HONDA MARTIANA
Alma Mater cubana (I)
Era comprensible desde mucho antes del triunfo popular del 1ro de enero de 1959 la urgencia y necesidad de acometer una profunda reforma de la enseñanza universitaria, que no era ajena a otras crisis estructurales de aquella sociedad
Por ARMANDO HART DÁVALOS
6 de julio de 2015
En América Latina y el Caribe, las universidades han desempeñado un destacado papel político. En nuestro país, la educación y el ejercicio de la pedagogía están insertados en la forja de la nación. Varela, Luz y Mendive con su magisterio contribuyeron a inculcar en la juventud el ideal patriótico; Céspedes alfabetizó en San Lorenzo, en la Sierra Maestra; Martí ejerció la docencia y expuso ideas muy avanzadas para su tiempo acerca del papel de la educación y la necesidad de vincular el estudio con el trabajo socialmente útil. Mella, fundador de la Universidad Popular José Martí, defendió el derecho, hoy efectivo, de los trabajadores al acceso a la educación superior. Y Fidel, desde La historia me absolverá, proclamó entre las grandes consignas revolucionarias de la Patria oprimida la educación del pueblo, tarea que desde el triunfo revolucionario ha priorizado con su ejemplo, orientación sistemática y actividad incansable.
Esto se aprecia muy claramente en las ideas de José Martí y de Fidel Castro; por ello, es necesario estudiar la historia revolucionaria cubana desde sus orígenes para enfocar el trabajo a realizar hacia el futuro. He ahí la razón del alcance de las ideas políticas y revolucionarias cubanas y del socialismo.
nAsimismo, debemos dirigir nuestro pensamiento al comandante Ernesto Che Guevara, a quien le fuera otorgado el título de Doctor Honoris Causa en Pedagogía por la Universidad Central de Las Villas, el 28 de diciembre de 1959. Sus elevadas cualidades intelectuales y su preocupación constante por la educación, la ciencia y la cultura lo hicieron mostrar un particular interés por la Reforma General de la Enseñanza y por la Reforma Universitaria, lo cual pude constatar durante mis años en el Ministerio de Educación.
aEra comprensible desde mucho antes del triunfo popular del 1ro de enero de 1959 la urgencia y necesidad de acometer una profunda reforma de la enseñanza universitaria, que no era ajena a otras crisis estructurales de aquella sociedad. En el caso universitario esas estructuras envejecidas habían permanecido intactas a lo largo de décadas, mostrándose la educación superior como un sistema incoherente e inconexo, muy lejos de las necesidades para enfrentar un eventual proceso de desarrollo económico y social, aun en medio de las condiciones de la República neocolonial.
Diríamos que la enseñanza superior permanecía sujeta a las peores tradiciones de la nación semifeudalizada, estancada y dependiente, sujeta en todos los terrenos a los intereses más reaccionarios dentro del país y al dominio extranjero, en especial del imperialismo norteamericano.
Es justo señalar, sin embargo, que, a pesar de ello o precisamente por ello, fueron las universidades cubanas escenarios imprescindibles de las luchas contra los vicios, las tiranías, la corrupción, la incultura, la ignorancia y demás males intrínsecos a aquella etapa. Estudiantes y profesores formaron parte destacada de la vanguardia revolucionaria y cultural de la época y muchos de ellos se enfrentaron con valor a la angustiosa y decadente situación que atravesaba el país y, por consiguiente, también sus universidades.
En Cuba, tras el triunfo de la Revolución, era imprescindible la Reforma Universitaria, para poder hacer realidad la articulación definitiva de la universidad con el pueblo y con la nueva realidad socioeconómica nacional, sin olvidar los más recientes y actuales conocimientos universales en todas las ramas de las ciencias y del saber.
