Pedro León
Vargas Barrientos pensaba que no tenía de qué preocuparse la mañana del
13 de septiembre de 1973. Tenía sólo 23 años, militaba en el MIR y poco
tiempo atrás trabajaba en los establecimientos Bavaria. El mismo 11 de
septiembre se presentó a la Subcomisaría de Paine y el capitán a cargo,
Nelson Bravo, que lo conocía bien, le dijo que “todo estaba en orden.
Así que se devolvió tal como había llegado”[1], recuerda Sylvia Vargas,
hermana de Pedro.
A pesar de eso, el 13 de septiembre fue sacado brutalmente de la cola
del pan y arrastrado hasta un vehículo que lo llevó a la comisaría.
Varios vecinos trataron de ayudarlo, algunos lo tomaron de la ropa, pero
fue imposible. Ya en el calabozo le comentó a su compañero de celda,
Armando Pereira Salas, que “su detención era ‘pesada’”[2]. Como brazo
derecho de las Fuerzas Armadas y Carabineros, estaban los civiles que se
paseaban triunfantes por las calles del pequeño pueblo.
Christian Kast, hijo del propietario de establecimientos Bavaria, fue
citado a declarar por la justicia el 2003. Causa que fue reabierta el
año 2002 por la ministra de la Corte de Apelaciones de San Miguel, María
Stella Elgarrista, acumulándolas en una sola, denominada “Paine”,
producto de que 70 ciudadanos de localidades como Pintué, El Escorial,
Chada, Culitrín y Hospital, entre otras, habían sido asesinados o
permanecían desaparecidos. En esa ocasión, reconoció que: “Acompañamos a
Carabineros al sector de Aculeo a saludar a agricultores del lugar, y a
celebrar lo acontecido ese día”[3]. Ese mismo 11 de septiembre condujo
hasta la Subcomisaría el Datsun 1.500 color verde de su familia, cargado
con alimentos de Bavaria para los carabineros. “Pues en ella los
funcionarios tenían una olla común. Fui invitado a quedarme en el lugar
hasta el día siguiente”[4], declaró. En ese lugar fueron vistos por
última vez gran parte de los desaparecidos de Paine.
Rato después, durante esa misma noche, Kast vio llegar a la
Subcomisaría a un grupo de detenidos “los que en la mañana del día 12
fueron retirados por un camión militar. Iban rapados”[5]. Kast nunca
denunció este hecho a la justicia.
Christian Kast es actual Presidente de la fábrica de cecinas,
restaurantes y rotisería Bavaria, conocida empresa del rubro alimenticio
que tiene sucursales a lo largo de una parte importante de Chile, y
hermano del actual diputado y vicepresidente de la Unión Demócrata
Independiente (UDI), José Antonio Kast. Además es tío de Felipe Kast,
diputado y líder de Evópoli.
Al mediodía del 12 de septiembre, horas después de la detención de
Pedro Vargas, “se hizo un asado en el sitio indicado (patio de la
Subcomisaría) y retorné a mi casa, momento en que mi madre me prohibió
seguir yendo a la subcomisaría en razón de todo lo que había sucedido y
que ella había apreciado por televisión. A pesar de ello, en los días
posteriores volví a la subcomisaría a dejar cecinas de nuestro negocio
familiar, los establecimientos Bavaria, en dos o tres ocasiones y en
horas de la tarde. Cada vez que acudí veía a los carabineros y civiles
compartir asados en el patio que indiqué. En esas ocasiones me enteraba
que había detenidos en el cuartel, los que estaban en unas dependencias
ubicadas al fondo del mismo. Sólo recuerdo haber escuchado hablar de una
persona que apodaban ‘Harina Seca’, no recuerdo otros nombres o
apodos”.[6]
Cuando la
ministra Elgarrista citó a declarar en calidad de inculpado a Michael
Kast el año 2003, le interesaba conocer la propiedad de los camiones que
habían participado en el traslado de los prisioneros detenidos
desaparecidos de Paine. Lo interrogó en condición de inculpado. Al 11 de
septiembre de 1973 era propietario de un camión rojo marca Mercedes
Benz, tipo bombero. Tanto Kast como otros civiles interrogados,
coincidieron judicialmente en que el objetivo de los préstamos solo fue
para el traslado de funcionarios y sus familias hacia la Subcomisaría de
Paine. “No recuerdo si estos traslados se hacían también durante la
noche, de lo que estoy seguro, es que nunca mi móvil quedó en la
comisaría sin el conductor que trabajaba para mí. Carlos, al regresar,
me comentaba que efectivamente habían trasladado a los familiares de los
funcionarios de Paine”.
