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General: Alma Mater cubana (I)
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 19/07/2015 12:44

HONDA MARTIANA

Alma Mater cubana  (I)
 
Era comprensible desde mucho antes del triunfo popular del 1ro de enero de 1959 la urgencia y necesidad de acometer una profunda reforma de la enseñanza universitaria, que no era ajena a otras crisis estructurales de aquella sociedad
Por ARMANDO HART DÁVALOS
6 de julio de 2015
En América Latina y el Caribe, las universidades han desempeñado un destacado papel político. En nuestro país, la educación y el ejercicio de la pedagogía están insertados en la forja de la nación. Varela, Luz y Mendive con su magisterio contribuyeron a inculcar en la juventud el ideal patriótico; Céspedes alfabetizó en San Lorenzo, en la Sierra Maestra; Martí ejerció la docencia y expuso ideas muy avanzadas para su tiempo acerca del papel de la educación y la necesidad de vincular el estudio con el trabajo socialmente útil. Mella, fundador de la Universidad Popular José Martí, defendió el derecho, hoy efectivo, de los trabajadores al acceso a la educación superior. Y Fidel, desde La historia me absolverá, proclamó entre las grandes consignas revolucionarias de la Patria oprimida la educación del pueblo, tarea que desde el triunfo revolucionario ha priorizado con su ejemplo, orientación sistemática y actividad incansable.
Esto se aprecia muy claramente en las ideas de José Martí y de Fidel Castro; por ello, es necesario estudiar la historia revolucionaria cubana desde sus orígenes para enfocar el trabajo a realizar hacia el futuro. He ahí la razón del alcance de las ideas políticas y revolucionarias cubanas y del socialismo.
nAsimismo, debemos dirigir nuestro pensamiento al comandante Ernesto Che Guevara, a quien le fuera otorgado el título de Doctor Honoris Causa en Pedagogía por la Universidad Central de Las Villas, el 28 de diciembre de 1959. Sus elevadas cualidades intelectuales y su preocupación constante por la educación, la ciencia y la cultura lo hicieron mostrar un particular interés por la Reforma General de la Enseñanza y por la Reforma Universitaria, lo cual pude constatar durante mis años en el Ministerio de Educación.
aEra comprensible desde mucho antes del triunfo popular del 1ro de enero de 1959 la urgencia y necesidad de acometer una profunda reforma de la enseñanza universitaria, que no era ajena a otras crisis estructurales de aquella sociedad. En el caso universitario esas estructuras envejecidas habían permanecido intactas a lo largo de décadas, mostrándose la educación superior como un sistema incoherente e inconexo, muy lejos de las necesidades para enfrentar un eventual proceso de desarrollo económico y social, aun en medio de las condiciones de la República neocolonial.
 Diríamos que la enseñanza superior permanecía sujeta a las peores tradiciones de la nación semifeudalizada, estancada y dependiente, sujeta en todos los terrenos a los intereses más reaccionarios dentro del país y al dominio extranjero, en especial del imperialismo norteamericano.

Es justo señalar, sin embargo, que, a pesar de ello o precisamente por ello, fueron las universidades cubanas escenarios imprescindibles de las luchas contra los vicios, las tiranías, la corrupción, la incultura, la ignorancia y demás males intrínsecos a aquella etapa. Estudiantes y profesores formaron parte destacada de la vanguardia revolucionaria y cultural de la época y muchos de ellos se enfrentaron con valor a la angustiosa y decadente situación que atravesaba el país y, por consiguiente, también sus universidades.

En Cuba, tras el triunfo de la Revolución, era imprescindible la Reforma Universitaria, para poder hacer realidad la articulación definitiva de la universidad con el pueblo y con la nueva realidad socioeconómica nacional, sin olvidar los más recientes y actuales conocimientos universales en todas las ramas de las ciencias y del saber.

