NEOLIBERALISMO: El Crimen Perfecto
A propósito
de los recurrentes aprietes que viene sufriendo nuestra Patria de parte de las
fuerzas corporativas neoliberales internas y externas, cisnes negros mediantes,
fondos buitres y otras cuestiones. A propósito de la tortura y vejación que
está sufriendo el gobierno y el pueblo griego, condenándolo directamente a la
pobreza extrema a favor de esos capitales que sin bandera ni ejércitos matan en
el mundo más seres humanos que las bombas y las balas.. Me parece oportuno
repasar un breve ensayo publicado por Jorge Alemán en noviembre del año pasado…
El neoliberalismo, el crimen perfecto; el asesino que vuelve impune al lugar
del hecho para recoger las miserias y ponerlas bajo el régimen de la usura…
Neoliberalismo,
corporaciones mediáticas, sujeto
Por Jorge
Alemán Psicoanalista y consejero cultural de la embajada argentina en
España
Después de Gramsci, el
poder no puede ser pensado en el campo emancipatorio sólo en su aspecto
coercitivo y localizado. Hay una línea que, partiendo de Gramsci y siguiendo
por Althusser, Foucault y otros, nos indica que el poder no sólo oprime, sino
que fabrica consensos, establece la orientación subjetiva y produce una trama
simbólica que funciona de modo “invisible”, naturalizando las ideas dominantes
y donde siempre, y en esto consiste su éxito definitivo, esconde su acto de
imposición. El procedimiento de los medios orientados por las corporaciones
dominantes se define como un acto de enunciación que siempre busca esconder su
carácter histórico como también los intereses que promueve bajo un modo
supuestamente universal. El orden simbólico que atraviesa al neoliberalismo se
comporta como un dispositivo racional que aparenta promover diversas formas de
subjetividad, mientras la repetición de lo mismo en el circuito ilimitado de la
mercancía prosigue su marcha incesante y circular. Sin embargo, en la medida en
que los medios de comunicación, más allá de sus diversas modalidades de
transmisión, se sostienen en el lenguaje, es necesario, según nuestro juicio,
despejar una confusión muy habitual entre las ciencias sociales y las
filosofías contemporáneas concernidas por esta cuestión.
Es determinante admitir que cuando se trata del
orden simbólico, del lenguaje en sus distintas variantes y modos de
comparecencia, siempre se debe distinguir dos dimensiones distintas de dicho
orden. En primer lugar hay que señalar de entrada la “dependencia y
subordinación” del ser hablante con respecto al orden estructural u ontológico
del lenguaje con respecto al sujeto. El ser vivo es capturado por el lenguaje
para volverlo un sujeto, esta captura se establece antes de su nacimiento y
prosigue después de su muerte. Esta dependencia del sujeto que sólo se puede
constituir como tal, siendo siempre un efecto del lenguaje que lo precede,
exige ser distinguida de la dominación construida de una forma sociohistórica.
Son dos vertientes de lo simbólico que, aunque se presenten en la llamada
realidad fenoménica mezcladas, obedecen a lógicas radicalmente diversas y
distintas. La primera dependencia simbólica es ineliminable y constitutiva del
sujeto; la segunda, en tanto construcción sociohistórica, es susceptible de
distintas transformaciones epocales.
Lo que le otorga su especificidad terminante al
neoliberalismo es que es el primer régimen histórico que intenta por todos los
medios alcanzar la primera dependencia simbólica. Señalemos que dicha
dependencia constitutiva es la que opera como condición de posibilidad de los
legados históricos y las herencias comunes donde la memoria puede aún recoger
el dolor de los excluidos en el pasado. En este aspecto el neoliberalismo necesita
producir un “hombre nuevo” engendrado desde su propio presente, no reclamado
por ninguna causa o legado simbólico y precario, “líquido”, fluido y volátil
como la propia mercancía. Si alguna indicación de lo que denomino “izquierda
lacaniana” tiene una relevancia decisiva, es aquella que indica que la
política, ahora más que nunca, debe oponerse al “crimen perfecto” del
neoliberalismo, que en su despliegue contemporáneo intenta, en su dominación
sociohistórica, tocar y alterar severamente el lugar del advenimiento del
sujeto en el campo del lenguaje. Tal como de distintas maneras Lacan lo supo
demostrar.
Actualmente el neoliberalismo disputa el campo del
sentido, la representación y la producción biopolítica de subjetividad. Y
siempre aparecerán ensayistas que como el surcoreano Han, claro sucesor menor
de Baudrillard, insistirán en que el crimen perfecto del capitalismo neoliberal
se ha realizado definitivamente. Pero la política, en la medida que está
soportada por los seres hablantes y no puede ser reducida a una mera gestión
profesional, es la que en esta época puede hacer irrumpir y proteger el
carácter fallido de toda representación. Por definición, el sujeto es aquello
que no puede ser nunca representado exhaustivamente, su dependencia estructural
del lenguaje lo impide. El ser hablante, sexuado y mortal, hecho sujeto por el
lenguaje, nunca encuentra en él una representación significante que lo
totalice. De última, esta es la razón por la que el neoliberalismo, en su afán
de representar la totalidad hasta extinguirse como representación, no es el fin
de la historia. Por ello, debemos insistir en el enorme valor político que
posee, para un proyecto emancipatorio, la distinción clave entre la dependencia
del sujeto en su advenimiento en el lenguaje y la dominación sociohistórica,
que nunca agota al sujeto en su apertura a las posibilidades de una
transformación por venir.
Fuente: Página 12