
Este post intenta discutir y comprender el sentido de la actual militancia universitaria de inspiración troskista.
Las agrupaciones troskistas entienden a la institución universitaria como un medio, no un fin; para estas agrupaciones lo valorable de una universidad no es lo que enseña o investiga, sino servir como espacio en donde nazca una otra cosa: una revolución, un cambio social general. es decir, como un ámbito valorable en sí mismo, y que debe ser comprendido (y reformado) entendiendo su especificidad. Esto no quiere decir que la UBA, o las universidades públicas en general, estén bien así como están; nada de eso. Quiere decir, sin embargo, que las universidades públicas deberían comprenderse en relación con la tarea específica que cumplen, y, en todo caso, cambiarse para que cumplan con esa tarea de una mejor manera.
Esto quiere decir que las agrupaciones específicas de la institución universitaria (de alumnos, graduados, profesores) debería expresar, antes que nada, una agenda de reivindicaciones específicamente académicas: ideas sobre qué se estudia, cómo se estudia, quién lo estudia, y para qué.
La Franja Morada alfonsinista tenía una agenda académica, y, de hecho, el radicalismo generó cambios profundos en la universidad: impuso e acceso irrestricto, y la gratuidad, creó el CBC, abrió carreras como ciencias de la comunicación y ciencia política en la UBA. Durante los noventa, el menemismo universitario también tuvo una fuerte agenda académica: entre otras cosas, impulsó el arancelamiento, la constitución de instancias de evaluación “managerial” como la CONEAU y la categorizaición docente, y abrió universidades nuevas en el conurbano (para acercar la universidad a sectores con difícil acceso, o para socavar a la UBA, según quien cuente la historia.) Uno podrá tener su opinión a favor o en contra de cada agenda, pero las agendas estaban ahí.
Contrariamente, desafío a los lectores/as a que lean las proclamas troskistas que andan circulando por ahí y encuentren una sola reivindicación académica. Buena o mala, no las hay.
Las demandas clásicas son más presupuesto para la universidad (así, “más presupuesto,” sin una adecuada discriminación de qué tipo de presupuesto se solicita, si se pide más plata para salarios docentes, para investigación, becas, o qué) y mejoras edilicias. Estas son demandas importantes y pueden ser incluso centrales, en tanto instalaciones mínimamente adecuadas son una condición de posibilidad para poder estudiar.
No son, sin embargo, demandas académicas. Un edificio bueno es una condición de necesidad para estudiar, sin embargo, aún habría que preguntarse qué, cómo y para qué se estudia.
Es que queda claro que la relación de los que conforman las agrupaciones troskistas con la universidad es distinta y peculiar.
Si uno lee esta lista de demandas de la asamblea de Filo y Letras (vía Conurbanos) llaman la atención estos pedidos:
e) Ampliación de la biblioteca(sala de lectura y almacenamiento de libros), que cuente con calefacción y ventilación adecuadas y luz natural.
f) Guardería con acceso y expansión independientes
g) Comedor universitario, con cocina completa, expansión directa al patio central y salón con dimensiones acordes a la población de la facultad
h) Baños acondicionados para personas con movilidad reducidas y vestuarios.
3) Aumentar el número de aulas de grado, con capacidad para el dictado de teóricos y prácticos con iluminación, calefacción y ventilación adecuadas.
4) Reacondicionar expansiones amplias, luminosas, y equipadas:
a) Patio central
b) Terrazas recreativas
c) Halles de piso
d ) Auditorio/micro cine
e) Gimnasio
VI. Financiar las actividades deportivas (Futbol 11 – Futsal – Natación – Voley Femenino – Handball Femenino – Basquet) garantizando:
1) El alquiler de espacios deportivos correspondientes(canchas, piletas)
2) Los insumos deportivos
3) 4 (cuatro) rentas, equivalentes a 50 horas mensuales equiparadas a un ayudante de segunda con recibo de sueldo para los entrenadores.
Estas demandas construyen una imagen de una universidad como un lugar en donde la experiencia central no es la académica, sino la gastronómica, recreativa y social. La universidad entendida más como lugar de contención que como preparación o lugar de transición hacia el mundo de la producción, material e intelectual. Paradójicamente, a pesar de que la universidad debería servir como medio hacia un cambio social general, pareciera que la vida del alumno dentro de la universidad es un fin en sí mismo.
Esto no es necesariamente malo, y las dimensiones sociales y recreativas están creciendo cada vez más vis a vis la dimensión académica de las instituciones universitarias en todo el mundo. En EEUU, en donde la concepción de la universidad como un lugar social prima, los colleges compiten entre sí para atraer alumnos con gimnasios de lujo, restaurantes y cafeterías gourmet, materias que se dictan en lugares como Marruecos o Italia, equipos de futbol americano de primera línea, y campus de refinada arquitectura en donde equipos de jardineros plantan flores frescas cada semana. (Habría que señalar, claro, que todo esto es posible no sólo porque la educación superior es siempre paga sino porque el costo de la tuiton hace décadas que escala por encima de la inflación.)
La experiencia universitaria argentina solía ser, al menos en las universidades públicas, distinta, ya que los alumnos argentinos, en general, van a la universidad “entre otras” actividades: una mayoría de alumnos/as, por ejemplo, trabaja mientras estudia.
Este entender a la universidad como un lugar de transición o pasaje estaba presente inclusive en agrupaciones como la Franja Morada: un militante franjista entendía a su militancia como un paso en una carrera que luego se continuaría en un cargo de asesor de diputado, en una candidatura a legislador porteño, o, idealmente, en un ministerio. Sin embargo, la militancia troskista universitaria carece de tal posibilidad de articulación con una organización política existente más allá de las paredes universitarias (salvo los omnipresentes sloganes que llaman a solidarizarse con luchas de países lejanos o a derribar al gobierno nacional de cualquier signo que sea.) El ideal del militante de izquierda universitario actual no es hacerse llegar a ser ministro, sino que parece ser, por momentos, que le permitan no salir nunca de su facultad (no otra cosa es la toma permanente de las facultades como aspiración.)
En este sentido, la politización de la institución universitaria (que podría ser positiva, en tanto y en cuanto no queda duda de que la misma debería ser reformada en profundidad) conduce a un resultado paradójico: a pesar del activo enfrentamiento, ni se debaten agendas académicas, ni se articula con el afuera de la universidad. Es más, ni siquiera se articula con el afuera de ciertas facultades: Filo y Sociales de la UBA pueden tomarse por meses, y literalmente esto no tiene consecuencias ni en las otras facultades, ni en la comunidad política en general. Esta conflictividad sin resolución no conlleva a una reforma, sino al desinterés de la comunidad hacia el futuro de la institución universitaria.
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