El detenido al que se refiere Christian Kast y por el cual nunca
inició algún trámite de denuncia en base a lo que había escuchado en la
Subcomisaría, es Luis Nelson Cádiz Molina, comerciante de 28 años,
detenido el 14 de septiembre, simpatizante del MIR. Cádiz es uno de los
detenidos desaparecidos de Paine. La última vez que fue visto con vida
fue en el calabozo de la Subcomisaría de Paine, junto a Pedro Vargas,
ambos con signos de haber sido torturados.
Inquirido por la jueza, Christian Kast declaró que solo conoció a
Pedro como empleado de su establecimiento, pero que no supo de su
situación. “Sólo posteriormente tuve conocimiento que fue detenido por
Carabineros, pero yo no lo vi en la Sub Comisaría, ni escuché que
estuviera cuando yo acudí a dicho establecimiento”.[7]
Según declaró, el también detenido, Alejandro del Carmen Bustos
González, cerca de las tres de la madrugada del 18 de septiembre, un
carabinero llegó a pasar lista al calabozo y lo sacó hacia el patio. Le
ordenó que se vistiera, lo dejó un instante ahí y partió hacia el
calabozo. Bustos observó varios vehículos de civiles estacionados,
“siempre desde el patio y al acercarme a un pasillo, a través de una
ventana, nuevamente pude observar a las personas de civiles. Me refiero a
Francisco Luzoro, Claudio Oregón, Antonio Carrasco, Luis Mondaca,
Segundo Suazo, Miguel González, Cristián Kast, Patricio Meza, Tito
Carrasco, Mario Tagle, Jorge Nazar y Ruperto Jara”.[8]
Minutos más tarde, él junto a Carlos Chávez, Orlando Pereira, Luis
Ramírez y Raúl Lazo fueron subidos por carabineros a vehículos de
civiles. No les pusieron capuchas. La comitiva tomó un camino que
reconoció como la carretera Norte Sur. Luego enfilaron hacia el
poniente, hasta un campo. Camino de tierra sinuoso, todos en silencio y
el zumbido de los motores. Los bajaron, alineados en medio de un
escampado, focos de vehículos alumbrándolos de medio lado, al frente un
pelotón de civiles y carabineros, y el horror a la muerte en ciernes. A
su costado derecho, diez metros más abajo, un remolino negro y espumoso
de agua, esperando que cayeran en él. “Levanten las manos, nos dijo el
sargento Reyes. Lo hicimos y miré hacia arriba, al cerro. ‘¡Puta a dónde
estamos, Dios mío santo! ¡Virgencita linda!’, me dije. Y veo que va
subiendo una imagen de la virgen arriba de una nube”[9], dijo con
lágrimas Bustos.
Cuando sonó el estruendo, una bala le dio en el brazo y un chorro de
sangre se le estrelló en la cara. Era de Orlando Pereira, su compañero
de muerte. Algunos cayeron heridos, otros gritando de dolor y miedo.
“Con un yatagán a uno de ellos, aún vivo, le sacaron los ojos y le
cortaron la lengua”[10]. Cuando el trabajo estuvo listo, lo empujaron
por el despeñadero hacia el canal y rodó junto al resto del grupo.
