El aspirante republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, se ha puesto hecho un basilisco porque el chef José Andrés
–a quien todos los ricos quieren en su casa– ha roto el trato acordado
con Trump de poner un restaurante en el hotel de lujo que el magnate
está terminando en la capital de Estados Unidos. El caso es que Trump
está decidido a incrementar su fortuna de varios miles de millones
exigiendo a Andrés, por vía judicial, el pago de 10 millones de dólares
por tamaña osadía.
José Andrés –ya lo hemos dicho aquí– es
el cocinero de moda, el super chef imbatible, la estrella culinaria que
todos quieren conocer y que tiene sembrado el territorio norteamericano
de restaurantes de lujo, restaurantes asequibles y restaurantes sobre
ruedas; que, además, arrasa en sus programas televisivos y asesora a la
Casa Blanca en materia nutritiva. Un monstruo. Pero es que, si entre
monstruos anda el juego, Trump no es menos monstruoso.
Andrés, ciudadano estadounidense desde 2013,
no está nervioso ni preocupado. Es conocida su tendencia por las causas
nobles, perdidas o no, y a nadie que le conozca le puede extrañar su
decisión. Lo que sí se preguntan en el bando contrario es por qué aceptó
la oferta del multimillonario reaccionario, si ya se sabían sus salidas
de tono racistas, sexistas, clasistas y fóbicas en general.
“Los comentarios recientes y despectivos de Donald Trump sobre los
inmigrantes hacen imposible para mí y mi empresa seguir adelante con la
exitosa apertura de un restaurante español en la propiedad Trump
International en Washington”, ha dejado dicho José Andrés, y esta
decisión le hace perder a él mismo muchos miles de dólares, pero la
nobleza obliga. No está solo, también las cadenas NBC y Univisión y los
señeros almacenes Macy’s han cancelado colaboraciones con el magnate
republicano. Hasta el concurso de Miss Universo que organiza el millonetis va a verse boicoteado, al menos por México, Costa Rica y Panamá.
Como casi todo lo que toca el chef, su postura ha levantado voces y
aplausos a favor de la consideración y el respeto a los inmigrantes. Es
el caso del también cocinero Geoffrey Zakarian, a quien
Trump reclama otros diez milloncejos por incumplimiento de contrato.
Una de dos, o se hace más millonario aún o a Trump la tontería de acusar
de violadores y drogatas a los mexicanos le va a salir cara.
También Antonio Banderas aludió a la actitud de
Donald Trump, en un magnífico discurso, arremetiendo contra esas
declaraciones electoralistas, en la gala de los Premios Platino, de
Marbella, el pasado julio. Aunque él habla de lo “latino” como un signo
de distinción, que se entiende mejor dicho en Estados Unidos, si bien
casi nadie habla en latín ya a estas alturas de la era moderna.
Así las cosas, el Thinkfoodgroup,
una asociación que dirige José Andrés, ha declarado que la pataleta de
Trump no tiene fundamento y que el cocinero español ha tratado de
parlamentar para llegar a una solución amistosa, sin éxito. Y es que en
Estados Unidos –como en tantos otros sitios- salirse del sendero trazado
por los que mandan de verdad tiene sus costes. Veremos pronto en qué
acaba esto porque, eso sí, la justicia americana vuela.