálogo, compromiso y acción que deben ser.
Pues el lugar ideal para pensar, para crear y desde el cual hacer es el comité de base, siendo contraparte, exigiendo a los suyos y a los que les rodean, pero desde el convencimiento de la utilidad de su aporte, no solo desde el actuar formal y planificado de un plan de trabajo, o del orden del día de una reunión, sino desde el ejemplo.
El proceso del Congreso estoy segura que en más de un lugar deja y dejará caliente la escena, pone a mover las neuronas o a cuestionarse a más de uno en su yo interno, pero el reto es no dejar morir ese sentimiento y ser consecuentes con él.
Y vuelvo al Che por lo preciso y directo de su verbo y por la claridad de esta idea que se me hace útil y siempre oportuna: “Yo creo que lo primero que debe caracterizar a un joven comunista, es el honor que siente por ser joven comunista. Ese honor que lo lleva a mostrar ante todo el mundo su condición de joven comunista, que no lo vuelca en la clandestinidad, que no lo reduce a fórmulas, sino que lo expresa en cada momento, que le sale del espíritu, que tiene interés en demostrarlo porque es su símbolo de orgullo”.
Cuba está llena de hombres y mujeres con el conocimiento y la historia que traemos los nacidos en esta tierra casi como información genética. Toca ahora hacer vívida cada día la certeza de la continuidad que descansa en nuestros hombros, por nosotros y por el futuro de la Patria. La guía del camino a seguir es indiscutible, lo que falta por recorrer, y hacerlo bien, queda por nosotros.