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General: LA DÉCADA REPETIDA
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De: Matilda  (Mensaje original) Enviado: 19/10/2015 01:17
 
 
Domingo, 18 de octubre de 2015  01:00 | Economía

"Ni ganada ni perdida, esta fue la década repetida"

Para el integrante del grupo Economistas de Izquierda, en los últimos años se profundizaron los desequilibrios de capitalismo argentino. 

Restauración. Katz dijo que los tres principales candidatos presidenciales vuelven a un curso conservador.

Por Mariano D'Arrigo 

Ni ganada, ni perdida, ni frustrada: para el economista Claudio Katz la década kirchnerista fue una década “repetida”, en la que se profundizaron “los desequilibrios estructurales del capitalismo dependiente argentino”. En este diálogo con La Capital, Katz planteó que el conflicto por la resolución 125 “acabó el intento de poner en pie una estrategia neodesarrollista”, lo que requería una mayor captación estatal de la renta sojera y el monopolio estatal del comercio exterior. Además, señaló que el gobierno desaprovechó un contexto favorable por los precios de los commodities y los procesos en Venezuela y Bolivia “para avanzar en un proyecto de integración latinoamericana en serio”. Y aseguró que los tres principales candidatos presidenciales tienen “una estrategia económica muy semejante” basada en “ajuste, devaluaciones, tarifazos” y “el reendeudamiento en gran escala”.

  — ¿Cuál es el balance de doce años de modelo kirchnerista?

  — Existen cuatro balances circulando sobre la década. La idea oficial de la “década ganada” generaliza lo ocurrido entre 2003 y 2007 a todo el período. La recuperación económica, la recomposición de la rentabilidad, el desahogo inmediato de pagos y el fomento estatal de la demanda comenzaron a diluirse en 2008 y reaparecieron los desequilibrios actuales de inflación, turbulencia cambiaria y una economía que se frenó en medio de políticas defensivas para tapar agujeros. Esta primera idea me parece incorrecta. Una segunda idea es la “década desperdiciada” por mucho estatismo y populismo. Se olvidan que los neoliberales cada vez que les tocó gobernar hicieron el mismo derroche de gasto público que ahora cuestionan. Los ejemplos que ellos presentan como los modelos a seguir, especialmente en América latina, son modelos que están corroídos por una gran vulnerabilidad tanto financiera como por la primarización de los productos exportados. Hay una tercera idea de “la década frustrada” que sostienen los renovadores, los que se fueron del kirchnerismo. Consideran que hubo una primera etapa que estuvo bien y una segunda etapa de mala praxis. El problema de la política económica no fue un instrumento: todo el modelo económico tuvo problemas. La cuarta idea que yo comparto junto a muchos economistas es la de una “década repetida”: reprodujo los desequilibrios estructurales del capitalismo dependiente argentino en todos los planos. En una política impositiva regresiva, en el pago de una deuda externa que terminó descapitalizando el país, en un afianzamiento de la primarización sojera, el extractivismo minero y petrolero, la perpetuación de una estructura industrial concentrada y muy desequilibrada y un sistema financiero que bloquea la inversión. No se modificaron los pilares de la desigualdad social que rige en Argentina.

  —En esta idea de la “década repetida” usted enfatiza las continuidades con respecto al período neoliberal, ¿encuentra rupturas?

  —Creo que hubo un intento de llevar adelante un modelo neodesarrollista distinto del modelo económico neoliberal. No fue una política de privatizaciones, apertura comercial y flexibilización laboral como en los 90. Hubo un modelo que intentó una mayor regulación económica desde el Estado y una política de expansión de la demanda y fomento del consumo. El tema es que este intento falló, duró pocos años. El conflicto con el campo dividió aguas. Ahí se acabó el intento de poner en pie una estrategia neodesarrollista, que requería mayor firmeza en la captación estatal de la renta sojera, la reintroducción de un monopolio estatal del comercio exterior como una medida clave, dejar de subsidiar a una burguesía argentina que remarca precios, hace especulaciones cambiarias y coloca fondos en el exterior y no invierte.

  — A partir del conflicto por la resolución 125 el kirchnerismo generó una épica del “Estado contra las corporaciones”, ¿cómo visualiza la relación compleja entre Estado y los grupos económicos dominantes, que de hecho tuvieron una gran rentabilidad en el período?