No olvidemos, en primer término, que ha sido siempre el compañero Fidel Castro un hombre de profunda vocación universitaria y que, según él mismo ha confesado, se hizo revolucionario en las aulas de la Universidad de La Habana, donde desarrolló sus fundamentales luchas juveniles y donde amplió y profundizó sus conocimientos e ideas. Ello le otorgó una decisiva ventaja para entender, interpretar e impulsar los conceptos y las acciones referidas por la Reforma Universitaria desde sus inicios, aportando continuamente sus valiosos criterios al contenido y alcance de la Reforma, resumidos en las respuestas que deben corresponderse a tres preguntas clásicas: ¿Qué se va a estudiar?, ¿Cómo se va a estudiar?, ¿Quiénes van a estudiar?
En ese mismo orden de ideas, sus orientaciones a la Comisión de la Reforma -que tuve el inesperado honor de presidir- se encaminaron entonces a que esas interrogantes debían ser respondidas por la Revolución de la manera siguiente:
1º- Serán, en primer lugar, las carreras universitarias que respondan a las necesidades del desarrollo económico y social del país.
2º- Deberá hacerse en la más estrecha relación con toda la sociedad.
3º- Estudiarán los hijos del pueblo que estén en condiciones de acceder a las universidades, en igualdad de oportunidades.
Más allá incluso de lo estrictamente universitario, Fidel nos insistía en que la educación e instrucción nacionales tenían que alcanzar altos niveles de calidad, basadas en la historia pedagógica, científica y espiritual de Cuba y de América Latina, encabezándose con las ideas más universales. En estas últimas estaban presentes entonces y ahora el pensamiento martiano y la mejor aspiración socialista, inspirándose en la vinculación del estudio con el trabajo, del conocimiento científico con la investigación, en la formación de sentimientos de solidaridad y en la orientación científica del pensamiento.
Las masas -en especial los profesores y estudiantes- hicieron suya la batalla de la Reforma Universitaria y solo así fue posible avanzar y vencer en ese empeño, con las soluciones justas y bien meditadas que en ese momento se necesitaban y fueron posibles.
Por otra parte, debe señalarse que en los esfuerzos por hacer realidad la Reforma estuvo invariablemente presente una clara y firme voluntad política, que reconoció las potencialidades de las universidades como factor transformador de la sociedad. En el caso de Cuba, la génesis del movimiento intelectual, cultural y científico que propició y condujo las ideas de lo que posteriormente fue la Reforma Universitaria hay que buscarla en antecedentes tan lejanos como los siglos XVII y XVIII y en sus figuras originales como José Agustín Caballero, Félix Varela y José de la Luz y Caballero, prolongadas hasta José Martí y Enrique José Varona.
Ellos, nuestros grandes educadores y filósofos, promovieron la enseñanza fundamentada en la ciencia frente a la escolástica, intelectualista y formalista que durante siglos prevaleció en las instituciones de educación superior radicadas en nuestro país, fundamentalmente durante la etapa colonial, extendiéndose a la República neocolonial.
En cuanto a José Martí, la influencia de sus ideas educacionales y pedagógicas puede resumirse cuando afirmó: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido, es hacer de cada hombre, resumen del mundo viviente hasta el día en que vive, es ponerlo a nivel de su tiempo para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podría salir a flote, es preparar al hombre para la vida”.
Los antecedentes de la Reforma Universitaria están también en la Revolución Universitaria que encabezó Julio Antonio Mella como presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios y que tuvo por escenario inicial al Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, celebrado en al Aula Magna de la histórica colina universitaria habanera. Las dificultades que enfrentó aquel intento heroico, también inspirado en las reformas de la universidad argentina de Córdoba, ratificaron que, como señaló Mella, la Reforma Universitaria no podía lograrse como un hecho aislado, independiente de la transformación revolucionaria de la sociedad en su conjunto.
Para nuestro país, ese momento llegó con la victoria del 1º de Enero y, por tanto, se hizo necesario emprender desde ese momento los pasos conducentes hacia la imprescindible reforma de la enseñanza universitaria, y se constituyó la Comisión integrada por destacadas personalidades y por estudiantes universitarios -de brillante y ejemplar trayectoria revolucionaria y académica-, que encararon la enorme tarea de plasmarla y reparar las condiciones para su lanzamiento.
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