Adentro del agua, mientras daba vueltas en el remolino, sintió un brazo
que lo tomaba del cuello. Era Orlando Pereira. “Me rogó que lo ayudara,
así que lo monté al hombro y nadé. Salimos juntos al otro lado.”[11]
Pereira tenía varios impactos de bala en el pecho. “Me dijo que estaba
muerto y que le cuidara a su señora y al hijo. Me pasó su chomba entera
perforada y murió”.[12]
Bustos fue el único que sobrevivió para contarlo. Careado con
Christian Kast[13], reafirmó que lo vio en la comisaría el día de su
detención, pero aclaró que no fue parte de la caravana que rato después
lo fusiló. Entrevistado para este reportaje, Bustos puntualizó que en
realidad quiso decir que no fue capaz de identificarlo. “Había más
civiles, pero con las luces y la oscuridad, no los identifiqué a todos.
No me recuerdo de haber visto a Kast ahí, pero podría haber estado
también”[14].
Kast reconoció a la justicia solo haber escuchado la historia: “En
una oportunidad un sacerdote me relató un acontecimiento similar al que
señala mi interlocutor, que relacionándolos, creo que se trata del
mismo. Esa fue la primera vez que tuve noticias de lo sucedido en
Collipeumo”.[15]
La traición y los recuerdos de Sylvia
Sylvia recuerda que el único problema que tenía Pedro con los Kast
era un altercado previo al 11 de septiembre, en su lugar de trabajo,
Cecinas Bavaria. “Mi hermano descubrió que no estaban pagando a sus
trabajadores un porcentaje de las ventas, que era su obligación legal.
Entonces organizó un sindicato y don Miguel lo castigó, bajándolo a
rondín de la fábrica de cecinas. Tenía que usar un arma. A Pedro no le
gustaba la violencia, así que renunció”[16], recuerda Sylvia.
A pesar de ese episodio y sus nueve meses de embarazo, Sylvia decidió
ir hasta la casa de los Kast en Buin, para pedirle ayuda a su patrón. A
su favor tenía que a comienzo de los 60 su familia y los Kast habían
trabajado codo a codo para sacar adelante la recién creada fuente de
soda Bavaria, junto a la carretera Norte Sur, a la altura de Buin, donde
los Vargas también vivían: “Otros patrones habían ayudado a salir libre
a sus funcionarios, así que por eso me decidí a ir donde él”[17],
recordó.
En la entrada de la casa la recibió don Michael: “Estaba molesto. Me
dijo ‘cómo se ve Sylvia que usted no sabe lo que es una guerra’. Le
dije: ‘Pero ¿qué guerra, don Miguel? Pedro andaba con una malla del pan y
la plata, nada más’. El insistió. ‘No, Sylvia, esto es grave, usted no
tiene idea. Esto es de vida o muerte’. Yo le respondí, pero me dijo
cortante que me fuera tranquilita para mi casa a tener a mi hijo”.[18]
Interrogado por la justicia, Michael Kast negó la visita de Sylvia
para solicitarle ayuda: “No recuerdo de que familiares de Pedro hayan
concurrido a mi domicilio, el día 17 de septiembre de 1973, a pedirme
ayuda para encontrar o liberarlo y tampoco creo que de haber sido así,
yo les hubiera contestado de la manera que se me señala, ya que le tenía
aprecio a la familia, pues Sylvia y Pedro Vargas Barrientos trabajaban
para mí, al igual que su padre, Bernabé Vargas”.[19]
Camiones
Cuando la ministra Elgarrista citó a declarar en calidad de inculpado
a Michael Kast el año 2003, le interesaba conocer la propiedad de los
camiones que habían participado en el traslado de los prisioneros
detenidos desaparecidos de Paine. Lo interrogó en condición de
inculpado. Al 11 de septiembre de 1973 era propietario un camión rojo
marca Mercedes Benz, tipo bombero.
Tanto Kast como otros civiles interrogados, coincidieron
judicialmente en que el objetivo de los préstamos solo fue para el
traslado de funcionarios y sus familias hacia la Subcomisaría de Paine.