No olvidemos, en primer término, que ha sido siempre el compañero Fidel Castro un hombre de profunda vocación universitaria y que, según él mismo ha confesado, se hizo revolucionario en las aulas de la Universidad de La Habana, donde desarrolló sus fundamentales luchas juveniles y donde amplió y profundizó sus conocimientos e ideas. Ello le otorgó una decisiva ventaja para entender, interpretar e impulsar los conceptos y las acciones referidas por la Reforma Universitaria desde sus inicios, aportando continuamente sus valiosos criterios al contenido y alcance de la Reforma, resumidos en las respuestas que deben corresponderse a tres preguntas clásicas: ¿Qué se va a estudiar?, ¿Cómo se va a estudiar?, ¿Quiénes van a estudiar?

En ese mismo orden de ideas, sus orientaciones a la Comisión de la Reforma -que tuve el inesperado honor de presidir- se encaminaron entonces a que esas interrogantes debían ser respondidas por la Revolución de la manera siguiente:

1º- Serán, en primer lugar, las carreras universitarias que respondan a las necesidades del desarrollo económico y social del país.

2º- Deberá hacerse en la más estrecha relación con toda la sociedad.

3º- Estudiarán los hijos del pueblo que estén en condiciones de acceder a las universidades, en igualdad de oportunidades.

Más allá incluso de lo estrictamente universitario, Fidel nos insistía en que la educación e instrucción nacionales tenían que alcanzar altos niveles de calidad, basadas en la historia pedagógica, científica y espiritual de Cuba y de América Latina, encabezándose con las ideas más universales. En estas últimas estaban presentes entonces y ahora el pensamiento martiano y la mejor aspiración socialista, inspirándose en la vinculación del estudio con el trabajo, del conocimiento científico con la investigación, en la formación de sentimientos de solidaridad y en la orientación científica del pensamiento.

Las masas -en especial los profesores y estudiantes- hicieron suya la batalla de la Reforma Universitaria y solo así fue posible avanzar y vencer en ese empeño, con las soluciones justas y bien meditadas que en ese momento se necesitaban y fueron posibles.

Por otra parte, debe señalarse que en los esfuerzos por hacer realidad la Reforma estuvo invariablemente presente una clara y firme voluntad política, que reconoció las potencialidades de las universidades como factor transformador de la sociedad. En el caso de Cuba, la génesis del movimiento intelectual, cultural y científico que propició y condujo las ideas de lo que posteriormente fue la Reforma Universitaria hay que buscarla en antecedentes tan lejanos como los siglos XVII y XVIII y en sus figuras originales como José Agustín Caballero, Félix Varela y José de la Luz y Caballero, prolongadas hasta José Martí y Enrique José Varona.

Ellos, nuestros grandes educadores y filósofos, promovieron la enseñanza fundamentada en la ciencia frente a la escolástica, intelectualista y formalista que durante siglos prevaleció en las instituciones de educación superior radicadas en nuestro país, fundamentalmente durante la etapa colonial, extendiéndose a la República neocolonial.

En cuanto a José Martí, la influencia de sus ideas educacionales y pedagógicas puede resumirse cuando afirmó: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido, es hacer de cada hombre, resumen del mundo viviente hasta el día en que vive, es ponerlo a nivel de su tiempo para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podría salir a flote, es preparar al hombre para la vida”.

Los antecedentes de la Reforma Universitaria están también en la Revolución Universitaria que encabezó Julio Antonio Mella como presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios y que tuvo por escenario inicial al Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, celebrado en al Aula Magna  de la histórica colina universitaria habanera. Las dificultades que enfrentó aquel intento heroico, también inspirado en las reformas de la universidad argentina de Córdoba, ratificaron que, como señaló Mella, la Reforma Universitaria no podía lograrse como un hecho aislado, independiente de la transformación revolucionaria de la sociedad en su conjunto.

Para nuestro país, ese momento llegó con la victoria del 1º de Enero y, por tanto, se hizo necesario emprender desde ese momento los pasos conducentes hacia la imprescindible reforma de la enseñanza universitaria, y se constituyó la Comisión integrada por destacadas personalidades y por estudiantes universitarios -de brillante y ejemplar trayectoria revolucionaria y académica-, que encararon la enorme tarea de plasmarla y reparar las condiciones para su lanzamiento.

