
Estados Unidos ha buscado derrocar al Gobierno sirio desde 2006
utilizando diversas tácticas según revela en su última entrevista el
fundador de la web de filtraciones Wikileaks, Julian Assange.
“El capítulo sirio se remonta a 2006, cuando en un telegrama muy
importante del embajador Roebuck, radicado en Damasco, este responde a
una discusión sobre un plan para derrocar el Gobierno de (el presidente
Bashar Al-) Assad, en Siria”, relata Assange en una entrevista difundida
este miércoles por el canal ruso RT.
El diplomático estadounidense William Roebuck —actualmente embajador
en Bahrein— proponía entonces a Washington provocar una “reacción
exagerada autodestructiva” entre las autoridades sirias, por medio de la
difusión de rumores sobre intrigas golpistas.
Otro detalle que revelan los telegramas presentados por Assange es
cómo Washington restaba importancia a los mensajes de alerta de Damasco
sobre el creciente peligro del terrorismo takfirí, de manera
intencionada, como meras “señales de debilidad” del Gobierno sirio.
Otra estrategia de Washington, plenamente vigente y señalada por el
periodista, es la exacerbación artificial de las diferencias entre
musulmanes chiíes y suníes, en especial para limitar la influencia
regional de Irán, país al que cita expresamente Assange.
Todo ello se realiza, recalca, coordinando la acción de poderes de naturaleza aparentemente muy distinta e inconexa.
“Cuando Estados Unidos necesita hacer algo, junta los distintos
brazos del poder estadounidense, que incluyen el militar, el de la
Inteligencia, el financiero, el comercial y su poder de información”,
dice.
De especial importancia para comprender las estrategias de
desestabilización de Washington es el Manual de Guerra No Convencional
publicado en 2008 por el Ejército estadounidense, y que sigue formando
parte de la “doctrina militar activa”, recalca Assange.
Dentro de esas estrategias militares, el periodista resalta el papel
de instituciones en apariencia civiles, como la Fundación Nacional para
la Democracia (NED, en sus iniciales inglesas) y la Agencia de los
Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Igualmente, Assange hace mención al alineamiento del Fondo Monetario
Internacional (FMI) con la política exterior de Washington, a la hora de
debilitar o desestabilizar a los países a través de sus finanzas.
El fundador de Wikileaks observa que, en contra de las teorías
liberales propagadas por Occidente, el aparato estatal estadounidense
está profundamente imbricado con grandes empresas como Monsanto, cuyos
intereses defienden su diplomacia y su ejército.
Así, el Departamento de Estado se activa y cabildea, por ejemplo,
para impulsar cambios de legislación en Europa, para imponer “sanciones”
que beneficien a su economía y lastren la de sus competidores, o para
promover, por ejemplo, sus organismos genéticamente modificados,
haciendo que se modifiquen los reglamentos de etiquetado.
Assange rechaza por otra parte las pretensiones de Washington de una
diferencia entre EE.UU. y Rusia, en cuanto a que el primero no
reprimiría a sus disidentes.
El actual presidente, Barack Obama, ha organizado la persecución de
más “sonadores de alarma” que todos sus predecesores juntos, observa
Assange, y no se trata de personas que revelen secretos a Gobiernos
extranjeros —como afirma Washington—, sino que colaboran con medios de
comunicación abiertos.
Esa colaboración es fructífera en la medida en que hay periodistas a
los que no les asusta divulgar información molesta para Washington, pero
Assange señala su sorpresa al comprobar la censura imperante en las
publicaciones académicas occidentales especializadas en las relaciones
internacionales, que prácticamente no han hecho caso de las revelaciones
de Wikileaks.
El periodista australiano hace varias alusiones al régimen de Israel,
tanto sobre su interés en la desestabilización de Siria para asegurar
su ocupación militar de los altos de Golán, en el sur del país árabe,
como sobre su preocupación por las recientes estrategias del Gobierno
palestino.
Pese al apoyo constante de Washington al régimen de Tel Aviv,
Palestina ha logrado inquietar a los dirigentes israelíes, según
muestran numerosos telegramas, con su adhesión a la Corte Penal
Internacional (CPI), si bien Assange no se muestra convencido de que el
tribunal sea capaz de juzgar a mandatarios no africanos.
Assange presenta en su entrevista el libro The Wikileaks files (Los
archivos de Wikileaks), publicado en agosto, y al que contribuye con la
introducción, escrita desde su reclusión en la embajada de Ecuador en
Londres, que le da refugio desde 2012 frente a posibles represalias de
EE.UU. a través de un caso abierto de presunta violación.
RT/HispanTV