Siria, 4 años resistiendo al terrorismo imperialista
- Domingo, 13 septiembre, 2015, 0:00
- Asia, Destacada
El presidente sirio, Bashar Al Assad, celebró este viernes su
cumpleaños 50 con la difícil tarea de seguir conduciendo las riendas de
un gobierno que busca preservar la soberanía e integridad territorial de
este país árabe.
Ubicado en el centro de una sensible y complicada polémica, el
presidente Al Assad se convirtió en el chivo expiatorio de las grandes
potencias occidentales –con Estados Unidos a la cabeza–, quienes buscan
sacarlo a la fuerza, con el desgastado argumento de un ejercicio
“tiránico y despótico” del poder.
Por otro lado, está la innegable popularidad del líder sirio entre la
mayoría de sus compatriotas, quienes reconocen su firmeza dirigiendo
durante más de cuatro años la defensa del país, que sufre una cruel
embestida terrorista, casualmente patrocinada por los mismos gobiernos
que aspiran a defenestrarlo.
Para Occidente, el principal propósito de la agresión contra Siria
fue, y sigue siendo Bashar Al Assad. Ni reformas ni supuestos
movimientos populares, ni estilos de gobierno, fueron las causas de la
violenta arremetida, a pesar de que sigan esgrimiéndolas hipócritamente
en los foros internacionales.
Para los grandes círculos de poder resultó muy molesto que este joven
mandatario no siguiera las directrices que emanan de Estados Unidos,
Inglaterra y Francia; que fuera consecuente defensor de la causa
palestina y enemigo jurado del sionismo expansionista que defiende el
vecino Israel.
Al Assad jamás retiró su apoyo a Irán –el otro enemigo acérrimo de
Occidente en el Medio Oriente–, y eso la granjeó el odio de quienes
buscan mantener viva la llama de la guerra en esta zona del mundo.
El presidente sirio no contribuyó a la voracidad financiera del Fondo
Monetario Internacional –con quien no tiene deudas–, ni permitió que se
privatizara la industria petrolera, lo que alejó la esperanza
imperialista de apoderarse de 25 mil millones de barriles de crudo que
están como reservas en suelo sirio.
Tampoco toleró la expansión del fundamentalismo islámico y defendió
la instauración de una república laica, donde se respetan todos los
credos, y donde impera, únicamente, la ley del Estado.
Defiende además, los derechos de las mujeres y sigue, a pesar de una
guerra cruel y despiadada, buscando la modernización del país,
principalmente en el terreno de la educación y la ciencia.
A pesar de su origen alawita –otro de los argumentos manipulados por
Occidente– Bashar Al Assad sigue defendiendo la unidad nacional y el
concepto de sirios, por encima del origen étnico o religioso, en un país
donde confluyen variedades de culturas y devociones que han vivido en
armonía por miles de años.
Para los enemigos de Siria, desatar las rivalidades étnicas,
constituía una vía para alcanzar la fragmentación del país y la división
de su pueblo, política que fracasó cuando vemos que en las mismas
trincheras luchan uno al lado del otro, alawitas, sunitas, chiítas,
drusos, armenios, kurdos y cristianos.
A pesar de los innegables errores cometidos durante su mandato, Al
Assad persiste en renovar las políticas de Estado, buscando consenso
entre los grupos de oposición que no adolecen del mercenarismo de los
que buscan, desde el exterior, cercenar al gobierno y apoderarse del
país.
También habría que reconocerle su persistente apoyo a la búsqueda de
una solución política y pacífica al conflicto iniciado en 2011,
alentando propuestas de países amigos que permitan una reconciliación de
todas las partes, sin dejar de combatir a las fuerzas terroristas
financiadas y armadas por los mismos que rechazan cualquier discusión
civilizada.
Hasta los propios enemigos de Siria reconocen que no habría una
salida a esta crisis sin la presencia de Bashar Al Assad, después de que
todos los planes por derrocarlo se fueron al piso, al no contar con la
resistencia del pueblo sirio alrededor de su legítimo gobierno.
Bashar Al Assad estaba en la mirilla del Departamento de Estado
norteamericano, mucho antes que comenzaran las fatídicas “Primaveras
Árabes”.
Revelaciones de Wikileaks confirmaron que desde 2006 ya se fraguaban planes para provocar la salida del poder del líder sirio.
Pero ahí está, festejando su cumpleaños número 50 al frente de su pueblo
y de su Ejército, sin la menor intención de claudicar ni rendirse.
Miguel Fernández / PL