Los abrazos se repetían bajo los faroles de la Plaza de Mayo. Había abrazos que se fundían y no terminaban nunca. Había abrazos de protección, en los que un novio cubría el hombro de su pareja con su mano: como si quisiera ponerla a salvo de la desolación. La tristeza era imposible de disimular en el centro político y simbólico de la historia argentina. El parque público que reúne al Cabildo, la Catedral metropolitana y, más allá, la Casa Rosada, estaba anoche cruzado por las banderas, las sombras de la noche, y la emoción de una jornada dolorosa para millones de argentinos. Una delegación de esa franja de la sociedad estaba representada en los miles de personas que se reunieron frente al Cabildo y a pocos metros del hotel NH Bolívar, sede del búnker del FpV. Bajo la recova del edificio histórico de la Revolución de Mayo, se abrazaban Rodrigo De Carlo (30 años), empleado del sector del transporte, con su novia Virginia, con los ojos enrojecidos. Era la primera vez que se acercaban hasta una movilización del oficialismo, aunque se reconocían como simpatizantes del gobierno de Cristina. “Esto es un golpe muy duro, inesperado. Da bronca que la gente no tenga conciencia colectiva y sea egocéntrica”, comentó Rodrigo a Tiempo mientras  Virginia escuchaba en silencio, emocionada.
Pero la presencia espontánea de los militantes del FpV no sólo estaba cruzada por la conmoción: también había fervor, disposición a seguir luchando, y se escuchaban cantitos, gritos de aliento, promesas de comprometerse cada vez más. “Estos se van en helicóptero en tres meses”, se escuchó en un momento en el medio de la Plaza. El autor del desafío, un joven de barbita puntiaguda y un morral con los colores rastas, compartía la jornada con dos amigos. A las 21:30, desde una pantalla gigante emplazada en el frente del edificio La Franco Argentina, sobre la calle Hipólito Yrigoyen, se empezó a proyectar el discurso de Daniel Scioli en vivo. En la Plaza lo recibieron con aplausos. El sistema de audio era malo y no se entendía lo que decía el candidato, que estaba reconociendo la derrota. Entonces en las manos de algunos manifestantes aparecieron pequeñas radios portátiles: en torno a cada transistor se agruparon círculos de ansiosos que querían escuchar la voz de ‘Daniel’. La cercanía con el paladín que había representado al FpV en el balotaje se percibía hasta en los pequeños detalles: los vendedores al paso de hamburguesa, lomito y bondiola completa portaban camisetas naranjas y gorritas con visera del mismo color.
Entre las banderas que flameaban por el aire de la Plaza había colores y siglas de todos los espacios del oficialismo. Estaban el MUP, Seamos Libres, la Asociación Madres de Plaza de Mayo, el Partido Comunista, Nuevo Encuentro, Movimiento Evita, La Cámpora, Descamisados, Comedor Los Pibes y otras agrupaciones del FpV. Sobre el pasto y los canteros del parque caminaban de incógnito, acompañados por uno o dos allegados, dirigentes y ex candidatos del FpV, como la hija de desaparecidos Victoria Montenegro (Kolina), el subsecretario de Promoción de Derechos Humanos Carlos Pisoni, el director de la Escuela Superior de Gobierno Marcelo Koenig, entre otros. Otro rasgo de la movilización espontánea, que  circuló por las redes sociales al conocerse que sería un día difícil, era la presencia de grupos de amigos y amigas que se encontraban y se tomaban de los hombros y lloraban juntos. “A la primera medida antipopular que tome Macri vamos a salir todos a la calle. Hoy hay mucha conciencia en los jóvenes. Vamos a defender todo lo conquistado”, advirtió la morocha Virginia (36), quien llevaba un pin en su ropa con la leyenda “Yo voto Scioli”. “Yo soy de Fuerte Apache, crecí ahí, y todo lo que conseguí se lo debo a este proyecto”, señaló a su lado Verónica con el rostro endurecido por la convicción.