  —Efectivamente, hubo una disputa fuerte con muchos sectores concentrados. Pero las disputas con los grupos dominantes son usuales, no son una peculiaridad de este período. En general se acrecientan cuando las tasas de ganancia comienzan a declinar. Por eso, mientras la economía atravesó un período floreciente las disputas con los grupos económicos fueron muy limitadas. Aparecieron cuando la torta comenzó a achicarse y hubo que tomar decisiones sobre qué hacer con esa torta. Evidentemente hubo conflictos, pero el kirchnerismo se caracterizó por hacer una presentación declamatoria de esas disputas que no estaban a tono con la realidad de lo que sucedía. Un ejemplo es el desendeudamiento: el kirchnerismo lo presentó como una política de emancipación nacional. Pero si vemos cuidadosamente, después del canje hubo una política de pagador serial que se hizo a costa de las reservas. Estamos en las vísperas de un proceso inminente de reendeudamiento. El resultado es que estamos en el mismo punto de partida del cual salimos.

  —Siguiendo con la cuestión del frente externo, en estos últimos doce años Argentina avanzó en relaciones estratégicas con China, Rusia y otros países, ¿Cuál es el balance de la política exterior en materia económica?

  —El gobierno diversificó sus exportaciones, como lo han hecho todos los gobiernos anteriores. Videla exportaba a la Unión Soviética y eso suscitó conflictos con Estados Unidos. El comercio con China no es una peculiaridad argentina, no hay ningún país latinoamericano que no tenga una relación privilegiada en materia de exportaciones con China. El problema es cómo se encararon esas ventas externas: se acentuaron la primarización y el extractivismo. Hoy Argentina le vende a China un producto hiperbásico como la soja —ni siquiera es un producto medianamente elaborado de la cadena agroindustrial— e importa vagones del ferrocarril, que antes se hacían en el país. Es una relación completamente adversa para un proceso de industrialización del país. El gobierno no ha aprovechado el desahogo externo que implicó tener varios años de un precio internacional muy favorable de las exportaciones para avanzar en un proyecto de integración latinoamericana en serio. Por ejemplo, promoviendo una negociación colectiva de toda la Celac con China, y no de cada país por separado, como está ocurriendo.

  —¿Había condiciones para tomar otras políticas?

  —Siempre hay alternativas. Justamente, tuvimos en los últimos años condiciones muy favorables, no sólo por el desahogo en materia de los precios de las exportaciones, sino que hubo condiciones muy interesantes en América latina, especialmente a partir de la autonomía que logró la región con los procesos en Venezuela y Bolivia para desenvolver una política de ruptura más categórica con los centros imperiales, cosa que no se hizo.

  —¿Qué lectura hace del escenario actual?

  — Ahora estamos en el viraje, en el momento de la vuelta a un curso conservador que se identifica en la política y en los anuncios de todos los candidatos presidenciales. Hay una semejanza muy llamativa entre Scioli, Macri y Massa. Las acusaciones entre ellos suben de tono, pero hay una política, una estrategia económica muy semejante. Los tres promueven un giro conservador para implementar ajuste, devaluaciones, tarifazos. Discuten simplemente si la devaluación va a ser más gradual o más contundente, pero en realidad eso no depende de lo que proyecte cada uno sino del escenario tanto interno como externo que encuentren a principios del año que viene. Los tres se aprestan a negociar con los buitres, a derogar la ley cerrojo y de pago soberano, a priorizar una negociación y pagarle a un grupo de financistas que han sido hiperdenunciados cuyas operaciones fraudulentas son más que conocidas. Creo que en la carpeta de los tres presidenciables hay una política de reendeudamiento en gran escala, volviendo al Fondo Monetario Internacional, lo digan o no, lo hagan al principio o más tarde. Todos tienen pensada la famosa sintonía fina que el gobierno empezó y dejó de lado.

  —¿Cree que hay condiciones sociales para aplicar estas políticas? ¿O por la herencia de 2001 y cierto sentido común construido en estos años podrían generarse resistencias que bloqueen un ajuste?

  —Todos quieren hacer un ajuste y son conscientes de las dificultades para hacerlo en Argentina. Dicen que quieren ir gradualmente porque tienen miedo al recuerdo del 2001. Después del 2001 hubo cuatro paros generales de alta intensidad. Argentina es el país de los piquetes, de la resistencia. Todos están mirando con mucha atención lo que está pasando en Brasil. Dilma Roussef llegó al gobierno prometiendo que no iba a hacer el ajuste. Ahora está en el peor de los mundos, porque la derecha quiere aprovechar su desprestigio para sacársela de encima y los movimientos sociales no encuentran la razón y el camino para defender un gobierno que está produciendo un recorte social tras otro. Nadie quiere hacer un ajuste: el tema es para quién se gobierna. Si, como Dilma, gobierna mirando lo que quieren los mercados, es decir, los grandes grupos económicos, a la larga termina intentando hacer eso. En Argentina la única previsión que uno puede hacer es que será un camino muy tortuoso, muy complejo, con grandes resistencias. Pero las resistencias tampoco surgen solas, hay que desarrollarlas.



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