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De: Ruben1919 Enviado: 19/07/2015 12:47


HONDA MARTIANA

Alma Mater (II y final)

Las universidades, como se ha comprobado históricamente, no pueden vivir al margen de sus tiempos, pues corren riesgo de verse envueltas, como antes de la Reforma, en una inercia infecunda

Por ARMANDO HART DÁVALOS

8 de julio de 2015

El 10 de enero de 1962, treinta y tres años después del asesinato de Julio Antonio Mella y en justo homenaje a su memoria imperecedera, se puso en vigor la Reforma Universitaria.

Debe quedar claro que solamente en medio de las nuevas condiciones socioeconómicas abiertas para el país por la Revolución hubiera sido posible llevar a vías de hecho una Reforma Universitaria del carácter planteado, que puso fin a conceptos y estructuras esquematizadas en algunos casos desde hacía siglos. No habían podido tener éxito hasta estos momentos los esfuerzos de profesores y estudiantes que lucharon por superar los defectos tradicionales de la universidad, pues para ello era preciso conquistar la verdadera independencia y, a partir de ahí, comenzar a diseñar la universidad nueva, como parte del gran cambio social, económico y político de la nación.

Las universidades, como se ha comprobado históricamente, no pueden vivir al margen de sus tiempos, pues corren riesgo de verse envueltas, como antes de la Reforma, en una inercia infecunda. Para ello, tienen que insertarse ágilmente en las actualizaciones del medio circundante, con flexibilidad y sin perder rigor, como agentes impulsores de nuevos desarrollos y capaces de asegurar las respuestas urgentes que el país demanda.

Tras 50 años de Reforma, hemos podido vivir el proceso de interacción entre universidad y sociedad en Cuba, de adecuación e influencia constante y recíproca, que no podrá detenerse ante los nuevos desafíos y retos. Por el contrario, deberán servir estos para ser enfrentados exitosamente, apoyándose en la experiencia acumulada, en la extraordinaria capacidad científica lograda y en la voluntad política sostenida y dirigida a consolidar esa integración universidad-sociedad que ha sido basamento de nuestra nacionalidad.

Hoy, al igual que hace medio siglo, cualquier reforma universitaria que emprendamos tiene que tomar muy en cuenta  las realidades de nuestro tiempo, en medio de una impresionante revolución científico-técnica y afincada en una singular tradición cultural y política desde los tiempos forjadores de la nación cubana hasta nuestros días. Desde la Campaña de Alfabetización ha quedado claro que es necesario combinar acertadamente el principio de masividad, que distingue todo el esfuerzo educacional de la Revolución, con el rigor científico y académico que demandan los tiempos actuales. Dos objetivos básicos deben guiar nuestra acción en este terreno:

•Lograr una educación y una cultura íntimamente relacionadas con el movimiento social, político y moral de la nación y de proyección latinoamericana y universal.

•Afianzar una cultura general integral y masiva. No hay cuestión moral, filosófica, jurídica o política de mayor interés, en especial para las universidades, que profundizar en las formas prácticas de lograr la integridad de la cultura y su masividad y, por tanto, la necesidad de relacionarla con el movimiento popular. Es la más importante responsabilidad que tenemos con la Patria que recibimos de nuestros antecesores y con la que legaremos a nuestros sucesores.

Vemos con satisfacción cómo en estos momentos de transformación y actualización en las más diversas esferas de nuestra sociedad socialista, la actual dirección de la Educación Superior -bajo la orientación del Partido- cumple con los lineamientos que le corresponden como parte de la política económica y social aprobados por el VI Congreso, y lleva delante de manera ordenada y racional, resuelta y decidida, las tareas que las nuevas condiciones demandan en ese terreno, que es decisivo para la continuidad histórica de la Revolución.

Confirmamos, al cabo de medio siglo, la absoluta necesidad de la Reforma Universitaria como acompañante inseparable del proceso revolucionario, las justas y oportunas indicaciones de Fidel y el trabajo responsable, serio y riguroso que realizaron aquellos compañeros que integraron la Comisión de Reforma,  todos de larga tradición pedagógica y universitaria. Ellos merecen   nuestra gratitud y eterno reconocimiento.



 
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