Bogotá incluyente, segura y sostenible
Por Clara López Obregón / El Tiempo
Lo primero que requerimos para sacar a Bogotá adelante es recuperar confianza. En el año 2011, cuando asumí la Alcaldía Mayor, lo hice en medio de la peor crisis en años.
Todo reto de largo alcance implica partir de los avances logrados, de corregir los errores y de proyectar los anhelos colectivos en metas ampliamente compartidas, a pesar de las divergencias y de los enfrentamientos coyunturales. Bogotá enfrenta uno de tales retos de cara a las elecciones del 25 de octubre.
Necio sería desconocer los avances dejados por cada administración o soslayar taras como la de la corrupción, que tiene que ser erradicada con medidas contundentes de carácter estructural.
El resultado de las alcaldías de izquierda está a la vista: reducción de la pobreza, del 41 por ciento del total de hogares en el 2000 al 10 por ciento en la actualidad; cero muertes por desnutrición en el 2014, cerca de un millón de estudiantes en gratuidad y tasas que superan ampliamente las metas del milenio en mortalidad materna e infantil, promoción de la igualdad y la autonomía de la mujer, reconocimiento de nuevas ciudadanías, entre tantos otros.
No obstante, tenemos todavía grandes retos por cumplir. La población siente los impactos de la inseguridad y de la falta de movilidad en su vida. El 70 por ciento de los encuestados viene contestando de tiempo atrás que Colombia y Bogotá van por mal camino. Es urgente darles una respuesta contundente y que les genere esperanza.
Lo primero que requerimos para sacar a Bogotá adelante es recuperar la confianza. En el año 2011, cuando asumí la Alcaldía Mayor, lo hice en medio de la peor crisis en años. Con firmeza, un nuevo trato de transparencia con los ciudadanos y mucho diálogo alrededor de temas grandes y pequeños, logré recuperar confianza y echar a andar una administración paralizada, para entregar la más alta ejecución de los últimos 15 años. Dejé la Alcaldía con el mayor puntaje de aprobación ciudadana desde 1993: el 72 por ciento en la encuesta Gallup, porcentaje no alcanzado por ninguno de mis antecesores y que se reflejó favorablemente en las cifras de percepción de seguridad y del camino de la ciudad, con una inflexión notoria hacia la mejoría.
Lo propio hice en la segunda vuelta presidencial del año pasado, cuando, dejando de lado las diferencias con el presidente Santos, convoqué a los dos millones de votantes (500.000 en Bogotá) que apoyaron nuestra fórmula de mujeres con Aída Avella, a votar por la paz en cabeza de nuestro contendor de la víspera. No nos equivocamos. La paz va por buen camino y ello exige renovado liderazgo ético de cara al posconflicto en el próximo gobierno de la ciudad, que está llamado a dar ejemplo y servir de vitrina al país en materia de cultura de paz, derechos, inclusión social, seguridad integral y desarrollo sostenible.
La inseguridad y la movilidad requieren fórmulas integrales que trasciendan meras medidas y megaproyectos efectistas. Ellas deben contemplar, al lado de la eficaz represión del delito, las oportunidades para los jóvenes como la universidad pública nocturna gratuita en las sedes de los 60 megacolegios de la ciudad, la superación de las desigualdades sociales, económicas y de género mediante políticas públicas incluyentes y la adaptación al cambio climático, que son imperativos de la paz, objetivos de Naciones Unidas para 2030 y enseñanza del papa Francisco. El modelo privatizador neoliberal se aleja cada vez más de estos objetivos.
La convergencia democrática que se viene conformando alrededor del modelo social de ciudad de oportunidades, libre y de buen vivir, exige adicionalmente el más firme compromiso con la erradicación de la corrupción, lo que haremos con liderazgo y apoyados en una veeduría distrital fortalecida, con capacidad preventiva y sancionatoria, en manos independientes y del más amplio reconocimiento ciudadano.
Y el metro va. ¡Palabra de mujer!
El Tiempo, Bogotá.