“No recuerdo si estos traslados se hacían también durante la noche, de
lo que estoy seguro, es que nunca mi móvil quedó en la comisaría sin el
conductor que trabajaba para mí. Carlos, al regresar, me comentaba que
efectivamente habían trasladado a los familiares de los funcionarios de
Paine”. [20]
Francisco Luzoro, dueño de camiones y dirigente de la Asociación
Gremial de Camioneros –procesado por varios crímenes de Paine– reconoció
que “los operativos que realizaba personal de carabineros escoltados
por nosotros [los civiles] eran exclusivamente para detener gente en
diferentes lugares, los cuales eran trasladados a la Subcomisaría de
Paine, sin saber cuál era su destino final (…)”[21]. Aprovechó, eso sí,
de abrir a medias el secreto a voces sobre la participación de otros
civiles, sin comprometerse: “Quiero hacer presente que no solo yo estaba
prestando colaboración con vehículos a personal de Carabineros, sino
que habían otras personas civiles y que además tenían otros vehículos
(…) pero no recuerdo quiénes eran, como asimismo había otras camionetas,
pero de diferentes colores.[22]
En cuanto a su relación con el líder de los civiles de Paine, y los
demás integrantes de las brigadas formadas luego del golpe, Michael Kast
fue discreto: “[A Luzoro] sólo lo ubico, por cuanto es un fletero de la
zona, pero no tenemos un vínculo de amistad, igual cosa ocurre con
Ramón Huidobro (…). Los Carrasco porque tienen parcela agrícola en
Paine, a los hermanos Tagle porque son hijos de un dueño de fundo. Nunca
nos visitamos con estas personas, ya que como señalé solamente los
ubico”.[23]
La mayoría de las personas que Kast declaró “sólo ubicar”,
actualmente están procesadas y algunos de ellas confesas de su
participación en los crímenes que se han logrado dilucidar en Paine.
Hasta hoy, en la mayoría de los casos, la justicia no ha dilucidado
qué camiones y vehículos fueron utilizados en los diversos episodios
criminales. Se sabe que, por ejemplo, un camión rojo trasladaba
detenidos desde y hasta la Escuela de Infantería de San Bernardo.
También, como excepción, se sabe qué vehículos y qué choferes
secuestraron al profesor Cristian Víctor Cartagena Pérez, detenido
desaparecido, profesor de la Escuela de Chada y militante del Partido
Comunista
Esto no fue problema para que en 2008 Christian Kast protegiera a
Rubén Darío González, comerciante que colaboró conduciendo vehículos y
que se encuentra confeso de su participación en el crimen del profesor
Cartagena Pérez. Kast firmó un “certificado de honorabilidad” a su
favor.
“Certifico conocer al señor Rubén Darío González desde su infancia.
Asimismo, conocí a sus padres y abuelos, quienes se destacaron como
personas correctas y respetables, activos participantes del comercio,
muy queridos entre la comunidad de Paine. Don Rubén González siempre ha
sido un joven normal y muy ordenado. Se casó y formó una familia muy
cristiana de Paine. Como he sabido participa de movimientos cristianos
de la comuna (…)”[24]
La viuda del profesor Cristián Víctor Cartagena Pérez, Holanda Vidal,
recordó ante la Policía de Investigaciones que, al momento de ser
secuestrado, su marido fue amarrado con una cuerda y esta a una de las
camionetas de la caravana de civiles y militares. Se perdió en el
camino, “arrastrándolo por todo el camino hasta llegar a la comisaría
(…)”[25]
Las redes políticas
Con el golpe militar, la familia Kast fortaleció su posición social y
política. Miguel, el mayor de los hijos, economista de la Universidad
Católica y con postgrado en la Universidad de Chicago, pasó a ser parte
de los civiles que trabajaron para la dictadura. En 1978 asumió como
director de la Odeplan[26]; en 1980 fue designado por Augusto Pinochet
como ministro del Trabajo y, en 1982, presidente del Banco Central. En
1983 le diagnosticaron cáncer óseo y, finalmente, murió ese mismo año. A
partir de ese momento, se transformó en una leyenda dentro de la
extrema derecha, ya que junto a Jaime Guzmán había integrado la
fundación del Gremialismo, movimiento político que sentó las bases de la
Unión Demócrata Independiente (UDI), partido político nacido para dar
apoyo social e ideológico a la dictadura de Augusto Pinochet.
