El Partido Laborista británico, que se dio de bruces en las elecciones del pasado mes de mayo con el tímido giro a la izquierda de Ed Miliband, se sitúa en posiciones radicales con la elección de Jeremy Corbyn, de 66 años, como el nuevo líder. Llegó en el último minuto el pasado mes de junio a la carrera por el liderazgo del partido, que ha disputado con otros tres candidatos. Y sin que nadie se explique cómo ha logrado arrastrar a la militancia, se ha colocado como nuevo líder laborista.
Los albures del siempre caprichoso destino se confabularon el jueves para que Jeremy Corbyn cerrara su campaña en su recaudo del norte de Londres, en Tufnell Park, a un tiro de piedra de la tumba de Karl Marx, en el cementerio de Highgate. Una casualidad para uno de los pocos políticos que cree en la validez de los postulados marxistas y en la fuerte intervención del Estado en la vida y las finanzas del ciudadano. Lo mismo que defendía en 1983 (pacifismo, sindicalismo y nacionalizaciones) cuando entró en la Cámara de los Comunes representando el escaño de Islington Norte, en el norte de Londres, lo continúa abogando ahora como aspirante a primer ministro de Reino Unido, la meta para el líder de la oposición.
Los pesos pesados del partido han advertido de lo que supone la elección de Corbyn como líder y recuerdan la travesía del desierto por la que anduvo el laborismo durante 18 años (1979-1997), en la oposición mientras se regocijaba con la pureza y justicia de sus valores tradicionales de igualdad social y defensa de la clase trabajadora. El ex primer ministro Tony Blair ha avisado que la elección de Corbyn constituirá "el apocalipsis" para el laborismo. El portavoz de Educación y lumbrera para el futuro, Tristram Hunt, ha dicho que con Corbyn, "nos cantaremos las melodías que nos gustan a nosotros mismos sin conectar con la gente". El ex ministro Charles Clarke cree que "Corbyn es un político de oposición y de protesta sin posibilidad de ganar unas elecciones generales".
En la familia laborista desde adolescente
Hijo de un ingeniero y una profesora de matemáticas, el nuevo líder pertenece a la familia laborista desde su adolescencia. En 1974 se casó con la militante Jane Chapman de la que se divorció en 1979. Su segundo matrimonio lo formó en 1987 con la chilena Claudia Branchitta con la que tuvo tres hijos varones. En 1999, se separaron tras una polémica sobre la escuela secundaria para su hijo mayor. Por proximidad les tocaba el centro estatal Holloway -considerada escuela ineficaz- a la que Claudia se negó a llevar a su hijo. Jeremy, defensor del sistema público, vio como su hijo entraba en el colegio selectivo -alumnos entran por examen- Queen Elizabeth, en Barnet, lejos del hogar familiar. El desacuerdo colmó el vaso de unas relaciones ya deterioradas.
El matrimonio con Claudia lo vinculó a América del Sur. El abuelo de ella era el cónsul español en Chile en 1936 al estallar la Guerra Civil. Regresó a España para luchar en la contienda, se exilió de nuevo en el 39. En 1973, a raíz del golpe de Estado de Augusto Pinochet, la familia entera huyó de Chile. Claudia llegó a Londres con 11 años mientras que sus abuelos regresaron a España en la década de 1980. Su tío, Oscar Soto, estaba con el presidente Salvador Allende en el asalto al palacio presidencial. La tercera, y vigente, esposa de Jeremy es la mexicana Laura Álvarez.
Contrario a las medidas de austeridad, seguidor de Syriza, partidario de renacionalizar los ferrocarriles, de abolir las matrículas universitarias (12.600 euros) y de proteger los servicios públicos, propone financiarlo todo con el aumento de impuestos a los ricos y la construcción de grandes proyectos estatales, desde viviendas a carreteras. "La austeridad política es una agenda para la desigualdad social", ha dicho en uno de los muchos actos en el que ha reunido audiencias hasta la bandera. En los escándalos sobre los gastos de los diputados, Corbyn destacaba por ser el que menos facturas cargaba al Gobierno entre los 650 parlamentarios: un ejemplo de austeridad.