Luego de su muerte, dos de sus familiares directos asumieron la
representación política de la familia. Su hijo, Felipe Kast Sommerhoff,
ingeniero de la Universidad Católica, militó en la UDI y,
posteriormente, formó Evópoli[27]. Durante el gobierno de Sebastián
Piñera fue Ministro de Planificación Social. En las elecciones
presidenciales fue jefe de campaña en el comando de la candidata Evelyn
Matthei y actualmente es diputado por Santiago. Respecto de la dictadura
de Augusto Pinochet, a través de Evópoli ha marcado un distanciamiento
con la generación de su padre. En una entrevista señaló: “Tengo una
visión muy crítica de las violaciones a los derechos humanos, como una
menos crítica de lo que se hizo en políticas sociales”[28]. Explicando
sus parámetros valóricos para balancear dichos temas, señaló que “como
no me tocó vivir eso, tengo mucho menos complejo al valorar lo
bueno.”[29] Además, dijo que “académicamente” apoya lo que él llama
“pronunciamiento” militar y que si estuviera en dictadura habría
ejercido como ministro de Estado para Pinochet.[30]
José Antonio, hijo menor del matrimonio Kast Rist, es conocido como
un bastión político y valórico de la derecha más dura. En 2013 señaló a
la prensa que la operación de venganza de la dictadura por el atentado a
Augusto Pinochet, ocurrido el 7 de septiembre de 1986, no fue digitada
por el Estado, sino que “hubo personas que tomaron venganza por
compañeros de ellos que cayeron en el atentado a Pinochet y cometieron
un delito”[31]. En la misma ocasión confundió episodios históricos,
señalando que dicha venganza fue el crimen de los “Degollados”, ocasión
en que Santiago Nattino, José Manuel Parada y Manuel Guerrero, fueron
asesinados por personal de Carabineros, hecho ocurrido antes del
atentado a Pinochet, en marzo de 1985, investigado y sancionado por la
justicia como crimen de Estado.
Días más tarde, Kast pidió disculpas por haber confundido el caso Degollados con el atentado a Pinochet.
José Antonio se ha caracterizado por su discurso de “protección a la
vida” al referirse a la posibilidad de discusión sobre el aborto en
Chile. Su oposición a la pastilla de contracepción de emergencia, la
regulación de la vida en pareja de homosexuales, la adopción de niños
por parejas gays y el matrimonio gay han sido sus caballos de batalla,
erigiéndose como uno de los hombres más conservadores al interior de la
UDI.
Desde el comienzo la empresa familiar Bavaria ha estado presente en las carreras políticas de José Antonio y Felipe.
El 9 de mayo de 2014, Michael Kast Schindele, el páter familias,
murió a los 90 años como célebre y cristiano empresario de la zona y
fundador de un imperio. Pocos saben, pero hasta su muerte mantuvo su
calidad de inculpado por los crímenes de Paine.
Sylvia, sin conocer los antecedentes del sumario que actualmente se
sustancia en la Corte de Apelaciones de San Miguel, siempre mantuvo la
duda respecto a la participación de Michael Kast y Christian Kast en el
crimen de Pedro. Su absoluta inhumanidad y la negativa a ayudarla en
momentos en que su sola gestión significaba la vida o la muerte de su
hermano, persisten en su memoria.
Han pasado 41 años de ocurridos estos crímenes y aún no existen
condenas. Solo hay siete carabineros procesados, dos militares y nueve
civiles por los distintos episodios[32]. Unos pocos vehículos que
participaron en las caravanas de la muerte lograron ser asociados a sus
dueños y a episodios criminales concretos. El resto se encuentra en la
nebulosa.